Hermione, un sentimiento común
Capítulo 1
-La fama no lo es todo, Harry -solía repetir Hermione, desesperada ante la nueva y exasperante actitud de su amigo.
-Si, si, Hermione. Molesta a Ron, ¿quieres? déjame hacer mi vida -contestaba siempre Harry, a lo que Ron se escondía tras su amigo, para no ver la cara de reproche de Hermione.
Lo cierto era que a Ron también le molestaba que su amigo, de pronto, se pareciera más a un Malfoy, que a un Potter. Pero no por eso, sino porque el chico siempre estaba rodeado de gente, y no tenía tiempo para Ron.
-Hablamos luego... -dijo Harry una tarde, luego de ser la quinceava vez que Ron intentaba despegarlo de las hermanas Patil, y Cho Chang-. ¿No ves que estoy ocupado, amigo?
-¿Amigo? ¿Amigo?-dijo furioso a Hermione, cuando se dirigían a la sala común de Gryffindor-. ¡¡Se ha vuelto un cretino, y pretende que yo sea...!! ¿Su... amigo? ¿Cómo podría serlo, Hermione, ¿cómo? -tomó de las manos a Hermione que estaba a punto de las lágrimas. A decir verdad, desde el cambio de Harry, siempre estaba al borde de llorar.
-No sé Ron. ¡¡No lo sé!! Habla con él. Has algo. Intenta sacarlo de esa obsesión que tiene consigo mismo -se tiró en un sillón junto al fuego, y se dedicó a mirar a Crookshanks que jugaba con los gorros que ella seguía tejiendo-. ¡Encima esa Cho Chang no lo deja en paz! -dijo tirando uno de los libros que estaba sobre la mesa. El libro cayó al suelo, y causó tal estruendo por su peso que al gato se le cayó encima toda la fila de gorritos que oscilaba peligrosamente sobre una débil silla. Comenzó a luchar con ellos, y Hermione pudo notar que tendría que tejer unos cuantos más. Esos ya estaban perdidos...
-Y eso te molesta, ¿no Hermione? -dijo Ron con respecto a Cho.
-¡Ay Ron! No empieces de nuevo. Ya dejamos en claro el asunto de Harry, ¿cierto? ¿Por qué sigues? No te hagas tan pesado como él -dijo levantándose, y sosteniéndose la cabeza con las manos
-¡¡Hermione!! Yo... -dijo Ron sin saber si le convenía volver a decirlo
-Si. Lo sé Ronald. Tú me quieres. Pero debes entender que yo...
-Tú no -terminó el la frase, decaído y agotado.
-Lo siento, Ron -dijo ella un poco más relajada, volviendo a su lugar-. Es que...
-A ti te gusta Harry -terminó él.
-¡¡No!! -reprochó ella-. Bueno... no. No, no... Pero... ¡estoy confundida! ¡Si Ginny estuviera...! -reclamó con melancolía. Justo en ese momento, la puerta de la sala común se abrió, y por ella entró Ginny, con Harry de la mano
-¡Vaya, Hermione! Sí que tienes telepatía. Luego me enseñas ¿eh? Ahora estoy agotado... -se desperezó y fue hacia la habitación de los chicos.
-Herms -murmuró la colorada, comenzando a sonrojarse-. Yo... él... -ya era sabido por todos los Gryffindors, los sentimientos de Hermione Granger hacia Harry Potter. Menos por alguien... Harry no lograba entenderlo, es que... ¿cómo su mejor amiga iba a gustar de él? Seguro eran patrañas que inventaban todos...-. Lo siento -dijo soltando de inmediato la mano de Harry. Hermione dio media vuelta, y se dirigió a su habitación. Nadie podría detenerla. Nadie. Excepto una voz...
-Hermione -llamó Harry con urgencia-. ¿No vienes a por unos pastelillos a la cocina conmigo? -preguntó ante las señas desesperadas de Ginny, que le decían que la llame.
-Ah... eh... yo... bueno. Pero... no nos tardemos, aún tengo que hacer el pergamino para el profesor Binns, y son las nueve de la noche... -miró su reloj, ocultando que se había ruborizado. Ni se imaginaba que el chico solo lo hacía por Ginny.
-Ven -dijo él, extendiéndole su mano. Ella la estrechó. Se sentía tan bien con el tacto del chico. Pero al caminar por los pasillos de Hogwarts, no pudo evitar pensar que andaba de la mano con el mismísimo calco de Draco Malfoy. Esa malicia, esa superioridad... eran tan impropias de Harry y, sin embargo, las sentía allí. Como una presencia que jamás iba a desaparecer. Que nunca se iría, y que permanecería por siempre en el alma del chico.
-Harry... -susurró ella con decisión.
-¿Sí? Hermione... -respondió él, altanero.
-Es que... me preguntaba por qué... ¿por qué..?
-¿Por qué, qué, Hermione? -preguntó él, sin dejarla continuar. El chico se pasó una mano por el cabello, alborotándolo, y le dedicó una sonrisa que terminó de convencer a Hermione de que lo que iba a decir no era lo correcto en ese momento.
