La guitarrista
El sol se levantaba entre las montañas y comenzaba a asomarse a través de los pocos edificios de ciudad Z cuando una misteriosa guitarrista caminaba en silencio, dejando atrás las calles terrosas características del camino pueblerino hacia las cada vez más asfaltadas y estéticas aceras de la ciudad. Nuestra chica llevaba su cabello negro corto hasta los hombros, con un flequillo en diagonal apuntando hacia la derecha y manteniéndolo hacia atrás con una banda roja que tenía dibujados alegres motivos de ondas y círculos en un tono amarillo opaco.
Los rayos matutinos iluminaban las tiendas, casas, apartamentos y los pocos escombros que quedaban tras la caída del meteoro, o bien sus fragmentos, que casi aniquilan a todos los habitantes de la ciudad. Era una mañana gloriosa que invitaba a la gente a salir de sus casas y abrir sus negocios. La guitarrista veía con sus ojos ámbar cómo todos se dirigían a pie, en coche o en bicicleta a sus respectivos destinos mientras pensaba donde sería un buen lugar para comenzar con su jornada, la cual constaba de pararse a tocar música cerca de 4 horas, detenerse para comer y luego tocar otras 2 horas para finalmente buscar un lugar dónde pasar la noche. Esta rutina tal vez no la hacía millonaria, pero hacía ya varios meses que le permitía mantenerse alimentada, con ropa más o menos limpia y un techo por las noches (cuando había donde conseguir uno). Bien le advirtió su maestro que la vida montaña abajo era un poco más complicada que en el dojo donde todo estaba ya asegurado, siempre que siguiera con el entrenamiento. Pero ella quería conocer el mundo y dedicarse a lo que más amaba: la música, aunque desde que bajó de la montaña no pudo evitar encontrarse con uno que otro enfrentamiento, normalmente con asaltantes normales, nada serio en realidad.
Eran ya las 8 de la mañana cuando la guitarrista llegó finalmente a un supermercado en el centro de ciudad Z. El lugar era bastante concurrido por jóvenes vagos, amas de casa y oficinistas hambrientos, el lugar perfecto para sacar su guitarra y comenzar a trabajar. El plan al final de la jornada era dirigirse a las afueras de ciudad Z, en una zona recientemente abandonada por la gente debido a ciertos rumores sobre un monstruo de alto nivel que habitaba el lugar, pero que nunca había sido visto. La guitarrista sabía que los rumores podían solo ser eso, rumores, por lo que decidió confiar en su suerte y, llegada la noche, buscar algún apartamento vacío donde pasar la noche y ahorrar algún dinero para continuar con su viaje de regreso al dojo.
A las 6 de la mañana de ese mismo día, mientras el sol se levantaba de entre las ruinas y los contados edificios que permanecían en pie dentro de la zona deshabitada de ciudad Z, un hombre calvo de rostro inexpresivo se preparaba para salir a realizar la rutina que llevaba ya 3 años cumpliendo: correr 10 km y trabajar 100 sentadillas, 100 abdominales y 100 lagartijas. Después del tiempo que llevaba efectuando su rutina de entrenamiento, llevarla a cabo no era ningún problema; pero siendo un héroe clase C, actualmente el segundo puesto de la clasificación C dentro de la Asociación de Héroes, se veía obligado a realizar mínimo un acto heroico semanal. El hombre aprovecharía su salida matutina para buscar también algún trabajo que realizar.
Para medio día, el hombre ya había concluido con su rutina; había vuelto a su pequeño apartamento para ducharse (era afortunado al tener servicios de luz, agua y gas pese a que toda la sección habitacional estaba abandonada hace ya tiempo), se había puesto su traje de héroe que constaba de un llamativo mono amarillo con un cinturón negro, guantes y botas rojas y una larga capa blanca, que más parecía una sábana o una cortina, colgando de sus hombros, y había salido para hacer rondas por la ciudad. Pero nada sucedía. O al menos así pareció hasta que, cerca de las 3 de la tarde en la zona del centro, vio a lo lejos un grupo de patrullas arrestando una banda de asaltantes en un supermercado concurrido que él conocía; buenos precios, era una lástima que la acción hubiera terminado ya. Se preguntaba el hombre si los oficiales habrían acabado solos con el asunto o hubieran tenido asistencia de algún otro héroe, tal vez el héroe sin licencia para conducir o alguno de los hermanos Tank Top. En fin, su oportunidad de trabajo se había esfumado con el arresto de los asaltantes, sin embargo… era extraño. Un muchacho de unos 15 años corría desesperado, alejándose del supermercado, con una funda de guitarra que tenía una cascada dibujada en la parte frontal. Se notaba que había algo en su interior, seguramente la guitarra. Pero eso no era todo, unos metros detrás de él corría una chica no del todo alta, pero muy delgada, gritando como loca "¡Hey! ¡Niño! ¡Esa guitarra NO es tuya!".
