Disclaimer: No me pertenecen los personajes, son de Tess Gerritsen y de los productores de Rizzoli and Isles. Las canciones tampoco, sólo me pertenecen las ideas que surgen al escucharlas.

A/N: Jazz, aquí tienes respuesta a tu pregunta de siempre, por fin me atreví a escribir una historia más larga, no durará 20 capítulos, pero será más que un "one shot" ;)

Dudé mucho en el nombre, pero creo que refleja la colección de canciones que sirvieron de inspiración para la historia.

Dedicada a mis lectoras más asiduas: Cecilis, Jazz, DuendeNY, Elissetty, las invitadas Flori y Oz.

Oz: muchísimas gracias por haber leído todas mis historias y las palabras que me dedicaste, son un tesoro.

Este primer capítulo se inspira en la canción "Quiero amanecer con alguien" que interpreta Daniela Romo y fue uno de sus éxitos en los noventas.

Lo que me haces sentir

Capítulo 1

Quiero amanecer con alguien

Desde la perspectiva de Maura Isles

Escucho como ruido de fondo la conversación que tienen Jane y Ángela. Estoy furiosa, me siento humillada: la jefa del laboratorio forense del precinto donde ocurren más delitos, egresada de las universidades más importantes con especialidades forenses, tantas conferencias dictadas, tantos cursos tomados, formo parte de comités forenses nacionales e internacionales, soy capaz de salvar a un hombre en mi mesa de autopsias, y de la nada, quedo prendada de él como colegiala, ¡Por, Dios! ¿Cómo no pude ver en Dennis Rockmond todos los signos de un asesino en serie? Bien portado, caballeroso, coqueto, pulcro en muchos sentidos, pero al mismo tiempo hermético, dejando saber sólo lo que él quería que viera para seguirlo, como ratoncito al flautista de Hamelin. Por enésima ocasión me llevo la mano a la frente y luego peino mi cabello. Suspiro y Jane me observa interesada en saber lo que pasa por mi mente.

- Vamos Maura, tienes qué comer algo.

Me dice con ternura al tiempo que extiende su brazo para ofrecerme un sándwich hecho por mi compañera de aventuras. Le devuelvo la mirada, no me atrevo a hablar, pues el tono de voz sería grosero y no es justo para ella, su preocupación es genuina. Sonrío agradecida y rechazo el sándiwch. Lo deja en la mesita del centro de la sala, al tiempo que frunce el ceño en señal de no estar de acuerdo con lo que hice. Pero tampoco dice nada, sólo suspira.

Ángela intenta convencernos de que el trabajo que hacemos es de lo más peligroso, pero Jane argumenta que no podemos hacer nada al respecto, nos gusta atrapar a los malos porque es lo correcto. Los gestos de Jane y la mueca de disgusto de Ángela me arrancan una sonrisa. Es como tener una familia, no siempre estás de acuerdo, pero percibes la calidez del cariño en esos pequeños actos que demuestran preocupación entre unos y otros. Por fin, derrotada, Ángela se despide y se retira a la casa de huéspedes, dejándome a solas con Jane. Con cierto disgusto, la morena espigada recoge el sándiwch que me ofreció hace rato y veo que se lo come acompañado de una cerveza en la isla de la cocina. Yo prendo la televisión para tratar de distraer mi mente. De vez en cuando percibo la mirada de Jane, vigilante, pero a distancia, respetando mi espacio.

Siento una pinchazo frío en mi cuello y el ardor de un tirón. Me levanto bruscamente, al momento de jalarme para liberarme de los brazos de Rockmond, ¡es un sueño!, me grito, obligándome a abrir mis ojos. Era de nuevo Dennis amenazándome con la navaja en mi cuello y tirándome de los hombros para arrastrarme al vacío. Aún estoy un poco desorientada, mis manos reconocen el suave lino de mis sábanas, estoy en mi cama. Lo último que recuerdo es haber dejado el control remoto en la mesita de la sala. Asumo que me quedé dormida en el sillón y Jane me trajo a mi cuarto; sabe que padezco de mi espalda si duermo por largo rato en una mala postura.

Un poco jadeante todavía del despertar repentino, percibo que se hunde la cama a mi lado izquierdo, es Jane que me mira a los ojos, preocupada.

- Estás bien, estás en casa, a salvo, Rockmond ya no te hará daño.

Escuchar su voz me acaba de despertar.

- Gracias.

Le digo espontánea, pero cansada. Me sonríe.

- De nada, Maur. ¿Cómo estás?

Permito que ponga sus manos en mis hombros y me gira para ponernos de frente. No sé bien a bien si el tono de voz, el gesto de sus manos en mis hombros o la pregunta en sí, me desarman. Sin entender cómo, repentinamente, fluyen todos mis sentimientos, me siento frustrada.

- Estoy cansada Jane, muy cansada de esta soledad tan larga, mi corazón ya no quiere más ausencias: mis padres, el doctor sin fronteras, hombres de una noche, primeras citas que no llegan a ser una segunda.

Me levanto y camino a la ventana. El cielo está prístino y la luna aparece brillante en lo alto del cielo nocturno. Jane sigue atenta a lo que le digo.

- A veces, en noches así de tranquilas, percibo una sensación extraña, es como si mi corazón llamara a otro para que lo haga latir, otro igual que reclame su amor.

Regreso a mi cama y me tumbo derrotada. Estallo en sollozos.

- Quiero volver a enamorarme, como cuando adolescente, quiero compartir con alguien todo lo que hay en mí, que no le importe lo que pase, ni le importe lo que fui.

Jane se mueve un poco en la cama, respetuosa de mi espacio, se acerca poco a poco, como pidiéndome permiso para acercarse de nuevo. En ese momento yo soy la que me lanzo a sus brazos, necesito calor humano, mi corazón se siente vacío y roto, acercarme a ella podría quitar esa punzada fría. Me rodea y sus manos me consuelan. Mi razón está callada, después de mucho tiempo, desde el accidente de mi madre, permito que mis sentimientos salgan a la superficie. Luego de algún tiempo, me separo del abrazo de Jane. Entre lágrimas hablo desesperada.

- Quiero amanecer con alguien, que sepa cómo amarme, que separe bien mi cuerpo de mi mente, que me intuya solamente con mirarme, ¡que no quiera cambiarme!

Casi grito suplicante. Jane me mira con lágrimas en los ojos, he de parecer patética, y en el fondo también sé que es solidaria con mi sentir. Me toma de las manos y luego, otra vez me acurruco en brazos.

- Quiero estar con alguien que me busque al sentirse vulnerable, que no tenga miedo de ser juzgado por mí. Alguien que entienda que hay ocasiones en que explicarse está de sobra, y por lo mismo, no rompa mis silencios con preguntas.

Jane me acerca una caja de pañuelos desechables. Me limpio la nariz y ella me peina el cabello enredado. Un poco más calmada, sigo con mi descripción.

- Deseo que esa persona sea tan fuerte que me defienda de mis propias dudas; que no tenga miedo de enfrentarse conmigo, que en esa lucha por regirme, me seduzca, y que por las noches se confunda con mi sombra.

Suspiro, mientras Jane me invita con su mano a acomodarme en la cama de nuevo.

- ¡Oh, Jane! ¿Encontraré a una persona así?

Me sonríe, besa mi frente y me arropa.

- Sí, la encontrarás.

Cierro mis ojos y percibo su mano peinando mi cabello, después, me arrullo con la tibieza de sus dedos, quedándome dormida.


A/N: ¿Y bien? ¿Qué tal el inicio?