La historia pertenece a S. D. Perry, así como algunos personajes secundarios. Los personajes principales son de Glee, no míos.
Las aspas del helicóptero cortaban la oscuridad que cubría el bosque de Racoon.
Rachel Berry estaba sentada muy tiesa, esforzándose por parecer tan tranquila como los hombres que la rodeaban. El ambiente era serio, tan sombrío y nublado como los cielos que cruzaban. Las bromas y los chistes se habían quedado atrás, en la reunión informativa. No se trataba de un ejercicio de entrenamiento. Tres personas más, tres excursionistas, habían desaparecido, un hecho no tan extraño en un bosque tan grande como el que rodeaba a Racoon, pero con la ola de asesinatos salvajes que habían aterrorizado a la pequeña población durante las últimas semanas, la palabra "desaparecido" había adquirido un nuevo significado. Sólo unos pocos días antes se había encontrado a la novena víctima, tan destrozada y mutilada como si la hubiesen pasado por una picadora de carne. Estaban matando a gente. Algo o alguien atacaba salvajemente en los alrededores de la ciudad, y la policía de Racoon no estaba teniendo ningún resultado. Finalmente habían llamado a la policía de New York para que colaborase en la investigación.
Rachel alzó ligeramente la barbilla, en un destello de orgullo que superó su nerviosismo. Aunque estaba graduada en bioquímica, la habían asignado al equipo de policías de NY como médico de campo. Hacía menos de un mes que pertenecía al grupo.
Mi primera misión. Lo que quiere decir que más vale que no la fastidie.
Respiró hondo y soltó el aire lentamente, mientras intentaba mantener una expresión neutra.
Edward le dedicó una sonrisa alentadora, y Sully se inclinó hacia delante en la abarrotada cabina para darle una palmadita tranquilizadora en la pierna. Al parecer, su fingida calma no colaba. A pesar de todo lo lista que era y de lo preparada que estaba para iniciar su carrera, no podía hacer nada respecto a su edad, o respecto a parecer aún más joven. A sus veinticinco años, era la persona más joven de todo el grupo. Y como era la única mujer en el equipo B de Racoon, todos la trataban como si fuera su hermana pequeña.
Suspiró, le devolvió la sonrisa a Edward y le hizo un gesto a Sully con la cabeza. No era tan terrible tener a un puñado de tipos duros como hermanos mayores, vigilándola. Siempre y cuando entendieran que podía cuidar de sí misma cuando le hiciera falta.
Eso creo, añadió para sí en silencio. Después de todo, era su primera misión, y aunque estaba en perfecta forma física, su experiencia en combate se limitaba a las simulaciones de vídeo y a las misiones de entrenamiento de fin de semana. La policía de NY la quería en sus laboratorios, pero era obligatorio cubrir un tiempo de servicio de campo, y Rachel necesitaba experiencia. De todas formas, inspeccionarían los bosques en grupo. Si se encontraban con la gente o los animales que habían estado atacando a los habitantes de Racoon, tendría quien le cubriera las espaldas.
Se vio el destello de un rayo hacia el norte, cerca. El ruido del trueno se perdió bajo el rugido del helicóptero. Rachel se inclinó ligeramente hacia delante e intentó penetrar la oscuridad. Había sido un día claro y despejado, pero justo antes de la puesta de sol habían comenzado a formarse nubes. No cabía duda de que volverían a casa mojados. A menos iba a ser una lluvia cálida; supuso que podría ser mucho… ¡BOOM!
Había estadotan concentrada pensando en la tormenta que se cernía sobre ellos, que durante un segundo, incluso mientras el helicóptero se inclinaba peligrosamente y caía, creyó que se trataba del ruido de un trueno. Desde la cabina se fue alzando un terrible gemido agudo y el suelo empezó a vibrar bajo sus botas. Captó el olor caliente del metal quemado y del ozono.
¿Un rayo?
- ¿Qué ha sido eso? – gritó alguien. Era Enrico, desde el asiento del copiloto.
- ¡El motor ha fallado! – Explicó a gritos el piloto, Kevin Dooley -. ¡Aterrizaje de emergencia!
Rachel se sujetó con fuerza a un hierro de la estructura y miró hacia sus compañeros para evitar la visión de los árboles, que subían rápidamente hacia ellos. Observó el gesto decidido y serio de Sully, los dientes apretados de Edward y la mirada de preocupación que intercambiaron Richard y Forest mientras se agarraban a los salientes de la estructura y los asideros de la vibrante pared. Delante, Enrico estaba gritando alguna cosa, algo que Rachel no pudo descifrar por encima del sonido del sonido agonizante del motor. Cerró los ojos durante un instante, pensó en sus padres… Pero el viaje era demasiado violento como para poder pensar. Los golpes y los azotes de las ramas de los árboles sacudían el helicóptero con tal estruendo que lo único que pudo hacer Rachel fue no perder la esperanza. El helicóptero giró fuera de control y se precipitó describiendo una espiral escalofriante, entre sacudidas y bandazos.
