(6/11/2016) Tengo trabajo, pero no inspiración. Sé que esto ayudará, así que… (28/11/2016) ¡Que puto estrés!
Advertencias: Contenido religioso (Sin ánimo de molestar a nadie). AU, época del 1800. Violencia. Muerte. Mención de plantas que no deben ser usadas sin recomendación médica y/o son tóxicas. Sexo. Si algo de aquello te disgusta, por favor, solo cierra la ventana.
Los personajes no me pertenecen.
Rainbow – Gates Of Babylon
...OTHERKIN...
1. The Rise of the Red Sun.
…
Miré y había un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; se le dio una corona, y salió como vencedor, para seguir venciendo [Apocalipsis 6:2]
…
- ¡Atrápenlo! ¡¿Qué tan difícil puede ser?! –
Los casquillos resonaban con fuerza en la noche, llovía. Y ellos lo intentaban, enserio, pero ese muchachito era ágil. Más disparos, uno tras otro, estaban desesperados.
Tal vez porque sus caballos ya empezaban a mostrar signos de agotamiento, pensó el chico.
Sonrió, con el cabello pegado a la frente por el tifón que caía por lluvia. Y se permitió soñar antes de tiempo: Sobreviviría, lo lograría.
Volvería con su familia.
Un disparo directo a su pierna lo sacó de balance.
Cayó.
Un par de botas de cuero negro fue lo último que vio antes de caer de nuevo, esta vez en la inconciencia, por el golpe de un arma en su cabeza.
…
El amanecer trajo consigo un espectáculo al pequeño pueblo, algo a lo que la mayoría de sus habitantes estaban acostumbrados, pero Rubí no.
Era algo a lo que ella nunca se acostumbraría, ver como denigran a alguien en plena plaza central, a punta de golpes y latigazos, bajo la vista de todos.
Ver la satisfacción dentro de esos ojos que observaban atentos, ávidos de morbo, de sangre, de muerte.
- Contesta, demonio ¡¿Dónde están los otros?!- El muchacho estaba de espaldas, atado de manos a un poste vertical, el látigo hacia bastante que había perforado su piel, así que la sangre salpicaba por todos lados, y las marcas ya empezaban a teñirse de negro.
No respondió, pero temblaba en demasía. Mordiéndose los labios para no gritar, con ojos cerrados.
- ¡Entonces tu castigo terrenal no acabará pronto! ¡Temerás a la ira de los verdaderos hijos de Dios! – Más latigazos, ahora con un artefacto puntiagudo. Y el chico comenzó a llorar.
Su cabello azabache le había sido arrancado, mostrando el secreto a quien quisiera verlo.
Orejas puntiagudas.
Rubí bajo la mirada.
Ella no solía hacer aquello, era una niña fuerte, que no temía de imponerse cuando quería aun si las leyes religiosas se lo prohibían, pero…
Empezó a caminar lejos de la plaza central.
Ella conocía a ese muchacho… no, a ese elfo. Y él era bueno, con ella, con todos. Era un simple hijo de comerciante que venía de vez en cuando.
- Ike…perdóname –
El sonido de los gritos de Ike rompió el amanecer, mientras la multitud que observaba se extasiaba con su dolor.
Era lo mínimo merecido por cualquiera de sangre élfica. Los hijos bastardos del Señor.
- Gerald, no hay rastro de Ike ¿Crees que se lo han llevado a la aldea? ¡Le dije que nunca se acercara a ese lugar! – Sheila estaba catatónica, ni rastro de su hijo menor en el bosque ¡No había nada! ¡Nada! Ella dentro de sí sabía la respuesta a un suceso de esa naturaleza, pero no quería creerlo.
- Es obvio ¿no? – Mencionó Gerald, ido. Su esposa tragó seco, antes de tomarlo de la camisa con furia.
- Es nuestro hijo, no podemos quedar…- Interrupción
- ¡Sabes que no podemos hacer nada! ¡Carajo! ¡No hay ni pisca de poder mágico dentro de mí! ¡Solo una herencia maldita que se manifiesta físicamente! Yo… yo no puedo hacer nada – El hombre se llevó las manos al rostro, intentando ocultar las lágrimas de impotencia.
