"La violencia es el fruto de la necesidad, no puedo negarlo. He vivido muy hambriento."


Moneda roja

.

Fascinación.

El diminuto moño rojo brilló en su enorme mano azul, reflejando los rayos del sol con destellos incandescentes, más nítidos que el plateado de su armadura, más vivos que el poco respeto hacia la vida que él sentía después de años de violencia y una vida de sangre. Un rojo dulce, suave, de espiritualidad provocativa como contraste irónico del acre malévolo de los orbes de su rostro; una insignificancia para alguien de su estirpe, una burla para cualquier Cybertroniano de cualquier estirpe que como él, después de una desagradable estancia en la Tierra, conociera el significado del ridículo objeto de origen humano que oscilaba entre sus dedos al compás del viento.

Moño de regalo, había dicho Skywarp después de gastarle una broma pesada, sin saber que su ridiculez sería bastante productiva en el futuro. Uno de esos moños que los humanos utilizaban para hacer obsequios en uno de sus muchos rituales absurdos, pero extrañamente interesantes. Envolvían objetos con un tejido de celulosa que vulgarmente llamaban papel, después agregaban el moño. Un moño rojo, que irónicamente acentuaba los colores molidos del Transformer que yacía en el piso, perdiendo la vida.

Starscream sonrió, resistiendo tranquilamente las ganas de reír. Después se acuclilló con la gracia única de su raza, y dejó el pequeño moño sobre la frente del agonizante guerrero Autobot, pegándolo con la ayuda del energon que fluía de entre las grietas de su casco. Maravilloso. Era un regalo que sólo alguien como él podría encontrar encantador, pero no le interesaba. La sorpresa era el principal atractivo de hacer un regalo, había leído Starscream en la red de comunicación global humana. Los hombres se sentían atraídos y fascinados con la idea de hacer y recibir regalos, adornándolos con papel y estúpidos moños de estúpidos colores.

Pero no eran los únicos experimentando el placer de brindar felicidad ajena al manipular las emociones de sus congéneres. Starscream era un mecanismo que también podía sentir el placer de muchas cosas, sobre todo de sus acciones, su mente, sus ideas… fueran buenas o fueran malas.

Fascinante. El Autobot definitivamente sería un regalo fascinante.

-Te dije que no durarías mucho. – El Seeker se mofó con voz tranquila, poniéndose de pie.- Nadie dura mucho burlándose de mí. – Volvió a sonreírle, mirándole desde lo alto.

A su lado, Thundercracker se fusionó con las rocas que habían atestiguado el desastre, observándolo todo en silencio. No se sentía apto para intervenir para bien, mucho menos para mal. Ya no.

-Jet-judo… - Starscream hizo un sonido de burla con el vocalizador, negando con la cabeza.- ¡Ya era hora de darte algo a cambio! - Se echó a reír, displicente al último destello de luz azul que brilló en los ópticos del Autobot caído.

¡Zuum!

Las alas del F-15 plateado bailaron alrededor de su fuselaje, girando grácilmente sobre su propio eje cada tantos kilómetros de camino recorrido. Era un día tranquilo de patrullaje, lleno de nada excepto polvo, aire y un cielo intensamente azul, salpicado con ligeros manchones de nubes y los contornos de las lejanas montañas.

Lo interesante había muerto en la base del Némesis. Las esperanzas de ser líder supremo volvían a aplazarse y el castigo por la sublevación había venido más tarde, en la forma de una ridícula orden de patrullaje en las actualizadas listas de deberes. Era indignante, casi ilógico, que el nombre del Segundo Comandante al mando apareciera entre las designaciones de los lacayos, pero ahí estaba, y ni todo el odio que había inundado su chispa vital, mucho menos la negación de someterse a la humillación de cumplir el encargo de un cadete, le había convencido de no hacerlo. Megatron era un líder severo. Megatron era violento, y Starscream, a diferencia de lo que muchos decían, no era un Transformer masoquista.

No podía mantenerse firme en sus decisiones contra el Gladiador sin sentir que las cosas se salían de control, sin dejar de temerle a Megatron pese a los extraños, casi inexistentes momentos, en los que una parte de su procesador le corregía, insistiéndole que no era temor lo que experimentaba cuando el Líder Supremo hacía algo inteligente; también había respeto. Un respeto risible, casi transparente, pero tangible, que retornaba con las viejas memorias de tiempos antiguos en los que Starscream le había jurado lealtad por todas las grandes y maravillosas acciones que un único Gladiador, surgido de los purgatorios de una sociedad mórbida, había logrado con su astucia, su poder violento y su imponencia ante un público deseoso de libertad.

Libertad para todos. No más irrespeto. No más ricos. No más imposiciones autoprogramadas.

Quizás eran esos recuerdos los que aún mantenían atadas las manos del Seeker, dejándole intentar destruir a su Líder, permitiéndole comenzar lo que jamás llegaba a convertirse en una acción desmedida porque mágicamente su boca advertía la luz de sus planes y todo sucedía demasiado rápido en su propia contra. Megatron se movía. Megatron desaparecía. Megatron lo derrotaba. Una onomatopeya cómica y dolorosa. Intentos que morían siendo intentos. Eso hacía Starscream para mantenerse firmemente detrás del telón, ayudando, sin querer reconocerlo, a desarrollar un estilo de vida que continuaba progresando, espolvoreando fervientes palabras que hacían recordar cómo debía manejarse una guerra, cómo debían morir los Autobots, cómo Cybertron debía de volver a la normalidad.

El Seeker incrementó la ignición de sus propulsores tras verificar que el paisaje montañoso sobre el que volaba no presumía de actividad sospechosa. Era aburrido, en realidad. El aire le había dado la bienvenida después de abandonar la torre de eyección del Némesis, sin interesarse mucho por verificar qué otro Decepticon con dotes aéreas había sido asignado a hacerle compañía por los alrededores, aunque sabía que ellos sí notarían su nombre. Ellos sí se mofarían más tarde.

Un gruñido de rabia acompañó a la ligera explosión que añadió más potencia al fuego de sus propulsores, y tras esquivar las mullidas laderas de dos enormes montañas, se introdujo en un laberíntico paisaje de caminos rocosos, arcos de piedra y árboles brotados de las paredes. Su comunicador comenzó a sonar con la característica firma de Soundwave, que inquiriría el por qué del brusco cambio de dirección (saliendo de su zona asignada), pero Starscream se negó a contestar la transmisión y desvió la recepción de la señal, continuando su vuelo en línea recta, de pronto doblando a la derecha para esquivar, rozando con la punta de su ala izquierda, las deliciosas curvas de una roca que se interpuso en su camino. De pronto dribló a la derecha y pasó por debajo de un gigantesco árbol, meciéndose de un lado a otro para esquivar los finos y delgados hilos de roca que conectaban las paredes del cañón, yendo cada vez más rápido. Siendo cada vez más libre.