Un segundo después todo había acabado. El silencio fue repentino y completo que Rachel pensó que se había quedado sorda. Todo movimiento se detuvo. Entonces oyó el goteo sobre el metal, el jadeo ahogado del motor y los feroces latidos de su propio corazón. Se dio cuenta de que estaban en tierra. Kevin lo había logrado, y sin un solo rebote.
-¿Estáis todos bien? – Enrico Marín, el capitán, estaba medio vuelto en el asiento.
Rachel unió su gesto inseguro al coro de afirmaciones.
-¡Bien pilotado, Kev! – exclamó Forest, y se alzó un nuevo coro. Rachel estaba totalmente de acuerdo.
-¿Funciona la radio? – preguntó Enrico al piloto, que estaba dando golpecitos a los controles y moviendo los interruptores.
-Parece que se ha frito toda la parte eléctrica – contestó Kev-. Debe de haber sido un rayo. No nos ha dado de lleno, pero ha pasado lo suficientemente cerca. La baliza tampoco funciona.
-¿Se puede arreglar?
Enrico formuló la pregunta para todos, pero miró a Richard, que era el oficial de comunicaciones. A su vez, Richard miró a Edward, que se encogió de hombros. Edward era el mecánico del equipo.
-Voy a echarle una ojeada – respudo Edward -, pero si Kev dice que el transmisor está quemado, es que seguramente lo está.
El capitán asintió con un lento movimiento de cabeza mientras se acariciaba el bigote con una mano y consideraban que opciones tenían. Pasados unos segundos, suspiró.
-Llamé cuando el rayo nos alcanzó, pero no sé si el mensaje salió – informó -. Tienen nuestras últimas coordenadas. Si no informamos pronto, vendrán a buscarnos.
Los que vendrían a buscarnos eran el equipo Alfa de los STARS (equipo especializado con más experiencia en situaciones extremas). Rachel asintió con los demás, sin estar segura de si debía de estar decepcionada o no. Su primera misión había acabado incluso antes de empezar.
Enrico volvió a tocarse el bigote, atusándoselo en las comisuras de la boca con los dedos índice y pulgar.
-Todo el mundo afuera – ordenó-. Veamos dónde estamos.
Salieron uno a uno de la cabina. Rachel se fue dando cuenta de la situación en la que se hallaban mientras se iban reuniendo en la oscuridad. Tenían muchísima suerte de estar vivos.
Nos ha caído un rayo. Y mientras buscamos asesinos locos, ni más ni menos, pensó, sorprendiéndose. Incluso si la misión había concluido, sin duda había sido lo más excitante que le había pasado nunca.
El aire se notaba cálido y cargado de la inminente lluvia. Las sombras eran profundas. Pequeños animales correteaban por el sotobosque. Se encendieron un par de linternas y los haces de luz cortaron la oscuridad mientras Enrico y Edward rodeaban el helicóptero examinando los daños. Rachel sacó su linterna de la mochila, aliviada de no habérsela olvidado.
-¿Cómo lo llevas?
Rachel se volvió y vio a Ken "Sully" Sullivan sonriéndole. Había sacado su arma, y el cañón de la nueve milímetros apuntaba hacia el nuboso cielo, recordándole tristemente cual era la razón de su presencia allí.
-Realmente sabéis como hacer una entrada sonada, ¿no? – bromeó, devolviéndole la sonrisa.
El hombre alto rió, y los blancos dientes resaltaron contra la oscuridad de la piel.
-La verdad es que siempre hago esto para los nuevos reclutas. Es un gasto en helicópteros, pero tenemos que mantener nuestra reputación.
Rachel estaba a punto de preguntar qué opinaría el jefe de policía de ese gasto – era nueva en la zona, pero ya había oído decir que el jefe era famoso por su tacañería – cuando Enrico se unió a ellos, sacando su arma y alzando la voz para que todos pudieran oírlo.
-De acuerdo, chicos. Abrámonos en abanico e inspeccionemos los alrededores. Kev, quédate en el helicóptero. El resto, no os separéis demasiado, solo quiero que aseguréis la zona. El equipo Alfa podría estar aquí en menos de una hora.
No completó la frase, no dijo que también podría pasar mucho más tiempo, pero era innecesario. Al menos por el momento, estaban solos.
