Notas de la autora: ¡Holaaaaaaaaa~! Bueno, aquí vengo con un fic nuevo, que espero no dejar ahí, abandonado. Realmente me gustó mucho escribirlo, pero tened en cuenta que esto es sólo el Prólogo, y que yo debería estar estudiando, así que comprended que es corto. No quiero tardar mucho en poner la continuación, así que no os preocupéis. De verdad que espero que el personaje principal no quede una Mary Sue, no las aguanto, y no espero que intentando evitar hacer una me salga una perfecta Mary Sue. Tampoco me gustan los fics en primera persona, pero escribí el Prólogo así porque se me hacía más fácil, a partir del próximo estará escrito en tercera persona. Como no encontré un fic en el que haya un Self insert que me acabara de gustar, pues he escrito yo uno como me gusta, y quería compartirlo.
Sé que no parece un fic de One Piece, pero vuelvo a insistir que es el Prólogo, en el próximo ya vemos como se desarrolla la historia.
Disclaimer: One Piece no me pertenece, yo sólo utilizo sus personajes con el fin de divertirme y entretener y sin ánimo de lucro. El texto en cursiva al inicio y al final del capítulo me lo ha dejado un amigo, por lo que no me pertenece. Sólo soy dueña de la trama y de parte de sus OC's.
Que curiosa la muerte, ¿no? ¿Cuál es nuestra misión el mundo? ¿Salvar vidas? ¿Evitar catástrofes? ¿Avanzar? ¿Encontrar la respuesta a la pregunta que todo el mundo se hace pero que nadie pronuncia? ¿Llegar a lo más alto? ¿Progresar? ¿O vivir sin más? Dejar que la vida fluya por su cauce como los ríos que en algún tramo de su recorrido han sido desplazados. ¿Nos desplazarán a nosotros también? ¿Por qué no? La vida es un recorrido que en algún momento será desplazado a un lugar más allá de la vista humana, donde los cuervos surcan los cielos, las serpientes reptan por el suelo como si fuese suyo, en el mar te esperan la desesperación y el olvido, el viento ya no recita versos a su paso ni te acuna en sus brazos, ya no te canta ni te mima, la soledad te parecerá un manjar y la vida un desperdicio, pero...¿en el fondo no piensas que podrías haberlo hecho mejor? Podrías haber sido grande, haber llegado a más, pero, ¿para qué? Para que después de ti llegara otro y pisara tu trabajo.
En realidad empecé a plantearme todo aquello cuando estaba tumbada en el suelo luchando por mi vida. Presioné mi herida más para que la hemorragia cesase, pero de nada servía ya. Supe que era mi fin, que no había vuelta atrás. Así que, cerré mis ojos. Intenté normalizar mi respiración, dejar de aspirar y expulsar aire tan rápido.
Si hubiera sabido que ese era mi último día de vida, lo habría aprovechado más. No habría desatendido en clase, habría intentado relacionarme con más gente, habría llegado a tiempo a la biblioteca y habría estudiado más allí, no habría discutido con mi madre, y no habría salido a dar una vuelta, un paseo que me despejara. Ya que me costó la vida...
Todo empezó cuando mi despertador sonó a la hora indicada. Como hago siempre, me preparé para ir a clase, donde, no atendí. Realmente era un día muy aburrido y monótono: nublado. Siempre estoy más animada los días de lluvia, los días de sol no me gustan, y los nublados son un intento de lluvia.
Por esa y otras muchas cosas a la gente no le gusta acercarse a mi. Para muchos, la más significativa es que vivo en un barrio pobre y problemático. El barrio de Amagasaki, en Osaka. Mi instituto está lejos de mi casa, por eso siempre me doy un largo "paseo" para ir y volver. Mi madre se esforzó mucho es invirtió demasiado en que mi educación fuera buena, y por ello debe mucho dinero a gente. Realmente intento esforzarme para no defraudarla, pero estudiar en casa es imposible.
Por eso trabajo como voluntaria en la biblioteca. A causa de la lluvia que comenzó a mitad de la mañana -aleluya- no pude llegar a tiempo. Cada dos por tres intentaba cobijarme bajo algo que me resguardara de la lluvia. Me gustaba, pero odiaba llegar empapada a los sitios. Así, con veinte minutos de retraso llegué. El motivo por el que voy biblioteca es porque puedo estudiar tranquila, y además coger todos los libros que quiera. Nadie va allí, por eso puedo gozar de mucha tranquilidad.