Oportunidad de trabajo a la vista.
Nuestro hombre se dispone a alcanzar al muchacho y regresar la guitarra a su legítima dueña, lográndolo fácilmente en cuestión de segundos. El muchacho había entrado a una calle muy angosta cuando fue alcanzado por el calvo. –Oye, hay una chica que grita desesperada por esa guitarra, deberías devolverla.-
En realidad el encuentro con el calvo fue algo bastante tenebroso para el niño. Todo iba bien al principio, la muchacha corría rápido pero se había quedado atrás después de que el muchacho atravesó una multitud de gente ágilmente con la guitarra en su espalda; para acabar de perderla se había colado en esa angosta callejuela que conectaba con la siguiente avenida donde podría ocultarse en el negocio de un amigo suyo. Pero de la nada apareció frente a él ese hombre pálido, calvo, de mirada inexpresiva que le pedía tranquilamente devolver la guitarra. La sombra que proyectaban los edificios aledaños le daba una expresión bastante oscura, como el monstruo de Frankenstain en las películas de los años 30. El muchacho aterrado decide solo aventarle la guitarra e irse corriendo de vuelta a la avenida por donde había llegado para desaparecer entre la multitud.
Ahora solo quedaba devolver la guitarra y pedirle a la chica que hiciera una declaración explicando como el héroe calvo con capa había recuperado su instrumento. "Ahora no tendré que preocuparme hasta la próxima semana, que bien" pensaba el calvo hasta que sintió un peso sobre sus hombros y dos filas de dientes que presionaban su cabeza.
-¡Devuelveme la guitarra! ¡Ladrón! ¡Descarado!... ¡Calvo!- Gritaba como podía la chica mientras mordía la cabeza calva del misterioso sujeto de amarillo que sujetaba su guitarra. La cara del hombre se ensombreció con enojo, después de más de medio día sin mostrar expresión alguna ahora sus ojos irradiaban rabia y furia, realmente odiaba que lo llamasen calvo. -¡¿A quién llamas calvo?!- Con esta primera expresión de ira el hombre calvo saca volando a la chica, quien, de alguna manera, logra caer en pie pese a la fuerza con la que fue aventada al aire. El hombre calvo lleno de enojo se voltea a encararla y con una pose muy extraña mientras agita la guitarra en el aire exclama -¡Vine a recuperar tu guitarra! ¡Soy el héroe! ¡¿Es tan difícil notarlo?!-.
La chica, temiendo por la guitarra y un poco avergonzada por la situación se acerca lentamente hacia el hombre –Ya veo, ¡lo siento mucho! ¡Lo siento!... pero la guitarra…. Cuidado con la guitarra, ¡te pagaré lo que sea pero no le hagas daño por favor!- El hombre le avienta la guitarra y se va refunfuñando cosas ininteligibles, dejando atrás a la chica con la guitarra, suspirando de alivio al tener a su compañera de vuelta. Rato después el hombre se daría cuenta de que había olvidado pedirle la declaración a la chica, pero esa será otra historia. De mientras, la chica buscaría otra locación concurrida para tocar música un par de horas más en lo que caía el atardecer y buscaba un lugar donde pasar la noche.
Horas después, el incidente no habría quedado del todo olvidado por ninguno de los dos, pero ya habrían encontrado tranquilidad al respecto. Al menos la guitarrista ya lo habría hecho. Llegadas las 6 de la tarde aproximadamente, mientras el sol comenzaba a ponerse del lado opuesto del horizonte de donde había salido, la chica había llegado ya a la entrada de la zona abandonada de ciudad Z y se había sentado a descansar un rato en una banca cercana a un mini súper que anunciaba ofertas en rámen instantáneo. Con la correteada, el muchacho que había tratado de hurtar su guitarra no había tenido oportunidad de sacar las ganancias del día que ella guardaba momentáneamente en la funda; al parecer había ganado lo suficiente para pedir una porción doble de udón tamaño grande en cualquier local respetable, lo cual era una fortuna ya que no se le antojaba el rámen instantáneo de las tiendas. Nunca le había parecido apetitoso.
