¡Hola!La verdad es que soy nueva en esto de los fanfics y este es el primero que publico, no es gran cosa pero espero que le deis una oportunidad.Ya que está basado en el 6º Libro he querido conservar algunos aspectos relativos a "HP y el príncipe mestizo" para el desarrollo de la acción: La llegada de Slughorn, el Club de las Eminencias, y algunos aspectos del final.

Por supuesto, ninguno de los personajes me pertenece, son propiedad de J.K. Rowling, excepto, claro esta, los que aparecen acontinuación, como por ejemplo Viatka, Jack...

Espero que les guste.

I-La oscuridad que se cierne...

Por muy extraño que parezca, era una noche oscura y tormentosa de mediados de verano.La lluvia golpeaba fuertemente los enormes ventanales del pasillo del séptimo piso del castillo, dándole un aire más tenebroso y sobrecogedor al lugar en aquellos días en los que el peligro acechaba tras las sombras, en las esquinas más oscuras, en cualquier recodo...y nisiquiera se estaba en la certeza de que Hogwarts fuera ya un lugar seguro. La luz de los relámpagos reflejaba las sombras de las ramas de los árboles, que zarandeadas por el fuerte viento, se asemejaban a las garras de horribles criaturas sacadas de la peor de las pesadillas, de la más terrorífica de las historias.

Una mujer caminaba con paso decidido y ligero a través de los silenciosos pasillos del colegio Hogwarts. Su rostro severo, se endurecía aún más con las sombras que la oscuridad dibujaba en ella; llevaba un moño muy apretado y unas pequeñas gafas cuadradas, y vestía con una túnica de color ocre que ondeaba a su paso. Parecía nerviosa, y caminaba tan aprisa como sus pies le permitían, pues una carta urgente comunicaba que se requería su presencia por parte del director del colegio.

Minerva McGonagall se paró en seco delante de la imponente figura de una enorme gárgola de piedra.

- ¡Cerveza de mantequilla!- Exclamó blandiendo su varita frente a esta.

La gárgola se movió con un ruido seco, el que producía una gran mole de roca al desplazarse unos centímetros, dejando el paso libre hacia una pequeña escalera de caracol que se elevaba de forma continua y lenta hacia una planta superior. Sin dudarlo un momento, la mujer subió por estas, que la condujeron hacia una puerta de roble perfectamente tallada, a la cual llamó tres veces con un deje de impaciencia.

-Adelante -Se oyó desde el interior una amable voz que la invitaba a pasar.

Abrió la puerta y se encontró con una sala amplia y circular, envuelta en un constante ambiente tenue y acogedor. Las paredes estaban repletas de numerosas estanterías de madera(las cuales contenían toda clase de objetos, entre ellos un sombrero sucio y raído, una preciosa espada y libros de encantamientos) y cuadros de los antiguos directores del colegio que se movían dentro de sus marcos, y cercana al centro de la habitación, una mesita repleta de extraños cachivaches plateados que producían sonidos metalizados e incluso alguno de ellos echaba humo. Tras la puerta había una vara dorada, en la cual se hallaba posado con suma majestuosidad y elegancia, un hermoso ave fénix cuyas plumas escarlatas y doradas relucían con la luz de las velas.

Había un hombre de avanzada edad sentado en un enorme sillón, justo al fondo de la habitación, con las manos juntas mientras observaba con detenimiento una hoja de pergamino que se hallaba sobre su escritorio, iluminado por la titilante luz de los candelabros. Su barba, larga y plateada, aún pese al hecho de que estaba sentado, le llegaba hasta los pies; su nariz estaba ligeramente torcida, y sus gafas de media luna resaltaban el color azul de sus cansados ojos. Parecía fatigado y cansado.

-¡Albus!- Exclamó McGonagall- He venido en cuanto he podido… ¡¿Qué sucede?!

-Tranquilízate Minerva…No hay nada de que preocuparse, toma asiento¿Te apetece te o café?- Preguntó el anciano. Con un golpe de su varita, Albus Dumbledore hizo aparecer una silla para que la mujer tomara asiento, y con otro, una taza de café y otra de té.

-Café, por favor…-Contestó la mujer mientras se sentaba.

-Bien, bien…- Dijo agitando nuevamente su varita y haciendo desaparecer la taza de té- Como ya sabes, las circunstancias en las últimas semanas no han sido de lo más agradables y prósperas. El hecho de que Rufus Scrimgeour no deje de atosigarme para que le revele el contenido de la profecía, me hace pensar que tal vez pretenda recurrir a Harry para obtener de mí esa información. Sin embargo, mis sospechas apuntan a que…

-Un momento Albus¿me estás diciendo que tal vez el nuevo Ministro quiera obtener esa información para dársela al que-no-debe-ser-nombrado?- Preguntó alarmada Minerva McGonagall- Dios Santo….