Suelo salir tarde, cierro yo misma la biblioteca, y vuelvo a casa. Caminar por las calles de mi barrio de noche es peligroso, así que procuro andar rápido, casi trotando.
Mi casa no está tan mal como las demás, es pequeña, pero tiene dos pisos, sólo hay tres habitaciones, dos abajo y una arriba, un baño, y una cocina unida a un salón-comedor. Las habitaciones de abajo son pequeñas, y la de arriba es un poco más grande, ahí es donde yo duermo. Hay un pequeño patio afuera con césped -muerto- y un muro que recubre la casa. La fachada está agrietada, y falta gran parte de las tejas del tejado. A pesar de la condición en la que vivo, intento ver el lado positivo de todo, aunque hay veces que el mundo se me echa encima.
Me llamo Kajiwara Momoko, y estoy en último año de instituto. Tengo diecisiete años, dos meses para los dieciocho, y estoy ansiosa de cumplir la mayoría de edad para largarme de aquí, como sea. Mi familia no tiene mucho dinero, por eso siempre intento asistir a actividades promovidas por el ayuntamiento que son gratuitas, como una hora de repaso de matemáticas a la semana o clases de kendo los sábados por la mañana. Soy una chica delgada, y no porque yo misma haga dietas para serlo, lo que pasa es que apenas podemos comprar comida, y mis cenas y desayunos son más bien escasos. Como todos los japoneses, tengo el pelo lacio y negro, y los ojos marrones, aunque grandes. Eso es algo de mí que me gusta: mis ojos grandes. Quizá lo único. Mis manos son muy huesudas, y muchas veces le clavo los codos a la gente y les hago daño, pues también son huesudos. No puedo presumir de delantera ni de parte trasera. Vivo acomplejada con mi nariz, soy demasiado chata.
A veces pienso que todo esto es obra del karma, y que pronto me pasarán cosas buenas. De verdad que lo estoy deseando.
Volviendo a mi camino de vuelta casa desde la biblioteca. Como iba diciendo, mi barrio es peligroso de noche, por eso acelero la marcha. Estoy deseando llegar y poder quitarme el uniforme.
En cuanto llegué, entré lo más rápido que pude y vino mi madre a recibirme. Hice una mueca de disgusto.
─ ¿Otra vez fumando?
─ ¿Qué manera es esa de saludar? Ve a bañarte, anda.
Obedecí. No me puedo permitir ser una niña desobediente. Arrastrando los pies, fui al baño, y me dí una ducha lo más rápido que pude. Cuando salí del cuarto de baño mi hermano estaba cenando. Pregunté que qué había para cenar, aunque sería lo mismo de siempre.
─ Un par de tostadas con aceite y sal y un vaso de agua fresquita. ─ me contestó mi madre dando otra calada a su nuevo cigarrillo.
Forcé una sonrisa y me excusé alegando que no tenía hambre, y le ofrecí mi cena a mi progenitora, que no iba a comer nada hasta mañana por la mañana. Me acerqué a la tele, y desde la misma la encendí y busqué un canal que me gustase -más bien uno que la antena fuera capaz de sintonizar. En un canal de dibujos para niños estaban echando Pokémon,a lo que mi hermano me pidió que lo dejara allí. Caí redonda en el sillón que hay en frente del aparato y me hundí allí, mirando como un entrenador capturaba a otro de esos seres y saltaba de alegría al haberlo conseguido. Desconecté, miraba a la pantalla pero no la miraba. Pocas veces me podía permitir no hacer nada, y dejar la mente en blanco. Aunque mi trance duró poco, ya toda la luz de casa se esfumó.
─ ¿Qué pasa? ─ dijo mi hermanito asustado de la oscuridad.
─ Momoko quédate aquí con tu hermano mientras salgo fuera un momento ─ encendió una cerilla y me pasó el paquete ─ alumbra con eso.
Mientras mi madre salía a fuera a preguntar a los demás vecinos si había habido un apagón, yo intenté hacer que mi hermano se calmara, ya que no le gusta la oscuridad. Al rato, mi madre entró en casa. Una vecina le había dejado una lintera.
─ Pues... va a ser que nos han quitado la luz.
