✳La mas pequeña de todos❇
Un FanFiction de los juegos del hambre
Nota:los personajes pertenecen a Suzanne Collins y sus respectivos dueños
❇Capítulo 1❇
Me despierto con un terror que estoy segura que han experimentado todos los chicos desde sus 12 años hasta que cumplen los 18 años, porque hoy es el día de la cosecha. Solamente con pensar en lo que podría suceder hoy me estremezco, tengo miedo de lo que pueda pasar. Me imagino por un solo segundo lo que podría pasar con mis hermanos y hermanas: yo elegida en la cosecha, la tristeza de mis padres al saber que probablemente nunca regrese, las teselas que ya no les llegan a mis hermanos... Hace poco que cumplí los doce años, pero desde entonces hemos recibido teselas gracias a mi. Mis padres me lo prohibieron dijeron que «bajo ninguna circunstancia me permitirían pedir teselas para ellos» pero tal vez debieron especificar un poco más quien era ellos porque, para mi, ellos solo significaba mi madre y mi padre. Así que el mejor regalo que pude hacerme fue recoger las teselas que obtuve en el edificio de justicia (aunque tal vez con un poco de dificultad debido a nuestros hostiles agentes de la paz). Solamente pedí seis, es decir, para mi y mis hermanos (no para mis papás) y cuando ellos vieron lo que había hecho, intentaron hecharme una reprimenda, pero fue una de mis hermanas (la más parecida a mi, Lila), la primera en sonreír al ver que podríamos comer un poco más gracias a lo que había hecho. Me alegra saber que hice algo lindo por mis hermanos, ya que los quiero mucho.
Voy al pequeño prado tras mi casa, (una pequeña construcción de cemento calurosa en verano y helada en invierno) y busco entre alguna frutita o alguna raíz caída de los cultivos, cuando veo una manzana. ¡Fantástico! Es lo único que puedo pensar. Después de buscar un poco encuentro moras, de las típicas en este distrito, pero que encantan a mi familia y a mi. Me siento a descansar unos segundos a la raíz de un árbol y veo un sinsajo. Son animales bellísimos y este parece especialmente dulce, así que le comparto una canción de pocas notas que podrá recitar:
¡Que bello es el canto de los sinsajos! Una de las pocas cosas bellas que puedo ver en este distrito. Un pequeño recordatorio de que siempre habrá cosas bellas en la vida, pequeños detallitos; lo que mas amo en el mundo, (tal vez despues de mi familia) es la música, y los sinsajos son mi principal fuente de música... Me permito darme un pequeño respiro antes de volver a casa, sentir el viento en mi cabello, contemplar el alegre baile de los sinsajos, pero regreso a la realidad. Regreso a mi casa, donde mi mamá está preparando a mis hermanos para la cosecha
-podrías usar ese vestido Rue, te quedaría precioso- dice, «como si tuviera alternativa» pienso, pero no con altanería, sino con resignación, ya que soy consciente de la pobreza en que vivimos. Comparto con mis padres y hermanos lo poco que pude traer y, para que los más pequeños puedan comer otro poco, yo solo desayuno un par de bayas.
El distrito 11 es un distrito realmente grande, es lo que he aprendido en la escuela; en el distrito decimos que estamos divididos en "sectores de distrito" y los dividimos según el principal alimento que se cultive, pero oficialmente no existe tal cosa. Para la cosecha, previamente se selecciona un sector y solamente los nombres de esos jóvenes entraran en el sorteo. Que maravilla, pienso casi con amargura. Este es mi primer año en edad elegible y el mio es el sector que participará este año. Los agentes de la paz organizan a la gente que va llegando, y me colocan detrás de una chica de 12 años mas alta que yo y con el pelo rubio. Solo queda esperar, esperar el momento en que saquen los nombres de la urna de la cosecha.
En este distrito, las apariciones públicas se limitan a la plaza. No tenemos una ciudad propiamente dicha porque vivimos en casas bastante desperdigadas y se necesita a toda la gente posible para la recolección. La cosecha se realiza frente a un edificio blanco y deteriorado, un poco entrado en años: nuestro edificio de justicia. En el mismo lugar donde hace poco recibimos al ganador de los septuagésimo cuarto juegos del hambre. Ya ni siquiera recuerdo su nombre, o su distrito de procedencia, ya que solo fingimos amarlos cuando vienen y los odiamos el resto del año.
