Disclaimer: Personajes de Yuto Tsukuda y Shun Saeki.
Notas abajo.
—Omamori—
I: Amigos.
Ese día Megumi se había levantado sintiendo la cabeza y el cuerpo pesado; sus músculos dolían y sentía que a cada paso los huesos crujían. No había logrado dormir muy bien en la noche porque estaba muy preocupada para pegar ojo. Intentó varias técnicas; cerrar los ojos y simplemente tratar de dormir, contar números y ovejas, evocar recuerdos felices que le trajeran tranquilidad (aunque hicieron justamente lo contrario porque recordó su casa y automáticamente la inundó la nostalgia, dándole ganas de echarse a llorar) e incluso había pensado en levantarse para tomar algún té que le ayudara pero esa idea simplemente la desechó.
Así que cuando sonó su despertador a buenas horas de la mañana, con el sol aclarando por las montañas y el ruido de los animales de Yuki desde el jardín, decidió que tendría que hacer algo con eso cuando bajara a la cocina porque no se imaginaba estar todo el día sintiéndose como si un camión le hubiera pasado por encima. Dicho eso se vistió con el uniforme de la academia y trenzó su pelo sin muchas ganas. Últimamente lo había dejado crecer así que le llegaba casi a la altura del busto y estaba pensado que pronto tendría que recortarlo, después de todo, era un inconveniente a la hora de cocinar, igual que tendría que hacer algo con sus uñas porque tampoco podía mantenerlas muy largas.
Una de las cosas que debía sacrificar de sí misma cuando se trataba de la cocina es que había unas cuantas cosas que no podía hacer igual que otras chicas; tener las uñas largas, un pelo en el cual hacer diferentes peinados, usar ropa que sea más bonita y algo que siempre le molestaba es que la piel de sus manos se resecaba con rapidez o siempre se mantuvieran con pequeños cortes por culpa de los cuchillos. Con lo segundo no podía hacer nada pero para evitar lo primero todas las mañanas y antes de dormir ponía crema en sus manos.
Esa mañana no era la excepción.
Buscó su bolso entre sus cosas y se miró una última vez al espejo de su habitación antes de dejarla. No se encontraba en sus mejores aspectos pero tampoco era impresentable, y no pensaba faltar a clase por una nimiedad como tener ojeras bajo los ojos o estar más pálida de lo normal. El deber era el deber.
El pasillo del dormitorio estaba silencioso. Cosa rara. Pero seguramente después los demás se levantarían y armarían su ruido de siempre, aquel que le acogió desde el primer momento en que llegó a la academia (o a medias, porque le tomó ingresar). La verdad era que, aunque ella misma era una persona silenciosa y más bien tranquila el bullicio que hacían sus amigos lograba tranquilizarla siempre. Era como estar en casa, le hacía sentir feliz y completa, como si no estuviera sola. Además el lugar era grande y sin importar cuánto tiempo estuviera ahí seguía siendo tenebroso, el silencio sólo lo empeoraba.
Se encogió de hombros y bajó las escaleras para luego ir en dirección a la cocina a armar un desayuno rápido. Quizás podría hacer una preparación con frutas.
"Si Isshiki-sempai estuviera aquí seguramente ya se encontraría en el jardín, cultivando algo y ofreciendo un montón de cosas. Siempre con una sonrisa", pensó sosteniendo con más fuerza el bolso entre sus manos. Claro, si Isshiki-sempai estuviera ahí seguramente para los demás las cosas serían un poco más fáciles porque, a pesar de todo, él desde el inicio se autoproclamó su guía y ayudante para las cosas.
Pero Isshiki se había graduado el año anterior.
Megumi no estaba muy segura de qué estaría haciendo ahora mismo. Algo grande, sin duda alguna, pero no sabía en qué restaurante o si realmente seguía en Japón. Con sus habilidades no le asombraría que se encontrara en otro país, apadrinado por un gran restaurante y aprendiendo de grandes chefs para luego volver con su cocina mejorada en un cien por ciento. Su senpai siempre demostró ser una persona que se esforzaba mucho. Le iría bien. Megumi no tenía por qué preocuparse pero cierto era que no podía evitarlo porque no tenía ni una forma de contactarlo. Quizás aquel sentimiento disminuiría aunque sea un poco si pudiera hablar con él una vez más…
—¡Ah! ¡Tadokoro! Buenos días.
