Bilbo Baggins no creía en el destino, claro, le gustaban las historias de magia y fantasía, pero estaba perfectamente consciente de que el mundo real no funcionaba de esa manera. Todo seguía reglas específicas y no existían esas cosas como el hilo rojo del destino o las almas gemelas… Por supuesto que no, además, a él menos que a nadie le sucedían cosas interesante. No, jamás.
Aún así, aquel día en que comenzaba a desatarse una tormenta, Bilbo sintió que algo había cambiando dentro de él. Alguien tocó a su puerta, a la puerta a la que nadie se había acercado en años, porque Bilbo no tenía amigos… tenía algunos compañeros en la biblioteca en la que trabajaba, pero jamás podría llamarlos amigos. No tenía familia, ya que su padre y su madre habían muerto años atrás y los parientes que le quedaban no eran de su agrado.
Así que estaba solo y por ello el sonido detrás de la puerta fue aún más extraño. Era de noche, demasiado tarde como para pensar en que podría ser un vendedor, además, la lluvia ahuyentaría cualquier persona que decidiera acercarse.
Sin embargo, la curiosidad, aquella sensación ilógica que le decía que algo iba a cambiar pronto lo hizo acercarse y abrir sin pensarlo mucho más tiempo.
-Hola, sé que es difícil de creer esto… pero estamos perdidos. Es nuestro primer viaje a Inglaterra y perdieron nuestras maletas, no tenemos a dónde ir –la mujer se veía apenada. Tenía el cabello largo y castaño, mientras que el hombre que la acompañaba era rubio y alto; una sonrisa de disculpa se dibujó en su rostro-. Me llamo Dis y él es Vili, mi marido.
Bilbo no supo por qué, pero le agradaba aquella pareja y contra todas las reglas de seguridad y confianza que él mismo se había forjado, decidió dejarlos pasar. Entonces Dis le platicó de todos los problemas que habían pasado al llegar hasta ahí, parecía que la mala suerte los había acompañado desde que salieron de Erebor. Bilbo había escuchado de aquel país lejano, aunque jamás le había dado curiosidad visitarlo, aunque no veía mucho las noticias, siempre escuchaba a sus compañeros hablar sobre alguna que otra noticia sobre la realeza de aquel país.
Nada que le interesara, por supuesto. Él no veía mucho la televisión, usaba la mayor parte de su tiempo libre leyendo, lo que probablemente fuera una de las razones por las que no tenía muchos amigos.
Así que Bilbo decidió hacer una excepción con aquella pareja e hizo lo que nunca hubiera hecho años atrás: los invitó a quedarse en su casa mientras resolvían lo de las maletas y encontraban un hotel donde quedarse.
Las maletas llegaron dos días después, sin embargo, Bilbo había disfrutado tanto la compañía de aquella pareja, que los invitó a quedarse un poco más y dar un recorrido por la ciudad, incluso los llevó a la biblioteca en la que trabajaba, Dis parecía fascinada con el lugar.
-Así que… Bilbo –comenzó ella, mientras caminaba por la sección de novelas de romance. Se esforzó por hablar en un tono muy bajo-, decías que tienes trabajando aquí varios años y… ¿no tienes familia? ¿Amigos? ¿Pareja?
Aunque no respondió con palabras, su contestación fue un simple encogimiento de hombros, nunca había pensado que su vida podría sonar triste o solitaria, pero ahora que alguien más trataba de indagar en ella, notó que no le agradaba mucho decirlo en voz alta.
Por alguna razón, Dis sonrió y, como si su marido reconociera aquel gesto, le lanzó una mirada y negó con la cabeza. Le dijo algo en Khuzdul, a lo que ella simplemente respondió guiñándole.
-Bueno, espero que nos puedas considerar tus amigos.
Bilbo sintió una sonrisa sincera dibujarse en su rostro, asintió con la cabeza y por alguna razón, se sintió mejor aquel día.
Pero los días que Dis y Vili iban a pasar en Inglaterra se terminaron y Bilbo tuvo que aceptar que tendría que volver a su vida solitaria. Iba a ser algo difícil.
Insistió en llevarlos hasta el aeropuerto y, después de despedirse, antes de que ellos se dieran la vuelta y esperaran el anuncio de su vuelo, Bilbo decidió preguntar algo que seguía girando en su cabeza sin dejarlo descansar.
-¿Por qué decidieron tocar en mi casa? –preguntó con curiosidad- Hay muchas en esa calle, pero, por alguna razón ustedes...
-Es algo muy simple, pero a la vez extraño, por lo menos para ti. Podría decirse que fue como una corazonada –respondió Dis-. El símbolo en tu puerta es una bellota.