Era único en su especie.

El único de todos los Seekers sobresalientes que podía tomar su propia vida entre sus manos y jugar con ella sin miedo a perderla.

Starscream se rió con una carcajada pura manando desde el brillo espléndido de su chispa vital. Sus alas se abrieron en su máxima envergadura, estiradas como lo hubieran estado sus brazos si se hubiera encontrado en su forma bípeda, con la cabeza hacia atrás, los ópticos apagados. Sus alerones se torcieron suavemente hacia arriba y él maniobró una perfecta vuelta hacia atrás de trescientos sesenta grados, pausando la aceleración hasta quedar flotando contra la gravedad durante dos eternos segundos. Al caer, la punta de su nariz logró enderezarse al frente, inyectó fuerza nuevamente en sus centros de poder y pasó por debajo de una pila de rocas derrumbadas que habían quedado atoradas en medio del túnel, dejando un hueco lo bastante amplio entre ellas y el próximo escombro.

Esto era su vida.

Una pacífica alarma se encendió en una esquina de su tablero, por lo que dobló a la izquierda cuando el camino se diseccionó en dos y sus radares le avisaron que la entrada de la derecha estaba taponada por una enredadera de ramas secas. Después aceleró la propulsión de sus sistemas y pasó hábilmente bajo el arco de roca que estaba a escasos centímetros de las formaciones naturales de la tierra. Vida. Subía para evitar un sorpresivo árbol, de cuyas ramas explotaban parvadas de asustadas aves que en más de una ocasión amenazaron con ser absorbidas por sus turbinas. Pero el Príncipe de los Cielos no tenía problemas en esquivarlas a todas tan rápido como después evitaba el arrancarse las alas al pasar de manera vertical por el centro de una ranura apenas visible.

Los minutos de maravilla acabaron después de veinte extensos kilómetros de formaciones rocosas. Casi con lástima, Starscream enfocó sus retrovisores en las salientes de los cañones que velozmente se quedaron atrás, jugando con la idea de retornar para volver a adentrarse en el peligroso laberinto donde sólo existían él y sus habilidades compitiendo contra las obras abstractas de la naturaleza. Odiaba mucho del planeta Tierra, pero no sus cielos, no sus trampas benignas, no su propia habilidad de hacerse uno con el tiempo y la pesada gravedad cuando era expulsado de la claustrofobia del Némesis, demostrando por qué su arte era vivir en el aire.

Rápidamente, los suelos áridos fueron reemplazados por una capa fina de herbaje seco, piedras desbalagadas y montañas comunes emergiendo y hundiéndose amorfamente del piso. El Seeker se había desviado al menos tres millas de su zona de patrullaje, lo que estaba costándole más llamadas sin atender y un espontáneo enfado comenzando a apoderarse de su reciente buen humor. No quería escuchar la voz de Soundwave emergiendo de su intercomunicador, no quería romper el minúsculo encanto de ligereza y libertad que estar volando por esa zona tan vasta y solitaria le causaba. Quería ser un Seeker solamente. Sólo un Seeker.

Voló tranquilamente por debajo de un risco, en cuya base se deslizaba una sutil familia de roedores. Y todo pasó demasiado rápido como para darle un orden coherente.

Un grito de guerra violó la parsimonia de sus audios. Después fue atacado por un violento golpe que cuarteó al instante su cabina de piloto, no dándole tiempo para esquivar con presteza la superficie de un brazo de tierra que emergía desde los confines del acantilado. Starscream alcanzó a inclinar su cuerpo -aún con el exorbitante peso extra sobre su fuselaje- para evitar la colisión, pero su ala derecha no logró elevarse lo suficiente, ganándose un feo raspón que retorció la pintura de la base y borró su símbolo Decepticon.

¡Maldita sea!

El Comandante aéreo gritó. Su voz pasó por tres distintas facetas antes de estacionarse definitivamente en la furia. ¿Qué diablos necesitaba para que lo dejaran tranquilo por un minuto?

Nada le enervó más, sin embargo, que la tediosa risa que explotó del vocalizador de su repentino pasajero.

Era Sideswipe, el insufrible gemelo Autobot que junto a su hermano había diseñado ese estúpido juego de "jet-judo". Starscream reconoció la voz al instante y la agilidad de esas manos y esas piernas para sostenerse aún cuando él incrementaba cada vez más la velocidad de su vuelo, alcanzando los confines del Mach 2. Su cuerpo pedía ser liberado, sus sistemas gritaban la intrusión del peso sobre su fuselaje y estaban confundidos, abotagando los sensores que debían de estar libres para calibrar las sensaciones del viento, no de los pies intrusos que los pisaban, mucho menos de esas manos mancillando la privacidad de las aleaciones de su estructura física. Desespero. ¿De dónde había salido? Los radares del Seeker no lo habían detectado. Ningún movimiento, ninguna señal. Sideswipe había aparecido como teletransportado en su espacio aéreo.

Starscream gruñó una contundente maldición y comenzó a dar una serie de vueltas de barril que hicieron al Autobot gritar de júbilo y pánico, aferrándose maliciosamente a los bordes de ambas alas.

-¡Suéltame, Autobot! – rugió el Seeker furiosamente, yendo más rápido, mucho más rápido. Sus propulsores hirvieron por la cantidad de energía consumida.

Pero Sideswipe se rió histéricamente ante el arrebato, aferrándose más a él, evitando, como regla primordial, mirar al suelo. Su hermano se había rezagado cientos de millas atrás, parado ilusamente sobre la base del risco que el gemelo rojo había utilizado como trampolín para aterrizar sobre el Seeker. Y a este paso, reconoció el Autobot, estaría completamente solo cuando se diera la labor de derribar a la frenética ave, lo que no podía importarle mucho, puesto que siempre era él quien terminaba dándole una paliza al Seeker que tuviera la desgracia de cruzarse en su camino. Alguna vez había discutido con su gemelo la posibilidad de cambiar el designio de su rango de "guerrero de campo" por uno más rebuscado como "artillería móvil de asalto antiaéreo", pero Sunstreaker no se había entusiasmado con la idea.

¿No demostraba este imperioso arrebato de valentía que Sideswipe estaba en lo correcto?

-¡Cinco kliks más y rompo mi récord! – anunció su peligrosa alegría, raspando con sus pies la pintura plateada de su improvisada "montura".

