Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen, pero esta trama si.
Advertencias: Esta historia tiene lugar en un universo alterno y los personajes presentan algo de OCC.
Notas: La idea surgió de ver una pelea de box, lo que no me hace una experta en ese deporte ni nada por el estilo, y fue apoyada por mi fascinación por series como Gray´s anatomy, Doctor House, entre otras. En ambos caso se poco sobre términos (médicos y de box), así que pido su compresión si hay algo mal expresado, y aceptare con gusto sus comentarios al respecto.
Sumary: Ella salva vidas en un quirofano. El deja que lo golpeen por dinero y fama sobre el ring. Cuando sus destinos se crucen, será un golpe mortal. SxS Ix? NxH Kx? NxT y más...
Bloody kisses.
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Golpes del destino
Primer round
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By Vampirux
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Capitulo I Onix VS. Jade
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Al terminar la universidad me otorgaron, al igual que a mis 23 compañeros, un titulo que me acreditaba como médica cirujana pasante, con el cual me aseguraron podría presenciar cirugías en vivo y eso fue como un sueño de navidad, mas no prometieron que sería más que una espectadora, por eso cada vez que un residente me pide asistirlo, es como ver los regalos de navidad, pero sin abrirlos, aun.
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Nunca entendí la tonta frase que dice: haz el bien sin mirar a quien.
Porque bueno, soy doctora cirujana, y mi trabajo siempre me pone las peores de las pruebas.
Como hace dos días, cuando al estar cubriendo mis horas de urgencias me tocó tomar la decisión más difícil de mi vida, ósea de mi carrera. Pero se preguntaran ¿quien soy?
Mi nombre es Sakura Haruno, tengo 24 años, soy cirujana interna del Hospital Konoha del este, y si, soy parte de la escoria del lugar, como nos dijo una vez nuestro maestro, el residente en neurocirugía Ibiki, el final de la cadena alimenticia en cirugía, y el pasado miércoles me convertí en Kami.
¿Creen que exagero? Eso es porque no estuvieron ahí.
No saben de lo que se perdieron. Al igual que mi mejor amiga, Ino Yamanaka, cirujana interna como yo, y la peor pesadilla cuando se pierde algo.
—Es increíble ¡Tienes que contarme con detalle que pasó!—los ojos azules de mi rubia amiga me miraron con intensidad, sostenía su bandeja cerca de su pecho como si fuera un enorme oso de peluche, estuviéramos en una pijamada en su casa y le fuera a contar sobre mi ultima cita con el galán de la escuela; pero no éramos colegialas, no había tenido una cita en meses, ese no era un peluche y obstruíamos el paso en la fila de la comida de la cafetería, enfadando a más de un hambriento doctor.
— ¡Quieres moverte Yamanaka tengo una cirugía a las 3!—detrás de ella, Kabuto, otro interno, discípulo de Orochimaru la serpiente de los quirófanos, intentaba alcanzar un poco de pudín de manzana.
—Lo siento, Kabuto—murmuré mientras apartaba a Ino de su camino, el chico refunfuñó al tomar su pudín, tomé un pudín de chocolate y arrastré a mi amiga rubia a la caja para poder pagar—Te contaré la historia completa, después de nuestro turno, camino a casa ¿si?
La rubia arrugó el entrecejo en claro desacuerdo, si que era impaciente.
—Quinientos diez y nueve yenes—le entregué el dinero a la amable cajera, Ino solo dejó su bandeja vacía sobre la mesa para las bandejas sucias.
—Esta bien Sakura, pero me dirás todo ¡eh!—suspiré mientras buscábamos una mesa—Tengo hambre.
—Eso te pasa por no servirte, tendrás que formarte de nuevo...
—Gracias—de la nada Ino apareció con una bandeja de comida vegetariana, ensalada Cesar, jugo natural de arandano y una manzana, vi al chico de fármacos formarse de nuevo en la fila ¿que pasó con la bandeja repleta que compró antes que nosotros? Miré mal a Ino, siempre hacia lo mismo— ¿Que? No lo obligué ni nada, el dijo que tenía tiempo, no es como si no pudieran esperar por unas aspirinas, yo en cambio tengo que asistir a Shizune en 30 minutos. Es lindo, creo que es mi pareja ideal, nos gusta la misma comida.
— Ahí hay lugar. Eso no puede considerarse comida—menosprecié su revoltijo verde al sentarnos en una mesa casi vacía—Además él no es tu alma gemela, no pidió gelatina de brócoli.
—Todo tiene sus defectos. Y mi comida es mejor que la tuya, señorita sándwich de pavo, pudín de chocolate y soda—la rubia señaló mi bandeja con indignación—Y te dices doctora.
