Alexander descansaba en una cama, yo estaba acostado a su lado, respiraba lenta y pausadamente, le di una mirada y mi corazón peso demasiado. El tiempo había sido cruel con Alexander y conmigo.
-Magnus- Dijo lentamente –Me he divertido mucho contigo todos estos años- Su cabello antes negros ahora era blanco y sus ojos azules nunca perdieron su brillo, ni la tristeza y el dolor que había dejado en cada uno de nosotros la guerra, ocultas tras su mirada que siempre fue sincera.
-¿Acaso es una despedida?- Me levante y apoye mi cuerpo en mi antebrazo para mirarle -¿Creí que habíamos quedado en algo?- yo seguía aparentando los 19 años como cuando nos conocimos.
-No me despedía, solo quería decirte lo que siento, todos estos años tú me has dado lo que nunca habría tenido ni sentido de no haberte conocido. Me das él amor y la alegría que mi vida necesita- Yo tenía mi mano sobre su pecho, para sentir el latido de su corazón, el puso su mano sobre la mía y la acariciaba con el pulgar.
-En estos años que he estado a tu lado me has hecho más feliz de lo que he sido en toda mi vida Alexander, nunca creí encontrar a alguien que me amase como tú lo haces- Su corazón latía lentamente bajo mi mano.
-Me siento cansado, pero estoy contento, me haces feliz Magnus- Su corazón latía más lentamente, las lágrimas llegaron a mis ojos, cuando los sollozos se hicieron presentes en la habitación su corazón ya no latía, le miré, parecía satisfecho y como si durmiera, pero era ese sueño mortal de nunca sentir.
Nos quedamos allí acostados, el dolor que oprimía mi pecho hacia más difícil respirar, algo que yo anhelaba desesperadamente era dejar de hacer.
Lo abrase fuertemente, pero el ya no me sentía y no me correspondería tampoco. Besé repetidamente su mejilla y labios, aun suaves y tibios.
Unos golpes en la puerta no lograron hacerme entrar en razón. Después de un rato la puerta se abrió y Tessa e Isabelle entraron. Tessa se quedó en la puerta mirando la escena, Isabelle cruzo la habitación y se sentó en la silla al lado de la cama, en la que yo había pasado las últimas semanas. Isabelle que seguía joven por las runas de la hermandad de hierro, tomo la mano de Alec. Aunque no lloro bajo la cabeza, un gesto de dolor contenido, después beso su mano y me miro, el dolor presente en sus ojos era el mismo dolor que seguramente había en los míos.
-Es hora de decir adiós Magnus, los humanos silenciosos están aquí para llevárselo- Dijo en voz baja y lentamente.
-No estoy listo- Sentí que apenas había podido articular estas palabras sin ahogarme, ella me miro con compasión.
-Magnus hace horas que esperan, déjalo llevárselo- Yo negué con la cabeza violentamente y el silencio solo interrumpido por mis sollozos reino la habitación una vez más –Magnus ya has llorado mucho tiempo junto a él, ahora deja descansar su cuerpo-
Había perdido la noción del tiempo desde aquel momento, solo quería estar a su lado. Recuerdo aquel día detalladamente, más del que me gustaría.
Desde entonces no he amado a nadie, no lo busco ni lo espero, no celebro fiestas, no salgo a divertirme y definitivamente el no abandona mi pensamiento. Ya han pasado 85 años desde que me dejo, durante ese tiempo he viajado por el mundo de todas las formas que siempre deseo Alexander. Nunca me quedo suficientemente en un solo lugar para no considerarlo mi hogar, porque mi hogar es contido.