-Sí, mi madre lo talló. Le gustaban mucho las bellotas, los árboles y las flores –respondió, aunque todavía sin entender muy bien por qué eso los había hecho acercarse a su casa.
Dis pareció ver su confusión porque continuó:- Las bellotas se convierten en árboles de roble y ese árbol en particular es el escu… es decir, significa mucho para mi familia. Y… no lo sé, simplemente pensé que la persona que viviera detrás de aquella puerta podría ayudarnos, eso es todo.
Después de ello pasaron muchos días, los cuales se hicieron cada vez más aburridos para Bilbo. No era que no apreciara la vida que llevaba: su sillón, sus libros e incluso los tés que se preparaba en las tardes, pero, después de haber conocido a Dis y a Vili, había quedado un extraño anhelo en su corazón.
Sin embargo, una mañana las cosas volvieron a cambiar; Bilbo recibió una llamada de Dis en la que ella le insistía en que fuera a visitarlos a Erebor. Se acercaba el Día de Durin, el cual era un día muy importante en aquel país y que siempre se festejaba con fuegos artificiales, bailes y cenas hermosos.
-Te mereces unas vacaciones, Bilbo –ella insistió-. Vamos, te puedes quedar en nuestra casa. Sólo por unos días.
Lo que Dis no sabía era que no necesitaba mucho para convencerlo, Bilbo, sin estar del todo consciente de ello, había esperado aquella invitación desde hacía mucho tiempo. Necesitaba sentirse como en una de las historias que leía, sentía que necesitaba algo de aventura en su vida.
-De acuerdo –dijo, pero se negó a permitir que Dis y Vili fueran por él al aeropuerto, así que les pidió la dirección de su casa-. ¿Estás segura que tienen espacio para mí?
Dis se rió y Bilbo no pudo entender exactamente por qué.
-Mi casa… nuestra casa no es tan pequeña, Bilbo –dijo ella.
-No quise decir eso –trató de explicar, pero se rindió y le aseguró que estaría ahí al día siguiente.
Jamás se había imaginado que las cosas podrían ir mal. Estaba cansado y hambriento y, a pesar de que el vuelo se le había hecho interminable, había llegado antes de lo esperado. Por si fuera poco, el taxi que lo llevaba lo dejó en una de las calles más elegantes, frente a una casa que más bien parecía mansión, cuyo jardín se extendía alrededor de ella por algunos metros a su alrededor. Era impresionante, pero había algo extraño en ella.
-Si viene de algún periódico, le advierto desde ahora, no pierda su tiempo, la familia real no da entrevistas y el rey detesta a los reporteros –le aconsejó el hombre antes de volver a encender el motor.
Bilbo no tuvo tiempo de hacer ninguna otra pregunta, porque el taxi ya había desaparecido.
-Fantástico, me equivoqué de dirección –comentó para sí. Era muy temprano en la mañana y el cielo estaba grisáceo, probablemente comenzaría a llover pronto y Bilbo tendría que encontrar un lugar donde quedarse o buscar otro taxi.
Sin embargo, decidió observar con mayor atención el lugar antes de irse. Porque, aunque volvió a verificar la dirección que tenía anotada y coincidía con la que veía frente a sí, no era posible que Dis viviera con la familia real. Por supuesto que no. Él sabría si se hubiese encontrado con la princesa de Erebor.
Así que se encogió de hombros y comenzó a alejarse, más tarde, después de que encontrara algo para comer, le hablaría nuevamente y le pediría que pasaran por él. Porque, para su mala suerte, estaba completamente perdido.
Sin embargo, mientras caminaba lentamente, mientras observaba la reja negra que se encontraba en la entrada de la propiedad y los extraños símbolos dibujados en la parte superior del muro que rodeaba la mansión, Bilbo alcanzó a escuchar pasos, alguien estaba corriendo por la calle. Giró su cabeza para poder ver qué o quién era lo que se acercaba a él, pero ni siquiera tuvo tiempo de parpadear porque todo su cuerpo chocó contra algo duro y sus piernas se doblaron por el impacto, provocando que cayera irremediablemente.
Pero su cuerpo no hizo contacto con el suelo. Aunque el impacto lo había dejado un poco mareado y ciertamente ahora se encontraba tirado sobre el pavimento, su cabeza y su cintura estaba protegidas por algo que Bilbo creyó que eran… ¿brazos? ¿Qué? Estaba tan confundido que cuando sus ojos se volvieron a abrir, pensó que el cielo se había despejado, aunque el cielo no tenía un color de azul tan profundo ni tan hermoso, no que él recordara.