— Esto es totalmente saludable, tengo carbohidratos, proteínas y...
Un conocido sonido interrumpió mi elaborada defensa para mi comida, tomé el localizador al mismo tiempo que Ino el suyo, pero el mió no era el causante del ruido, hoy no habría sueño de navidad para mí, al menos por el momento.
— ¡Rayos la cirugía se adelantó!— la rubia se levantó con rapidez—Nos vemos a la salida. Come algo orgánico.
Tomé la manzana que había aventado a la bandeja antes de perderse por las escaleras que llevaban a los santuarios de los médicos cirujanos, las salas de operaciones. Sonreí al morder la manzana, no tenía nada contra la comida orgánica, pero amaba el pudín de chocolate. Simple. Como suturar la herida superficial de un dedo.
—Sakura que bueno que te encuentro—me volteé sorprendida, frente a mí estaba la mismísima Tsunade-sama, jefa del área de cirugía, ósea la dueña de los quirófanos y por ende de la voluntad de cada cirujano—Ven conmigo, te tengo un caso.
Sonreí de nuevo. Amaba el pudín de chocolate un poco menos que tener mi regalo de navidad en pleno marzo.
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Cuando la gran Tsunade-sama, reconocida cirujana cardio-toráxica, mencionó que me tenía un caso, jamás me imaginé que fuera algo de laboratorio, pero no había duda, estábamos en el área sur de tercer piso; lejos de las habitaciones de los pacientes, de la zona de quirófanos, o de cualquier otro arbolito de navidad de la cirugía; en las aburridos terrenos de los doctores de probeta, mejor conocidos como laboratoristas. Y yo no era eso, no por nada estudié dos años más que ellos y aun seguía estudiando.
—Disculpe Tsunade-sama...
—Bien Sakura, escúchame con atención—me interrumpió la rubia jefa de cirugía mientras nos deteníamos frente a la puerta de lo que recordaba era una abandonada habitación de pediatría, que cuando el montón de niños y doctores con muñecos en los bolsillos se mudaron al área norte del piso se convirtió en almacén de los laboratorios—Estoy enterada de tu maravillosa intervención del miércoles, y créeme acciones como esas te hacen más visible ante los ojos de tus superiores, y más importante, eso te hizo visible ante mi. Por eso, después de meditarlo cuidadosamente, te he escogido para un caso especial. Serás mi mano derecha y si te esfuerzas te dejaré participar en la cirugía.
La navidad había llegado, y mi Santa Claus era rubia, esbelta y voluptuosa.
—No la defraudaré Tsunade-sa...
—Antes de que entremos ahí, hay algo más que debo decirte—los ojos caramelo me escrutaron como si esperara encontrar algo en mi rostro—El paciente es especial, a pedido total discreción y se la daremos. Escúchame bien Sakura, nadie, ni siquiera el maestro Ibiki debe saber de este caso ¿entendiste?
Le sostuve la mirada a mi superiora por más de un segundo antes de asentir. ¿Acaso iba a atender al jefe gángster de la mafia Japonesa o algo así? Creo que mi regalo de navidad podría ser explosivo.
Tsunade-sama echó un vistazo a nuestras espaldas y lados, verificando que los pasillos estuvieran totalmente vacíos, después abrió lentamente una de las puertas dobles, lo primero que vi del otro lado fue una imponente figura que nos daba la espalda.
—Kakashi...—el interpelado se volteó despacio, era alto como de un metro ochenta centímetros, de cabello gris más no cano, cuerpo atlético, con un curioso parche que le tapaba parcialmente la cara, más el ojo izquierdo y la boca, siendo lo único visible en su rostro el ojo oscuro que me evaluaba sin descaro.
— ¿Esta es la persona de tu total confianza...?—murmuró el tal Kakashi con voz tranquila, como si acabara de levantarse después de una siesta, era una pausada voz cargada de escepticismo.
—Te presento a la doctora cirujana Sakura Haruno, pasante de primer año—las cejas de Kakashi se alzaron con incredulidad—De mi total confianza y más discreta que un sacerdote en confesión.
La jefa de cirugía me miró como esperando que hiciera algo, ah si, cortesía, la había olvidado, con el maleducado hombre semi-encapuchado como no olvidarla. Me incline con elegancia.
—Un placer conocerle.
—Kakashi H.—al erguirme me encontré con la larga mano blanca extendida frente a mí, la acepté sorprendida por lo que a mi parecer era un gesto propiamente extranjero, este hombre o no era Japonés o no había vivido aquí por un tiempo—Puedes decirme Kakashi, ni se te ocurra llamarme señor H.