Starscream volvió a girar repetidamente, ascendiendo y descendiendo, gritando encolerizado. Las manos del Autobot se aferraban estratégicamente de las junturas de su fuselaje. No podía transformarse.

-Voy a asesinarte lentamente, estúpido Autobot… - gruñó, decidiendo implementar la misma maniobra que había usado en el túnel de las rocas.

Sus alerones se abrieron, sus alas se plegaron y pronto su nariz se elevó completamente en un ángulo vertical antes de dejarse caer hacia atrás, sintiendo por un momento cómo las manos del gemelo malvado resbalaron de entre su cuerpo y se aferraron una vez más a los bordes de sus alas, lo que ocasionó otro furibundo grito de rabia fluyendo de los sistemas internos del Seeker. Cuando su fuselaje quedó nuevamente recto en el aire, Sideswipe pendía de su costado izquierdo, con una mano intrusa invadiendo en la cabina de piloto reventada y uno de los alerones apostados en la base de su cola.

Entonces frenó secamente la inercia de su vuelo, se transformó y se sacudió al molesto Autobot de encima, que tuvo la suficiente inteligencia de no colgarse de sus pies. Risas y burlas. Sideswipe se lanzó a una caída libre de seis mil pies de altura, con los brazos y las piernas abiertas, sintiendo la violencia del viento raspar el metal flexible de su cara. Pero no sentía pánico. No demostraba temor excepto una irreverente subestimación hacia su enfadado enemigo. Ante la mirada furiosa del Seeker, que le apuntaba con ambos rifles desde su misma posición, el Autobot encendió el extraño aditamento de su espalda y una poderosa llamarada lo hizo flotar en medio del aire, a miles de metros de la tierra, reemprendiendo camino hacia el indignado Decepticon.

-Oh no… No más juegos contigo, maldita escoria. Esto es una guerra, y esta batalla la gano yo – murmuró Starscream, presumiendo de su excelente puntería cuando su rifle derecho enfocó la figura de Sideswipe y disparó una potente carga de rayo nulificador antes de que el Autobot decidiera acercarse un poco más a él.

Al tiempo que el equipo de propulsión en la espalda del Autobot fue dañado, dejando de funcionar, Starscream se transformó nuevamente en su forma de F-15 y emprendió un rápido descenso a tierra, sin perder de vista el punto muerto que se movía en sus pantallas de radar, cayendo libremente hacia un vacío fatídico. Sideswipe intentó desesperadamente reencender su equipo de propulsión, pero éste terminó de explotar en su espalda, llevándose un espasmo de mecanismos dañados y un baño de hollín. Esto está mal. Los metros se redujeron ante él. La tierra era cada vez más grande. Las turbinas, volando a su alrededor, revolvían las moléculas del aire. El Decepticon se acercaba sin temerle al vacío. Rápido venían las piedras. Rápido venía la muerte.

Sideswipe aterrizó duramente en medio de una formación de enormes piedras sin sentir realmente el golpe. La luz se esfumó de su procesador pocos segundos antes de que el Seeker, que había seguido su camino atentamente, arribara a pocos metros de él, deteniéndose elegantemente en la cima de una roca ovalada.

Starscream sonreía placenteramente, mirando una nube polvo esparcirse sobre el cuerpo vapuleado. El Autobot estaba boca abajo, con la cabeza sobre una piedra y uno de sus brazos torcido en un ángulo anormal. El chasis rojo se deshacía en grietas. Cientos de ellas le decoraban los costados y expulsaban líquidos vitales, formando rápidamente un charco bajo su estómago, Tenía los ópticos apagados y del propulsor de su espalda flotaba una viborilla de humo que se disipaba al ser sorbida por la corriente de aire. Una corriente de aire deliciosa, notó Starscream al levantar un poco la cabeza y sentir el viento sobre sus alas… Sus alas dañadas.

Estúpido.

-Pagarás por esto, miserable – musitó al brincar al piso, en donde cayó silenciosamente. La base de su ala derecha había perdido completamente la pintura y la insignia. Su cabina estaba rota, estilando diamantes de vidrio amarillo.- Escogiste un mal momento para jugar conmigo…

-Ughh…

Sideswipe se movió débilmente, ocasionando en Starscream una cruel dosis de carcajadas. Cómo lo iba a disfrutar. Cómo lo estaba disfrutando ahora mismo. Sin embargo, no pudo terminar de acercarse al Autobot. Los audios de Starscream captaron el retumbe de una lejana vibración que le hizo levantar la cabeza y enfocar la atención de sus radares en el sonido. Era estridente. Asustaba a las aves y a los organismos terrestres. Se acercaba muy rápido y era singularmente conocido. El punto iba velozmente hacia él, acercándose con un patrón de pulsaciones codificadas para evitar ser agredido, convirtiendo el sopor de la vibración en un conocido reverberar de turbinas que permitió a Starscream relajarse y desactivar sus armas, desvaneciendo de su apuesto rostro su acostumbrada mueca de maldad.

Thundercracker le mandó una fugaz transmisión para hacerse reconocible, y sin esperar respuesta terminó de aproximarse, disminuyendo parcialmente la potencia de sus propulsores hasta quedar flotando encima de su objetivo, donde se transformó en su forma bípeda y aterrizó elegantemente a un costado de su Comandante aéreo, quien no esperó ninguna formalidad antes de expulsar su hastío en un bufido.

-¿Qué demonios haces aquí, Thundercracker? – Lo miró intensamente, sin perder de reojo los fútiles intentos del Autobot caído por volver a la actividad.

El Seeker azul miró plenamente en dirección de Sideswipe, analizándolo silenciosamente.

-Fui enviado por Soundwave para verificar el motivo de tu desviación en…

-¡No quise contestar porque no se me dio la gana! - Starscream le dio la espalda a su compañero aéreo y caminó hacia el Autobot, a quien le dio la vuelta con una sutil patada en el costado.- Yo hago lo que quiero.

Thundercracker no se sorprendió de la irascible conducta de su líder de escuadra, mucho menos del estado de su enemigo. Imaginaba las posibilidades que habían jugado en contra del Autobot como para haber terminado en ese estado; las que decían que Starscream había encontrado una forma de quitárselo de encima, arrojándolo desde varios miles de pies de altura, eran las más factibles. Sin embargo, y aunque el gemelo rojo también le había ocasionado muchos problemas a él en batallas pasadas, Thundercracker no sentía ningún tipo de regocijo al verlo en semejante estado, mucho menos compartió la satisfacción que su Comandante aéreo develó al momento de inclinarse a palmearle la mejilla, en ánimos de despertarlo.

-Quieren que reporte tu condición y tus motivos de desvío, Starscream.