-¿Estás bien?
Se dio cuenta, entonces, tras escuchar esa maravillosa voz profunda, que lo que estaba viendo no era el cielo, sino un par de ojos azules. Sacudió su cabeza, ya que su visión estaba borrosa todavía. Y al lograr observar con mayor atención, logró ver que aquellos ojos pertenecían a un rostro atractivo, enmarcado por una barba espesa y un cabello negro, aunque Bilbo se dio cuenta que ese cabello tenía algunos hilos plateados en él. Aún así el hombre era impresionante.
Y Bilbo se molestó consigo mismo por fijarse en cosas así en un momento como ese. Sin embargo, no pudo evitar darse cuenta que los brazos que lo rodeaban eran fuertes, los músculos estaban tensos a su alrededor.
Gracias a un milagro, Bilbo se las arregló para responder a la pregunta del ridículamente apuesto extraño.
-Lo siento, no te vi –se disculpó él y, para desgracia de Bilbo, el hombre sonrió ampliamente, todavía con su cuerpo sobre el de él. Y Bilbo se molestó al recordar lo mal que lo había pasado en el camino hasta allá, pero se enojó más con aquella simple frase. Por supuesto que alguien como él no iba a ver a un simple bibliotecario como él.
-Por supuesto que no –concedió, rechinando los dientes. Se recordó que aquella reacción era ridícula y que no debía molestarse por algo así, pero era demasiado tarde-. Estoy seguro que ninguno de los dos quiere permanecer aquí todo el día, así que… ¿podrías quitarte de encima de mí?
El hombre parpadeó, como si apenas recordara que se encontraban en aquella situación. Bilbo lo vio asentir, así como vio su rostro encenderse de rojo, aunque probablemente ello era debido a que había estado corriendo. Sin embargo, el hombre no actuó como él esperaba, sino que se incorporó un poco y sin soltar a Bilbo, logró levantarse y cargar a Bilbo al mismo tiempo, para después depositarlo con cuidado frente a él. Bilbo se dio cuenta de que sus manos seguían firmemente aferradas a su cintura y se ruborizó.
-Ya puedes soltarme –gruñó, sin reconocer su propio tono de voz. Estaba siendo injusto, lo sabía, pero le molestaba que aquel extraño fuera tan atractivo y seguía enojado por su mala suerte.
Él sonrió.
-Todavía estás mareado –explicó, como si aquello justificara su cercanía-, no quisiera que te volvieras a caer.
Bilbo se ruborizó aún más, pero esta vez su rubor era de enojo.
-¡Estoy perfectamente bien! –exclamó. Sabía que venía una explosión, pero no pudo controlarse- ¡Y no gracias a ti, por cierto! ¡Deberías fijarte en el camino cuando decides salir a correr!
El hombre parpadeó, pero no lo soltó.
-¿Me estás reclamando… a mí? –cuestionó, aunque no se veía molesto, sino algo sorprendido.
-Tú tuviste la culpa –insistió Bilbo, dando un paso hacia atrás para liberarse, afortunadamente él lo dejó ir. Pero cuando logró ver los brazos del hombre, se dio cuenta que estaba herido, probablemente había recibido todo el impacto de la caída al tratar de protegerlo.
Al tratar de protegerlo. Bilbo se mordió el labio, sintiéndose injusto en ese momento. ¿Por qué le estaba gritando si él, aunque sí había tenido la culpa, no había hecho más que ayudarlo?
-¿No sabes quién soy? –preguntó el extraño, todavía como si no pudiera creer lo que veía. Como si Bilbo fuera un nuevo espécimen que acababa de aparecer en la tierra.
¿Qué? ¿Era alguien famoso? ¿Una especie de modelo? De cualquier manera, parecía alguien que no estaba acostumbrado a tratar con alguien tan molesto como Bilbo. Por supuesto, ¿por qué alguien así tendría que tratar con alguien tan simple e irritable como él? Seguramente tendría una pareja que estuviera dispuesta a…
Ya basta, Bilbo. Se dijo, completamente fastidiado consigo mismo. Él no era ningún adolescente como para comportarse de aquella manera alrededor de un hombre atractivo.
-No tengo idea y no me interesa –resopló-, ni siquiera soy de aquí.
-Lo sé, se nota –comentó el hombre, divertido.
Bilbo frunció el ceño. ¿Qué quería decir con eso? Seguramente nada bueno, se dijo.
-Escucha, no tengo tiempo para seguir hablando, tengo muchas cosas que hacer. Así que…
-¿Tú no tienes tiempo para alguien como yo? –el hombre arqueó las cejas.