Rachel sacó la nueve milímetros de la funda y comprobó cuidadosamente los cargadores, y la recámara como le habían enseñado, con el arma en posición vertical para evitar apuntar a alguien sin darse cuenta. Los otros se movían a ambos lados, comprobando sus armas y encendiendo las linternas. Rachel respiró hondo y comenzó a andar en línea recta, enfocando el rayo de luz de la linterna hacia delante. Se había alzado una neblina baja, que se enrollaba entre los matojos, los árboles se abrían y formaban un sendero lo suficientemente ancho como para considerarse una carretera pequeña. Todo estaba en silencio excepto por los truenos, que sonaban más cerca; tenían la tormenta casi encima. El haz de luz ilumino arboles, luego la oscuridad y luego otra vez a los arboles, con un destello de lo que parecía…
-¡Mire, capitán!
Enrico se puso a su lado y, en segundo, cinco luces más se dirigieron hacia el brillo metálico que Rachel había visto y lo iluminaron: una estrecha carretera de tierra y un jeep volcado. Mientras el equipo se acercaba, Rachel pudo ver las letras PLR. Policía Local de Racoon City. Vio una pila de ropa que salía por el parabrisas roto y frunció el entrecejo. Se acerco para ver mejor, y mientras rebuscaba el kit medico, corrió a arrodillarse junto al jeep volcado. Ya antes de agacharse supo que no podría hacer nada. Había tanta sangre…
Dos hombres. Uno había salido disparado limpiamente y yacía a unos cuantos metros. El otro, el hombre rubio que tenía ante sí, aun tenía medio cuerpo dentro del jeep.
Ambos llevaban ropa policial de trabajo. El rostro y la parte superior del cuerpo de ambos habían sido horriblemente mutilados. Tenían grandes desgarros en la piel y en los músculos, y unas heridas profundas en el cuello. Era imposible que fueran resultado del accidente.
Pensativa, Rachel le buscó el pulso y se fijó en que la piel estaba muy fría. Se incorporó y fue hacia el otro cadáver, de nuevo busco alguna señal de vida, pero estaba tan frio como el primero.
Sobre un puñado de carpetas de informes había un sujetapapeles con un documento con aspecto oficial. En la esquina superior izquierda se veía una foto de carnet manchada de sangre. Enrico pasó de página y no pudo detenerse en observar mejor aquella foto que tanto le había llamado la atención. El capitán leyó en voz alta la parte relevante del informe.
-Una orden judicial para transportar a alguien… "Ex teniente Fabray, prisionero de guerra, de veintiséis años de edad. Sometido a un consejo de guerra y sentenciado a muerte el 22 de julio. Será transportado el ex teniente a la base de Racoon para ser ejecutado."
Quinn Fabray…Imposible. Ella podría ser la jefa mala de las animadoras con su mirada heladora, pero de ahí a teniente militar y a asesina… Rachel, ¡como si no hubiera más Fabrays en el mundo!
Rachel soltó una pequeña risita por la estupidez que había pensado, y sus compañeros la miraron extrañados, pero no preguntaron nada. Edward le cogió el documento de las manos. Dijo en voz alta y cargada de furia lo que ya se estaba formando en la mente de Rachel.
-Estos pobres soldados. Solo estaban haciendo su trabajo, y ese canalla los ha asesinado y se ha escapado.
-Muy bien muchachos. Cambio de planes. Tenemos un asesino suelto. Separémonos y reconozcamos la zona más próxima, a ver si podemos localizar al teniente Fabray. Manteneos alerta e informad cada quince minutos pase lo que pase.
Todos hicieron gestos de asentimiento. Rachel respiró hondo mientras los otros comenzaban a moverse y comprobó su reloj, decidida a ser tan profesional como cualquier otro componente del equipo. Quince minutos sola, ningún problema.
-¿Tienes tu radio?
Rachel pegó un bote y se volvió al oír la voz de Edward. El mecánico estaba justo a su espalda y le dio una palmadita en el hombro, sonriendo. Asintió con la cabeza. Edward hizo un gesto afirmativo y se alejó. Rachel no estaría realmente sola, no mientras tuviera la radio. Rachel volvió a desenfundar su arma y se adentraba en la noche. En lo alto, retumbó un trueno.
Algo se movió entre los matorrales. Algo mayor que una ardilla. Las hojas aún se movían y la luz de la linterna temblaba al mismo ritmo. Se acercó un paso, tragando saliva y contando hacia atrás desde diez. Fuera lo que fuera, se había ido.
Un mapache, seguro. O quizá el perro de alguien que se ha escapado.
No había visto u oído nada desde que se alejó del jeep; era como si todos los demás hubieran desaparecido de la faz de la tierra. O he desparecido yo, pensó sombría. Rachel parpadeó sorprendida al ver una pared de metal bajo la luz de la linterna, a menos de diez metros. Recorrió la superficie con el haz y vio ventanas, una puerta…
