Título: Reliquia
Rating:
M+
Resumen:
Shiki anda en busca de un misterio que sólo puede develar investigando ruinas de civilizaciones desaparecidas. Sarutobi decide enviar a su equipo a apoyarlo.
Disclaimer:
Naruto y compañía le pertenecen al Sr. Kishimoto, la historia, mi interpretación del mundo ANBU y los personajes originales son sólo míos. No gano dinero, sólo satisfacción personal.
Notas de autor:
Otro fic ANBU del equipo Lobo que también transcurre en el pasado. Dentro de la línea de tiempo de mis historias está ubicado después de "Persiguiendo un sueño", quienes lo hayan leído encontrarán algunos personajes y referencias a sucesos narrados ahí, sin embargo se pueden leer independientemente.
Nuevamente mi advertencia: adoro a Kakashi, si el personaje no te gusta no leas esta historia

RELIQUIA

"Es preferible vivir en un universo donde la vida está rodeada de misterios, que en un mundo pequeño y abarcable en su totalidad por nuestra mente." Harry Emerson.

CAPÍTULO 1: Un encuentro fortuito.

"¿Cómo llegué aquí", pensó Genma mirando el cuerpo desnudo de la chica que dormía con la cabeza posada en su pecho. Una belleza, cierto, la recordaba vagamente del bar. Comenzó a recordar la parranda nocturna y soltó un suspiro resignado.

Si la despertaba podía haber problemas, y se quería evitar la fatiga de decirle que tenía que irse. Ni siquiera recordaba cómo rayos habían terminado en la cama y explicarle que probablemente había sido el subidón de adrenalina que causaban las cápsulas de soldado y había que bajarla a niveles tolerables de alguna manera un poco más… agradable era demasiada información para alguien que ni siquiera sabía lo que él era.

"Maldito sake y maldito Kakashi que tenía que aceptar mi reto".

Tragó saliva y, con sumo cuidado levantó uno de los dedos de la chica, deslizándolo la mano hacia la cama, luego jaló la almohada e hizo un montoncito, acomodándola bajo la cabeza para después echarse encima la túnica, sandalias y huir a toda prisa. Con excepción de los de Gai, Kakashi nunca aceptaba retos.

–Oi, Genma.
–Shiki, ¿qué mal viento te trae por estos lares? –preguntó, aún haciéndose un lío con la prenda que se negaba a permanecer sobre el rubio cabello, el movimiento le causó una jaqueca espantosa.
–Escuché que andaban por aquí en misión jounin. ¿Tres ANBU para una escolta? No soy tan ingenuo –dijo, acercándose lo suficiente para que sólo él lo escuchara.
–Tch –escupió Genma, no le gustaba que indagaran sobre sus trabajos.
–Kakashi y Tenzô andan por allá, si los estás buscando –señaló con la cabeza– al contrario de ti, se ven bastante descansados.

Antes que pudiera contestarle, Shiki había desaparecido, con ese alarde de velocidad que solía hacer de buenas a primeras. Sacudió la cabeza, sintiendo la resaca pasarle la factura. Había días así, se dijo, cuando lo único que querías era convertirte en avestruz, esconder la cabeza en la tierra y sacarla cuando todo hubiera pasado. Pero no era posible, tenían que salir ese preciso día del territorio de Kaze.

La misión les había tomado casi una semana para llegar al país de las Olas y una semana más navegando hasta el país del Mar, en un trayecto que podría haber sido más corto si no hubieran tenido que rodear Kiri. Su escoltado debía recorrer un itinerario específico que se les había entregado, pero él en definitiva era quien elegía las rutas a tomar. Una semana más y por fin alcanzaron Yoru, cruzando la mayor parte del territorio de Kaze. Con excepción de un par de fallidos intentos de asalto por parte de ladrones comunes, todo había estado tranquilo.

El problema había surgido cuando llegaron a la frontera de Yoru. Entonces se desató el infierno, esta vez contra nukenin. En la directiva de misión no les habían especificado gran cosa; los altos mandos eran así, su misión estaba asentada como escolta clase A y asegurarse de que lo que fuera que portaba su escoltado, llegara a destino. Kakashi tampoco había explicado por qué tenían que parar en la capital antes de abandonar Kaze, eso era un desvío absurdo de la trayectoria lógica.