Desde la derrota de los elfos hace ya 200 años, los hombres se habían encargado de aniquilar su población por cualquier medio. No obstante, varios hijos de cruces entre elfos y humanos surgieron. Los cuales, casi como augurio de sus desgraciadas vidas, siempre tenían orejas puntiagudas, pero casi nunca poseían magia.
Gerald, y sus dos hijos, pertenecían a esa estirpe mestiza. Por ende, estaban condenados.
- ¡Papá, mamá, aquí hay sangre! – Ambos adultos corrieron ante el llamado de su hijo mayor.
No hay nada más que decir, los tres sabían a quien pertenecía esa sangre. Y mientras los padres lloraban la pérdida de su pequeño, a Kyle se le prohibió, una vez más, ir al pueblo de South Park bajo cualquier circunstancia.
- Perder a Ike me rompe por dentro, pero no podríamos aguantar perderte a ti también- Le dijo su madre.
Sin embargo, Kyle lo sabía, su hermano no estaba muerto aun, y él no pensaba dejarlo morir. No le importaba entregar su vida en el intento, amaba a Ike, pero tenía que actuar rápido.
Había vivido dieciocho años con miedo, ya eran suficientes.
- Mira a ese elfo. Si sus antepasados le vieran ¿No crees que sentirían vergüenza? – Se reía uno de los guardias de la celda. Dentro estaba él, un niño de no más de trece años, condenado por su ascendencia. Tirado como un trapo sucio, maniatado y con múltiples heridas, las más graves en su espalda.
- Pues claro Mark, al menos esos demonios si daban pelea. Los de ahora solo son ratas escurridizas- Y Ike podía escucharlo todo, llenó de odio. Malditos humanos, mil veces malditos, solo eran despojos de la tierra que no debían existir siquiera.
Se vengaría.
Si al menos pudiera quitarse la venda de la cara.
- Basta, chicos. El pequeño demonio debe descansar, pronto tendrá una sesión con Cartman –
La nueva voz era un poco más profunda, y Ike no sabía porque, pero le daba un poco de temor. Ya había aguantado las peores torturas ¿Por qué una simple voz lo alteraba?
- Arruinas toda la diversión, Stan –
- Créeme, tu opinión no podría interesarme menos. Además, debo darle de comer –
El sonido de cerradura y el de la puerta siendo abierta alertaron a Ike, debía aprovechar esa oportunidad para escapar.
- Que se muera de hambre, sería interesante verle pedir alimento –
- Vamos, aún tiene otras rondas de ¡AGH! – Ike se había lanzado a hacia adelante, buscando morder la primera superficie que sus dientes encontraran, la cual resulto siendo la pierna de Mark.
Y no pensaba soltarse.
- ¡SUELTAME! ¡Niño bastardo! – Agitaba su pierna hacia los lados. Tomó al niño del rostro con sus manos halándolo fuertemente a arriba, clavándole los dedos y las uñas. Sus compañeros también llegaron a ayudarle, tomando al chico de los brazos y piernas.
Al final, uno de sus captores le dio un golpe con algo de vidrio en el rostro, aturdiéndolo lo suficiente para alejarlo de la pierna herida. Lo arrojaron a la celda de un tirón, cerrando la puerta con fuerza.
Ike escuchaba los gritos en su contra, que desaparecían a la par con los pasos. Se alejaban.
Se permitió soltar un suspiro, sentía pedazos de vidrio en su frente.
Una suave risita le asustó. Tanto, que empezó a mover su cabeza frenéticamente de izquierda a derecha, buscando el lugar de donde vino el sonido.
Sintió una mano bajando su venda. Delante suyo había un hombre pelinegro de ojos azules, que le miraba con una sonrisa socarrona.
- Sinceramente, estoy decepcionado. Ni tú, ni ningún otro "elfo" atrapado por las directivas tienen algo de especial – Las comillas fueron imitadas por sus dedos largos.
Ike no entendía nada, y al parecer su rostro lo delató, pues el hombre cambio su cara a una de hastío y aburrimiento total.
