Bueno, tal y como prometí y anuncié en otro de mis fics sobre Eustass Kidd, aquí está el fic en el que (gracias a una noche tan fantasmal como Halloween, en la que todo puede pasar) dos personajes de carácteres muy fuertes van a tener que… digamos… "relacionarse" xD Por cierto, espero que Lea no quede como una Mary Sue, he procurado definir su carácter para que no sea así, aunque empezará a verse a partir del próximo capítulo.
Summary completo: ¿Por qué lo hizo? Lo hizo por arrogancia. Kidd abrió los ojos al sentir la lluvia en su rostro. Kuma le había derrotado, pero... miró a su alrededor sin reconocer nada de lo que veía ¿dónde había quedado Sabaody? ¿Y el sonido del mar? A su lado, unos ojos de color perla le miraban, sorprendidos. "Buen disfraz para HALLOWEEN" dijo ella. Kidd parpadeó ¿dónde estaba? – Debido a dos sucesos simultáneos en ambos mundos, dos jóvenes completamente diferentes se acabarán conociendo accidentalmente, pero... ¿cuáles serán las auténticas consecuencias de este encuentro? O acaso… ¿ha sido todo un sueño? ¿Nunca se conocieron? ¿Por qué de repente no son capaces de recordarse?
¡Descúbranlo!
Los personajes de One Piece no me pertenecen, únicamente los que yo he creado.
- Diálogos.
"Pensamientos"
Memorias/Flash backs
Canciones
Capítulo 1: Dos espíritus
Personaje 1: Lea, la joven de ojos perlas
En nuestro mundo…
- Me niego – una voz seria que no admitía reparos sonó del otro lado del auricular.
- ¿Pero por qué? ¡Será divertido!
- No, ya te he dicho que no quiero, no me interesa el espiritismo.
Sara, una joven rubia de ojos color avellana suspiró pesadamente al otro lado del teléfono de su casa. Sabía que era inútil intentar hacer que su amiga cambiase de idea, la conocía demasiado bien como para pensar si quiera en que cambiaría de parecer pero su obligación de amiga debería hacerla plantearse el acompañarla a la fiesta. Aunque el carácter firme de la morena era… indestructible, a prueba de golpes.
- Pero Lea, no quiero ir sola… y ¡es Halloween! ¡El año que viene ya no será lo mismo!
- El año que viene ya tendremos 18 años, saldremos igual que hasta ahora y nos divertiremos tanto o incluso más que otros años, pero no–voy–a–ir–a–la–fiesta.
- Por favor… – Sara suplicó al aparato electrónico que le enviaba las ondas a su amiga – Por favor, Lea. ¡Ya sé! ¡Anótalo como favor personal en esa lista que tienes de todos los favores que te debo!
Ahora fue su compañera la que suspiró.
- Que sepas… que empieza a ser demasiado larga.
- ¡SÍ! ¡GRACIAS! ¡Gracias, gracias, gracias! ¡Te lo compensaré como es debido, lo prometo! Ahora me voy, pero hablamos luego. ¡No te arrepentirás!
"Pi–pi–pi"
Sara colgó el teléfono y con una gran sonrisa salió de su casa acompañada por un grupo de amigas en dirección al centro comercial: quedaba un único fin de semana hasta la noche de Halloween, de modo que… ¿qué chica no lo tenía aún todo previsto para la gran noche? Sonrió.
Por supuesto que había una: Lea. De nuevo, otro suspiro escapó desesperado de entre sus labios. No le gustaba Halloween, le daba miedo desde muy pequeña y no le gustaba que los demás la viesen en una actitud débil o asustada. Desde la muerte de su madre, Lea Yonde había vivido bajo el mismo techo de su padre, un policía adicto al trabajo, y no había celebrado esa fiesta en ninguno de los 8 años que siguieron a la muerte de su madre. ¿Por qué ahora con 17 iba a romper esa tradición? Esa Sara…
Abrió su armario sin ninguna gana, a sabiendas de que no encontraría ningún disfraz lo suficientemente adecuado para la ocasión. De nuevo, su amiga se la había jugado.