El Seeker aludido se encogió de hombros con una naturaleza cínica, poniéndose de pie de manera precavida cuando los ópticos del Autobot iniciaron un titilante parpadeo y sus piernas comenzaron a moverse erráticamente. La mano funcional abrió y cerró los dedos antes de volver a quedarse quieta.

-Estaba volando – contestó Starscream con aspecto distraído, curveando los labios en una fugaz sonrisa.- Estaba volando y me encontré con esto… ¿Qué opinas, Thundercracker? ¿Qué deberíamos hacer con él?

Thundercracker guardó silencio. A pocos metros de distancia, Sideswipe dejó escapar un gemido de dolor, terminando de encender los ópticos. El rostro sonriente de Starscream fue lo primero en ser enfocado por los sensores de movimiento, alarmándolo al instante. El Seeker permanecía quieto ante él, con sus armas pendiendo amenazadoramente de sus brazos y aquel feo raspón opacando el lustre de su ala derecha. Lo que hubiera dado por poder reírse sin sentir dolor. En vez de ello, el gemelo malvado apretó los dientes, incapaz de atender tantas alarmas de emergencia y daño al mismo tiempo. Era inútil preguntarse lo que había pasado. Después de sentir aquel brillante disparo desintegrando las funciones de su propulsor portátil, Sideswipe supo que iba a morir. De una u otra forma, iba a morir.

Haber despertado ante la impiedad de dos Seekers Decepticons, como más tarde descubrió al notar la presencia silenciosa de Thundercracker, no le hacía generar esperanzas de que su supervivencia a la desastrosa caída sería definitiva. Sideswipe había vivido los últimos años terrestres burlándose de ellos. Junto a su hermano había generado estupendas maniobras para derrocarlos, fascinando ante la idea de verlos caer del aire, de lastimarlos. Herirlos lo hacía sentirse vivo, lleno de fuerza y de un poder único, presumiendo la entereza que ni siquiera los francotiradores más experimentados, como Bluestreak, habían logrado en una carrera entera de pelear, dedicados a la tarea de tumbar a las aves enemigas.

Thundercracker mantenía una distancia moderada, erguido en su imponente estatura, silencioso como el soplo del viento que enardecía la sensibilidad de las zonas resquebrajadas en la armadura del Autobot. Sideswipe conocía poco de ellos en realidad, guiado por las historias que se filtraban desde el Némesis, Starscream era el traidor escandaloso del que todo mundo podía burlarse. Thundercracker, por otro lado, era un enigma por el que el gemelo malvado no había sentido ningún interés en particular, excepto la necesidad de lastimarlo, de quitarle la grandeza y exhibirlo, junto a su escuadra aérea, como otro perdedor derrotado por la inercia del Jet-judo.

-Mátalo o déjalo vivir, no me interesa en realidad – contestó el Seeker azul, fijando su atención en una parvada de aves oscuras surcando el cielo en una perfecta formación en V.- Debo volver a mi trabajo – Dijo sin mucha convicción, preparándose para encender sus propulsores.- Informaré al centro de comando del Némesis que tuviste un percance que más tarde tú explicarás. Como has dicho en repetidas ocasiones, tus asuntos no son mi problema.

Sideswipe miró al Seeker azul dar media vuelta para alejarse. No obstante, antes de que Thundercracker comenzara a caminar, el Comandante Aéreo siguió ligeramente sus pasos, descuidando su guardia.

-Espera un astrosegundo, Thundercracker. - La sonrisa era evidente en el tono de Starscream. Cuando el otro Decepticon inclinó un poco la cabeza con la intención de observarle por sobre su hombro, notó su mueca de maldad.- Creo que deberí…

Pero las palabras fueron abruptamente cortadas del vocalizador de Starscream en el instante en el que Thundercracker levantó su rifle izquierdo y disparó en su dirección. Por un segundo, un lánguido y mortal segundo, la mirada de Starscream reflejó su sorpresa y quizás el temor de haber sido testigo de su muerte en manos del Transformer menos imaginado en el escenario de sus posibles asesinos. Pero el disparo de su compañero aéreo había ido más allá de su costado izquierdo. El movimiento ágil de Thundercracker, calculando la dirección del disparo, la acumulación de plasma en sus líneas de sustento y la capacidad de los hidráulicos de sus piernas al girar velozmente, había dado como resultado un arma botando estrepitosamente de entre los dedos de Sideswipe, yendo a estrellarse al otro lado de la hilera de rocas que rodeaba a los tres Cybertronianos.

Un silencio absoluto sucedió al eco del disparo. Starscream miraba la mano humeante del Autobot con mirada torva. Sus dedos empuñados rechinaban, sintiendo la presión de los servos amenazando con destrozar los transistores. Nuevamente era humillado. Nuevamente estaban ahí para presenciar no sus logros, sino uno más de sus errores. Sabía que Thundercracker no diría nada deliberado, pero lo pensaría. El Seeker azul tenía una manera más personalizada de burlarse, de mirarlo con sus muecas sardónicas, enarcar los ópticos, sonreír con desprecio como lo estaría haciendo ahora.

Starscream miró por sobre su hombro. La mueca de su compañero aéreo, sin embargo, continuaba tan neutral como lo había estado segundos antes de disparar.

-Quédate – ordenó, recalcando nítidamente cada sílaba pronunciada.

El Seeker azul negó con la cabeza.

-Tengo órdenes de…

-¡Yo soy tu superior inmediato, Thundercracker! Y te ordeno que te quedes. - Starscream se acercó peligrosamente al Autobot y le propinó una ruda patada en la cabeza, escuchando las piezas de los hombros tronar.

Su satisfacción volvió al instante en el que Sideswipe aterrizó sobre su costado, gimiendo sin poder evitarlo. El gozo continuó ascendiendo cuando el gemelo malvado echó la cabeza a un lado y escupió un cúmulo de energon que pronto se convirtió en un constante hilillo resbalándole de la barbilla.

-Me salvaste la vida – dijo la lasciva voz del Comandante Aéreo.- Creo que lo más apropiado es devolverte el favor con un poco de entretenimiento.

Siguió a sus palabras otra brutal patada que destrozó gran parte del protector de cadera del Autobot, cuyos intentos por ponerse de pie eran cada vez más erráticos, imposibles de proceder debido a sus heridas internas, al dolor, y la inmensa desventaja entre él y los dos orgullosos Decepticons.

-Malditos… cobardes…

-¡Cállate!

