Buenos… c

Aquí yo con otra historia de la que se, se deben haber hecho demasiadas versiones, pero esta es la mía, como un nuevo tributo a la pareja que me gusta. La que nos gusta y de la cual seguimos leyendo historias sin importar su contenido. Agradezco de antemano a todas aquellas que vayan a seguirla, no espero que se extienda mucho y aunque hay varios detalles de la historia original La Bella y la Bestia, algunas cositas fueron cambiadas, no es adaptación de ninguna historia ni nada parecido.

Espero que la disfruten tanto como yo al escribirla, nos leemos en el próximo capitulo.

Los personajes de Twilight pertenecen a Stephenie Meyer.

– ¡Bella!, deja de estar leyendo esos libros y ayúdame a fregar –

La estridente voz de su hermana Jessica sacó a Bella de su ensimismamiento mientras leía Orgullo y Prejuicio por tercera vez, cerró el libro con fuerza lamentando inmediatamente haberlo hecho así ya que sentía que las tapas antiguas se quejaban de su trato obsceno.

Dejo el libro a buen recaudo escondido en una tabla suelta de su cama donde nadie ni nada le haría daño, sabia por experiencia propia que a sus hermanas les encantaba meterse con sus libros. Había tenido experiencias pasadas con sus primeras ediciones de Shakespeare y Alighieri así que sabía de antemano que hacer para salvarlos de sus macabras manos. Aquellas dos víboras a las que quería cuando era evidente que ellas a ella no la apreciaban demasiado por ser la consentida de su padre.

No era culpa de la inocente Bella, lo sabía mejor que nadie y apreciaba sobre manera que su padre la tuviera en tan alta estima. Así que con eso vivía y se conformaba, porque sus hermanas se la pasaban el día pajareando, haciendo que hacían y mortificándola a ella.

Isabella Swan, Bella para los conocidos, era la adorada hija menor del granjero Charlie James Swan, sus hermanas mayores Jessica y Victoria siempre estaban menospreciándola por ser una lectora empedernida que no le interesa nada que tuviera que ver con modas, vestuario ni belleza. Les parecía insólito que en el año en que estaban existieran mujeres como su hermana campesina que prefería leer a vestir, ayudar a su padre en la granja que coquetear con soldados y solteros y que no pidiera nada cuando ellas siempre querían más.

Isabella era ignorante de su propia belleza y vivía el día a día sin importarle un mañana sino solo sus libros y ayudar a su padre, sus hermanas la llamaban mojigata y quizá tuviera razón, a sus diez y nueve años poco le interesaban los hombres y nunca hacia caso cuando alguno de los del pueblo se le insinuaba, que había sido más de una vez y siempre los llevaba a la zona de amigos aunque no estuviera bien visto en el casto pueblo, las mujeres no podían ser amigas de los hombres decían las matronas diciendo que la hija menor del granjero Swan estaba más loca que las cabras que este pastaba.

No tenían una vida abogada pero tenían sus ahorros y su padre Charlie quería invertir en un negocio floreciente que lo obligaría a viajar el mes siguiente.

– ¡Pero no puedes dejarnos solas! – gritó Victoria cuando se enteró.

– ¡¿Quién nos va a dar de comer?! – gimió Jessica mirando tácticamente a Bella.

– ¡No puedes irte padre! – volvió a decir la primera.

– ¿Cuándo debes partir, padre mío? – preguntó en un tono más sosegado la extraña Bella.

– Debo hacerlo, hijas, cuando regrese y el negocio esté prosperando tendremos dinero suficiente para invertir en la granja y tendremos para mudarnos a otro sitio más acaudalado. –

Con ese argumento quizá convenció a las más avarientas, Jessica y Victoria pero Bella sentía dentro de su corazón cómo un mal presentimiento iba tomando forma mas no se lo iba a mencionar a su querido padre porque sabía que, al saberla preocupada, no llevaría a cabo el viaje y perderían quizá la oportunidad de sus vidas, o bueno, al menos la de sus hermanas.

Todo fue preparado, aunque la única que ayudó fue Bella, tuvo que suspender la lectura del momento en que el señor Darcy aparece en Rosings cuando Elizabeth está allá visitando a su prima Charlotte, para doblar con premura las camisas, planchar los pantalones y coser los pañuelos que su padre llevaría al viaje mientras sus hermanas iban al pueblo a buscar nuevos chismes.