-¿Por qué no intentas hablar con Ron? Parece preocupado -dijo cambiando de tema muy bruscamente.
-Ah, eso... Ron... es que ya no siento que sea el mismo conmigo. La otra vez le conseguí una cita con una chica de Ravenclaw que se veía muy atractiva y decidida por Ron, y él... la rechazó. En su lugar me pegó un puñetazo diciéndome que él no quería a cualquier chica, que él quería a otra. Y que esa otra, se la había robado yo. Hermione, solo me gustaría saber quién es esa otra chica.
-Ah, pues... -no podía decirle que ella era, y que se moría por el-. No tengo idea -dijo con falsa sinceridad.
-Oh, lo supuse -dijo decayendo...-. Pero no vinimos a hablar de Ron, ¿no? -preguntó sonriendo. Esa sonrisa que lograba que Hermione volara...
-No. Claro que no -dijo ella, aún embobada con su amigo.
La nieve caía fuera del castillo, creando unas espesas capas blancas en las ventanas, que no dejaban que los chicos pudieran ver para fuera.
-Harry... -dijo ella dubitativa-. ¿En verdad quieres pastelillos? -preguntó luego de cinco minutos de bajar a paso lento hacia las cocinas.
-No... -respondió él con una picardía que se le reflejaba orgullosamente en la cara.
-¿Entonces que hacemos yendo hacia allí? -exclamó ella, obsequiándole una de sus más radiantes sonrisas.
-No lo sé. Yo solo... -no tenía palabras para remendar aquello-. Volvamos a la torre. Ya está haciendo frío-. Dijo frotándose los brazos.
-Como quieras –comentó la muchacha sabiendo que en el castillo ni se conocía la palabra frío en aquellos momentos. Todas las antorchas estaban prendidas, y desprendían un calor agobiante.
Comenzaron a caminar en sentido contrario. Cada tanto se dirigían miradas nerviosas y lo arreglaban sonriéndose mutuamente. Luego de un largo tiempo de estar así, Harry comenzó a reír, sosteniéndose la panza como si de eso dependiera su estado de salud.
-¿Qué? -preguntó Hermione-. ¿Qué pasa?
Harry logró calmarse, y habló:- ¿No te das cuenta? -dijo a su amiga que lo miró con extrañeza-. Estuvimos así tres cuartos de hora... ¡Esto ya no es normal! -Hermione logró entender lo que le pasaba a su amigo, y rió al igual que él.
-Tienes razón-. Dijo incorporándose.
-¿¡Qué hacen aquí?! -gritó una voz a sus espaldas.
-Es Filch -dijo Hermione a Harry en un susurro casi inaudible.
-Corre -murmuró Harry tomándola de la mano.
-Será peor si nos ocultamos. El castigo será mayor -advirtió ella preocupada.
-Ah, los castigos ya no me asustan –añadió él lanzándose hacia adelante, sujetando aún la mano de Hermione.
-¡¡Harry!! -se quejó ella corriendo a su lado.
-Sube -dijo él señalando la escalera más cercana.
-Como quieras –cedió dándose por vencida.
Y así siguieron. Subiendo y subiendo. Escuchaban el rengueo de Filch a sus espaldas. Debía encontrarse a pocos metros de ellos, quienes corrían como nunca.
-Entra –dijo jadeante Harry al llegar a la torre de astronomía. Una vez los dos estuvieron adentro susurró-: ¡Fermaportus! -de inmediato la cerradura hizo un fuerte "click", y supieron que estaban encerrados, y atrapados.
-Esto no está bien –se lamentó la chica yendo de un lado a otro-. Y encima aquí sí que hace frío –Harry se sonrojó, ya que Hermione acababa de demostrar que no había creído en él, anteriormente, con lo de que hacía frío.
-Bueno... -intentó calmarse-. Esto es lo que hay -sonrió mirando los telescopios que estaban cerrados y en sus estuches.
-No puede ser, no puede ser. ¡Van a atraparnos! -se quejó ella.
-Tranquila Hermione. Mira el lado bueno... ¡¡mañana tenemos el teórico de astronomía!! Llegaremos temprano... –Hermione no pudo contener la risa, y una carcajada salió despedida de su boca.
-¡Eres un tonto! -exclamó aún riendo.
-Pero inteligente.
-¿Qué?
-Filch es un Squib, ¿cierto? –ella asintió con la cabeza-. Pues... no podrá abrir la puerta.
-¡Ay, Harry! Irá corriendo por algún profesor...
-Corriendo, no. Eso puedo asegurártelo. ¿No escuchaste cómo cojeaba? -imitó a Filch "corriendo". Hermione volvió a reír.
-Bueno, ya. No es tiempo de ponernos a jugar, Harry –añadió adquiriendo la expresión de la profesora McGonagall-. Hay que pensar cómo saldremos de aquí. Tu "plan" solo nos da algo de tiempo, pero no nos saca de aquí. Se acerca navidad, y yo no quiero estar castigada para entonces, ¿de acuerdo? Vamos, piensa -dijo aún con severidad.