-… me tengo que ir –continuó como si el otro no hubiese hablado-, ha sido… no, en realidad no puedo decir que ha sido un placer y estoy seguro que tú tampoco puedes decir lo mismo.
-Te sorprenderías.
Bilbo no quiso ver la sonrisa que se volvía a dibujar en aquel rostro o corría el riesgo de quedarse como idiota un rato más, observándolo atentamente y comenzó a caminar. Escuchó que el extraño decía algo más, pero lo ignoró por completo.
Bilbo suspiró un poco más feliz al saborear su té, después de haber comido su desayuno. La cafetería con la que se había topado era bastante acogedora y ahí se sentía mucho más tranquilo. Aunque tarde o temprano tendría que llamar a Dis y admitir que estaba completamente perdido.
Se removió en el asiento con ganas de quedarse en aquel lugar unas horas más, pero sabía que tendría que moverse pronto. Se distrajo al escuchar la campanilla de la puerta principal y con el murmullo colectivo que comenzó cuando el siguiente cliente entró…
Bilbo casi escupe su té, ¡era él! De pronto, todas las miradas permanecieron sobre el recién llegado y aunque Bilbo no podía culparlos por ello, se le hacía un poco exagerado la fascinación y constante atención que le brindaban las demás personas.
Entonces se dio cuenta de que la mirada de él giraba en el lugar, como si buscara algo… o a alguien. Instintivamente Bilbo se agachó en su asiento, por supuesto, era ridículo que lo buscara a él y, aún así, no podía arriesgarse. Dejó algunos billetes sobre la mesa y se dirigió discretamente hacia la segunda entrada. Afortunadamente, todos estaban bastante distraídos como para notarlo.
Se sintió mucho mejor cuando notó el aire fresco del exterior y decidió, después de caminar un rato, que era momento de llamar a Dis, sin embargo, unos brazos lo tomaron de los hombros y lo giraron suavemente en la dirección contraria. Cuando sus zapatos volvieron a tocar el suelo, se dio cuenta que estaba frente a aquel hombre, otra vez.
-Estás huyendo de mí –fue lo primero que aquella voz profunda dijo. Porque no era una pregunta, tampoco una afirmación era casi una acusación.
-Me estás siguiendo –replicó Bilbo, logrando que el extraño parpadeara y se… ¿ruborizara?
Por supuesto, era tan absurdo, que él espero a que el hombre lo negara, en lugar de ello, lo vio desviar la mirada.
-Era mi única opción –dijo, como si fuera excusa suficiente.
-Pudiste haberme dejado ir –sugirió Bilbo.
-Nunca.
Bilbo no tuvo tiempo para analizar aquella respuesta, porque un grupo de personas se acercó a ellos. No, a ellos no, a él. Tal vez si era famoso después de todo, así que Bilbo aprovechó la confusión y logró escapar.
Dis y Vili lograron encontrarlo y Bilbo ahora estaba sentado en el asiento de atrás de su carro, tratando de ocultar la vergüenza que sentía.
-No te sientas mal –le aseguró ella-, jamás habías estado en Erebor, es perfectamente normal perderse. Además esto es muy diferente a Inglaterra, para alguien de allá puede ser verdaderamente confuso al principio.
Quiso decir algo más, pero se interrumpió cuando la visión de la misma mansión que había dejado hacía unas horas lo sacudió de pies a cabeza.
-¿Viven cerca de la familia real? –preguntó, sorprendido.
Dis intercambió una mirada con su esposo que sólo logró inquietar a Bilbo aún más.
-En realidad, tal vez olvidamos mencionarte algo… Yo… nosotros vivimos ahí. Yo soy parte de la familia real.
-¿Olvidaste mencionar que eras una princesa? –parpadeó, sorprendido.
-No quise… intimidarte y ya que no me reconociste decidí que era mejor así, por el momento. Escucha, Bilbo, yo sigo siendo tu amiga, no importa el título con el que haya nacido, ¿de acuerdo?
Bilbo asintió, todavía sin poder creer que había conocido a una princesa sin siquiera notarlo.
Entrar a la mansión fue incluso más sorprendente que verla por fuera, incluso le pareció más grande ahora que la observaba con detenimiento. El vestíbulo se dividía una enorme escalera en dos vertientes, las cuales daban hacia la parte de arriba, a un pasillo que Bilbo se preguntó si tenía final. Estaba tan sorprendido que por un momento entró en pánico al darse cuenta de que no llevaba las maletas consigo, pero recordó que su equipaje llegaría después a esa dirección.