Solté la mano con una sonrisa, podría ser una interna de primer año, pero aun así no dejaba de ser doctora, y tener orgullo médico.
—Usted puede decirme Doctora Haruno, ni se le ocurra llamarme Doctora Saku.
—Bien doctora Haruno—el hombre me miró de nuevo con su especulativo ojo oscuro, luego se volteó a Tsunade-sama que parecía aburrida más que molesta como yo hubiese esperado de un superior ante mis niñerías, si fuera Ibiki-sensei estaría en problemas—Tsunade, él dice que el dolor volvió, ha estado aguantando toda la mañana, pero hace media hora se desmayó.
Abrí los ojos con sorpresa, ¿el paciente se desmayó de dolor? Y su familiar o lo que fuera lo decía así tan calmado, creo que la teoría del gángster era la correcta.
—Adelante doctora Haruno. El expediente está en donde siempre, a trabajar—ordenó Tsunade-sama, el peliplateado se apartó de la puerta haciendo espacio para que pudiera pasar, crucé sin siquiera mirarlo, en cuanto me encontré cerca de la primer cama infantil vacía la puerta se azotó a mis espaldas.
Volteé con sorpresa, el tal Kakashi había desaparecido, debía de haber salido al pasillo con Tsunade-sama.
Eché un rápido vistazo al lugar que parecía un intermedio entre dormitorio de niños y almacén de chatarra, la mayoría de las camas infantiles seguían ahí con las colchas coloridas de personajes de películas, juguetes olvidados en las mesas y crayones por el suelo, en contraste en la parte este de la habitación había algunos estantes con utensilios viejos de laboratorio, pesados tomos enciclopédicos de medicina y lo más novedoso del lugar un microscopio eléctrico, más al fondo estaba una cama encortinada acompañada por los característicos ruidos de aparatos, sonreí, mi regalo de navidad aún estaba en la juguetería.
Me acerqué con cautela, como los pequeños que bajan a mitad de noche buena tratando de atrapar a papá Noe colocando los regalos, porque aunque saben que solo hasta la mañana de navidad podrán abrirlos, la sola idea de poder ver al viejo los emociona.
Abrí la tela azul con cuidado, topándome con el expediente y la figura parcialmente cubierta de un hombre dormido sobre la cama, ojeé el expediente.
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Nombre del paciente. Señor X
Edad. 20 años
Lugar de nacimiento. X Lugar de residencia. X
Estado civil. X
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Esto debía ser una broma. Me salté todas las X, de la parte personal del hombre X, hasta llegar a la parte interesante del expediente.
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Sintomas. Dolor muscular, espasmos y protuberancias en la pierna izquierda.
Diagnóstico. Fractura doble. Médico Diagnosta. Sarutobi Hiruzen
Intervenciones. Cirugía programada para el viernes 15 de marzo a las 8 a.m. Cirujano, doctora Seyuu Tsunade .
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El hombre X, era realmente importante. El propio director del hospital, Sarutobi-sama, lo había atendido al ingresar, y la mejor cirujana, Tsunade-sama lo operaría.
Suspiré, cayendo en cuenta que, sería la enfermera personal del señor X, envolvería el regalo de navidad de alguien más.
Eres más visible ante mis ojos, claro visible, como una asistente.
Seguí con la revisión del expediente, resignándome a lo inevitable.
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Tratamiento pre-cirugía. Inmovilización. Sin medicación.
Observaciones. El paciente pidió que bajo ninguna circunstancia se le administre calmante alguno. Ni se le coloquen agujas.
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Me dolió la cabeza de lo rápido que estiré el cuello hacia el electrocardiógrafo, el conocido sonido de un corazón humano conectado a la maquina era el único ruido del lugar, el paciente X seguía totalmente dormido.
Esto era más que una locura. Dolores musculares y de fractura, sin calmantes. El hombre debería ser muy valiente o demasiado estúpido.
Me acerqué al electrocardiógrafo, rodeando la cama por la derecha. Presión normal, ritmo un poco acelerado. Y un ángel totalmente dormido.
Un hermoso ángel, de cabellos negro azabache, piel blanca, tersa, no como la mía, sino masculina. En verdad era guapo el paciente X. Y olía deliciosamente embriagante, a algo más limpio que la colonia.
Me considero una doctora derecha, profesional, respetuosas de las reglas y la ética. Hice el juramento hipocrático con una mano en el corazón y hasta este día jamás me planteé el desobedecerlo. Pero mientras mi mano viajaba hacia el hombre X, sentí deseos de tocar su piel más que en una exploración rutinaria. Mordiéndome el labio, posé mi mano sobre su frente, midiendo de una forma muy poca profesional su fiebre, estaba ardiendo.