Tras la batalla y el final de la misión, lo único que Genma quería era terminar de sacar de su sistema los últimos y muy molestos efectos secundarios de las píldoras de soldado que habían tenido que tragar para mantenerse despiertos tantos días seguidos. El calor de Kaze lo traía en jaque, la arena, que se colaba hasta donde no debía y luego Kakashi… no quería ni pensarlo, el mundo parecía haberlo parido para molestar al prójimo.

–Maa, Genma, podría aprovechar esa nube negra que traes encima para acumular electricidad.
–Tch… cállate –gruñó.
–Pero si me ganaste.
–Ajá… ¡no es gracioso, Tenzô!
–Perdón, Gen, es que traes una cara…
–La que he traído toda la vida –respondió, aún enfurruñado.
–Ouch –dijo Kakashi, sonriéndole con la mirada.

Genma decidió dejar pasar la expresión, prefería continuar el camino que hacerle el juego, avanzó a largas zancadas. Kakashi lo emparejó, con ese andar desgarbado que causaba un efecto confuso en quienes lo conocían. Tenzô lo flanqueó por el otro lado sin pronunciar palabra, notaba el mal humor de su compañero y tal parecía que Kakashi también. Por otro lado, Genma no era alguien que permaneciera de malas mucho tiempo, el remedio invariable era dejarlo en paz.

Eran días festivos en la aldea del Viento, nombrada así por ser la capital del país del mismo nombre; los puestos adornaban las aceras uno tras otro, creando un paisaje multicolor salpicado de aromas, de destellos de vida que les asaltaban los cinco sentidos. Genma se detuvo un momento para ajustar la bandana sobre el shemagh, aflojándola un poco, seguía con un dolor de cabeza que parecía que le iba a durar por la eternidad. Kakashi se paró frente a él y se la quitó en un solo movimiento. Genma lo miró con irritación.

–Es mejor así –afirmó, guardándola en el bolsillo trasero del pantalón– te dolerá menos.
–Tch.
–Iré por un helado –dijo Tenzô, dirigiéndose hacia el puesto callejero.
–Es la primera vez que lo veo tan animado en mucho tiempo –comentó Genma, rompiendo el silencio que mantenía su compañero, sonriendo muy a su pesar por la alegría infantil de Tenzô.
–Uh… es difícil decir cuando está animado –contestó Kakashi rascándose la nuca.
–Igual que tú. ¿No te cansas de fingir?
–¿Quién finge? ¡Hey! –exclamó, echando a correr hacia el rumbo que tomara Tenzô.

Era una escena bastante pintoresca. El puesto yacía despedazado ante un aturdido Tenzô que hacía malabares con 3 conos de helado, dos hombres en el centro del corrillo y una media docena de parroquianos que soltaban groseras palabras de aliento para uno u otro de los contendientes.

–¡Suelta los malditos helados! –recriminó Genma, derrapando junto a él, poniéndose en actitud de combate al instante. Kakashi ya estaba del otro lado, parado en seco, sin hacer un solo movimiento.
–Quieto, Genma –Kakashi señaló con un ligero movimiento de cabeza al centro del desastre.

Genma enderezó la postura de inmediato, el salvoconducto expedido por el daimyō no les permitía más que la libertad de circular por el país, se recordó que ello no incluía el uso de sus habilidades en peleas callejeras.

Kakashi observó la escena en silencio por un rato, viendo que no paraba, movió la cabeza y se dirigió hacia el par que estaba enfrascado en una sucia pelea callejera. Estiró la mano y de un solo movimiento detuvo el puño de Shiki, separando con la otra a su oponente; tomó a su paisano de la muñeca y lo arrastró consigo ante las exclamaciones de protesta de los presentes.

Shiki acomodó los pliegues del thawb, sacudiéndose la arena y ajustó el shemagh justo por debajo de la barbilla; al contrario de Kakashi, no sentía la necesidad de cubrirse el rostro. El intenso sol del país le había puesto roja la piel, delatándolo como extranjero.