Levantando la mirada se encontró con el rostro sonriente de Soma.
No se había dado cuenta que en su desvarío de pensamientos había ingresado a la cocina. Se sonrojó por ser tan despistada y correspondió la sonrisa con una más pequeña, ligeramente titubeante al principio.
—Buenos días, Soma —respondió mientras reanudaba sus pasos para ingresar al lugar. El chico no llevaba el uniforme de la academia, sino que usaba su playera sin mangas negras que a veces le veía junto con unos pantalones oscuros. De esa manera se podía notar el músculo tonificado de sus bíceps, además de, gracias al corte de la playera, la clavícula marcada. Megumi no se consideraba una experta en hombres (nada más lejos de la verdad); había sido criada por su madre, además de los adultos y ancianos de la aldea sólo habían unos cuantos niños más a los que ella normalmente no se acercó por timidez y posiblemente la sabiduría más grande que poseía de acuerdo a ese tema era el que le dio su madre hace un tiempo; «Nunca le muestres tu cuerpo a ningún hombre hasta que te cases», cosa que había sido rota en poco tiempo (¡Qué vergüenza!), pero a pesar de ser inexperta en ese tema el tiempo en la academia, además de las personas que había conocido, le podían ayudar a hacer ligeras comparaciones de las cuales no era muy consciente.
En ese caso, por ejemplo, podía comparar los brazos de Soma con los de Kurokiba, quien era mucho más músculo que el primero y eso se notaba cuando cocinaba. También estaban los gemelos Aldini, a quien veía más a menudo, Takumi no era músculo sino que delgado en sí y en ese caso Isami, cuando reducía grasa, se le notaba mucho más tonificado que su hermano mayor.
—¿No es muy temprano? ¿No has dormido? —Megumi no pudo evitar preguntar mientras se acercaba más a él para curiosear qué estaba haciendo. Viniendo de Soma podía esperar cualquier cosa; incluso que estuviera preparando langosta tan temprano en la mañana.
—¡Sip! Sólo que me levante más temprano de lo usual, eso es todo. El senpai tenía razón, hacer ejercicio en la mañana es bastante bueno. Me siento una persona renovada y toda la cosa, aunque seguramente deba ir a darme una ducha antes de ir a clase —Yukihira empezó una de sus palabrerías largas en la que parecía que hablaba más consigo mismo que con la persona que tenía a su lado. Megumi, acostumbrada a eso, simplemente asintió y sonrió—. Estaba cuidando los cultivos de Isshiki-senpai, a pesar de que ya no esté alguien tiene que hacerlo, ¿no? Me pregunto qué estará haciendo ahora mismo-
—Yo me hacía esa misma pregunta hace unos momentos —comentó Megumi sin poder evitar reírse un poco.
Soma bajó la mirada ligeramente y también sonrió, mostrando su dentadura. Su pelo estaba desordenado, más de lo usual, y tan cerca de él Megumi podía notar que tenía tierra en los brazos e incluso en la cara. Su piel brillaba, seguramente por culpa del sudor y por eso mismo podía sentir con más fuerza su esencia. No es que apestara en todo el sentido malo de la palabra sino que simplemente tenía, en palabras de Yuki, olor a hombre. Nada más y nada menos.
Megumi se dio cuenta que su corazón se aceleraba un poco al notar eso y tuvo que bajar la mirada, fingiendo que contaba las baldosas del suelo.
No tenía por qué estar nerviosa, pero la verdad es que siempre estaba de esa forma con Soma y no es que lo hiciera a propósito, ojala pudiera controlarlo, es que simplemente pasaba y ya. Megumi se había rendido con tratar de ocultarlo, lo único que podía hacer era disimular ligeramente.