-No, no, en absoluto Minerva, pero hemos de tener cuidado. La llegada de nuevos tiempos oscuros era más que inminente, y muchos magos y brujas no están preparados para esto….ni siquiera Harry.

McGonagall lanzó un suspiro de tristeza y amargura, pensando en el destino del pobre muchacho. Desde la más temprana edad, había experimentado unas pérdidas horribles, y, por si fuera poco, había quedado marcado de por vida, subyugado a un destino que el no había elegido, y que, simplemente se le había impuesto por la fuerza. La bruja se enjugó unas pequeñas lágrimas que brotaron de sus ojos con un pañuelo que tenía guardado en su túnica.

-Sin embargo, no es para hablarte de eso para lo que te he mandado llamar, mi querida Minerva. Otro asunto requería tu presencia, uno de vital trascendencia para Hogwarts-Dijo calmadamente-...que, en estos tiempos tan oscuros se haya falta de fe…

-Albus, por favor-Lo interrumpió con brusquedad la bruja- Ve al grano.

El anciano mago esbozó una sonrisa.

-Está bien- Dijo en tono jovial, y acto seguido le entrego a la mujer el pergamino que había estado leyendo antes.

Minerva McGonagall lo tomó. Por un momento pensó que se trataba de una especie de broma. Era un simple pergamino, sin nada que revelara la suma importancia que tenía para el colegio, simplemente estaba un poco rasgado por una de las esquinas y tenía escritos varios nombres en tinta purpúrea con la delicada y elegante caligrafía del director. Lo ojeó un par de veces más y le lanzó una mirada severa a Dumbledore, acto seguido, sacó su varita de la túnica y apuntó con ella al pedazo de pergamino.

-¡Specialis revelio!-Dijo, esperando que aquella textura amarillenta revelara ese contenido tan especial del que Albus Dumbledore hablaba, pero no sucedió absolutamente nada. El director miraba divertido aquella escena y a su compañera como si esta no hubiera entendido sus palabras. McGonagall volvió a mirarlo a través de sus oscuros ojos inquisidores que reclamaban una explicación convincente-¿Qué significa esto, Albus?

-Esto, mi querida Minerva, puede que sea la última esperanza que tengamos-Aclaró el mago con serenidad.

La bruja seguía sin entender nada, y ante esto Dumbledore se lo aclaró.

-Son nombres…

-De eso ya me había dado cuenta-Espetó en tono cortante la mujer.

-Son los nombres de nuevos alumnos que ingresarán en Hogwarts este año, es como...una especie de intercambio…si, es así como creo que lo llaman los muggles-Explicó Dumbledore a la atónita McGonagall que aún no lograba dar crédito a lo que oía, y mucho menos asimilarlo.

La reacción de Minerva McGonagall fue exactamente la que él esperaba, pues su rostro pasó de forma casi inmediata de una expresión de descorcierto a otra que mostraba su más clara desaprobación al respecto.

-Albus...-Comenzó intentando mantener la calma, y concienciándose de que con el paso del tiempo la cordura del más celebre director de aquel mágico colegio no estaba fallando de forma repentina. Albus Dumblerore era reconocido por ser el mago más brillante que jamás había existido, y , por regla general, sus actos , aunque a veces no parecían correctos, siempre tenían una explicación razonablemente convincente, razón que esta esperaba recibir en breves momentos-¿El que-no-debe-ser-nombrado ha vuelto, y tú sólo piensas en traer nuevos alumnos al castillo?

-No hay de qué preocuparse, te lo explicaré todo a su debido momento- Se incorporó pese al terrible esfuerzo que este le ocasionaba- Demostraremos así que Hogwarts sigue siendo un lugar seguro- Sus azules ojos centelleaban, como si esa no fuera la única y verdadera razón que movía al director a realizar semejante acto-Créeme, Minerva. Lo tengo todo controlado.

Minerva McGonagall miró al director y luego añadió.

-¿Crees que el Ministerio lo aprobará?-Preguntó, ante lo cual, el director entrelazó sus manos y la miró a través de sus gafas con cristal de media luna, que le daban un aspecto más respetable y elegante.

-Mi querida profesora McGonagall, lo que opine el Ministerio no influirá en mi decisión, de sobra sabes que jamás lo ha hecho.

La bruja se resignó, dando por hecho que era una causa perdida, y volvió a leer nuevamente el papel que sostenía en sus manos y que ya ningún misterio tenía para ella. De pronto esta dio un respingo.

-¿Viatka?-Leyó-¿Viatka Warsow?-Y luego miró a Dumbledore-¿Pero esta no es la misma Viatka que….?

El director asintió con la cabeza.

-¡Pero Albus¡Esto es imposible¡Es una locura¡Es…!

-Tranquilízate Minerva, te lo explicaré ahora mismo…