El cielo se teñía de rojo, naranja y púrpura mientras el tiempo pasaba y la guitarrista lo dejaba escurrirse en lo que veía como la poca gente que aún vivía por esos alrededores entraba a sus casas y las tiendas encendían sus lámparas para recibir la noche. Sentada en la banca, aunque más que sentada, casi tendida cual toalla secándose y abrazando su recién recuperada guitarra, la guitarrista se proponía buscar un puesto de udón cercano para merendar y terminar su jornada adentrándose en la zona deshabitada. Al mismo tiempo el hombre de calva cabeza recorría una larga avenida despoblada; ya se había quitado su traje amarillo con capa, sus botas y sus guantes; ahora solo llevaba un pants holgado y una sudadera muy graciosa que tenía la leyenda "OPPAI" escrita en el pecho, adornada con unos senos dibujados de una forma muy caricaturezca. El hombre se había percatado de que no le pidió la declaración a la chica sólo minutos después de dejarla en la callejuela por lo que había vuelto rápidamente, pero ella ya no estaba ahí.
La zona era bastante silenciosa, tranquila, perfecta para pensar y el hombre calvo soltó un suspiro al llegar a la banca que se encontraba frente al mini súper que frecuentaba para comprar rámen instantáneo. Pero ese día él no quería rámen instantáneo… Aun así no tenía dinero suficiente para otra cosa por el momento; se sentó algo decepcionado del día y soltó otro suspiro sin fijarse en la chica, que también suspiraba junto a él mientras disfrutaba de la paz que la rodeaba, pensando en el plato de udón enorme que pediría esa tarde para comer.
Por otro lado la guitarrista sí reparó en la presencia del hombre, aunque al principio, al tener los ojos cerrados, pensó que sería sólo un asalariado más que volvía cansado a casa y había decidido hacer una breve parada en aquella banca para recuperar fuerzas y luego seguir con su camino, nada preocupante. Y entonces la chica abrió los ojos y volteó a ver a su compañero de banca. La guitarrista no pudo ocultar su asombro y sorpresa al verlo, el hombre calvo de horas atrás; el héroe enojón que le había aventado la guitarra y se había ido refunfuñando.
-Ho… Hola…- La chica esperó a que el hombre reaccionara ante su saludo antes de decir nada más. Lo miró fijamente; aunque era calvo lucía bastante joven… Bueno, no bastante joven pero no pasaría de los 30 años, tal vez sería solo un par de años mayor que la chica que apenas cumpliría sus 21 próximamente. Que rayos.
El hombre abrió los ojos, volteó a todas partes y al final vio a la chica ¡Sorpresa! Era la misma chica a la que había ayudado a recuperar su guitarra. –Eres la chica de hace rato, la de la guitarra. Hola.-
-Este… emmm… no te agradecí correctamente el que me ayudaras con la guitarra, lo siento mucho ¿Puedo hacer algo por ti?- Dice la chica hablando cada vez más rápido y sonrojándose un poco. El malentendido de hace rato la volvía a avergonzar ahora que estaba frente al héroe.
-De hecho sí. Necesito que escribas una declaración de cómo te ayudé con la guitarra y la envíes a la Asociación de Héroes- "Esta chica fue mi acto heroico semanal y no me gustaría que me revocaran de la lista de héroes… Con tantas personas trabajando para la asociación es difícil conseguir trabajo", piensa el hombre.
El muchacho parecía tranquilo, calmado… inexpresivo. Eso la tranquilizó. -Lo haré lo más pronto posible- contesta la chica –uh…- dice el chico volteando a ver al cielo. Pasaron solo un par de segundos cuando el estómago del hombre calvo gruñe con furia. La guitarrista lo ve, primero alarmada, luego suelta una leve risa y su estómago gruñe también lo que detiene su risa.
-Déjame invitarte a comer- Dice la guitarrista con una sonrisa. -¿Estás segura?- pregunta el calvo. –¡Por supuesto! Hoy gané suficiente dinero como para una doble porción de udón, además siempre es mejor comer acompañada.-
Minutos después, los dos personajes revisaban pacientemente el tablero-menú de un puesto de udón cercano, para pedir ambos un plato de udón grande especial.
