Gui: Me ha encantado escribir esta maldad exponencial. Este fic participa en el minireto de Junio del Torneo entre distritos del foro Hasta el Final de la Pradera. Hay 544 palabras exactamente. Espías en los días oscuros...
Disclaimer: Me he dado permiso para ahondar en las alusiones vagas de Collins.
Red de secretos
o los enredos del hombre telaraña
La lengua de Finnick rozó la oreja de Cepionia que se estremeció por última vez, casi sin fuerzas.
– ¿Cuál es tu secreto? –susurró.
Cepionia aún respiraba mal, acelerada, atragantada, intentando humedecer una garganta agrietada por los recientes gemidos.
–Seneca Crane –musitó, dificultosamente.
Finnick lo pensó. El Vigilante Jefe de los Juegos del Hambre tenía una posición bastante alta como para proporcionar un buen pago. Si es que su secreto era bueno. Normalmente, sus clientes pagaban con secretos propios. Podría ser suculento. La voz rota de Cepionia volvió a sonar.
–Seneca me lo contó una noche, tan agitado como estoy yo ahora.
Primer secreto: Seneca Crane y Cepionia. Interesante.
–Le hice todo lo que le hice para que me lo contara. Había oído a Cassio decirle burlón que debía de gustarle el pescado, teniendo en cuenta sus orígenes… –Cepionia se tomó su tiempo. Posiblemente, aún dudaba. Pero tenía que pagar caro–. Me contó que el padre de su padre había vivido los Días Oscuros. Al principio era joven, luego creció y se metió en el asunto. Venía del Distrito 4.
Finnick frunció el ceño. Si venía del Distrito 4, ¿qué hacía su descendiente en el Capitolio?
–Llevaba información entre los Distritos. Sobre todo entre el 4 y el 1.
El Capitolio estaba entre esos dos Distritos.
–Al parecer, las chicas del Capitolio lo entretenían en sus pausas. Se hacía pasar por un espía para el Capitolio y le dejaban pasar a cambio de información. Era bueno dando informaciones a medias. Lo malo es que lo hacía en los dos sentidos. Las que le sacaban más cosas eran las chicas. Tanto en los distritos como en el Capitolio. Algo bastante común, visto lo visto.
Un ataque de tos interrumpió las palabras de la vieja irónica.
–La que se llevó el lote fue una capitolina. Ni siquiera le hizo nada espectacular. Le prometió cosas espectaculares si le daba la fecha, la hora y las modalidades del próximo ataque rebelde. Él la perseguía desde hacía tiempo. Creo que es la abuela de Seneca –dejó entender–, aunque tardó aún en serlo, porque en esa ocasión lo prometido no se cumplió. Se quedó con el calentón y el cargo de conciencia de la masacre subsiguiente. Aunque en su momento lo contó, no fue aclamado como el que aplastó a los rebeldes. Hasta en el Capitolio lo despreciaban por ello. Así que se cambió el nombre y subió en política por vías más tradicionales. ¿Quieres saber cómo se llamaba antes?
La mirada de Cepionia había cambiado, lo miraba con triunfo, como si tuviese el poder de hacerle algo. Estaba disfrutando contando su secreto, porque no la incumbía y eso no entraba en los planes de Finnick. No quería ser un amigo aliado de Cepionia. No le interesaba. Quería que tuviese miedo de que la chantajeara, no que lo usase para cargarse la reputación de Seneca Crane.
–Se lo sonsacaré a Seneca cuando quiera acostarse conmigo. Pero dime, Cepionia, ¿qué te ha hecho él para que lo odies tanto como para que me cuentes esto?
Cepionia empalideció ligeramente. Puede que tuviese más experiencia, pero Finnick tenía el poder de la juventud. Haciéndole creer que consideraba que perdía la cabeza la hacía dudar. ¿Cómo había podido desenmascarar su secreto más profundo?
Estoy leyendo libros de intrigas en los reinos de la Edad Media. A lo mejor se nota juas juas
Gui
SdlN
