Capítulo 1. Camino a Nunca Jamás

- Te quiero, Henry… - su voz estaba quebrada por el profundo nudo que se abría paso por su garganta. – desearía ser lo suficientemente fuerte para parar esto… pero no lo soy.

Se echó a llorar, poco le importaba que estuvieran presentes los que habían sido sus enemigos durante tanto tiempo. Si iban a morir quería hacerlo siéndole sincera a la persona que más le importaba, su hijo. El pequeño la miró y sin decir una sola palabra se acercó lentamente a ella, abrazándola. Regina notó en aquel abrazo todo el calor que había faltado en los anteriores… se sentía bien consigo misma, por primera vez en mucho tiempo… aquello era lo correcto.

Se hizo un gran estruendo y de repente un haz de luz entró cubriendo toda la sala. No podía ver nada. El escenario estaba cambiando y se oían pasos "Henry, necesito protegerle" aquella calidez la había abandonado.

- ¿Henry? – musitó en busca de respuesta - ¿…Dónde estás?

La morena avanzó a penas unos pasos a tientas, esperando una contestación que no llegaba. La luz cegadora fue disminuyendo y un fuerte olor a mar se transportaba en el aire "¿Esto es el puerto?", parpadeó.

Delante tenía a Greg y a Tamara, dos figuras sobradamente conocidas y a las que hubiera deseado no ver jamás. Sin embargo, lo que más le sorprendió fue ver a su hijo esposado en medio de ambos.

- Soltadle – les inquirió alzando la mano de forma amenazante – de lo contrario vas a conocer una tortura muchísimo peor que aquel juego de muñecas por el que me hiciste pasar a mí.

La extraña pareja tan solo sonrió y lanzó algo al agua "una judía mágica" mientras retrocedían aproximándose al borde del puerto. Fueron tan solo unos segundos, Regina se echó a correr a la par que veía como aquellos tres saltaban al agua, saltaban para adentrarse en el portal que acababan de abrir. Corría pero sus pasos no la llevaban a ningún lado, no podía moverse, lo único que podía hacer era ver cómo su hijo caía por aquel agujero y se perdía para siempre. Le había perdido. Todo, absolutamente todo, era su culpa. La oscuridad invadió el lugar y unas voces en su cabeza empezaron a aturdirla "el amor es una debilidad, Regina", "todo ha sido tu culpa", "siempre serás la reina malvada". Mientras ella intentaba callarlas la desesperación la iba consumiendo y tan solo gritaba que la dejaran en paz…

[…]

Abrió los ojos cautelosamente y el ligero vaivén del barco la transportó a la verdadera realidad que estaba viviendo. Había tenido una pesadilla. Se llevó las manos a la cabeza y se secó las gotas de sudor que resbalaban por su frente "no sé si podré aguantar esto…", dejó caer el peso del cuerpo sobre sus rodillas y respiró hondo. Necesitaba aire. Salió a cubierta, la noche cubría el cielo con su manto y el Jolly Roger estaba iluminado por una tenue luz de luna. Se apoyó en uno de los bordes del barco a contemplar el oleaje cuando algo la distrajo de sus pensamientos:

- ¿Regina? – se giró e inmediatamente reconoció aquel destello dorado.

- Sí… ¿Qué haces aquí Emma? – preguntó sin dejar de observar el mar, no sabía exactamente por qué pero la presencia de la rubia hacia que se le tensaran los músculos.

- Hook me ha dejado al cargo del timón mientras él duerme un rato, decidimos turnarnos – no la veía pero sabía perfectamente que se estaba acercando a ella con las manos puestas en los bolsillos "seguramente tendrá ese posado tan interesante suyo", pensó. – yo iba a preguntarte a ti lo mismo… ¿Qué haces despierta?

La sheriff se situó a su lado, apoyando ambos brazos en la repisa y escrutándola con la mirada.

- No podía dormir – respondió con el tono más neutral que fue capaz de encontrar.

- Te entiendo… yo tampoco podría, por eso acepté encargarme del timón… - sonrió brevemente – al menos quería tener la cabeza ocupada en algo.

- Buena jugada, señorita Swan – por primera vez en la noche se giró para verla, encontrándose de frente con aquellos ojos azules, estaba preciosa y le dolía admitirlo – ojalá pudiera encontrar algo en lo que ocuparme yo también.

- Podemos charlar, he dejado el piloto automático – contestó casi inmediatamente con una sonrisa divertida en la cara.

- ¿"Piloto automático"? – la morena alzó una ceja incapaz de comprender aquello.

- Sí, bueno… - Emma apartó la mirada y rió entrecortadamente, mientras se apartaba un mechón de cabello de la cara – como tan sólo tenía que mantener el rumbo bloqueé el timón con un trozo de madera, de ese modo sigue en la misma posición sin necesidad de estar aguantándolo yo.

- Un momento… Sheriff Swan… ¿No decía que se quería mantener ocupada? - la morena se cruzó de brazos y le lanzó un reproche que más bien escondía ciertas ganas de juego entre líneas.

- Y así era. Estuve manteniendo el timón todo el rato hasta que te vi aparecer por cubierta – argumentó mirándola fijamente.

Regina notó como un leve rubor encendía sus mejillas "¿Por qué demonios me pondré así por su sola presencia?", se maldijo a si misma, tenía cosas más importantes de las que preocuparse.

- ¿Quiere tener una de nuestras discusiones? – preguntó, divertida.