Thundercracker tenía la oportunidad de marcharse. Starscream no lo seguiría. Nadie le preguntaría detalles y él no abriría la boca hasta el momento en el que su paciencia fuera enervada por las venenosas acusaciones de su líder de escuadra. Tenía un enorme cielo esperándolo. Estaba la libertad de las transparentes nubes y el viento soplando suavemente. Pero de alguna manera, sus ópticos se invitaron a sí mismos a continuar mirando. Tal vez quería seguir mirando. Starscream pateaba inmisericordemente al Autobot, llevándolo de un lado a otro sobre la tierra, arrastrándolo con saña, burlándose con insultos obscenos y una sed de violencia que iba más allá de la necesidad de venganza. Era un ritual emblemático que revelaba todas y cada una de las habilidades que un verdadero Decepticon había aprendido a lo largo de la guerra tras destruirse a sí mismo como ser pensante, para convertirse en un bárbaro guiado por el impulso de la sangre.

Cada nuevo golpe resonaba en los audios de Thundercracker. Sideswipe no podía defenderse. Se arrastraba, maldecía, gruñía insultos como una blanda defensa brotada directamente desde su orgullo. El Seeker azul se quedó inmóvil sobre el pasto seco, sintiendo la fuerza del aire traer consigo el olor escandaloso del energon y los fluidos vitales que supuraban de las heridas del Autobot.

A diferencia de casi todos los Decepticons, Thundercracker no veía claramente el propósito de otorgar dolor donde ya había triunfado la fuerza. Starscream había ganado desde el instante en el que Sideswipe había caído a tierra. Lo que había seguido a partir de ese momento se convertía en un gozo personal, un desahogo que el Comandante Aéreo estaba dándose a sí mismo a falta de no poder desquitarse con aquellos que le hacían perder el control de sus impulsos.

Un disparo quebrantó la monotonía del viento, retrayendo a Thundercracker a la realidad. Del vocalizador de Sideswipe explotó un terrible grito de dolor al tiempo que cubrió el prominente agujero de su pierna con su única mano funcional. El energon brotó más aprisa, encharcando la tierra, formando un lodazal magenta que asqueó secretamente al Seeker espectador. Thundercracker no podía explayar un verdadero sentimiento de pena hacia el guerrero caído, excepto lástima. Experimentando nuevamente el mismo vacío de emoción y placer que sentía cuando miraba a sus camaradas cometer atrocidades similares, no sabiendo si las encontraba reprobables o si, muy en su interior, era su propia envidia aflorando al no poder participar en lo que a cualquiera hacía feliz. Le encontraba muchos "peros" a los golpes, veía tan innecesario el exceso de sangre, no sabía interpretar su propia falta de energía cuando las carcajadas se ausentaban de su vocalizador.

Era lástima. Despreciaba a Sideswipe por la razón de que pertenecía a facciones rivales. Despreciaba el pasado de la anarquía Autobot y todo a lo que habían sido orillados los No Privilegiados cuando iniciaron una guerra que aún ahora, a millones de años transcurridos, parecía conservar el mismo ímpetu desenfrenado de sus primeras Eras.

Un Decepticon destruyendo a un Autobot. Dos Decepticons gozando la muerte de un enemigo. ¿Por qué no podía levantar su mano para golpearle? Pensaba en lo mucho que se sorprendería Starscream, en cómo los demás, cuando se enteraran, lo celebrarían. Pensaba que con ello quizás se encontraría caminando con rumbo fijo hacia la tranquilidad de finalmente pertenecer a algo, de vivir estable, compartiendo casa con cientos de asesinos que dejarían de molestarlo. Pero no podía moverse… No quería involucrarse en lo que había dejado de ser una pelea para convertirse en una masacre.

El cuerpo rojo volvió a ser pateado. Sideswipe continuaba indefenso. La tierra, el cielo y la mugre se combinaban en el interior de sus líneas de energon fracturadas. Dolor. Dolor infinito abotagando sus sensores. Crack. Algo roto entre su pecho y su cámara de chispa. Crack. Uno de sus pies perdiendo la capacidad de moverse. Consciencia e inconsciencia jugaban un mismo papel cuando el Autobot razonaba lo que estaba sucediendo. Una sombría voz dentro de su mente le recordaba que era peligroso subestimar al enemigo. ¿Cuándo había empezado a despreciar la naturaleza bélica y militar de los Seekers como para comenzar a jugar con ellos? Máquinas de matar. Máquinas de guerra…

Fue golpeado tres veces más con los rifles de Starscream, provocándole escupir varios pedazos de los componentes internos de su boca. ¿Dónde estaba? Intentó hablar, pero le fue imposible emitir algo más que sonidos entrecortados y borboteos de estática. ¿Sunstreaker?

-S…Sun… - Su voz perdió potencia, convirtiéndose en un silbido mal desentonado.

El Seeker sobre él cliqueó el vocalizador, entretenido.

-No te escucho, Autobot. ¿Qué dijiste? – se rió, disparando dos veces más contra sus piernas.

El cuerpo herido se retorció dentro del viscoso lodo magenta, incapaz de liberarse del dolor. Se negaba a ceder ante la estasis que amenazaba con arrebatarle la consciencia. Se humillaba a sí mismo permaneciendo despierto, soportando con un temple de gigante la paliza del más brutal de los Seekers, que se reía de él con cada golpe, que le alentaba a levantarse, a luchar con las fuerzas extintas del Jet-judo, sabiendo que ninguno de sus mecanismos sobrevivientes podría moverse. Nada en el Autobot podría continuar viviendo si el energon no dejaba de fluir tan rápido, si sus alarmas internas no dejaban de gritar las zonas destruidas, de avisar los desencantos de los daños internos.

-Sunny… S-Sunstreaker… -Intentó usar su comunicador interno, pero uno de los tantos golpes del Seeker lo había roto.- ¿Alguien…?

El Autobot logró postrarse sobre sus rodillas después de recibir un violento puñetazo en la mejilla, mirando los restos de su nariz desmoronarse. Habían pasado siete minutos desde su última transmisión de auxilio intercalada al comunicador privado de su gemelo, después a las bases de comunicación del Arca. Siete minutos de haber caído del cielo, sintiendo el mundo precipitarse contra él y la pequeñez de su resistencia contra la alevosía del enemigo. Sideswipe arqueó la espalda, después expulsó una cantidad considerable de energon que fue vitoreado por una larga carcajada proveniente del vocalizador de Starscream.

-Es una lástima – masculló el Seker, sacudiendo la mano para retirarse el exceso de energon que había entre sus dedos.

Sideswipe se recargó, tambaleante, en la base áspera de una roca, buscando soporte para enderezar sus piernas e impulsarse hacia arriba en una lucha que de antemano sabía perdida.

