Una vez más me he olvidado del mil veces maldito Disclaimer, pero bueno, no creo que a nadie le haya dado un infarto todavía. Disclaimer: los personajes de este fanfic no me pertenecen a mí, sino a Ubisoft. Tu nevera y tu vecina también pertenecen a Ubisoft. Tú perteneces a Ubisoft, pero no lo sabes. El mundo pertenece a Ubisoft.
.
'Extraño Plan de Dominación Mundial (E.P.D.M) '
Prólogo
- ¿Cómo pudo escapar? – preguntó uno de los presentes.
- Fácil: por la puerta – respondió el que estaba enfrente suyo. – Pásame las patatas. ¿Quién cocina?
Las reuniones de la Hermandad tenían lugar cada cierto tiempo, cada vez en una fortaleza distinta. Los miembros se reunían en torno a una mesa a cenar y a pensar en sus magníficos planes para dominar Tierra Santa. Lo de magníficos fue sarcasmo.
- Abu'l Nuqoud se ha traído un cocinero de Damasco. Un tal Abdel, Adel o algo así – respondió el de antes pasándole el pollo. – Un chico nada negligente, por cierto. No como ese ganso de Conrado.
- Guillermo, hablar así de tu propio hijo no es saludable – dijo otro de los que estaban en torno a la mesa.
- Y lo dice el que va rompiendo piernas a la gente como si fuese lo más normal del mundo – replicó Guillermo mientras pasaba la sal al hombre de su derecha.
Siempre discutían lo mismo. Los mismos planes, los mismos insultos… y el sarraceno de la esquina izquierda siempre se levantaba para ir al lavabo a la misma hora.
- ¡No lucha como un hombre! Es un ángel de muerte, y su acero se ha cobrado la vida de otros de nuestros hermanos – dijo el hombre de la izquierda de Guillermo cogiendo la sal. - ¿O acaso no os acordáis de Charles, que en paz descanse?
- No me lo recuerdes, Jubair - se quejó otro de los presentes, molesto. - Me estuvo explicando lo de el bloqueo naval toda la condenada tarde después de la anterior reunión. Acabé de boyas hasta el culo.
Silencio incómodo, carraspeo. Alguien pinchaba el pollo con el tenedor. Silencio incómodo, carraspeo. Uno tropezaba con la copa de vino mientras estiraba el brazo para coger la sal. Silencio incómodo. Carraspeo.
- Voy al baño – dijo el sarraceno de la esquina izquierda levantándose de la silla.
Asentimiento. Silencio incómodo. Puerta del baño. Carraspeo. Alguien cogió un trapo para limpiar el vino que se cayó al estirar el brazo para coger la sal. Alguien pinchó el pollo. Pidieron la sal. Silencio incómodo. Carraspeo.
- ¿Cómo nos haremos cargo de él? – preguntó Jubair. – Pareciera que ni con un ejército de mil hombres pudiera ser derrotado... - bajo la voz y agachó la cabeza levemente. - En mi ciudad cuentan que cuándo ayuda a uno de los muchos ladrones que rondan por las calles, los guardias le persiguen por media ciudad… y que nunca lo encuentran.
- ¡Necedades! No son más que historias, esos cuentos no existen – replicó Guillermo pinchando el pollo. No parecía muy bien hecho. 'Comida negligente por cocineros negligentes. Hasta el ganso de Conrado lo hubiese hecho mejor. Negligentes' pensó, quizás sin darse cuenta del profundo amor que sentía por la palabra negligente.
- Es un ángel de la muerte, Guillermo. Nuestros propios hombres han sido vencidos por él – dijo Jubair. - Si no nos deshacemos de él cuánto antes nos arrepentiremos.
El sarraceno regresó del baño. Alguien lanzó una bolita de pan a otro. El de siempre pinchó el pollo. Alguien casi derramó el vino y trató de limpiarlo de nuevo. Codazos. Griterío incómodo. El sarraceno se replanteó regresar al baño.
- ¡Abdel, silencio! – ordenó un hombre desde un extremo de la mesa.
- Mi nombre es Tamir, Maestre – indicó el que se dio por aludido. El Maestre puso los ojos en blanco e imitó la voz de Tamir por lo bajo.
- Sí, sí, lo que tú digas Alberte - dijo el Maestre. Dos de sus hombres estaban embarcados en una interesante batalla de bolitas de pan – ¡Escuchadme!
Los dos hermanos bajaron la cabeza y metieron el arsenal de bolitas de pan bajo un extremo del plato, para que no se vieran.
- Está bien, tenemos un problema multilingüe, que no cunda el pánico, ¡yo lo solucionaré! – se puso en pie y miró a los miembros de la Hermandad, que no dejaban de hablar entre ellos nerviosamente. -¡Conspiradores, vosotros-escuchar-tipo-alto! ¡Es decir, a mí! Eh… - se mordió el labio con fastidio. - ¿Qué rayos iba a decir…? ¡Bueno, que alguien le traduzca a la Talal lo que acabo de deciros!
Un hermano miró a Talal, allí, en la esquina derecha con su arco. Sibrand, líder de los caballeros teutónicos – también conocido como el que estaba maldiciendo a alguien en alemán hace unos minutos – estaba realmente indignado acerca de no ser único que podía usar un arco. Y no sólo eso, sino que estaba completamente seguro que Talal había sonsacado información acerca de su predilección por los arcos a uno de los miembros y ahora estaba utilizándola en su contra para molestar. Sí, para molestar.