Y esa certeza me recordó que no podía arder con él. Él era mi paciente y además estaba dormido, ajeno a mi perdida del profesionalismo.
Me volteé hacia el electrocardiógrafo donde había colocado el expediente y pegué un sobresalto cuando el aparato enloqueció, elevandose el ritmo cardiaco a niveles peligrosos.
El ángel se revolvía en la cama como poseído, pero aun inconsciente.
Solté el expediente sin cuidado, corrí rodeando la cama hasta la mesa de utensilios que había al otro lado, los quejidos eran más fuertes.
Revolví todo con desesperación, debía de haber algo que sirviera.
Exacto. Tomé el frasco y una jeringa común, recordando que no había suero donde colocar la dosis.
Llené la jeringa con el líquido amarillo. Me acerqué al inquieto ángel.
Una fuerte mano me tomó por la muñeca evitando que acercara la jeringa.
—Nada de...
Y no supe que era más hermoso su aterciopelada voz o sus profundos ojos onix, ni tuve tiempo de pensarlo, la presión en mi muñeca creció cuando otro espasmo lo hizo retorcerse sobre la cama.
—Señor X. Soy la doctora Haruno—murmuré aunque dudaba que él me escuchara—Esto que tengo aquí, es solo un relajante muscular, no es un calmante propiamente. Pero le servirá, permita...
Soltó un manotazo con su mano libre, cuando cambie la jeringa a mi mano izquierda, una suerte para una cirujana ser ambidiestra. Use mi mano libre para atrapar su antebrazo, ciñendo mis dedos sobre sus notables músculos, si no estuviera débil seguro me hubiera inmovilizado con una sola mano, pero en ese momento yo era la fuerte.
Sus ojos me miraron con fiereza, parecían destilar fuego. Le devolví la mirada.
Era una guerra, Onix VS. Jade. Y pensaba ganarle.
Acerqué la jeringa de nuevo, sin despegar mis ojos jade de sus orbes onix, él arrugó el entrecejo y desvió la vista, rindiéndose. Busqué la vena con profesionalismo e inserté la jeringa. No respingo, ni se quejó. Retiré la jeringa, el aparato se acompasó, al igual que el hombre sobre la cama.
—Muy bien señor X. Eso es todo. Ahora descanse—deposité la aguja tapada en el bote de basura médica, caminé hacia el expediente que estaba abandonado en el piso y después de recogerlo eche una rápida mirada al pelinegro.
Estaba recostado de espaldas, con los antebrazos bajo la cabeza y la vista fija en el techo, el electrocardiógrafo bajo su ritmo, se había quedado dormido.
Miré hacia la cama totalmente cubierta por la tela azul antes de cruzar la puerta doble, mi paciente no parecía un viejo jefe gánster como había imaginado, más bien era el joven, apuesto y fuerte hijo de un jefe gánster o algo más peligroso.
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Me bajé del taxi con pereza, 8 horas en el hospital y me sentía como un zombi.
—Aquí tienes guapo—tras de mí, Ino le pagaba al taxista y le alegraba el día con un guiño coqueto, cuando subí el primer escalón de la entrada del edificio, la rubia me abrazó—Vaya, así que Sakura Haruno atendió dos cirugías en un elevador, ¡es increíble!
— ¿Que no perdiera a alguno de los pacientes?—inquirí con curiosidad, ella negó con la cabeza cuando Tao, el viejo conserje del edificio, nos abrió las puertas caballerosamente mientras nos deseaba buena noche—Buenas noches Tao—contestamos en coro.
—Lo increíble es...—soltó Ino mientras corría al elevador más cercano como niña chiquita—que te tengan haciendo papeleo y exámenes de laboratorio.
Me sacó la lengua después de entrar de un salto en el ascensor, la seguí con pereza.
—Mientras a mí, me dejan ver corazones en vivo y a todo color.
Rodeé los ojos, Ino estaba emocionada por el regalo de navidad que Shizune, la cirujana pediatra del Konoha Hospital, le había permitido ver mientras ella lo desenvolvía. Por eso la ojiazul se burlaría de mí, al igual que los demás cirujanos, mientras duraran "mis trabajos de escritorio", lo que ella no sabía, y para mi mala suerte nadie podía saber, era que no estaba precisamente ordenando papeleo.
Sonreí, estaba de juguetera, y aunque el juguete no era propiamente mi regalo de navidad, podía pasarme horas viéndolo antes de envolverlo.
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