– Cuando regrese te traeré las joyas más hermosas y los vestidos más preciosos – dijo Charlie besando la frente de Bella cuando esta le paso la última tanda de pantalones.

– No te molestes, padre, con un libro o un pergamino y pluma bastara – dijo la joven sonrojándose como siempre que hacia cada vez que le pedía algo a su padre.

– A veces pienso que te esfuerzas en ser tan diferente cuando no hay necesidad – le dijo tomándole ambas manos en las suyas, curtidas y llenas de cicatrices. Bella las llevó a sus suaves labios besándolas con cariño – Eres la más preciosa de mis niñas y llamas la atención incluso sin quererlo –

– Eso no me interesa, padre mío, y estas diciendo muchas mentiras, mis hermanas, con sus cabellos rojos, pieles blancas y ojos azules están más destinadas al éxito en belleza que yo, que me parezco más a ti, y me siento orgullosa de ello –

Con expresión cándida Charlie evaluó a su hija menor, de contextura delgada, blanca cremosidad en su piel, mejillas pálidas que cuando se tornaban rojas iluminaban todo el rostro, labios gruesos y rojos y ojos marrones con cabellos del mismo color y largos hasta las caderas, siempre recogidos en una trenza llena de flores. Incluso en su sencillez le pareció la criatura más bella que Dios le había dado pero pensó que tal vez no era objetivo por que la quería mucho.

Finalmente el día de partir llegó Charlie se despidió entre los "trae mucho oro, trae muchas joyas, trae muchos vestidos" de sus hijas mayores y los "cuídate, papá, regresa pronto, papá, y te extrañaré, papá" de su hija menor.

El viaje consistía en varias leguas a caballo para llegar a Transilvania y allí conocer a sus nuevos asociados con los que firmaría un acuerdo de las mejores granjas del estado.

Iba con ánimo, dispuesto a entregarlo todo inclusive su granja, y así fue como lo vieron las ratas aprovechadas que jugándole sucio consiguieron que les diera todo, incluso las escrituras de su granja a cambio de una gran nada.

Cuando se percató del gran error que había cometido ya era demasiado tarde, los que iban a ser sus socios se convirtieron en sus verdugos y tuvo que retirarse antes de que cumplieran sus amenazas de matarlo.

Charlie pensaba más que todo en sus hijas, no tanto en los millones sino en la gran decepción que se llevarían y además se habían quedado sin casa.

Decidió que tendría que dejar que ellas trabajaran la tierra un tiempo mientras él les mandaba ingresos desde el pueblo para que empezaran a pagar por algo que no sabían, cuotas de hipotecas que él mismo firmó sin saber lo que le esperaba.

Entró a trabajar de obrero en una de las minas de esmeraldas más peligrosas, y un día en ese sitio le hizo darse cuenta de que podía morir en cualquier momento y dejar solas a sus hijas para que terminaran trabajando en la taberna vendiendo sus cuerpos.

Un día, posterior a un terrible episodio en la mina en donde un derrumbe provocó la muerte de dieciséis hombres, padres, hermanos e hijos, estaba en la pequeña pocilga del pueblo comiendo un pan rancio con queso cuando escuchó por casualidad que había un empleo de guarda en el Castillo Masen, cuando quiso hablar de ello nadie le dio mucha información, todos decían que trabajar en un lugar tan lúgubre era casi que mal agüero pero Charlie nunca había creído en esas cosas y aunque le advirtieron que era mejor la mina él decidió probar suerte tocando en las inmensas rejas que se abrieron para darle paso a la edificación más grande que el granjero había visto nunca.

Tenía torres, torrecillas y torretas. Todas las ventanas eran oscuras y parecía que más bien nadie vivía allí.

Cuando llegó ante la puerta levanto el león tallado y tocó tres veces.

Una mujer de edad, vestida de negro y con un elocuente moño apretado en el blanco cabello le abrió la puerta. Le dijo que esperara en la vistosa sala y así lo hizo el granjero aferrando su sombrero con manos temblorosas.