–¿Quién va a pagarme? –exigió el dueño del puesto.
–Tch… esto cubrirá los gastos –respondió Shiki, tendiéndole una pieza de oro que el comerciante tomó de inmediato.
–Mantener un perfil bajo definitivamente no es algo que sepas hacer –murmuró Genma.
–¿Qué sucedió? –preguntó Tenzô, entregándole un cono a cada uno, excepto a Shiki.
–¿Y el mío?
–Eh…
–El gatito no pensó en todos –dijo Shiki, desdeñoso.

Tenzô enrojeció, deseando por una vez tener la habilidad de Kakashi para taparse la cara con cualquier objeto que sirviera para tales fines; lo había intentado, pero desistió cuando descubrió que no era tan sencillo atar la prenda como debía, la maldita cosa no dejaba de deslizársele en los ojos obstruyéndole la visión. Tras un rato decidió dejarla como Kakashi se la había puesto.

–No lo molestes Shiki, repito… ¿qué mal viento te trajo a Kaze? –preguntó Genma.
–Misión para el Kazekage, al parecer requiere mis habilidades. Es un dolor de trasero todo este asunto, los hijos mayores siempre metiendo la nariz en mi equipo y el más chico parece matar con la mirada, me pega cada susto que… ¿y por qué estoy contándoles esto?
–Ni idea, sólo pregunté, pero tú no necesitas más cuerda –dijo Genma, encogiendo los hombros.
–Estás en misión de excavación, supongo –dijo Kakashi, avanzando con el grupo hacia el centro de la aldea.
–Exacto. Y ya no hay helados –Shiki miró alrededor en busca de otro puesto de helados.
–¿Y decidiste matar el puesto sólo porque querías un helado…? –inquirió Genma.
–No decidí matarlo, sólo se atravesó. ¿A dónde vamos?
–Nosotros hacia Suna, tú… no tengo la menor idea.
–Oi Genma… ¿qué tienes contra mí? Más bien, ¿qué tienes contra el mundo?
–¿Quieres mi helado, Shiki? –preguntó Tenzô, viendo el color aflorar en el rostro de Genma.
–Nah, está babeado. Vine por… provisiones, la capital está mejor abastecida que Suna –encogió los hombros–un mercader listillo me quiso robar y se armó la pelea. El puesto de helados fue sólo daño colateral.

Caminaron en silencio, observando el movimiento de la aldea. Al encontrarse alejada del núcleo ninja del país, la mayor parte de los habitantes eran civiles, los únicos shinobi eran aquellos que guardaban al daimyō local, que tenía su residencia permanente en la capital y los visitantes. Las peleas ninja estaban prohibidas por decreto y cualquier shinobi que utilizara sus habilidades era arrestado de inmediato y enviado a los calabozos de Suna. El viejo temor de los señores feudales era más que evidente, ninguno quería arriesgarse a perder el control sobre un sector de la población potencialmente capaz de dar un golpe de estado.

–Dijiste que los hijos del Yondaime Kazekage te importunan ¿Estás en Suna, Shiki? –preguntó Tenzô.
–No del todo. Los impertinentes mocosos se dejan caer de cuando en cuando para observar mi trabajo... aunque últimamente el más chico no se aparece, escuché decir que… –se interrumpió– eso es otra historia, Suna se encuentra relativamente cerca de unas ruinas. Se dice que sus ancestros poseían tecnologías muy avanzadas basadas en la aplicación práctica del chakra. ¿No es algo riesgoso que entres a Suna, Kakashi? No hace mucho tuviste una escaramuza en la invasión.
–Salvoconductos –contestó, estaba habituado a los extraños giros de conversación de Shiki.
–Supongo que el trapo es suficiente. ¿Cómo le haces para no enredarte con estas faldas? –preguntó Shiki, alzando poco delicadamente los pliegues para descubrir sus pies, lo que ocasionó las risitas disimuladas de los aldeanos.
Thawb –corrigió Kakashi– una túnica excelente para el desierto, mantiene la humedad corporal e impide que tu ropa termine empanizada de arena. Aunque creo que es demasiado tarde para ti.
–Tch… por esta vez estoy de acuerdo contigo, Shiki, sólo en este lugar del planeta los hombres visten enaguas –dijo Genma– estas malditas cosas no permiten que uno camine rápido y este… chal… –refunfuñó, enderezando la prenda que se había deslizado hacia un lado de su cabeza.