-Púdrete, pedazo de… - La agilidad del Comandante Aéreo le impidió terminar cuando le clavó nuevamente el propulsor de su pie derecho en la boca.

-Esto está comenzando a aburrirme – suspiró Starscream, cruzándose de brazos al tiempo que el Autobot aterrizaba de espaldas sobre la hilera de piedras. Volteó sobre su hombro, mirando de reojo a su estático compañero aéreo.- ¿Te diviertes, Thundercracker? – inquirió maliciosamente, entrecerrando los ópticos.

El Seeker azul mantuvo los ópticos clavados en el destruido Autobot, mirándolo arrastrarse, escuchándolo gruñir presa de la desesperación y la furia. Sideswipe era resistente, pero los límites de su fuerza estaban demasiado cerca. Moriría por las heridas. Moriría de un disparo entre los ópticos. Su momento de gloria se había desvanecido tempranamente. El regimiento que debía rescatarlo tardaba demasiado. Los Aerialbots, que eran la mejor probabilidad de amparo, no se avistaban por ningún lado. Sideswipe estaba solo. Sideswipe moriría solo.

-Esto es una barbarie, Starscream. No es… no es una pelea justa. Termínalo ya.

Starscream ensanchó los ópticos antes de soltarse a reír, echando la cabeza hacia atrás. Era la primera vez, en cientos de vorns de conocerlo, que algo como eso, dicho por su compañero aéreo, no le causaba irritación.

-Oh, ¿no es una pelea justa? - Negó con la cabeza.- Nada en la vida es justo, Thundercracker.

-Lo derrotaste. Ganaste. Sabes a lo que me refiero.

-Estás simpatizando con un Autobot. - Starscream volvió a reír, esta vez sin ganas, dando la vuelta para mirarlo con ópticos vivaces.- Pero no puedo decir que me sorprende. La verdad es que nada de ti me sorprende desde hace cientos de vorns.

Thundercracker señaló a Sideswipe con una mano. El Autobot luchaba por ponerse de rodillas, guiado por el impulso del esfuerzo más que por un verdadero razonamiento de lo que intentaba hacer. Se veía aturdido. Se sentía confundido.

-¡Lo derrotaste! - Thundercracker se abstuvo de acercarse al otro Seeker y zarandearlo.- Ya tuviste lo que querías, Starscream. ¿Por qué te degradas a ti mismo continuando con esto? Todo lo que estás haciendo ahora es demente. ¿Por qué lo llevas tan lejos? Mátalo ya. Está en el piso, está…

-¡Donde debe estar! – gruñó Starscream, dando una violenta patada en el estómago del Autobot, que volvió a caer de bruces, aterrizando más tarde sobre su costado derecho, donde algo reventó en mil partículas de fibrilla y el metal cedió paso a una cascada de tubos y componentes internos visitando el exterior.- Es un Autobot, Thundercracker, recuérdalo bien. Vivimos en dos mundos completamente distintos.- Se volvió hacia su compañero aéreo, analizándolo fijamente.- Ellos buscaron que esto fuera así.

-Masacrar deliberadamente a un enemigo derrotado no es…

Starscream se rió.

-¿Honorable, vas a decir? – Hizo un sonido de hastío, filtrando una compresa de aire a través de sus escapes.- Si realmente lo creyeras ya habrías puesto una bala en su cabeza para evitar todo este espectáculo. – Hizo una pausa, meditando con actitud serena.- Pero no lo haces. – Lo señaló con un dedo, acercándose hasta Sideswipe, a quien le puso un pie en la espalda para mantenerlo de cara al piso.- Porque una gran parte de ti se acuerda de todo lo que ellos han hecho y aún quieres vengarte. Quieres verlos sufrir, pero eres demasiado cobarde como para aceptarlo.

Los puños del Seeker azul se cerraron con fuerza, haciendo tronar sus transistores.

-Yo peleo contra mi enemigo en iguales condiciones…

El Comandante Aéreo miró en dirección al amontonamiento de rocas, enarcando las líneas superiores de sus ópticos.

-Hace un momento le disparaste, y desde entonces estaba indefenso.

-Nos atacó, Starscream, eso fue diferente.

-Uh uh. - El Seeker plateado negó con un dedo en alto.- Hay ciertas cosas que he tolerado de ti, pero estás comenzando a enfadarme, Thundercracker. - Hizo presión sobre la espalda de Sideswipe, escuchando las aleaciones del chasis comenzar a ceder. - ¿Por qué no aceptas que esto también te causa satisfacción? Vamos, inténtalo. Ya hemos estudiado las facetas de ti que aborrecen la violencia, ¿pero qué hay de todas esas otras que la encuentran atractiva? Porque, a fin de cuentas… continúas siendo un Decepticon.

-Soy un soldado Decepticon, no un maldito psicópata.

-¿Cuál es la diferencia?

Thundercracker lo afrontó con la mirada, sumergiéndose los dos en un abismal silencio esporádicamente roto por los destruidos mecanismos del Autobot intentando liberarse.

-Mido mis acciones. No simpatizo con los Autobots, pero ciertamente tampoco pierdo la cabeza bajo la demanda de un impulso. Defender un ideal no significa convertirse en un monstruo.

Starscream sonrió irónicamente, cruzándose de brazos.

-Satisfago mis necesidades. ¿Es eso tan malo?

-Te degradas a ti mismo, lo que no me importa en lo más mínimo. Pero yo no me degradaré a mi mismo participando en esta barbaridad.

-Barbaridad, sí – musitó Starscream, devolviendo su atención a Sideswipe, completamente acostumbrado a la reticencia que su compañero aéreo mostraba con respecto a cualquier cosa que considerara un acto puramente Decepticon. No por eso, sin embargo, estaba a gusto con la idea.- Pero ¿sabes qué es lo gracioso, Thundercracker? Mientras más intentas compartirme tus razones, más descubro, mientras pienso las mías, que hacer esto me fascina…

-Estás enfermo.

-Al menos no soy un cobarde.

El mecanismo interno de Sideswipe tosió.

-¡Cállate, escoria! – gritó el Seeker que lo aprisionaba, disparando sin piedad una descarga de plasma que terminó de amputar el brazo previamente fracturado.

Sideswipe gimió, enterrando la cara en el fango de fluidos. Lo que dolía demasiado no podía doler más.

-Derrotaste al Autobot desde el instante en el que lo tumbaste del aire, Starscream. No me necesitas para terminar de destruirlo.

-¿Así pagas mi caridad?

Ahora fue el turno de Thundercracker de sorprenderse y reír.

-¿De qué rayos estás hablando?