Los pasos lentos, pesados y largos se dejaron escuchar en sus orejas, cuando se dio la vuelta vio una figura oscura cuya única fuente de luz era un candelabro con una sola vela.

– Así que viene a aspirar al puesto – dijo con una voz profunda manteniéndose a distancia, Charlie intentó distinguir sus rasgos en la penumbra y lo que vislumbró lo dejo sin aire. Estaba acostumbrado a la piel curtida de los que trabajaban en el campo, así que mirar la piel impecablemente blanca de ese hombre le dio una gran impresión, seguramente se trataba de que no salía mucho al sol pero tenía la constitución de alguien que hacía mucho ejercicio porque era demasiado alto y a pesar de sus ropas oscuras se podía distinguir musculado.

– Ehhh, yo… sí, señor – dijo con la voz temblándole, había algo casi sobrenatural en ese hombre, pero dado que planeaba que fuera su futuro patrón no podía dejarse llevar por sus estúpidos miedos.

– ¿Qué lo trajo por aquí? – dijo el hombre avanzando nuevamente y sentándose en uno de los más suntuosos muebles.

Temiendo que si decía mentiras seria castigado, Charlie le contó la verdad de lo sucedido, no menciono que tuviera familia y en ese momento eso fue un gran error, uno del que no se percataría sino hasta después. Mencionó a los inversionistas que habían volteado el negocio para beneficio de ellos y no le habían dejado nada.

– Qué miserables – dijo sin que ninguna nota de compasión se revelara en su tono. Sin más le ofreció trabajo por un mes como su mayordomo no como su guarda y cuando le mencionó la cantidad de su asignación pensó que ese solo mes le serviría para pagar la deuda y volver a recuperar su granja, incluso llevarles regalos y dinero a sus preciosas hijas.

Aceptó sin dudarlo y el contrato quedó firmado.

Charlie conoció de pe a pa el castillo Masen, casi nunca se cruzaba con el ama de llaves pero siempre le ayudaba en sus funciones y nunca recibió ninguna visita de la que tuviera que encargarse así que hacía más que todo el aseo del gigantesco lugar. Durante esas semanas escribió una carta a sus hijas diciéndoles que volvería tan pronto el mes acabara y les llevaría muchas cosas, pidió permiso para ir al pueblo y entregarla y la mujer, que después descubrió que se llamaba Esme, le dijo que lo dejara en el plato de la correspondencia ya que el encargado se la llevaría al correo.

Los días faltantes se pasaban casi que en letargo hasta que llegó el día antes de que Charlie se fuera cuando Esme le pidió que limpiara la habitación principal del castillo, la del señor Cullen.

Charlie, que no lo había visto muy seguido en esos días pensó que podría limpiar la habitación sin que el intimidante dueño se acercara a respirarle en la espalda.

Cuando entró allí se dio cuenta de muchas cosas a la vez. Era la habitación más bellamente decorada que había visto, tanto que creía que no lo había hecho el señor Cullen sino una mujer.

De hecho había un tocador preciosamente tallado al lado de la ventaba en donde había sendos alhajeros abiertos.

Supuso que eran para tentar a los incautos e hizo lo posible por no mirar. Limpio el polvo rápidamente, sacudió las almohadas y las sabanas y abrió los cortinajes a pesar de la escasa luz que dejaban pasar.

Su mirada se desvió al alhajero más pequeño donde sobresalía una joya que Charlie pensó era las más sencilla y por tanto la más bella. Tanto era así que le recordó misteriosa y profundamente a su hija Isabella. Sin poder contenerse la observó más de cerca, era una diminuta cadenilla de oro delgadísima casi invisible sostenido entre sus entrelazados una piedra preciosa del tamaño de una lagrima, un hermoso rubí color rojo pasión.

Durante un momento de brutal verdad quiso pedírselo al señor para llevarlo como regalo a su Bella, le pagaría con parte de todo lo que iba a ganar, la mayoría del dinero seguramente iría a parar a las arcas de vestidos y extravagancias de sus hijas pero él sabía que a su amada y comprensiva Bella ese collar la pondría feliz.