Tenzô miró su propio atuendo haciendo un gesto de sorpresa. Kakashi le había ayudado a vestirse los ropajes civiles y también le había acomodado el shemagh, ajustándolo alrededor de cabeza y cuello como si fuera algo rutinario, Genma se había negado rotundamente. Sólo al ver el desaliñado aspecto de sus dos camaradas se dio cuenta de que en efecto, ellos dos parecían lugareños.

–Podrías haber optado por una casaca, la abertura central permite que des pasos largos –dijo Kakashi sin inmutarse.
–¿Por qué no lo dijiste antes? –protestó Genma.
–Maa, quería verte con faldas –Genma le tiró un puñetazo que él esquivó sin problemas.
–Aunque el riesgo de tormentas es mayor, lo mejor es viajar de noche… –dijo Shiki con voz ausente– pero necesito regresar.
–¿Algún progreso? –preguntó Tenzô.
–Muchos, pero la mayoría de lo obtenido es confiscado de inmediato. Mi nivel de tolerancia a la frustración está cayendo en picada.

Abandonando la aldea el paisaje cambió radicalmente, haciéndoles recordar que la capital se encontraba construida alrededor de un oasis, al igual que el resto de los asentamientos del país del viento que se encontraban por esas latitudes. Las piedras salpicaban la superficie en claroscuros rodeando la capital y más allá, las dunas se extendían hasta el horizonte; el calor que acumulaba la arena lanzaba fantasmales emanaciones que distorsionaban la vista, creando ciudades habitadas por espectros y paraísos inexistentes en la lejanía.

Ir a Kaze era algo que la mayoría evitaba. Se veían forzados a avanzar a velocidad moderada para evitar la deshidratación. Luchar sobre la arena era una muy mala idea si los adversarios eran del país, los músculos se agotaban y las piernas se convertían en dolorosos recipientes de alfileres. No por nada los shinobi de Kaze eran de lo mejor que producía el mundo ninja. Después de horas de avance silencioso ante un infinito paisaje arenoso salpicado con uno que otro cacto, Shiki les indicó a señas que se detuvieran.

–Maldita sea, viene una tormenta… creo recordar que hay una cueva hacia mi derecha ¿o era a la izquierda?
–¿Tormenta? ¿cuándo? –preguntó Genma, mirando hacia todos lados– lo único que veo es arena y más arena.
–No he estado en este caldero del infierno sin aprender un par de cosas. Derecha, definitivo.

Lo siguieron un tanto dudosos de su sentido de la orientación; habían escuchado que las tormentas de arena del desierto profundo eran capaces de desollar vivo a cualquier desprevenido que se aventurara a enfrentarlas. Aunque la bendita cueva implicaba una desviación de varios kilómetros era preferible a la alternativa. Shiki arrojó la mochila y un par de signos después había erigido una barrera de rocas en la entrada.

–Es esto o te entierras, como los avestruces, pero completo –dijo. Kakashi ya había encendido un pequeño fuego con las pequeñas tablas que Tenzô había conseguido hacer brotar de la estéril tierra.
–¿Cuánto tiempo dura?
–Si tenemos suerte tal vez se deshaga por la noche. Comprenderán que sólo la podremos encender un rato –señaló la hoguera–, a menos que quieran agotar el oxígeno de este agujero, aprovechen para comer y descansar.

Se sentaron alrededor del fuego, sacando las raciones alimenticias de las mochilas.

–Es extraño no ver a Gai con ustedes.
–Tres jounin ya era demasiado para una escolta. Gai quedó a cargo de la seguridad de Sandaime-sama –respondió Tenzô.