—¡Es que tenemos telepatía, Tadokoro! Eso debe ser, que genial, ¿no crees? La confianza es una cosa increíble —comenta de pronto él mientras vuelve a soltar una carcajada al tiempo que deja los brazos en jarra, apoyando las manos en sus caderas.
No puede evitarlo pero los latidos aumentan y es que Soma parece ir diciendo esas cosas libremente por la vida sin darse cuenta realmente de qué anda hablando. Megumi se ha dado cuenta que no lo hace por molestar, simplemente es lo que piensa. Él no tiene censura entre su mente y boca, todo lo que pasa en su cabeza termina por ser expuesto y así funciona. Esa es la razón por la cual mucha gente puede odiarlo y otros terminan amándolo, porque Soma es muy sincero y sin nada que esconder. Lo que se ve es lo que es.
Comprendiendo eso el primer año que lo conoció no pudo sino sentirse maravillada por tanta confianza que irradiaba una sola persona.
Quizás fue por eso que también siempre se mantuvo cerca de él. Era como las polillas atraídas a la luz, y ahí no era necesario diferenciar quién era qué cosa.
—Por eso también hacemos un buen equipo.
—Claro, Soma-kun.
—¡Un momento! ¿Ya estás vestida? ¿Qué hora es? —Soma intenta mirar el reloj pero se da cuenta que no tiene pilas así que está parado en una eterna medianoche, y se lamenta en su lugar varios segundos .Megumi logra tranquilizarlo diciendo que es temprano y falta para que comiencen las clases, sólo que ella había sido más rápida en la mañana. Es entonces cuando Soma la mira y la toma por los hombros, mirándola directamente a los ojos—¿Puedes esperarme, Tadokoro? Así vamos juntos a clases, ¡no me tardo nada! ¡Espera un poco! —Megumi, mareada por la intensa mirada y el agarre que emite una temperatura que atraviesa su ropa y le quema, sólo puede asentir varias veces mientras dice que no se preocupe, esperara por él, como siempre lo hace. Soma sonríe de nuevo y mientras trota a la salida de la cocina, le avisa—: Tadokoro, deje desayuno en ese mesón así que saca, ¿de acuerdo? Es la comida más importante del día y especialidad Yukihira.
Entonces Soma desaparece como un huracán pero puede escuchar sus pasos por la escalera y el segundo piso. También cómo alguien se queja por el ruido y él se disculpa en un grito que seguramente despertó a todo el dormitorio.
Megumi se ríe en su lugar y dejando el bolso en una silla libre se encamina al mesón que le había dicho donde reside un plato de desayuno, sin duda alguna. No pudo evitar sonreír un poco más al darse cuenta que tenía mucho que ver con el rissoto de manzana que una vez utilizó para competir contra su padre, en esa misma cocina. Aunque claramente no era el mismo. No necesitaba probarlo para darse cuenta de ese hecho y que Soma lo había modificado hasta el punto en que fuera perfecto; balance saludable, no muy pesado para un desayuno pero al mismo tiempo energizante.
Saca una ración y se siente al mesón a comer. Antes de llevárselo a la boca no puede evitar pensar en Soma yendo de un lado para otro por la cocina haciendo todo por su cuenta en esa extraña y perfecta concentración que él tiene, cuando se encierra en su mundo culinario y nadie puede sacarlo de ahí aunque quisiese. No necesita cerrar los ojos para verlo dar vueltas perfectas, sincronizadas y mover sus brazos de la manera más eficiente sin hacer ninguna cosa innecesaria, porque Soma trabaja por sí solo como si fuera todo un ejército en la cocina. Todo su cuerpo parece estar familiarizado con el cocinar. No tiene que cerrar los ojos porque lo ha visto tantas veces en su hábitat que es como si pudiera verlo ahora mismo.
Se lleva entonces la porción de la comida a la boca y sus papilas gustativas se deleitan con aquel sabor que la embriaga, inunda no sólo su boca sino también sus fosas nasales con aquel dulce aroma de la comida. Al contacto con su paladar la comida es suave, tierna pero al mismo tiempo con los balances de sabores justos que le hacen sentir que se encuentra elevada en los cielos. Puede sentir el gusto de la manzana combinado con el rissoto. Mastica unas cuantas veces para luego tragar y darse cuenta que su estómago vacío ahora se llena también de aquel sabor.