Acercando su mano, sintiendo sus dedos casi que no aptos para tocar esa belleza lo tomó y lo tazó pensando en su hermosura y en la de su hija…

– ¡Lo sabía, todos son iguales! – un rugido lo sacó de su ensoñación en donde imaginaba a su Bella con ese collar y dándole las gracias con algún dulce preparado por ella. Soltó la alhaja en su joyero y se volvió con las manos arriba balbuceando que solo estaba mirándola. – ¡Claro, todos dicen lo mismo, cuando en realidad solo vienen a robar! – se acercó a pasos agigantados y cogió a Charlie de su traje levantándolo varios centímetros del suelo – ¿Qué diría la policía? O mejor, ¿Qué opinas de que te corte la mano por intentar robarme cuando tuve compasión de tu estúpida situación financiera? – Sentía la ira del señor brotar por todos sus poros pero por más que le decía que no le iba a robar menos escuchaba la bestia.

Finalmente Charlie desesperó y sin querer dejar solas a sus hijas pero viéndose en la horrible tesitura de elegir entre su vida y la pobreza accedió a que le cortaran una mano. Fue casi que arrastrado hacia el gigantesco patio que una vez le llamó la atención, empezó a rezar en voz baja para sobrevivir a lo que le esperaba. Cullen sacó un terrible sable del cinto y lo levantó para dejarlo caer pero antes escuchó los ruegos de Charlie por sus hijas.

No sabía que tenía hijas, pensó la bestia segundos antes deteniéndose en el último momento, Miró a Esme que afirmó seriamente con la cabeza confirmándole por medio del gesto que estaba diciendo la verdad.

Miles de pensamientos se dieron entre los dos, ama de llaves y amo, pero Charlie no fue testigo de ellos, seguía rezando porque sobreviviera para sus hijas. Cuando nada pasaba se atrevió a levantar la mirada el tiempo suficiente para ver a Cullen mirándolo con la misma ira pero sin empuñar nada corto punzante.

– Así que tienes hijas – afirmó pasándose la mano lentamente por la barbilla. Pensaba que hacía mucho tiempo no tenía una concubina y Charlie aunque de edad seguramente había sido un hombre atractivo así que sus hijas debían serlo. Saco del bolsillo derecho de su pantalón la joya que Charlie había admirado y que de haber sabido todo lo que le iba a acarrear Charlie ni siquiera habría reparado en mirar. La vio lanzada a sus pies, tanta belleza tan poco pesada. – Cógelo – dijo avanzando e inclinándose hasta ponerse a la altura de Charlie arrodillado en el piso – Volverás en el plazo de un mes, y traerás contigo a una de tus hijas, si no lo haces en ese tiempo iré a buscarte y te mataré por ladrón – Charlie horrorizado lo miró pero la condición era clara. Una de sus hijas pagaría la deuda en la cama del señor Cullen.

Intentó sentirse ofendido y estaba martirizado, pensó que prefería morir él mismo pero al pensar en las demás solas, sea la hija que escogiera sintió que sería incluso más mal padre de lo que era ahora.

Pretendió no mostrarse apesadumbrado ante el destino de Victoria o de Jessica, no pensó en la pequeña Bella para que realizara ese pago.

Mientras los cofres eran llenados por dos hombres frente a él en tanto el carruaje que lo llevaría esperaba pacientemente sintió desasosiego y comenzó a pensar en cómo les diría a sus hijas todo lo que había pasado. Se sentía como si fuera a vender a la que escogiera pero sabía que tenía alternativa. En alguna parte de su conciencia quería vivir para ver a nietos crecer y a pesar de que todo en él le estaba diciendo que no lo hiciera, que aprendiera a ser hombre y aceptara su destino, al final no pudo evitarlo y accedió firmando casi que con sangre, la del mismo color que el maldito collar. Ahora debía retornar con una de sus hijas.

Sus arcones finalmente terminaron de ser llenados y después fueron acomodados en la parte de atrás del carruaje, eran muchas más riquezas de lo que pertenecían por haber trabajado solo un mes pero sabía que era el pago adelantado de lo que tenía que regresar. Antes de salir el señor Cullen lo detuvo y mirándolo con esos imposibles ojos verdes le dijo:

– Sea la hija que escojas, harás que porte esto – dijo señalando el collar que Charlie aun llevaba en sus temblorosas manos – cuando venga a mí –

Charlie entró al carruaje con los hombros caídos y emprendió el largo viaje de regreso con sus hijas.