Shiki se quedó pensativo con el comentario. Algo gordo estaba sucediendo en Konoha si Gai estaba asignado a la seguridad personal del Hokage.

–Pero a fin de cuentas hizo falta –dijo Genma, sin pasar por alto el silencio de Shiki– las cosas se pusieron feas.
–Esa parece ser la marca de los últimos tiempos. No los había visto desde el incidente del dignatario.
–Sí, tu artefacto funcionó justo como debía, Hokage-sama estaba complacido –dijo Tenzô.
–La mayor parte del trabajo la hizo ese –señaló a Kakashi– sólo monté fuegos artificiales como fondo.
–Asumo que llegó sano y salvo a las bóvedas de Inteligencia –afirmó Kakashi, tirándose en el suelo de la cueva.
–Mi hermana debe haberte contagiado su locura, o sus cabellos te petrificaron el cerebro.
–¿Ahora es la Medusa? Tienes serios traumas, amigo –dijo Genma, riendo.
–Sobreviví a su comida, tengo justas razones. Hora de apagar la fogata, esta cueva es bastante grande, pero no tiene ventilación más que del otro extremo y a estas alturas debe estar taponado de arena. Les aconsejo que duerman todo lo que puedan.

Asintieron, también les había tocado vivir situaciones similares. No necesitaban mucha insistencia, estaban francamente agotados. Pronto el sonido de respiraciones regulares llenó la cueva.

–¿Qué es lo que no estás diciendo, Shiki? –preguntó Kakashi en un murmullo.
–¡Maldición, casi me matas de un susto! –siseó.
–Estás despierto, eso significa que hay algo que te está preocupando. Y estás hablando bajito.
–Esos dos necesitan el descanso, ¿viste la cara de Genma? Y hoy en la mañana…
–Shiki...
–Estoy haciendo una excavación dentro de lo posible en este terreno infernal –suspiró–, lo que consigo dragar en un día el viento lo entierra al siguiente, eso es todo.
–Una explicación demasiado simple viniendo de alguien como tú.
–Escucha… ando tras la pista de algo. Necesito terminar esta asignación…
–¿Y no has informado a Hokage-sama por…?
Sabía que tu presencia aquí tenía un motivo, ese viejo verde tiene orejas hasta donde no. Aparte esperaste a que estuvieran bien dormiditos…
–Sabe de tu afición por esos juguetes.
–No son juguetes y no planeo quedármelo. De cualquier modo no puedo salir de aquí y abandonar la misión, este proyecto presupone millones de ryu que ingresarán a las arcas de Konoha y a los bolsillos del daimyō.
–Transmitiré tus palabras a Sandaime.
–Tenía la intención de enviarle el reporte pero… –sacó de entre los pliegues del thawb un pergamino que parecía haber sido envuelto y desenvuelto demasiadas veces. Kakashi se guardó su opinión, pero sospechaba que Shiki realmente estaba considerando no enviarlo.
–Lo llevaré.
–Tch... incluso el clima se pone de tu parte –se lamentó Shiki, aun en la cueva el sonido de la arena golpeando el exterior conseguía ahogar sus palabras.

Unos días después, en Konoha:

–Como era de esperarse, Kakashi –Sarutobi tomó el pergamino y lo puso a un lado–. Espero que no te haya costado mucho trabajo convencerlo.
–En lo absoluto.
–Puedes retirarte. Gracias por tu buen trabajo.

Kakashi no pudo evitar pensar en la premura del viejo en deshacerse de él. Ante todo había considerado como prioridad el pergamino del informe de Shiki, sin siquiera dar pie para que iniciara el reporte de la misión de escolta. Hizo una reverencia y salió, saludando a Gai de paso.

–¿Bar de Kaia? –preguntó Gai con rapidez, asintió.
–Una cosa, Sandaime-sama, Shiki desea abandonar Kaze cuanto antes –comentó, deteniéndose ante la puerta y saliendo sin volver la vista.
–Mocoso impertinente –bufó Sarutobi.
-¿Perdón? –carraspeó Gai, pensando que se refería a él.
–Nada, tienes el resto de la tarde libre, Gai. Ve con tu amigo.
–Sandaime-sama, cumpliré con mi deber hasta el final de mi turno–afirmó Gai enfático, ruborizado.
–No es necesario. Retírate.