-Mmm... ¡Ya sé! –exclamó Harry luego de unos momentos en los que se quemaba cada neurona de su cerebro, en cómo salir de allí. Hermione, por su lado, no podía creer que a Harry se le hubiera ocurrido algo antes que a ella.
-¡¿Qué!? -inquirió entusiasmada.
-Mmm... Un encantamiento convocador podría ayudarnos... -dijo él, optimista.
-¿Y qué se supone que convocarás?
-Bueno... podría ser la escoba. Allí cabemos los dos –levantó una ceja con gracia-. Y el mapa del merodeador. Eso nos ayudaría para saber cuánto tiempo nos queda.
-Buena idea -admitió Hermione sorprendida por la rapidez de su amigo-. Solo hay una contrapartida... -dijo desilusionándolo momentáneamente-. Pero no te preocupes, sé cómo solucionarla –sonrió con suficiencia propia.
-¿Y cuál es ese problema? -preguntó Harry interesado.
-Cierran las ventanas con magia en el invierno. Sobre todo en las noches. Los elfos se aseguran de eso, porque no quieren que la nieve invada el castillo. ¿Te imaginas? Esto sería pura agua –explicó señalando el piso de piedra.
-¿Y cuál es la solución?
-Mmm... Un hechizo –inquirió con simpleza.
-¿Cuál? –preguntó exasperado Harry.
-Pues, habría que romper el vidrio, y luego repararlo para que nadie sospeche.
-Si, pero aún no me dices el hechizo.
-Eso, déjalo en mis manos. ¡Convoca tu escoba! –señaló con su varita a la ventana más próxima, y ésta se rompió en mil pedazos. Pero los trozos de vidrio no cayeron causando el estruendo que esperaba Harry, sino que se mantuvieron en el aire. Quietos. Con la horma de la ventana incorporada, esperando a que Harry llamara a su escoba y a su mapa, para volver a su sitio.
-Accio Saeta de Fuego –exclamó Harry, alzando su varita y lanzando el hechizo hacia el negro cielo. El paisaje era hermoso. Bueno, hermoso para quien le gustan los climas fríos y torrenciales. Al bosque prohibido no se lo veía en la oscuridad. En la lejanía se podían notar algunos árboles, que solo se veían por una gran capa de nieve que cubría sus superficies, dándoles un toque especial. La cabaña de Hagrid tenía las luces encendidas, y salía humo por la chimenea. "Alas Marchitas" jugaba con una gran calabaza que Hagrid, como tantos años antes, había preparado. En esta ocasión no eran para Halloween, sino para navidad. En Hogwarts, después de la muerte de Dumbledore, la profesora McGonagall había decidido cambiar la costumbre navideña, como se hacía cada vez que un director fallecía. Aunque todos parecían aún decaídos por la muerte del mejor director que Hogwarts había tenido en años, tras la derrota de Lord Voldemort, todos se veían más calmados, y la gente no tomaba las muertes tan a pecho.
Un punto en la distancia distrajo a Harry de todo pensamiento irracional. Una lechuza se acercaba a gran velocidad. Parecía que iba a entrar sin problemas, pero la Saeta de Harry, se apareció en el mismo momento, causando el choque de ambas. Hermione pegó un gritito ahogado que fue omitido por las advertencias de Harry. Él se acercó y tomó su Saeta, colgándosela en el hombro. Como pudo, levantó a la lechuza y al tenerla frente a os ojos pudo notar que era Pigwidgeon. Un simple trozo de papel estaba atado a su pata. Aquel recitaba lo siguiente:
"Hermione:
Sé que tú quieres a Harry, pero no puedo evitar dejar de pensar en ti. Me gustaría que nos encontrásemos en la sala común, esta noche a la una de la madrugada. Sé que mañana es el teórico de astronomía, pero tengo algo que decirte, y no puedo esperar hasta mañana. Apiádate de mí, y no faltes.
La persona que nunca dejará de amarte,
El sincero Ronald Weasley.
P/D.: (No pude evitar poner esto) no te quedes con el arrogante Harry Potter. Él no te conviene, aunque no me elijas a mí, por lo menos intenta no salir lastimada."
Harry no podía creer lo que había leído. Su amigo se lo había jugado todo por Hermione, eso era evidente, y lo hacía sentirse orgulloso. Pero al mismo tiempo... "no te quedes con el arrogante Harry Potter..." eso significaba muchas cosas. Una, era que Ron lo creía arrogante, y eso lo enfurecía. Otra... ¡era cierto! Hermione Granger, su amiga desde que habían derrotado al troll de las montañas, estaba enamorado de él. Si al menos lo hubiera sabido antes... ahora no se sentía con el valor de sacarle la chica a su mejor amigo. Sin embargo Hermione... La miró. Ella esperaba expectante una explicación sobre la carta que su amigo aún sostenía en la mano. Él no pudo evitar sonrojarse, y pensar que:
... era tan bella...
