Los personajes de KHR! no pertenecen.
Llamada.
Atención. SPOILER.
Sintió como su corazón se apretaba contra su pecho, hacia un sonido que ensordecia sus oídos, escucho la voz de Ryohei y Chrome, hablaban en voz baja mientras sus caras detonaban preocupación real por su amigo, Yamamoto.
Gokudera mordió la uña de su dedo como símbolo de nerviosismo, mando una mirada al quirófano donde había entrado el idiota, la última vez que lo vio—segundos atrás cuando intento entrar con él al quirófano y fue detenido por los doctores—estaba mal. Él sabía que estaba mal, lo supo ya que él idiota ese no respondió a su llamado, bajo los ojos un segundo y luego se sentó en la silla fría y dura del hospital, tenía que llamar al décimo e informarle sobre Yamamoto, sin embargo sus piernas flaquearon cada segundo que intento pararse y hacer la llamada. Irritado consigo mismo farfullo un insulto en italiano.
—Llamare yo a Tsuna.—dijo Sasagawa con la cara seria, Gokudera que antes hubiera insultado por quitarle el trabajo que le correspondia, no tuvo valor ni animo para rechazar esa oferta. Asintió y se hundió en miseria.
Palpo sus bolsillos de su pantalón para sacar un cigarrillo y calmarse, necesitaba nicotina en su organismo para huir de esa realidad, Yamamoto no podía estar en un quirófano, tampoco podía estar herido, ese idiota no podía tener nada grave, el imbécil ese tenia que estar bien, pero no lo estaba.
Encontró su mechero en su bolsillo y la caja de cigarrillos saco uno y lo encendió. Chrome que se mantenía callada balbuceo unas palabras, Gokudera chasqueo la lengua, cuando sus labios tocaron la colilla del cigarrillo él lo tiro con fuerza al suelo. Ese cigarrillo no podía volver a Yamamoto bien, tampoco podía tranquilizarlo.
Escucho la conversación que mantenía el guardián del sol, su corazón dio otro tirón, apretó los ojos y mordió los labios.
Dolía.
Dolía mucho, agarro en un puño su chaqueta y limpió un poco su cara, no había llorado sin embargo sentía que en cualquier momento caería y no podría más.
—G-Gokudera-kun...—era el llamado de su décimo, él desvió la mirada hacia el quirófano y mordió de nuevo sus labios delgados, no hizo caso al llamado de su jefe, por primera vez tenia miedo de verlo a los ojos y que él vea su miedo en su mirada, agacho la cabeza. —¿Cómo está?—preguntó de nuevo en un susurro asustadizo.
Maldición, maldita sea. Estúpido friki, deja de preocupar el décimo y sal del puto quirófano, pensó apretando los puños.
Vio manchas negras en pantalón, abrió los ojos y comprobo que era agua salada, sorprendido palpo sus mejillas, húmedas.
No llores.
Apretó los ojos con fuerza.
—Sal de ahí idiota o no te perdonare. —susurro cuando cubrió con sus manos su rostro.