En ese momento, me indigné, pero demasiado, creo que exploté.
─ Claro, y como tampoco tenemos línea de teléfono, pues no nos han podido avisar ¿verdad?
─ Exactamente.
─ ¡Y lo dices tan tranquila!
─ Baja esos humos, que es con tu madre con la que estás hablando.
─ A ti no se te puede considerar madre ¿me oyes? ─ grité más alto que antes ─ ¡Lo único que sabes hacer es fundirte el poco dinero que ganamos en tabaco! Por Dios, ¡que la gente me pregunta si me meto los dedos para echar lo que como! ¿Y tu hijo qué? ¡No puede disfrutar de una infancia normal! Si ya perdiste la mía ¿por qué la de él también? ¡No puede ni comprarse un par de gominolas como algunos de sus amigos! ¡Si tanto nos quieres...!
No me dejó acabar del tortazo que me dio.
Temblando de rabia, salí de casa como una exhalación.
Realmente no sabía por donde iba, simplemente andaba enfadada, echa una furia, hasta que me metí en un callejón y me dí cuenta de lo que acababa de hacer. Había gritado a mi madre, y lo peor de todo es que ahora estaba en una calle que no me sonaba para nada en un barrio peligroso. Empecé a sentir ansiedad, y me dí la vuelta torpemente. Caminé asustada, abrazándome a mi misma, pero ya sabía que alguien me seguía, podía sentir sus pisadas detrás de las mías. Corroboré mis sospechas cuando me agarró del hombro y me giró para estar delante suyo.
─ Hola preciosa.
Era un tipo realmente asqueroso: el pelo largo recogido en una coleta, con un rostro demarcado y desfigurado, probablemente a causa de las drogas. Los ojos pequeños y de un color azul claro, y una barba de tres días, era poco más alto que yo. Estaba muy asustada, y aquél hombre transmitía de todo menos confianza.
─ A-aléjate de mí...
─ No estás en condiciones como para darme órdenes ─ parecía más enfadado.
─ ¡Que me dejes!
Me agarró fuerte del brazo, y en un abrir y cerrar de ojos, ya sentí el frío acero en mi vientre. Dejé escapar un gemido de dolor, y automáticamente llevé mis manos a presionar la herida. Se acercó y me lamió el cuello. Fue asqueroso, noté un calambre en la columna vertebral. Y entonces apretó aún más, hundió la navaja en mi tripa. Finalmente, después de retorcerla un poco, la sacó. Se alejó un poco y dejó que cayera al suelo, tremendamente dolorida.
─ Dile a tu madre que la próxima vez que no nos dé el dinero que debe, te mataremos. Asegúrate de que tu hermano está bien protegido, porque sea un niño no vamos a tener piedad.
Dejé que las lágrimas salieran, pero no hablé, me quedé callada. Al ver que no contestaba, se largó. Sí, me dejó ahí tirada como un desperdicio de la humanidad. Y de hecho me lo planteé, ya que se me acababa el tiempo, me dí cuenta de que yo no hice nada en mi vida. Nadie se dio cuenta de que estaba allí luchando por sacar buenas notas, por poner buena cara al mal tiempo, nadie, nadie se preocupó por mí. Realmente lo que más me dolía era dejar solos a mi madre y a mi hermano. Y me dejaba muy angustiada la probabilidad de que los mataran a ellos también. Aunque también me puse a pensar que ya sabría lo que esconde la muerte, y entonces fue cuando, encima de toda aquella agonía, sonreí. Supe que tenía que llevarme las cosas buenas de mi vida. Y así empecé a recordar, mientras mis párpados caían ya pesadamente, y dejaba de hacer fuerza en mi herida. El dolor fue amainando...
Entonces te das cuenta de que la muerte no es tan mala, y te vas a tu casa en la que reinan el dolor y la tristeza, te sientas en el sofá y enciendes la tele como en tu antigua vida, parece que no ha cambiado nada, pero estás muerto. Volvamos al principio y responde con sinceridad; ¿no es curiosa la muerte?
Bueno, ¿os ha gustado el Prólogo? Espero que sí C: No os olvidéis de poner un comentario ¡los comentarios me hacen felices! Y no olvidéis tampoco que una historia se alimenta de comentarios.
No quiero críticas, a no ser que sean constructivas. Y no seáis malos, es mi primer Self insert.