- Lobelt dice que necesitamos un plan para leducil las defensas del asesino, Talal – dijo Tamir. - Pelo que no tales los alboles polque cuando cuándo te fuiste a talal aquel ciplés sucedió una catástlofe.
- No te hagas el listo, Tamir, aún tengo jaulas con leones sobrantes – respondió Talal.
- ¡Silencio! – ordenó de nuevo el Maestre. Los hermanos dejaron de lanzarse bolitas de pan de nuevo para mirarle - Muy bien, mis órdenes son las siguientes: ¡Pensad en un plan lúcido y procurad que yo lleguevivo a los treinta y siete!
- ¿Eso es todo? – preguntó Jubair.
Guillermo de Montferrat miró a los presentes: un hombre vestido como un florero, un vendedor homicida, un saltimbanqui, un caballero traumado, un otorrinolaringólogo, un verdugo con un pijama, un bibliotecario pirómano, el Maestre, y él.
- Está bien. ¡Será un plan repleto de engaños, trampas y quizás algún trauma psicológico! ¿Verdad, Sibrand? A ver, ¿qué será lo primero que hagamos? – cuestionó el regente de Acre a la Hermandad. - ¿Sí, Jubair?
- Lo primero que haremos será colocar a Abu'l Nuqoud en aquella esquina, de forma que atraerá con sus vistosos colores a las mariposas más próximas.
- ¡Oui! – exclamó el Maestre. - ¡Y luego Guillermo, William, Geoffrey o cómo se llame saldrá bailando frente a los asesinos vestido de mujer! – refunfuñó y sacó una revista de debajo de la mesa. - Bah, árabes.
Tamir miró a Jubair con gesto dubitativo. Cabía resaltar que de Sablé aún no se había familiarizado con erres.
- Oye, Jubair. Tú que eres culto. ¿Qué significa "ágaves"?
- Un agave es un género compuesto por suculentas plantas, pertenecientes a una extensa familia botánica del mismo nombre: Agavaceae. De ella viene el sirope de agave.
Tamir asintió con la mirada pensativa y volvió a girarse hacia la Hermandad, que en ese preciso momento estaban matándose unos a otros.
- ¿Y cómo sabes a ciencia cierta que ese plan funcionará? – gritó Sibrand a Guillermo. -- ¡Ni siquiera puedes confiar en qué Abu'l Nuqoud pase por un jarrón de flores exóticas!
- Ey, que yo me entere – interrumpió Talal. - Porque me tenéis aquí más perdido que cuándo fui a comprar especias para mi mujer. A ver, ¿qué vamos a hacer?
Garnier de Naplous interrumpió la interrupción. Alzó una mano llamando la atención de la Hermandad, que se le quedó mirando fijamente.
- Enseguida regreso – dijo colocando la silla. El sarraceno de la izquierda le miró con cara de pena - No me sigáis, la naturaleza me llama.
Puerta del baño. Alguien pinchó el pollo. Otro tropezó con la copa de vino. Dos sacaron las bolitas de pan de debajo del borde del plato. Otro posaba los pies sobre la mesa y pasaba una hoja de la revista. Uno le expresaba a su compañero de la derecha como estaba la economía de Damasco, que el mercado estaba mal y tal.
Y en otro lugar y en otro espacio, una Hermandad bastante parecida estaba poniendo sus planes en marcha. El doctor Vidic, Warren Vidic, entró a la sala dónde estaba el Ánimus. El sujeto Desmond estaba sentado en la máquina mientras Lucy, una de las empleadas, pulsaba teclas en el ordenador.
- ¿Qué tal se encuentra, señor Miles? – preguntó Vidic.
- ¡Desgraciados! ¿Cómo quieren ustedes que me encuentre? ¿Cómo? ¡Me secuestraron, me amarraron a esa cosa! ¡Eh, no se ría, no tiene gracia! – gritó Desmond.
- Ánimus…es un Ánimus. – Explicó Vidic abriendo el maletín sobre su escritorio y sacando un pequeño palo con un espejito, de esos que utilizan los dentistas, y se acercó a Desmond. – Ahora diga: 'ah'. – Vidic examinó los molares y finalmente sacó el espejo y lo desinfectó con un spray.
- Creía que estaba aquí para que entraseis en mi mente y así pudierais conseguir esa cosa que buscáis – dijo Desmond lentamente sin saber muy bien lo que ocurría en aquel preciso instante. Vidic se acercó a él y le dio una palmada en el hombro.
-¡Exactamente, señor Miles! Nos preguntábamos si a usted le estaban saliendo las muelas del juicio.
Desmond arqueó una ceja sin darse cuenta. Primero le hablan de que es un asesino y que aunque les prepare un Martini no le dejarán ir. Luego los Que Vinieron Antes y ahora esto de los molares…
- ¿Y eso que tendría que ver?
- Todo bien, señorita Stillman. Como suponía, aún no le han salido las muelas del juicio, ¡lo que explica que aún está para encerrar! – Vidic se rió, una risa y estruendosa y lo más probable es que hubiese algún relámpago en aquel momento. Paró de reír de repente y se puso totalmente serio.- Como todos los que estamos aquí.
- ¿Qué quieren decir? ¡Eh, doctor, respóndame!
Pero Vidic estaba entrando a otra sala, dónde tres hombres en traje estaba esperándole. Miembros diferentes, una Hermandad diferente, organización… quizás mucha más. Al menos la economía de Damasco había mejorado, el mercado estaba mejor y tal.