- Cuando era niño, pensaba que los elfos eran seres fantásticos. Ya sabes, que podían ejercer su magia pagana para curar gente, predecir eventos, entender el dialecto de animales. Já, que ridículo era en esa entonces- Se detuvo solo para sacar un gran pedazo de vidrio de la frente del niño, quien gimió por la acción – Y entonces, en mi primera cacería, me doy cuenta. No existe nada parecido aquello, solo humanos con orejas puntiagudas que no saben defenderse a sí mismos -
Ike estaba mudo, ese pavor extraño había vuelto a su pecho.
- Pocas cosas me desilusionaron tanto en la vida - Silencio extenso - Esa que yo creía extraordinaria, pero que realmente es una mierda monótona –
- ¿Por qué me cuentas eso? – Ike hablaba con precaución, sentía que algo malo vendría.
- Me divertiré viendo al culón sacarte la mierda, y debo recordar porque me encanta ese espectáculo tan horrendo - Stan dejó la comida en el suelo, en un plato de perro. Ver eso enojó a Ike de nuevo, sacándolo de su estupor – Y también es una oportunidad para ti, para demostrarme que sí vales la pena, elfo –
El niño lo veía con rabia, él no era ningún mono de circo – Déjame en paz –
- Okey, nada de nada – Stan soltó una risa sarcástica – No esperaba más- Y de un golpe, la frente de Ike chocó con el piso, enterrándose aún más las esquirlas. Luego, la venda volvió a su rostro, con un líquido que quemaba, y la puerta se cerró.
Y aunque él no podía verlo, en la mansión verde, una multitud de aristócratas y latifundistas se reunía con la única intención de observar su carne.
Ya estaba oscuro cuando un encapuchado atravesó las primeras casas de las afueras. Tela oscura, presencia inquietante, ojos que brillaban en la penumbra.
Un espectro.
Rubí supo que no debió ir a por leña esa noche. Diablos. ¿Quién moriría hoy? La Santa Compaña no aparecía sin ninguna razón. Tragó seco y empezó a retroceder lentamente.
La criatura le volteo a ver. Y Rubí no pensó en que aquella ánima vagaba sola, no. Solo salió a correr, con el corazón desbocado.
Tiró la madera por el camino, pero no avanzo mucho, el espectro le levantó del suelo hasta dejarla a la altura de su rostro fantasmal.
No gritaría, si moría lo menos era hacerlo con dignidad. Levantó la mirada, siquiera vería el halo fantasmal que su asesino tenía por rostro… que era humano, con cabellos rojizos.
¿Qué demonios?
- ¿Quién eres, malnacido? ¡Suelta! – Ahora sí, empezó a luchar para salir de las manos de su captor. El cual no se tomó nada bien que le gritara.
- Podrías callarte, niña estúpida. Me van a ver por tu culpa – La tiró al suelo de sopetón, aunque luego se dio cuenta que no debió decir eso último, maldición. Apretó los dientes con furia y volteo dispuesto a irse.
Rubí no supo porque, pero decidió tomarle del brazo. Sabía que era poco probable, pero su vena optimista le decía que… tal vez.
"Sabes, mi hermano mayor aún vive conmigo. Es muy amable, pero siempre se la pasa obedeciendo a madre, por eso no me acompaña a venir"
- ¿Eres el hermano de Ike? – Sonó demasiado tembloroso para su gusto.
Kyle solo abrió la boca en gesto de sorpresa, pero no le salían palabras. Se recuperó rápidamente.
- ¿Quién eres tú? – Cortante, seco. Sí, era su hermano, se dijo Rubí.
- Rubí Tucker –
- ¿Dónde lo tienen? – Si no se lo decía de buenas a primeras, podía sacarle la información mediante hipnosis. Lo curioso fue que la chica abrió la boca inmediatamente. Aquella era supuesta amiga de la cual Ike se la pasaba hablando y eso lo hizo confiar. Además, no es que tuviera muchas opciones.