- ¡Ya he llegado!
Cerró el armario de golpe y bajó a la cocina.
- Buenas noches, papá.
Su padre la abrazó con cariño y besó su frente.
- ¿Te ayudo con la cena?
- Ya está hecha – sonrió.
- ¿Hablabas con alguien? Me pareció oír voces.
- Me llamó Sara por eso de Halloween.
Su padre se sentó a la mesa y alzó el rostro hasta que sus ojos negros se posaron en la larga y lisa melena negra de su hija, que se encontraba de espaldas a él, sirviendo en un plato los solomillos de pollo que había preparado minutos antes.
- ¿Vas a celebrarlo este año? Creí que no te gustaba.
- Y no me gusta – su voz era suave –. Pero me ha pedido que vaya para no estar sola. Nos quedaremos a dormir en casa de Laura, seguramente.
- Bueno, como quieras, será divertido para ti, hace tiempo que no celebras fiestas. Acuérdate de pedirme dinero para lo que necesites.
Lea asintió con la cabeza.
- ¿Qué tal en el trabajo?
- Un poco como siempre. Seguimos investigando los robos de la semana pasada a los bancos de la calle principal.
- ¿No se sabe nada aún?
- No. Es por eso que en cualquier momento me pueden llamar y tendré que salir al trabajo a continuar la investigación, pero tú estarás bien, ¿verdad?
- Um, claro – asintió.
No habían terminado de cenar cuando el móvil de su padre comenzó a sonar en el bolsillo de la chaqueta de su uniforme.
- Agente Yonde al habla, ¿quién es?
Lea observó como el rostro de su padre se ensombrecía en cuestión de segundos, acabando en una mueca de resignación.
- ¿Trabajo?
Él asintió.
- Lo siento, Lea, tengo que irme. Te dejo algo de dinero sobre la cómoda para que puedas ir mañana por la mañana a comprar el disfraz, ¿de acuerdo?
- ¿No volverás hasta mañana?
- No creo, han encontrado el coche de uno de los atracadores… con él dentro, de modo que esta noche estaré ocupado. Mañana es sábado, por lo que espero poder venir a comer, pediremos una pizza. Un beso pequeña.
- Cuídate.
Lea siguió a su padre con la mirada mientras arrancaba el viejo coche que tenían de su abuelo, luego se levantó y se observó en el espejo, tratando de decidir mentalmente de qué quería disfrazarse. Era una muchacha delgada y estatura normal, de piel algo pálida y cabello oscuro y brillante. Tenía los labios rosados y los ojos grises perla, plateados. Al igual que otros años, había algo con respecto a la noche del 31 de octubre que le daba escalofríos.
Se arremangó la manga del jersey que llevaba puesto y observó su antebrazo derecho con una mueca de dolor en su rostro. ¿Por qué eso la estaba molestando ahora? Desde que lo tenía, nunca le había dolido… ¿traería algún mal presagio consigo? Observó con preocupación la luna a través de la ventana y sus ojos, del mismo color, la reflejaron en ellos.
Fuese cual fuese el motivo, al día siguiente el centro comercial tenía una bulliciosa actividad en lo que a la compra de disfraces se refería. Lea lo atribuyó rápidamente a la cercanía del 31 de octubre, para el que quedaban apenas un par de días. Sin demorarse demasiado en tiendas de maquillaje y zapaterías, se dirigió a una de las tiendas que Sara le había recomendado para buscar su disfraz.
Ciertamente, debía reconocerle a su amiga que la tienda era, con diferencia, la mejor que había visitado aquella mañana. Era todo disfraces. Ni juguetes, ni libros, ni música: una tienda dedicada única y exclusivamente a la venta de disfraces, tanto masculinos como femeninos. Caminó despacio por el interior de los intimidantes pasillos de la zona de disfraces recomendados para Halloween hasta que uno de ellos llamó su atención.