Starscream retiró el pie de la espalda de su enemigo, haciéndose a un lado con los brazos cruzados. Sideswipe, sin embargo, no pareció darse cuenta de que el peso sobre su cuerpo había disminuido y no continuó peleando por liberarse. Su fuerza finalmente se había terminado.

-Mátalo – dijo el Comandante aéreo, levantando la barbilla en un mohín petulante.- Te regalo mi triunfo sobre él. Mátalo… Es una orden.

-No veo necesario…

-¡No te estoy preguntando lo que piensas, Thundercracker! Quiero que lo mates ¡Mátalo!

No había ningún lazo afectivo entre la existencia de un Autobot y la reticencia de Thundercracker por matar sañosamente a un Transformer previamente derrotado. No era el nombre del muerto. Era lo que significaba esa muerte. Thundercracker despreciaba abiertamente la existencia de los gemelos Autobot tanto como odiaba los espacios cerrados, pero jamás había pensado causarles un verdadero mal estando fuera de una batalla. No era la muerte del individuo la que afectaba en su mente, era lo que Starscream hacía sólo para fastidiarle, para retarle deliberadamente y jactarse de él a sabiendas de que no podría decir "no" sin cometer una falta en contra de la jerarquía de rangos y la cadena de poder.

Thundercracker no disfrutaba matar innecesariamente.

-Libéralo de su dolor – le sonrió Starscream, estrechando la mirada hasta convertir sus ópticos en dos finas líneas rojas. – Recuérdale, con un único disparo, lo que la apatía del gobierno ocasiona en la gente como nosotros…

Tú ya no eres gente.

-Tal vez él estuvo en Vos. Tal vez él destruyó nuestros edificios, asesinó a nuestros Seekers hermanos y plantó las bombas que desaparecieron por completo la única vida que conocíamos. ¿No te da pena recordarlo? ¡A mí sí! – gruñó, pateando con asco la pierna más cercana del Autobot.- ¡Sé un maldito Decepticon y mátalo!

El rifle derecho de Thundercracker se encendió pasivamente, comenzando a sorber energía de sus reservas para acumularlas en la cámara de eyección.

-Quítanos esta burla de encima… ¿Jet-Judo? ¡Somos Seekers! – Las armas en los brazos de Starscream se encendieron con un chasquido energético.- ¿Qué diablos estás esperando?

-¿Por qué no lo haces tú mismo?

Starscream se encogió en hombros.

-Quiero que lo hagas tú. Compláceme, Thundercracker.

No podía desobedecer. No podía ignorar la orden sin ganarse un exasperante futuro lleno de reproches, burlas e insoportables indirectas. Thundercracker se vio a si mismo activando plenamente su arma, la cual viajó lentamente en el aire hasta que las lecturas telemétricas de su visión le dijeron que la mira del rifle estaba fija sobre la cabeza de Sideswipe, cuyos signos vitales se esfumaban de su cuerpo. ¿Dispararía? No por gusto, sino por protocolo. Lo que no le dejaba entender si realmente detestaba a Starscream por su crueldad o sólo lo aborrecía por exponer y hostigar cada una de las facetas que Thundercracker había decidido adoptar como suyas a lo largo de su vida. Ser silencioso le traía problemas. Pensar era considerado peligroso. Cuestionar era símbolo de traición. Tener la tendencia de observar lo hacía el blanco predilecto de quienes vivían cometiendo fechorías y sospechaban de él como testigo.

Pero no ser adepto al vicio de matar era el peor de sus crímenes.

Starscream poseía un oscuro pasado del que pocos tenían conocimiento, un enigma que había forjado su existencia después de unirse al imperio Decepticon. Flotaban historias, susurraban mitos en torno a las posibilidades, pero nadie le daba verdadera importancia porque nada que tuviera que ver con la arrogancia del Seeker era fuente de desvelo. Sin embargo, era conocido por ser uno de los Decepticons más fríos y violentos. Mataba sin misericordia y su expresión continuaba siendo la máscara torcida que vestía incluso en sus días más felices, cuando creía que Megatron finalmente había sido destruido. Haber golpeado brutalmente a Sideswipe no cambiaba nada para Starscream, excepto que su apatía hacia sus propias frustraciones había disminuido. Por un momento había dejado su pasado y su presente de lado para enfocar su energía en una sola cosa: destruir el mundo de alguien más.

El mismo mundo al que Thundercracker debía darle el tiro de gracia.

-Dispara – dijo Starscream, de nuevo vistiendo una más de sus caretas indiferentes.- No lo repetiré de nuevo – murmuró sin cuidado, levantando uno de sus rifles para apuntar directamente a su compañero aéreo.- Hazlo ya.

Tiempo perdido.

Silencio gastado.

Un poderoso disparo hizo eco entre las rocas, espantando una parvada de aves que echó vuelo hacia el horizonte.

Starscream observó con curiosidad la nueva herida de su enemigo. La bala había entrado limpiamente a la altura del pecho, dejando una marca redonda en el metal que no dio lugar a la expulsión de fluidos. No había más energon en el cuerpo de Sideswipe. Estaba seco. Moriría por el dolor o por las heridas. Moriría porque su tiempo en este mundo se había agotado cuando Starscream había comenzado a tener un mal día. Pero su muerte resultaría fascinante. Era cruel y distinta. Era sádica. Más sádica de lo que Starscream jamás había imaginado que alguien como Thundercracker pudiera ocasionar.

La bala había seguido una trayectoria que, a juzgar por los repentinos espasmos y convulsiones del cuerpo del herido, había afectado directamente las funciones de la cámara de chispa, sino es que la propia chispa vital. ¿Un acto planeado o una acción casual? Starscream ignoró a su compañero aéreo para centrarse por completo en la víctima y en sus deliciosos gemidos. Quería mirar los dedos retorcerse de dolor, la boca balbucear incoherencias y el brillo absorbente de esas orbes azules parpadear en el fragante desamparo de la muerte. Quería mirar a Sideswipe esfumarse de este mundo como se esfumaba el recuerdo de todas y cada una de sus víctimas a lo largo de la guerra.

Starscream no los recordaba a todos. Jamás había preguntado sus nombres, mucho menos intercambiado una palabra con ellos antes de eliminarlos. Sus rostros, lo pensó ahora, venían a su mente como un manchón borroso que traspasaba la complejidad de sus discos de memoria. No tenían cara. No tenían esencia. No tenían nada excepto la culpa de haberse puesto en su camino. Sus propias acciones, en cambio, estaban frescas en su procesador sin importar el paso del tiempo; aparecían en masa, le devolvían los "porqués" y quitaban los "cómos" de su metodología. No era engañado fácilmente. El propósito de Thundercracker había sido otorgar una muerte rápida, sin sufrimiento ni agonía. Quería arruinar su diversión. Starscream lo había adivinado en cuanto el curso del arma en el brazo azul cambió su trayectoria, yendo de la cabeza al pecho.