- Esto… - No estaba segura, pero sí dispuesta – Es posible que siga en las mazmorras, debajo de la alcaldía, sino se lo han llevado a la mansión verde –
- ¿Mansión verde? No importa. ¿Podría guiarme, señorita Tucker? Con urgencia – Ni tuvo que decirlo, la niña ya estaba caminando por el camino común, indicándole con señas de cabeza en qué lugares había más sombras. Éstas parecían el habitad natural de Kyle, quien se permeaba perfectamente con la oscuridad. Tremendo espectro, se permitió sonreír un poco Rubí.
Claro, se le bajó la gracia cuando recordó los azotes de la mañana.
Craig se lo había dicho, que en ese pueblo todos están locos. Él se fue, y ella no, por estupidez. No pasaron ni dos minutos cuando ya estaban al frente de la alcaldía. Los guardias se extrañaron de ver a la niña buscapleitos del pueblo allí, tan callada.
Volteo la vista, ni rastro del pelirrojo sombrío. En menos de nada, los candelabros se apagaron por una ráfaga de viento, se escuchó un sonido ahogado en boca y un objeto de metal. Ni un segundo pasó cuando ese objeto llegó al cuello del otro guardia, quien tampoco pudo ni gritar. La luna alumbraba, así que, si se esforzaba la vista, la espada roída era identificable. Poca sangre, no gritos, al parecer este chico sí era un espectro asesino.
Rubí se consternó por no sentir nada. También por denotar la mirada no maliciosa y las manos temblorosas de Kyle. Le señalo las llaves, él muchacho las tomó y entraron con rapidez. Habían tenido mucha suerte.
- Es tu primer asesinato – Y es perfecto, además. No pudo evitar pensar la niña.
Kyle ni consideró que la chica seguía con él, pero al caer en cuenta, paró la caminata hacia el subterráneo, y le dio las llaves.
Rubí solo le ignoró y siguió derecho, no pensaba irse ahora. Ambos estaban extrañados por no ver ni un alma en el primer piso de la alcaldía. El sonido de un carruaje les alertó.
- Corre –
Mientras Rubí bajaba con rapidez, Kyle apagaba las antorchas con el toque de su mano. Todo quedó en penumbras, por lo que la niña casi cae de cara al suelo al llegar a las mazmorras. Había guardias en los alrededores, pero la mayoría no prestaba verdadera atención, nada que un arma cortante bien manejada y silenciosa no pudiese arreglar.
Había muchos recovecos donde esconderse, pero solo tuvieron problemas durante los primeros metros. Un sonido de trompeta alertó a los guardias, quienes subieron presurosos por las escaleras oscuras, sin siquiera prestarle atención a ese importantísimo detalle.
Realmente todos en este pueblo eran unos locos idiotas, pensaron ambos.
Aun así, ese sonido era un indiscutible llamado a los problemas, ya debían de haber visto los primeros cadáveres. Había que apurarse.
Rubí corría rápidamente por los pasillos, tanto, que Kyle por poco y no le seguía el paso. Él sentía un frio que le calaba los huesos, ese lugar no le gustaba y, algo se lo decía, tampoco le gustaría lo que encontraría al final.
Casi todas las celdas estaban vacías.
Empezaron a escuchar gritos, ordenes, que venían de arriba. Y pasos.
Justo cuando creía que no encontrarían a su hermano, la niña se detuvo frente una celda. Allí solo había un niño acostado de espaldas, si es que a una masa de carne molida, sangre seca y huesos rotos podría llamársele así. Solo tenía unos pocos mechones de cabello, una venda en el rostro y unos pantalones rotos.
- Ike… ¡IKE! – Gritó Kyle al ver que su hermano no volteaba, no era posible ¿cierto? No podía estar muerto. Rubí lo miró con desaprobación, como se le ocurría gritar.
- ¿K…yle? – Ike no sabía si confiar en su mente, tal vez habían envenenado su comida y ahora tenía visiones. Porque él estaba solo allí, abandonado a su suerte.
Le ardía mucho el rostro.
- Tenemos que sacarlo de aquí – Dijo ahora si la chica, y el chico menor consideró que tal vez esto no era un sueño.