En la última percha del pasillo, anunciado como la oferta del día, un vestido blanco largo descansaba en su percha, acompañado en el conjunto con todos sus complementos. Buscó el preció y confirmando que se ajustaba a su presupuesto, eligió el de su talla y se dirigió al probador de la tienda. Su reflejó se ganó una mirada aprobatoria.
En el espejo una joven de pelo negro y liso, recogido en una coleta alta con el flequillo recto recién arreglado, le devolvía una mirada divertida a la par que orgullosa. El vestido blanco no tenía estampados ni vuelo por lo que caía liso hasta los tobillos y no tenía tirantes: era un palabra de honor. Las plumosas alas negras que acompañaban el vestido tenían un tamaño medio perfecto para su estatura y el cordón negro que se había atado a la cintura le daba un aspecto clásico perfecto para un ángel oscuro. Ideó en su mente el maquillaje y los zapatos y quedó más que satisfecha. Por fin, lo tenía todo preparado para la gran noche.
Aunque Lea no podía imaginar hasta que punto sería especial esa velada.
Personaje 2: Kidd, la llama de la arrogancia
En el mundo de la Era Pirata…
Un día de calma. Rara vez se daba un día como aquel en Grand Line. El día anterior, por ejemplo, habían tenido que esquivar con ciertas dificultades varios torbellinos de agua que surgieron en el momento en que divisaron el Red Line.
La tripulación de aquel barco de aspecto gótico disfrutaba de los días calmados, aprovechando los pequeños y escasos ratos de calma durante los que su capitán no batallaba contra el resto de piratas que se encontraban a su paso. Y es que ellos… ellos eran la tripulación del Supernova más peligroso de todos. Más peligroso incluso que Monkey D. Luffy, que con 300 millones de berries de recompensa, iba poco a poco alcanzando a su capitán, Eustass Kidd, con 315 millones de berries por su cabeza.
Un piso por debajo de cubierta, en la sala de navegación, un joven pelirrojo de mirada ambarina y tez pálida, vestido con unos llamativos pantalones amarillos y un cinto azul, sin camisa y con su abrigo reposando sobre el respaldo de su sillón, observaba a su mejor amigo, su primer hombre, mientras éste le informaba de la situación de la nave.
En apenas una hora desembarcarían en Sabaody, su último puerto hasta llegar al Nuevo Mundo. Sus oscuros labios dibujaron una tétrica sonrisa. En aquel archipiélago la Log Pose no se cargaría, por lo que no había prisa en abandonarlo. Aunque el cuartel general de la Marina estaba muy cerca, no debía haber problemas si no golpeaban a ningún Tenryuubito o armaban algún escándalo, de modo que podrían divertirse por algún tiempo.
- Killer, creo que deberíamos pasar un tiempo en Sabaody. Recuperaremos allí nuestra energía y llenaremos las despensas del barco, de forma que nuestra entrada al Nuevo Mundo sea con las pilas cargadas.
El rubio asintió.
- En ese caso, iré a buscar un lugar en el que poder ocultar el barco. Debemos estar prevenidos.
- Descuídate por eso, Killer. ¿O ya has olvidado quién es tu capitán?
El rubio sonrió bajo su máscara, dándose la vuelta y encaminándose a cubierta. Por el momento, era cierto que nadie había resultado ningún problema para su capitán, ningún enemigo había logrado plantearles un problema en su viaje, pero tampoco se habían enfrentado a los grandes adversarios del Nuevo Mundo. Quisiese Kidd o no, habrían de llevar más cuidado que hasta entonces.
Eustass Capitán Kidd se recostó en su asiento una vez que Killer hubo abandonado la estancia y observó con semblante serio la Log Pose que descansaba sobre su mesa. Una oscura emoción recorría sus venas con fuerza y fluidez, excitando sus sentidos al imaginar todas las experiencias que les esperaban en su camino por encontrar el One Piece.