- Nah – la rubia se encogió de hombros – quiero tener tu compañía, se que puede sonar extraño pero… entiendo cómo te debes sentir y probablemente tú eres la persona que mejor me entiende a mí en estos momentos.

Regina no se esperaba esa respuesta, era demasiado madura pero, a fin de cuentas, las circunstancias requerían de ello.

- Estaré encantada de hacerlo – respondió la morena con una amplia sonrisa en el rostro.

- Sabes… adoro esa sonrisa – pronunció Emma, haciendo que la alcaldesa parpadeara, confusa.

- ¿Qué sonrisa? – para cuando había preguntado ya era demasiado tarde, se dio cuenta de lo estúpida que sonaba pero no podía remediarlo.

- La tuya – hizo una breve pausa- me he fijado y solo hay dos personas a las que sonrías así en todo el pueblo: a Henry y a mí.

¿Aquello era cierto? La alcaldesa estaba perpleja, no se había dado cuenta de sus reacciones para con Emma "yo… le sonrío de forma… ¿especial?", todo aquello se le antojaba demasiado difícil como para atajarlo en ese momento. Lo único que tenía claro era que agradecía la presencia de la rubia, como casi siempre aparecía en los momentos en que más necesitaba a alguien, aunque le costara admitirlo. Cuando creía que Henry no iba a volver a despertar ella había estado ahí. Cuando todos se alzaron en su contra solo una persona detuvo al Dr. Whale. Cuando creía que iba a morir sola en aquella mina, cuando todo estaba perdido alguien pronunció aquella frase que lo cambiaría todo: quizás nosotras podamos. Puede que por eso le sonriera de forma especial, a fin de cuentas era lo más lógico "será agradecimiento".

- No me había dado cuenta – fingió intentando disimular indiferencia – sonrío a mucha gente.

- Por favor, Regina… - Emma hizo una breve reverencia – es de ti de quien estamos hablando, no sueles ir regalando sonrisas tan sinceras a cualquiera.

La morena negó con la cabeza reprimiendo una carcajada ante la actitud de la sheriff. Lo cierto es que siempre conseguía distraerla de cualquier problema.

- Veo que estáis de parloteo – una voz grave las sacudió por detrás – Emma, querida, ¿no ibas a encargarte del timón?

Hook se acercaba a paso firme y con una mirada encendida, no parecía haberle sentado nada bien la "triquiñuela" que había llevado a cabo la rubia. Ésta miró a la morena y le guió el ojo poco antes de dirigirse al capitán:

- Lo siento, lo siento… solo quería mirar las olas un segundo y me encontré con Regina – con el brazo le hizo una señal a la morena para que le siguiera el juego.

- Sí, solo ha sido un momento – añadió ésta al segundo – además yo ya me iba…

A la morena le pareció que la cara de Emma se tornaba en una mezcla de preocupación y decepción al oír esas palabras.

- Las dos os podéis ir, no pienso abandonar mi precioso Jolly Roger a una persona que cree que esto es un crucero por el mediterráneo – espetó desde lo alto de la cubierta el capitán con cierta burla – así que, señoritas, buenas noches.

La rubia sacudió la cabeza y la miró: - ¿Nos vamos pues?

- Por favor – contestó la alcaldesa mientras seguía los pasos de Emma, que ya avanzaba hacia los camarotes.

Una vez dentro Regina volvió a sentir aquel pánico que antes había olvidado. No quería dormir, no quería recordar que había perdido a Henry, no quería volver a tener esas pesadillas… Se apoyó torpemente en la pared del pequeño pasillo que conducía a los dormitorios, cerró los ojos e intentó respirar hondo para tranquilizarse. En aquel instante, y sin que pudiera haberse percatado, notó una fuerte opresión contra su cuerpo. No era nada desagradable, al contrario, se sentía bien… era reconfortante. Abrió los ojos y se encontró a si misma hundiendo la cabeza en el hombro de la sheriff, que la abrazaba con fuerza.

- No te preocupes… se que esto es difícil, yo también lo estoy sufriendo – la voz de Emma era un leve susurro en sus oídos - no te voy a dejar sola.

Tras escuchar aquello ambas entraron en el camarote de la morena y ésta se tumbó en la cama, seguida de Emma. Aquella escena era de lo más extraña, jamás se habría imaginado a si misma compartiendo habitación con la hija de Snow y, mucho menos, cama. Sin embargo, en aquel instante la necesitaba. La morena se hizo un pequeño ovillo mientras notaba como la sheriff pasaba el brazo por encima de ella, atrayéndola contra sí y haciendo que se fundieran en un abrazo. Regina miraba la pared del camarote pero el saber que tenía a la rubia tan cerca que podía sentir su aliento chocando contra su nuca le descolocaba.

- Intenta dormir, si pasa cualquier cosa no dudes en decírmelo, estoy aquí – Emma seguía susurrando pero esta vez su tono era mucho más dulce – tan solo cierra los ojos.

Fue en aquel instante que decidió hacerle caso, no sabía si era por el cansancio acumulado, por aquel aroma suyo que la embriagaba, por la calidez que su cuerpo transmitía o simplemente porque era la segunda persona que había conseguido importarle hasta tales extremos. Cerró los ojos mientras notaba cómo la sheriff acariciaba su cabello, dejando que todas aquellas sensaciones la mecieran.

Esa noche fue la primera en muchos años en que Regina Mills pudo conciliar un sueño tranquilo.