-Entonces… la Asociación de Héroes, ¿eh?- Pregunta la chica entre sorbidas de pasta.
-Si- Se limita a responder el calvo.
-¿Cómo te llamas?-
-Saitama-
-¡Pero tu nombre de héroe!- exclama la chica volteando a ver Saitama.
-Uh… no tengo… pero creo que seré conocido como hombre calvo con capa o algo así.- Al escuchar esto la guitarrista estalla en risas casi escupiendo udón sobre Saitama, quien sorprendido se quita lo más rápido posible.
-¿En qué categoría estas?- Pregunta la chica volviendo a su udón.
"Esta chica pregunta demasiado… tengo que salir de aquí." Piensa Saitama nervioso y responde –Clasificación C.-
-¡Oh! Ya veo. En mis viajes he conocido a una que otra persona que clama ser héroe. Supongo que pertenecen a la asociación también; pero algunos realmente no hacen más que ayudar ancianitas a cruzar la calle o bajar gatos de árboles.- La chica voltea a ver a Saitama quién parece no estar prestando atención a su plática. –No es que eso sea malo, pero me gustaría que sucediera aunque no haya un premio de por medio, como pertenecer a la asociación o algo así-
"Esta chica habla demasiado… Pero me ha invitado la comida… Maldición…"
Una hora más tarde ambos salen del puesto de udón contentos al dejar atrás el hambre.
-Bueno, supongo que aquí nos despedimos jajaja, gracias por la comida ¡Nos vemos!- Dice alegremente Saitama comenzando a caminar hacia su apartamento "Al fin, no más charla incesante."
-¡Claro! Ha sido un placer cenar contigo- Dice la chica sonriendo.
Tras unos segundos Saitama y la chica notan que ambos están caminando en la misma dirección hacia la zona abandonada.
-¿Me estás siguiendo?- Pregunta Saitama. –Ahh… ¿No…? La verdad es que voy a la zona abandonada para buscar un lugar vacío donde quedarme gratis. ¿Tú?- Contesta la chica tranquilamente. –Yo vivo ahí. Es gratis.-
Los ojos de la chica se iluminan de repente y Saitama trata de ocultar su preocupación, sabe lo que se acerca. Poco tiempo atrás, un joven ciborg lo había acosado hasta el cansancio para convertirse en su aprendiz; de suerte que ese día no había ido a verlo, habrá estado ocupado con algún encargo de la asociación. A él siempre le tocan las cosas divertidas. Sin embargo ahora parecía que una chica desconocida y muy ruidosa le pediría quedarse en su casa una noche, si todo salía mal tal vez incluso más. Que dilema.
En efecto la chica le pidió muy atentamente quedarse en su apartamento sólo una noche, o eso prometía. Ella le había pagado una cena deliciosa, si bien era cierto que sería un pago justo por sus servicios al recuperar la guitarra, dejar a una chica tan joven sin techo, en la noche, en una ciudad tan peligrosa… No, eso no era de héroes; o al menos eso le dijo la chica al ver en Saitama las ganas de negar su petición. La chica había sido lo suficientemente lista como para golpear su punto sensible y manipularlo. Al final le permitió quedarse en su apartamento.
-Muchas gracias Saitama, justo por esto mismo mañana haré dos declaraciones a favor tuyo ante la asociación, ¡que afortunado eres!- Saitama estaba de espaldas a ella, ya con su pijama puesto, estirando el futón para dormirse con una cara de odio indescriptible. La chica ya estaba dentro de su bolsa de dormir cuando Saitama apagó la luz, fastidiado y preguntándose qué tan bueno sería que un hombre y una mujer compartieran la habitación sin conocerse para nada. –De todas formas, gracias… Si necesitas cualquier cosa por favor dime. Puedes llamarme Ruth.-
Saitama la volteó a ver una vez más antes de cerrar los ojos y dormir, si bien era una chica fastidiosa, la verdad es que tenía un rostro muy apacible una vez dormida. Tal vez, al igual que con Genos, él podría acostumbrarse a ella, a su forma de ser, de hablar, de manipularlo de vez en cuando; pero seguramente no la volvería a ver después de esa noche y eso estaba bien, mejor dicho más que bien, era excelente.
Que tranquila noche de luna llena.