Por décima vez desde que los había recibido de manos de Killer, extendió sobre su mesa los 11 carteles de recompensas de los Supernovas. Como era de esperar, él ocupaba el puesto más alto, pero no por mucha distancia. Era seguido de cerca por "Sombrero de paja" y algo más abajo, por Basil Hawkins y X. Drake. Continuó descendiendo por las recompensas de los demás piratas y se detuvo en la única mujer perteneciente a aquel grupo. Jewelry Bonney, capitana pirata con una recompensa de 140 millones de berries. Una sonrisa desagradable se dibujó en sus labios y poniéndose el abrigo, se levantó y salió a cubierta al sentir el cese de movimiento del barco.
Una mujer… caminó arrogante por el camino que Killer le había indicado hacia uno de los Mangrooves bajo el que debían encontrar una taberna. Atravesó seguido de algunos miembros de su tripulación las calles del pequeño pueblo que constituían aquel puñado de ciudadanos. Las mujeres se arrimaban temerosas a sus maridos al percibir su presencia y él sonrió, volviendo a pensar en la pelirrosa.
No era que tuviese nada en contra suya en particular, ni mucho menos, de ser así ya la habría matado. Pero no era de los que consideran a las mujeres un enemigo digno. Por supuesto, si alguna le plantase cara (cosa que nunca había pasado hasta entonces y ese era el motivo de su forma de pensar acerca de ellas) no dudaría en poner fin a su existencia haciendo uso de todo su potencial, a sabiendas de que cualquier enemigo, era merecedor de un cierto grado de respeto por su parte.
La taberna no era para nada diferente a las que solían visitar en otras islas, pero era, al fin y al cabo, un lugar de bebidas. Aunque desgraciadamente… la tranquilidad del local no duró demasiado después de su entrada en él. Kidd perdió los nervios ante la insistente mirada de otro Supernova, Scratchmen Apoo, quien salió haciendo acrobacias por el destrozo que ocasionó el pelirrojo en la pared del local al atacarle.
- ¿Si querías luchar por qué no esperas a que estemos fuera del bar? ¿O preferirías dejarlo para el Nuevo Mundo?
Kidd salió entre la humareda.
- Bien entonces, deja de mirarme fijamente.
- ¡Jefe, no lo hagas! – Se escuchó a uno de sus subordinados.
- Eres un hombre desagradable – continuó el pelirrojo en dirección a "Marea Rugiente" Apoo –. No me importa eliminarte ahora mismo ¿lo sabes?
Mientras tanto, en otra zona no muy lejos de allí.
- ¡Cuidado! ¡El Monje se volvió loco!
Una nueva explosión sonó en plena calle comercial, de cuya humareda surgió la silueta de Killer y Urouge, el "Monje Loco". Haciendo uso de su velocidad, Killer volvió a arremeter contra él, pero un tercer Supernova se interpuso: X. Drake.
- Si queréis hacer un movimiento… ¡dejadlo para el Nuevo Mundo!
El monje sonrió.
- Ya veo… el ex–oficial Drake. Acabas de salvar tu vida, enmascarado.
Killer no dijo nada, simplemente se volteó, en busca de su capitán.
A penas unas horas después…
Entretenido. Divertido. Intrigante. Y poco a poco cada vez más molesto. Estaba seguro que tanto él como Trafalgar Law, habían disfrutado de la locura del famoso pirata del mar del Este Monkey D. Luffy, pero aquel gesto les había traído consecuencias nefastas.
Contando con Kizaru como la mayor de las amenazas actuales en el archipiélago, también debían tener en cuenta a los pacifistas y a un tal Sentomaru, compañero del Almirante. Lo que no contaba era con la presencia del auténtico Kuma.
- ¡Ca-capitán!
El hombre con aspecto de zombie se acercó a él, o eso intentó, ya que Killer le detuvo con una mano.
- Ya has oído al capitán. ¡Regresemos al barco y esperemos allí su regreso!
- Killer…
A pesar de no poder ver el rostro del rubio, estaba completamente seguro de que la idea de abandonar a su capitán en un enfrentamiento con el auténtico Shichibukai Kuma no le agradaba en lo más mínimo. Y como hacerlo… teniendo en cuenta que Killer y el capitán Kidd se conocían desde niños.