En cuanto el reloj marca la una, nuestro alcalde sube a la veranda (el espacio embaldosado que hay entre las puertas principales y las escaleras, cubierto por un techo sujeto con columnas) y comienza a leer. Es la misma historia de todos los años, en la que habla de la creación de Panem, el país que se levantó de las cenizas de un lugar llamado Norteamérica. Enumera la lista de desastres, sequías, tormentas, incendios, y la brutal guerra que ocurrió como consecuencia. El resultado fue Panem, un reluciente Capitolio rodeado por trece distritos, que llevó a la paz y prosperidad a sus ciudadanos. Entonces llegaron los Días Oscuros, la rebelión de los distritos contra el Capitolio. Derrotaron a doce de ellos y aniquilaron al Decimotercero. El tratado de la traición nos dio unas nuevas leyes para garantizar la paz, y como recordatorio, también los juegos del hambre. Al último tributo vivo se le recompensa con riquezas y a su distrito con comida... Recuerdo hace unos años cuando ganaron los juegos, lo bien que se sentía tener el estómago lleno todos los días.
-Es el momento de arrepentirse y también de agradecer- dice el alcalde en tono solemne. Guardamos silencio unos minutos y el lee la lista de ganadores pertenecientes a nuestro distrito. Como es obvio, no son tantos como en el distrito 1, pero tampoco tan poquitos como en el 12. Este acontecimiento se esta transmitiendo en vivo en todo Panem, y hasta ahora parecemos un distrito sumiso y tranquilo, aunque los alambre con púas y la estricta vigilancia indiquen lo contrario. A continuación sube a la veranda Michelle Pheelmyhoothers, la acompañante de nuestros distrito. Es como casi toda la gente del capitolio: loca, excéntrica y presumida, con el cabello lacio con mechones estilo arcoiris. Ver su peinado me enferma.
-¡Felices juegos del hambre! Y que la suerte esté siempre, siempre a su favor- dice con su afectado acento del capitolio... Ha llegado el momento del sorteo:
-Seamos caballerosos ¡las damas primero!- hay muchísimas papeletas Rue, y tu solo tienes una, no tienes de qué preocuparte, la suerte esta a tu favor.
-Rue... - no necesito escuchar más para saber que han dicho mi nombre. ¡Habia muchísimas papeletas y de entre todas tenia que salir la mía! Pienso con tristeza. Camino lentamente al "escenario" e intento levantar la cabeza, en este momento se estoy en las cámaras. Intento que las lágrimas no resbalen por mis mejillas... Pero me es imposible.
- ¡Sube, sube pequeñita anda, no tengas miedo!- dice en cuanto me acerco lo suficiente. No tengo alternativa, he sido elegida y nadie podrá cambiar eso. Existe la posibilidad que alguien se ofrezca voluntario, pero pensar en ello sería hacerse fassas ilusiones.
-¡Muy bien pequeña mmm Rui, sí claro! ¿Alguien desea pasar a ocupar el lugar de esta valiente jovencita?- dice sonriente, como si no estuviera anunciando mi casi muerte. Como lo sabía: nadie más que el viento es capaz de presentarse por mi.
-Perfecto, Perfecto. ¡Ahora a elegir al caballero que te acompañará! - si claro genial. El chico que irá a la muerte conmigo.
No presto atención al nombre, pero en cuantos sube, me doy cuenta que no debo sentir lastima por él; ya que si pudiera patrocinar a alguien, sería a él. Es fuerte, fornido y me recuerda a los bueyes, tanto por su tamaño (casi dos metros de altura) como por la fuerza que directamente parece tener.
-¡Demosle un aplauso a Thresh y a Rue... TRIBUTOS DEL DISTRITO 11!
Espero que les agrade mi historia a la cual pienso dar continuación. Este fue el primer capítulo de una historia desde la perspectiva
De la más pequeña de todos.
Ojala les agrade. ^=^