- Ru-bí –
- Ninguna de estas llaves funciona. Hijos de puta… - El pelirrojo se aguantaba las lágrimas de puro coraje solo porque su hermano podría oírlo. Malditos bastardos ¡Demonios! Les haría pagar su sadismo, nadie se metía con sus seres queridos y salía bien librado.
Lo juraba ¡Pagarían con sus miserables vidas, con las de sus familias, con las de todo aquel que se les relacionara!
Kyle se tomó la cabeza. No, eso iba en contra de sus principios. Sí, ellos le habían hecho eso a Ike, a su hermanito.
Tomó el mosquete robado y voló la cerradura. Sus ojos estaban cristalinos.
Pagarían, todos y cada uno de ellos.
…
- ¿Cuánto se van a demorar? Tampoco está muy lejos, así que mueve tu trasero y tráeme a ese asqueroso elfo pronto, Stan – En la mansión de las afueras, un terrateniente y un militar hablaban. Eric Cartman estaba impaciente, hace mucho que no torturaba. ¿Tres meses? No, tres meses y dos días.
- Los muchachos ya van en camino, yo no tengo porque volver a las mazmorras, culo gordo – Lastimosamente, desde allí no podía verse la alcaldía.
El sonido de la trompeta los sorprendió a ambos. No era posible.
- Al parecer la rata atrajo a su familia –
Stan sonrió un poco, por fin algo interesante en el pueblo. Apagó su tabaco y fue a por su caballo. No fue el único.
- Serás un estorbo, Cartman –
- Voy a ver a esas ratitas valientes con mis propios ojos -
- ¡Señor! ¡Sí, señor! – Apenas llegaron, Stan se puso al corriente con sus hombres. No pasó mucho tiempo para que su paciencia se acabara.
- ¿Acaso son idiotas? Claro que lo son ¡Un pelotón que baje conmigo a las mazmorras ahora mismo! –
- ¡Señor! –
- Clyde…-
- Es posible que el perpetrador sea allegado del elfo cautivo –
- Es... obvio. Si no tiene nada más que agregar… -
- Hay aldeanos que convivieron con él –
Se escuchó el gran sonido de la pólvora, bajo tierra.
…
El humo aún estaba en el aire. Rubí tocía mientras Kyle tomaba a su hermano en brazos. Se veía tan pequeño, tan jodidamente indefenso. Desollaría vivos a esos humanos.
- ¿Y ahora qué? –
Los pasos se escuchaban cada vez más cerca, pero los hermanos seguían sin salir de su burbuja.
- ¿Ike, que te duele? – No respondió. Kyle suspiró fuerte, que pregunta tan tonta- ¿Qué te duele más? – Corrigió.
- Espalda…cara - Teniéndolo en brazos lo estaba hiriendo demás, su espalda tenía cortes longitudinales que llegaban hasta el hueso. Decidió levantarlo de los hombros.
Los pasos estaban más cerca.
- ¡Oigan! –
- Respira hondo, esto va a doler – Se agachó a su altura y de repente, un halo de luz verde empezó a cubrir el cuerpo del niño.
Rubí abrió grandes los ojos, eso no era posible.
Ike empezó a gemir de dolor, para luego sacar gritos desgarradores. La piel se estaba cerrando y con ello debía desinfectarse y limpiarse antes de crear nuevas células, además de agotar energía vital. El pequeño se aferró a su hermano.
Por otro lado, aquellos gritos fueron bocina para los militares. Ya podían escucharlos correr a pocos pasillos.
- Ahora la cara, te quitaré esto – Al desprender la venda, Kyle notó como algunos vidrios estaban incrustados en la frente de su pequeño – Bastardos – Dirigió el halo verde solamente a su cara, ya no tenían más tiempo. Ike volvía a gritar mientras el ardor de su rostro se hacía más intenso, para luego volverse helado.
Los pasos ya estaban encima suyo.
- ¡Hora de irnos! – Gritó Rubí, superada por la situación. El pelirrojo cargó a su hermano y tomó una antorcha - ¡Por aquí! – Empezaron a correr, apagando las demás apenas pasaban.
- ¡Allí están! – Gritó un soldado. Mierda.