La comida de Soma, como siempre, está llena de vida y es perfecta.
Seguramente nunca se cansaría de poder probar aquellos platillos de la mano de Soma porque él llegaría lejos, se volvería un gran chef algún día y es que su forma de cocinar era única. Megumi estaba más que agradecida por poder compartir ese momento de tiempo con él para haberlo visto crecer.
En los pisos superiores más quejas se escuchan y el bullicio comienza. Al parecer Yuki nuevamente dejó entrar algunos de sus animales al dormitorio e Ibusaki le dice que debería ser más cuidadosa mientras que ella cunde ante el pánico. Megumi, en cambio, sigue en lo suyo desayunando con tranquilidad comiendo aquel platillo delicioso y esperando por Soma. Estando en eso no puede evitar preguntarse por qué siempre le deja comida, a veces no es en la mañana pero de pronto cae en cuenta que Soma siempre, en uno u otro momento, le invita a comer algo que ha preparado. En algunas ocasiones le pide su opinión porque así puede mejorar pero en otras simplemente suelta un: "¿Está bueno?", y cuando ella le dice que sí, que está delicioso, Soma sonríe y alza los pulgares diciendo que se alegra por eso.
"Bueno, quizás no sea tan raro", piensa al final después de darle unas cuantas vueltas. Después de todo Soma le pregunta a todo el mundo o cosa que camine que le dé su opinión respecto a las cosas que cocina, incluso las malas (para terror de Megumi), además ellos están juntos más tiempo de lo que puede pensar; en las clases, camino a la academia, en los pasillos, en los recesos, en el almuerzo, después de clases, en el dormitorio, y así un montón de etcéteras. Seguramente no se cuenta cuando ella está en sus actividades de club y Soma va con Kurokiba, Hayama o Takumi para hablar de sus cosas (Megumi está feliz por el hecho de los buenos amigos que pueden ser), es normal que le prepare cosas.
Casi terminando el platillo un pensamiento le viene como un halo, una revelación de nada o de todo, es simplemente una lógica que nace de alguna parte suya que se siente tan normal que al principio no la extraña pero luego le hace sentir vergüenza de sí misma. Su simple pensamiento de; "No sería raro, enamorarse de Soma-kun", y en ese caso no lo ve sólo por cómo cocina sino todo él. La comida de Soma es simplemente una imagen de sí mismo; simple en comparación a otros pero al mismo tiempo especial y completo, entonces complejo cuando intenta verse más allá de la lógica común.
—¿Qué estás pensando? —murmura para sí misma con bochorno mientras se lleva sus manos a sus mejillas, apretando. Las palmas están frías y hacen contraste con el caliente de la piel de su cara. Intenta desviar sus pensamientos a otra cosa pero lo único que tiene al frente es el plato que él cocinó así que no sirve y sacude la cabeza varias veces.
Está en eso cuando dos manos se apoyan en sus hombros y una voz gruñe un: "BUU", que le hace pegar un salto en su lugar que casi le hace caer de su silla.
Los reflejos de Soma, como siempre, son rápidos al igual que un gato. Un brazo la sujeta de la cintura y su mano libre del codo. Megumi, todavía histérica pensando que casi cae al suelo y pudo haber muerto, no repara en la cercanía que tienen. Pero se da cuenta cuando Soma explota en una carcajada que lo sacude completamente y su aliento choca con su nuca, sacudiendo sus cabellos y erizando el vello invisible de su cuello.
Megumi se suelta, abochornada le mira con reproche y hace una mueca, pidiendo o exigiendo que deje de reírse porque no es gracioso.
—¡N-No es gracioso! —tartamudea con los brazos a cada lado de su cuerpo.
