Encuentros en el tercer desfase
Era una noche de tormenta, los rayos restallaban sobre la tierra en Hogwarts. El viento chocaba contra las ventanas y la lluvia golpeaba con fuerza los cristales, y de repente un relámpago iluminó el salón principal, y con el sonido del trueno las puertas se abrieron de golpe dejando a la vista la inquietante silueta de un extraño visitante.
- ¡Saludad al Señor oscuro! – dijo una voz ronca y desinhibida. - ¡Más fuerte, más grande, y sin anuncios!
El profesor Snape, que pasaba por el recibidor vigilando que los alumnos no paseasen fuera de las horas debidas, se sobresaltó ante la intromisión del extraño y se dirigió a él con expresión furibunda y seria dispuesto a expulsarlo inmediatamente del castillo.
Empuñando su varita lanzó una maldición hacia el recién llegado, que sin tomarse molestia en esquivarla o evitarla permitió que esta chocase contra su pecho sin causarle efecto alguno.
- ¡Joder, qué mal está el servicio! – dijo sorprendido el extraño - ¡Botones, mis maletas por favor! – le dijo dirigiéndose al profesor Snape.
A Severus Snape se le cambió la cara al observar el efecto de su poderosa maldición, e inmediatamente comenzó a lanzar conjuros de manera desesperada, a la vez que llamaba a gritos a todos los profesores. En menos de un minuto todos los profesores se encontraban a su lado intentando controlar al intruso. La profesora Sinistra gritó:
- ¡No hay manera de controlarlo!
El extraño siguió avanzando con paso firme, casi robótico, mientras apuntaba a Snape con la punta de su dedo índice diciendo:
- Matar… a John… Connor…
Los profesores quedaron petrificados al instante, sin saber como actuar ante esa amenaza. En ese instante el profesor Dumbledore aparecía corriendo por las escaleras mientras se colocaba bien la túnica. Todo el mundo quedó expectante mirandolo, y él, con un hábil manejo de varita lanzó una maldición que hizo retumbar el castillo entero. Tras la cortina de humo que dejó el choque de la maldición nadie esperaba encontrar la figura sacudiéndose el polvo de encima y tosiendo.
- ¿Es que nadie va a coger mis maletas de una vez?
El profesor Dumbledore se abrió camino entre sus profesores y se dispuso a dialogar con el extraño:
- ¿Seria tan amable de decirme quien es usted? – dijo en un tono que pretendía ser tranquilo.
- Yo El Señor oscuro, ¿y usted es Gandalf? – respondió con tranquilidad
- Mi nombre, querido amigo, es Albus Dumbledore, y me gustaría saber que desea usted de este castillo, ya que aparentemente ha venido solo y bien armado.
- Dominar el mundo – dijo con solemnidad – No hace falta ser muy listo para saber que pretende el Señor Oscuro.
- ¿Y espera encontrar algo que le sirva de ayuda en este lugar?
- No, he visto este castillo y me ha gustado, me lo voy a quedar. Además he hecho buenas migas con el botones.
- Esto es un colegio, no una vivienda, así que le invito a salir de aquí de una manera razonable, los aurores están de camino.
- ¡NO OSES CONTRADECIR AL SEÑOR OSCURO! – gritó el supuesto Señor Oscuro.
- Como usted quiera, pero debo informarle de que centenares de aurores se están desplazando ahora mismo hacia aquí para llevárselo por las buenas o por las malas.
- ¡Botones por favor, llévese a este lunático! ¡Y lléveme a mi dormitorio! – dijo señalando a Snape.
Dumbledore chascó los dedos e hizo aparecer una cortina de denso humo, inmediatamente el Señor Oscuro se vio rodeado por una jaula mágica. El intruso, al verse rodeado, se acercó lentamente a una de las rejas, y levantándola con su mano hizo un enorme agujero por el que pasó sin problemas. Cuando estuvo fuera miró a su alrededor y observó que los profesores habían desaparecido, y Dumbledore se encontraba mirándolo fijamente, estupefacto.
El Señor Oscuro empezó a subir las escaleras, y en el tercer peldaño desapareció.
Dumbledore puso a trabajar a todos los profesores para encontrarlo por grupos, ya que se trataba de un individuo de un gran poder interno, aunque por su forma de actuar no parecía ser consciente de eso.
El director comenzó a buscar por su despacho, empezó a rebuscar sin obtener ningún resultado, hasta que llegó a sus habitaciones, encontrándose al intruso arropado en su cama rodeado de botellas de cerveza vacías. A su lado se encontraba un post-it, que al cogerlo pudo leer "Tú a dormir al palo, viejo chocho". Al contacto con el papel Dumbledore sintió una sensación extraña, una magia antigua y poderosa que le obligaba a hacer lo que el papel decía, así que se arremangó la túnica, apartó al Fenix y se subió al palo a dormir escondiendo su cabeza bajo el brazo.
A la mañana siguiente el extraño bajó al Gran Comedor a desayunar con los demás profesores. Sentado en la cabecera de la mesa y refiriéndose a la profesora McGonnagal dijo:
- Camarera, dos huevos revueltos y un café. – mientras se sentaba leyendo el Profeta deportivo.
Dumbledore bajó a desayunar también, esperando que lo de ayer fuese solo un mal sueño, pero se encontró al extraño sentado en su sitio, con los pies encima de la mesa leyendo la prensa.
- ¿Qué hace usted aquí todavía y que ha pasado con lo aurores? - preguntó horrorizado.
- ¡Ah, los autores! – dijo mientras masticaba los huevos revueltos – les dejé anoche una nota…
Dumbledore se sentó a su lado, en donde apareció un plato con su desayuno. McGonnagal lo miraba desde lejos con expresión asustada e intrigada ante la presencia del intruso que permanecía inmutable comiendo sus huevos revueltos.
- Oye Gandalf, ¿me puedes pasar la sal? – preguntó el extraño mientras seguía comiendo.
- Si me permite el atrevimiento… ¿Cuánto tiempo desea quedarse en este castillo? – preguntó Dumbledore con cortesía.
- Pss… unos años – dijo mientras hacía cálculo con los dedos – ¿Por qué? ¿Andáis escasos de sitio?
Dumbledore lo miró con expresión seria e indignada, mientras Severus Snape contenía con poco éxito un ataque de cólera repentina y el resto del claustro contemplaba alucinados y asustados la extraña escena.
-Si eso echamos al botones que no trabaja nada- dijo el intruso en confianza al viejo mago- además yo como poquito y no doy mucho jaleo.
En ese instante Snape se levantó soltando maldiciones a gritos mientras tiraba al suelo los platos que había a su alrededor, arrojó la silla y se marchó a grandes zancadas del Gran Comedor, cerrando la puerta de un fuerte golpe tras su paso mientras gritaba:
- ¡¡…Maldito Ser Oscuro, y maldita panda de incompetentes, incapaces de controlar a un idiota como ese…!!
En ese momento se abrieron las puertas del castillo y apareció…
