10 de enero de 2010

Quedó conmigo en los bancos que hay a la orilla del río. Hacía un tiempo que no hablábamos. La única razón por la que seguíamos manteniendo el contacto era por favores como ese. Ambos sabíamos que nos odiábamos de la misma manera que nos respetábamos. Mientras la esperaba observaba cómo unos niños tiraban piedras por turnos a la boya. No conseguía ver si alguno de ellos acertaba, pero por sus risas y bromas deduje que no lo hacían. A la cuarta intentona de uno de ellos se oyeron aplausos, fue entonces cuando noté su presencia.

-Siempre te quedas absorta contemplando postales como éstas. Qué idílico, ¿verdad? Hace un tiempo éramos nosotras las que jugábamos pensando que nada en la vida nos separaría. Pobres ingenuos

- Todavía no saben lo traicionero que puede ser El Amor. Déjalos que disfruten. Puede que con algo de suerte a ellos les vaya bien. Dime, ¿a qué has venido?- pregunté mientras me giraba para encontrármela de frente. No había cambiado nada. Estaba preciosa, como la última vez que la vi hace ya unos años. Seguía mirándome con esa rabia con la que me miró cuando todo se transformó en odio.

- Quiero que te hagas cargo de esto- me dijo mientras me daba una bolsa de tela marrón atada con un cordel.

- ¿Qué es?

- Por alguna extraña razón el destino sigue jugando conmigo. Esta vez hizo que conociese por casualidad a una persona. El resto te lo puedes imaginar. Miradas, caricias, sentimientos, momentos . No sé por qué razón todavía dejo que el amor y el destino se junten para jugar en mi contra. Lo que contiene esa bolsa son miradas, caricias, sentimientos, momentos. Son recuerdos que me producen daño. Que me causan dolor

- ¿Quieres que me deshaga de ellos?

- No. Quiero que los guardes. Quiero mantenerlos alejados de mi hasta que llegue el momento de poder volver la vista atrás y que esos recuerdos provoquen una sonrisa. Quiero que esa persona siga a mi lado, cuando yo esté preparada. Pero hasta entonces no tengo fuerzas para tenerlos cerca.

- Si que debería ser especial esa persona para querer que siga en tu vida.

Ella no contestó. Sonrió con esa sonrisa irónica que le caracterizaba. Se acercó a mí y me besó en la mejilla. Hacía mucho tiempo que no se acercaba tanto. La miré a sus ojos y por un momento pude ver algo de cariño en ellos, aunque fue solo un segundo. Después la rabia seguía allí. Dio media vuelta y se fue. Mientras se alejaba me dijo - al menos yo lo he intentando.

No entendí esas palabras hasta pasado un tiempo. No lo entendí hasta que un día por casualidad la bolsa que Rachel me dio se abrió. Yo empecé a reír negando con la cabeza mientras observaba esas miradas, esas caricias, esos sentimientos, esos momentos. No podía creer que el destino de nuevo jugase conmigo. Y es que no podía creer que los recuerdos que guardaban esa bolsa fuesen los míos.


Me presento con estas palabras, a ver si a alguien le interesa.

El título de la historia hace referencia a la canción del Gran Andrés Suárez. Os dejo el link de esta bestialidad de canción.

www. youtube /watch?v=h69n9vk6zek