-Me gustaría presentarte a mi familia, pero no sé dónde se encuentra Frerin en estos momentos, Thorin probablemente esté demasiado ocupado en reuniones y haciendo papeleo y mis hijos…
-Lamento decirle, princesa, que está equivocada sobre su hermano –un hombre de cabello completamente blanco y barba espesa se acercó a ellos-, Thorin canceló todas sus reuniones del día de hoy…
-Balin ya te he dicho que me llames Dis, simplemente –comenzó la mujer, pero se interrumpió inmediatamente cuando se dio cuenta de lo que el hombre había dicho-. ¿Qué? ¡Tienes que estar bromeando! ¡Thorin jamás haría algo así!
Balin se rió.
-El muchacho se ha estado comportando extraño toda la tarde. Regresó particularmente irritable de la calle, quejándose de las personas, murmurando entre dientes sobre la mala suerte con la que Durin lo maldijo…
Balin se interrumpió y dijo algo más en Khuzdul, tal vez para que Bilbo no le entendiera. No era que le molestara, después de todo no era asunto suyo lo que ocurriera en aquella familia, él sólo era un invitado.
Dis sonrió de oreja a oreja.
-¿De verdad? –preguntó.
Balin asintió.
-Así se comportaron tu abuelo y tu padre cuando finalmente pasó. Siempre comienza mal, toda tu familia tiene esa maldición sobre sus hombros –dijo él, haciendo un esfuerzo por no reírse.
-Es cierto –concedió Vili, observando a su mujer, la cual se ruborizó.
-¡Quiero verlo! –insistió Dis e hizo ademán de moverse, pero se detuvo al darse cuenta de que Balin giraba la cabeza en dirección de una habitación que se encontraba del lado izquierdo del vestíbulo.
La puerta se abrió.
-Creo que no será necesario ir a buscarlo –dijo Balin.
-¡Oh, lo había olvidado! –Dis se giró hacia él-. Bilbo, por fin conocerás a mi hermano. Él es Thorin, rey de Erebor.
Y entonces Bilbo quiso correr, huir lejos y no regresar. Porque el hermano de Dis era precisamente el mismo hombre al que había acusado de seguirlo, al que había gritado y reclamado… el que había caído sobre él y lo había protegido de golpearse en la cabeza.
Fantástico, de todas las cosas estúpidas que pudo haber hecho… tenía que haberle gritado al rey de Erebor. Perfecto.
-¡Tú! –Por supuesto, Thorin lo reconoció inmediatamente y se acercó a él, provocando que Bilbo retrocediera. El rey sonrió y después frunció el ceño, al observar la reacción de él.
-¿Ya conocías a Bilbo, hermano? –preguntó Dis, confundida.
-Bilbo –repitió Thorin lentamente, con los ojos brillantes-, nunca pensé que aquel hombre escurridizo e irritable tuviera un nombre así.
-Yo… yo no sabía –comenzó Bilbo, ruborizándose. Sin embargo, se recuperó pronto y volvió a fruncir el ceño-. No fue culpa mía… ¡Tú caíste sobre mí!
-¿Qué está pasando? –preguntó Dis, pero fue ignorada por completo.
-Lo sé, lo siento. Tienes razón –dando un paso hacia él. Parecía completamente divertido-. Perdóname.
Ahora se sentía peor, aquella disculpa lo hacía ver muy mal, considerando en cómo se había comportado antes.
-Sí… ehhh… acepto tu disculpa. Aunque tal vez yo… exageré un poco las cosas –admitió.
-¿Por qué huiste de mí? –preguntó Thorin y Bilbo sinceramente no quería responder a eso, no quería tener esa conversación en frente de tres personas más.
-No huí –pero sí lo había hecho. Incluso en aquellos momentos quería encontrar la entrada y salir de ahí. Porque era un cobarde.
-Podemos empezar de nuevo –sugirió Thorin y Bilbo asintió, lo que tal vez fue una mala idea porque sólo hizo que él se acercara más-. Me llamo Thorin Durinson y estoy a tu servicio.
Bilbo trató de no pensar mucho en aquella última frase, pero no pudo evitar estremecerse cuando el hombre tomó su mano y la besó. Era una costumbre en aquel país, probablemente.
-Bilbo Baggins –respondió y no pudo decir más porque tenía seca la garganta. Logró liberar su mano y dar varios pasos hacia atrás. Thorin frunció el ceño.
Entonces el rey se dio cuenta que tenían audiencia y se giró hacia su hermana.
-¿Me puedes decir qué está pasando aquí? –exigió ella.
Thorin sonrió, mirando a Bilbo una vez más.
-Es una historia bastante interesante.
Por la forma en que su corazón dio un vuelco, Bilbo se dio cuenta de que estaba en muchos problemas.