Pero no dijo nada. Los planes habían fracasado. El Autobot moriría lento, y él continuaría mirando del espectáculo hasta cerciorarse de que su víctima no tuviera ninguna esperanza de sobrevivir.

-Eres increíble, Thundercracker. – Starscream se rió en voz baja, pateando a Sideswipe con la punta del pie para ponerlo boca arriba, luego lo miró con desprecio antes de volver el rostro en dirección al otro Seeker.- Eres… - Estiró los brazos a los costados, buscando las palabras adecuadas.- realmente increíble.

Thundercracker clavó lo ópticos en su enemigo, detallando la bifurcación que la bala le había hecho en el pecho, pero sobre todo centrando su atención en el brillo parpadeante de los ópticos azules. Seguían encendidos. El rostro de Sideswipe continuaba moviéndose, de su boca fluía energon y sus dedos se desplazaban dentro del fango, dibujando surcos. ¿Qué sucede? Había fallado. El Autobot seguía con vida. El Autobot que debía de haber muerto con la potente descarga del disparo continuaba con vida, lo que era lógicamente imposible.

Nadie sobrevivía a eso. Nadie era así de fuerte.

-¿Esta es tu manera de ser piadoso? – Escuchó la pregunta de Starscream invadiendo sutilmente sus audios. Cuando volteó a verlo, el otro se invitó a sí mismo a continuar hablando, sonriendo.- Creo que ni siquiera Skywarp hubiera sido tan creativo. – Redundó.

-¿De qué diablos estás hablando?

¿Realmente había querido preguntarlo?

No. Él lo sabía. Sabía de lo que Starscream hablaba. Sideswipe no era más fuerte que nadie. Sideswipe estaba muriendo con una lentitud horrorosa porque el disparo que había sido destinado a asesinarlo había fallado su curso. Los milímetros que le salvaron la vida también lo habían condenado a sufrir una muerte agónica y tan terrible por la cual, sin embargo, Thundercracker se descubrió no sintiendo nada en lo absoluto.

Monstruos, habían dicho los neutrales, condenando a todos y cada uno de los cybertronianos que habían decidido participar en la guerra. ¿Monstruos por luchar por un futuro? Monstruos por disfrutarlo, por seguir órdenes, por no cuestionar las ideologías, los conceptos y las acciones de dos negligentes grupos de asesinos. No había culpa ni remordimiento en Thundercracker. Nada. Ninguna emoción desfalleciendo junto a su enemigo, sólo el rechazo hacia la costumbre que había adoptado a lo largo de convivir con tanta barbaridad, y de ver, día con día, a sus camaradas cometer atrocidades que en sus tiempos de ingenuidad quizás le hubieran parecido aterradoras. Ahora era igual a ellos.

Había estado equivocado, realmente. Tan equivocado como quizás Starscream había dicho lo correcto: No había diferencia entre un monstruo y un soldado. Al final, en la guerra resultaban ser una misma persona.

-A esto, claro – le indicó Starscream, de pronto recuperando su buen humor.- Si querías verlo sufrir… Me refiero a realmente verlo sufrir, lo hubieras dicho desde un inicio y lo habría hecho yo mismo. Aunque no puedo negar que ese fue un buen disparo.

Era escalofriante -sin importar los siglos de conocerlo- la felicidad que Starscream sentía a raíz de un acto tan salvaje y destructivo como la muerte de otro cybertroniano. Exudaba una alegría genuina, capaz provocar de dibujar una vibrante sonrisa que opacaba la maldad de su apuesto rostro. Sin veneno ni odio en la mirada, se convertía en un Seeker demente que podía engañar a quien fuera incapaz de encontrar algo más que alegría en sus ópticos. Otra mente enferma a la que Thundercracker había ayudado a divertirse solamente siguiendo una orden.

Mátalo.

-Destrozaste su cámara de chispa, pero no su chispa vital, lo que no importa mucho. Morirá de todas maneras cuando ésta se consuma entre sus propios fluidos internos. ¿Quién lo diría? Creí que eras más aburrido, Thundercracker. - Starscream sacudió la cabeza suavemente, llevándose una mano a la barbilla.- Me equivoqué, lo admito. En verdad eres muy cruel.

Tal vez muy Decepticon.

-¿Cruel? Cumplí tus órdenes, maldito psicópata. Esta es tu crueldad, no la mía… -. Masculló él, intentando cubrir su frustración con el grosor de su voz.- ¿Puedo irme ahora?

Starscream lo miró de reojo, tornándose serio.

-No lo hagas.

-¿Qué?

-Esto… No arruines este momento.

-¿Qué quieres decir?

Starscream no contestó al instante, en vez de ello materializó un pequeño y reluciente objeto en una de sus manos. Thundercracker no conocía su origen, mucho menos su utilidad, pero puso atención en su forma y su diminuto tamaño: era rojo y brillaba a la luz del sol, meciendo su enredadera de pliegues en un remolino danzante de colores y destellos que fueron opacados brevemente cuando Starscream se dio la vuelta y lo tapó con la sombra que proyectaba la destrozada cabina de su pecho.

-Creo que hemos elaborado el regalo perfecto para los Autobots. Es una lástima que no estaremos aquí cuando descubran su sorpresa. ¿Qué cara crees que pondrá Sunstreaker cuando lo vea?

Tras varios minutos de pensarlo, Thundercracker exhaló una compresa de aire a través de sus escapes, sacudiendo la cabeza con algo parecido a la resignación.

-No tengo la menor idea.

Fin


N/A:

Hola de nuevo.

Nuevamente doy las gracias a mi socia, Taipan Kiryu, por su ayuda para betear este capítulo. También porque gracias a ella nació la secuela, que será subida como una continuación alternativa, en este mismo fanfic, en cuanto la tenga lista (ya tengo el primer capítulo terminado. Serán dos =P). Por ello, aunque haya caracterizado el término de la misma con un Fin, no tiene un estatus de "completo" en el sumario principal. Lo que viene es una continuación indirecta y esa fue la razón por la que no apliqué el continuará. ¿Qué les parece? ¿Era yo la única que quería que los Seekers se antepusieran al Jet-Judo? No tengo nada contra Sunstreeaker y Sideswipe, ocasionalmente me agradan, pero en algún momento su Jet-Judo tenía que sufrir las represalias correspondientes al orgullo de alguien como Starscream.

Lo que viene es muy intenso, se los aseguro, y también muy violento =)

¡Gracias por leer!