Gai no se atrevió a contradecirlo una segunda vez, salió, cerrando la puerta tras de sí. Suspiró aliviado, estar parado todo el día sin hacer nada más que escuchar conversaciones de dignatarios, embajadores, visitantes y reportes operativos era demasiado para él. Escuchó la risita ahogada de su Hokage y enrojeció aún más. Aceleró, cortando camino por los tejados para dirigirse a la casa de Kakashi.

Era una morada austera con paredes desnudas. La puerta de la recámara revelaba un escritorio con una lámpara, silla, un librero con bastantes libros sin título en el lomo, cortinajes azules y la cama individual cubierta con el cubrecama azul con estrellas que le gustaba. Todo en estado de ordenado abandono. Sonrió, Kakashi no deseaba que nadie supiera algo de él, se dijo. Escuchó el sonido del agua corriendo en la ducha. Se dirigió a la cocineta a poner un poco de té, en realidad la generosa dádiva del "resto de la tarde" había sido una exageración, ya la tarde había caído, pensó. Se despojó de los accesorios ANBU y se tiró en el sofá, se quedó dormido sin darse cuenta, lo despertó el silbido de la tetera.

–Maa… creía que nos veríamos en donde Kaia –comentó Kakashi, frotándose el mojado cabello con una toalla.
–Sandaime-sama me despidió con pocos honores –respondió Gai, adormilado, se levantó e hizo una línea recta hacia la tetera–. Es extraño que no estén los otros aquí –comentó.
–Después de tantos días juntos…
–Entiendo, probablemente Genma esté con una bella dama y Tenzô haciendo las compras. ¿Té?
–Por favor. ¿Alguna novedad?
–Problemas con el jinchuuriki. Como ANBU nos es difícil intervenir en líos de chiquillos –encogió los hombros– va en la misma clase que el crío de Shika. Les enseña Umino. ¿Qué tal la misión?
–Como era de esperarse se complicó. Konoha no tiene precisamente un club de admiradores.
–Nada que la juventud no pueda arreglar, mi estimado rival.

Nada como Gai para hacerlo sentir en casa, pensó. Su amigo podía ser extravagante pero sabía que podía contar con él. No importaba hacia qué rumbo se dirigiera Konoha o el mundo, no había diferencia, el destino lo había rodeado de buenos amigos, aunque él era el más cercano, a pesar de que ninguno de los dos lo expresara nunca. Con Gai se permitía tontear y sentirse chiquillo nuevamente, aceptando apuestas absurdas sólo por diversión.

–Genma pronto se retirará del escuadrón –comentó Kakashi. Gai había sacado una de sus botellas de sake y habían pasado del té al alcohol sin pensarlo mucho.
–Así lo manda el grupo de renombrados doctores de la mente que poseemos –respondió Gai.
–Loqueros.
–Especialistas.
–Si tú lo dices…
–Eso es lo que lo tiene malhumorado.
–¿Está malhumorado?

Gai miró a Kakashi como si fuera extraterrestre. Por supuesto que estaba malhumorado, sólo un ciego podía no verlo. Apuró su taza de sake y sirvió otra ronda.

–No me tomes el pelo, Kakashi.
–¿Sería capaz?
–¿Por qué comienzas una conversación si no quieres terminarla? –preguntó.
–¿Qué comencé?
–Qué remedio… –suspiró Gai– ejerzamos el puño borracho –se dirigió a sacar el resto de botellas que había en existencia en la casa de Kakashi.

Kakashi le dedicó una sonrisa de ojo y se dispuso a beber hasta la inconsciencia.


Glosario:

Thawb: es una especie de toga/túnica que llega hasta los tobillos. Es usada en el desierto.

Shemagh: es una especie de pañuelo que se utiliza para proteger la nariz, boca y ojos ya sea del sol o del frío, también se usa en el desierto.