—¡Que sí! Debiste haber visto tu cara y cómo saltaste, ¡cómo no va a ser gracioso! —él se sigue riendo y se aprieta el abdomen. Se retuerce en su lugar y luego se limpia la comisura de sus ojos con los pulgares. Soma no deja de reírse mientras se apoya en uno de los mesones porque parece que en cualquier momento va a caer. Es un ataque de risa de esos que le dan unas diez veces a la semana y si Megumi no estuviera tan avergonzada y al mismo tiempo molesta posiblemente ya estaría riendo con él, como siempre, porque su risa es contagiosa.
—¡Pudo haberme pasado algo, Soma-kun!
—No seas ridícula, Tadokoro. Estaba ahí para agarrarte en cualquier caso —responde él después de respirar varias veces para calmarse. La carcajada muriendo lentamente dentro suyo. Se limpia nuevamente los ojos y se endereza. Pasan unos segundos hasta que vuelve a su estado natural de relajación, guarda las manos en los bolsillos de su chaqueta y le confianza—: Jamás dejaría que te pasara nada, así que tranquilízate. Era una broma.
Sin saber qué decir a eso, Megumi se queda en silencio y asiente, porque realmente no sabe qué otra cosa hacer.
—Ah… claro.
—Venga, vamos a clase porque si no llegamos tarde. ¿Te vas conmigo o montas tu bici? —Soma comienza a caminar a la salida. Su bolso lo lleva sobre su hombro y lo afirma con una mano. Megumi tarda un momento en buscar el suyo y trotar para alcanzar sus pasos largos. Intenta imaginarse de nuevo subiendo en la motocicleta de Soma, como otras veces ha hecho, pero por alguna razón esa mañana la sola imagen mental es suficiente para dejarla cerca de una taquicardia.
—No, está bien, llevaré la bici porque tengo actividad con el club y después tengo que devolverme-
—Pero puedo esperarte.
"Soma es muy buen amigo", piensa con una sonrisa rendida. Su insistencia sólo aumenta la taquicardia.
—En serio, no te preocupes. No tienes por qué hacerlo.
—¿Estás molesta porque el otro día casi te caes de la moto? ¡Te dije que tenías que agarrarte bien!
—No puedo creer que todavía te acuerdes de eso —otra vez avergonzada mira cómo él abre la puerta y se ríe otra vez, pero en ese momento es como un resoplido-risa. Soma sostiene la puerta de entrada al dormitorio para ella y al darse cuenta del detalle se apresura a pasar, luego espera y Soma le sigue.
—Bueno, ya qué.
Caminan hasta donde ella deja su bici y él la motocicleta que consiguió a mediados de su primer año, sólo por el hecho de que en esa academia era como un poco agotador el sólo pensar en caminar de un lado para otro.
—Ah, y, ¿cómo estaba el desayuno?
—¡Delicioso, como siempre! Muchas gracias, Soma-kun —Megumi sacó el candado a su bici mientras miraba a Soma, completamente sincera en sus palabras.
Él asintió, satisfecho.
—Me alegro, la próxima vez te cocinaré algo mejor, ¿de acuerdo? Estoy preparando algo nuevo-
—¿Es una de tus cosas raras?
—¿Cómo crees, Tadokoro? ¡Yo no te serviría algo que no sea delicioso!
Megumi no sabe por qué pero esa mañana tales palabras no hacen nada más que hacerle sentir cálida por dentro, a pesar que el frío de la madrugada sigue golpeando contra sus piernas desnudas, haciendo que tiemble un poco.
Al final responde:
—De acuerdo.
NA: Ya soy casi, casi libre de la escuela en sí, por lo cual espero poder estar escribiendo más y estoy feliz porque este es mi primer long-fic en el fandom. Debo decir que llegó bastante rápido y nada, espero les agrade [yo escribo así; lento y pajero]. ¡Una galaxia de agradecimientos por leer!
Respecto al fic.
[1] Sigo el manga y estoy al tanto de las últimas que han pasado, pero por todo el embrollo que actualmente hay (de lo que sinceramente no tengo idea cómo irá a terminar) intentaré no nombrar tanto los puestos de director y todo eso. Espero se comprenda.
[2] Aquí utilizo mucho el "sempai" y "kun" porque Megumi, como personaje, también lo usa mucho pero comprendo si es que hay a quienes le moleste a la vista.