Ike estaba delirando. Rubí no sabía hacia donde caminaba. Él estaba demasiado colérico para pensar con claridad. En una esquina, una bala de mosquete por poco los alcanza, los soldados también llevaban antorchas.
Sin embargo, todo rastro de su amado raciocinio desapareció con solo palabras.
- Aún tengo… venda – La salida debía estar bloqueada, tendrían que crear otra ruta de escape... Un sollozó hizo que observara a Ike. Estaba llorando.
- No la tienes -
- Sí, men-tiroso. ¡No veo! Kyle… no veo nada – El pelirrojo paró de correr de ipso facto.
Su amado hermano, torturado hasta la inconsciencia.
Su querido niño, encerrado en una jaula.
Ike, ciego.
No podía repararlo.
No podía hacer nada.
- ¡Os atrapamos, monstruos del inframundo! –
Ciego, por culpa de esos humanos.
- ¡No te quedes ahí parado! –
Por culpa de ellos, y suya.
No lo cuido bien.
- ¡Nos tiene miedo! –
¿No hay nada que hacer?
- Amárrenlos -
Si ¡SI HAY!
La antorcha fue arrojada al suelo, pero su fuego se elevó, alto como serpiente. El fuego de las demás antorchas comenzó a mutar, uniéndose a la llamarada principal.
El suelo comenzó a temblar con fuerza. En la superficie, casas se desmoronaban.
- Oh dios ¡El apocalipsis! -
- ¡Si te hemos ofendido, perdónanos, padre! –
- ¡No quiero morir!-
En el subsuelo, todo empezó a caer, paredes a desquebrajarse, los hombres que intentaban huir eran engullidos por el fuego, por la serpiente alada.
La temperatura empezó a bajar, aunque la criatura seguía persiguiendo por los intrincados pasillos. Más frio, helado.
Los temblores crecieron, todo se movía.
El fuego salió disparado hacia arriba.
Y se abrió la tierra, de lado a lado.
Kyle empezó a temblar y cayó al suelo de sentón. Los ojos dilatados volvían a contener ese brillo de vida, el pelirrojo empezó a vomitar sangre.
La gran brecha estaba justo a su lado. Rubí no tenía ni un rasguño, estaba sosteniendo a Ike.
Y allí Kyle vio al único soldado sobreviviente. Ojos azul eléctrico, cabello negro. Parecido a su hermano, razgos en común.
El hombre estaba acostado en el suelo, con una viga de metal sobre su espalda, al otro lado de la brecha.
Lo vio con odio, con repulsión, pero el humano solo contenía curiosidad en su mirada. Un caballo rojizo descendió al subsuelo.
Arriba, todo seguía siendo caos.
Y se subió al caballo, tomando la gran espada perteneciente a algún muerto. El muchacho y los dos niños desaparecieron en la mitad de la noche, mientras las personas corrían psicóticas, con miedo de muerte y penitencia.
Los pocos que vieron galopar al animal se alejaron. Viendo a un único jinete espectral, sin más rostro que una capa gigantesca. Recitaban sobre el horror, sobre la biblia y sobre la guerra.
Entonces salió otro caballo, rojo; y al que lo montaba se le concedió quitar de la tierra la paz para que se degollaran unos a otros; se le dio una espada grande [Ap. 6:4]
…
Y humano bajo el suelo no quedó alguno más que él. Aquel a quien se le perdonó la vida.
Quién se le dio una razón para vivir.
La Santa Compaña: Procesión de ánimas, algunos dicen que reclaman la vida de los hombres, otros que predicen muertes cercanas. Van detrás de un vivo con una cruz, quien está en estado de inconsciencia. Supe de ella por Mago de Oz. Según Wikipedia, forma parte de la mitología de Asturias y Galicia.
Recuerden, son varios espectros, no solo uno ;)
La canción de este capítulo es una de mis favoritas. Pensándolo bien, la del próximo también lo es, diablos, pero es que entran tan bien en el tema.
Ojalá les gustase esta pruebita. Yo amé hacerla. (28/11/16) Y subirla me bajó el estrés. Quería hacerlo hasta acabar la anterior, pero soy débil bajo presión y no me contuve.