El hombre de apariencia de zombie no volvió a rechistar y, con bastante pesar y sin volverse a mirar al pelirrojo, comenzó a correr en dirección al barco. El Soldado de la Masacre tardó algo más que él en convencerse a sí mismo.
- ¡Killer! ¡Qué cojones crees que haces desobedeciéndome! ¡Al barco! ¡Es una jodida orden, acátala!
Ante el mandato de su capitán, su primer hombre no tuvo elección y él y los pocos "Piratas de Kidd" que quedaban cerca, dejaron atrás al pelirrojo, que con los brazos artificiales que había formado gracias a su poder, evitó que el Shichibukai se abriese paso hacia su tripulación.
- ¿Qué te lleva a actuar así, Eustass?
Su tono de voz estaba calmado, casi parecía realmente interesado. El pelirrojo de ojos ámbar apretó los dientes y esbozó una sonrisa, tratando de convencerse de que había hecho lo mejor. Por su parte, Kuma permanecía impasible.
- ¿Y a ti qué demonios te importa?
- Si no me importase, no te lo habría preguntado. Se supone que eres un sanguinario pirata. ¿No deberías ser igual con tu tripulación?
Seguía calmado. Kidd frunció el ceño y cargó contra él, quien en un abrir y cerrar de ojos se colocó detrás suyo, sorprendiéndole con su velocidad, con una de sus manos retirándose el guante que llevaba en la mano opuesta. El pelirrojo no perdió el tiempo y aún sin saber qué consecuencias tendría aquel gesto, se apartó justo a tiempo, evitando así el golpe que Kuma le habría dado con su…
- ¿Almohadilla?
Kuma se incorporó nuevamente y fijo su vista en el pelirrojo, que respiraba entrecortado, algo cansado por su anterior batalla contra el pacifista.
- Soy el hombre–almohadilla gracias a la fruta del Diablo que tomé hace tiempo. Pero dime, ¿cuáles han sido tus motivos?
Kidd gruñó. Era plenamente consciente de las pocas posibilidades que tenía contra el Shichibukai él solo, pero él ERA el capitán. Era ÉL quién debía enfrentarlo o caer en el intento.
- Yo soy el capitán – repitió, en voz alta –, yo soy quien da las órdenes y ellos obedecen. Si digo que vuelvan al barco, ellos vuelven. Porque yo soy quien debe enfrentarte, y no ellos.
- Tienes… – Kidd abrió los ojos sorprendido, ¿en qué momento se había movido? No lo había visto y ahora estaba frente a él, bajando casi con lentitud su mano hacia él – demasiada arrogancia – "No has contestado a mi pregunta, Eustass, piénsate una mejor respuesta y vuelve cuando la tengas"
"Plop"
De algún modo, dicen que cuando alguien cercano a ti sufre o muere, uno es capaz de sentirlo, es capaz de saberlo. Pero no siempre es así.
El sonido de una de las burbujas de resina explotarse alertó a Killer, quien ya se encontraba en la cubierta del barco, esperando a su capitán. Una figura apareció de entre los árboles y el mundo a sus pies se tambaleó al reconocerla. Kuma le miró desde su posición.
- Deséale suerte – dijo simplemente, para marcharse en la dirección en la que se encontraban los "Sombrero de Paja".
Killer corrió, lo más rápido que pudo al claro en el que Kidd había luchado contra el Shichibukai, pero al llegar comprobó con horror que su capitán no se encontraba allí, ni su cadáver como prueba de muerte ni su figura como prueba de vida. Nada. Ni rastro. Sólo encontró el cinto que solía llevar atravesándole el dorso, en el que reposaban aún su daga y su pistola.
- Kidd…
Continuará…
¿Y bien? Espero no haberme inventado demasiado los diálogos de Sabaody (los que no son, obviamente, invención mía).
¡No olviden que apreciaré profundamente si me dejan un Review!
Continuará para la fecha de Halloween, por lo que… ¡Feliz Halloween! (Adelantado) xD
