Los personajes son creación de Rumiko Takahashi

Hola! Espero que este nuevo fic que pensaba hacer como one-shot, pero que será un poco más largo, sea de su agrado. De antemano agradezco a los lectores

:D abrazos!

Una tarde de compras ¿cómo siempre?

Eran aproximadamente las 2 de la tarde. En el cielo, el Sol brillaba intensamente y el calor no daba paso atrás, por lo que la familia Tendo y Saotome, se encontraba en la sala disfrutando del aire fresco. El matrimonio Saotome, conformado por la señora Nodoka y el señor Genma, se hallaban disfrutando de un té helado, mientras que el señor padre de las chicas Tendo, leía su periódico y de tanto en tanto le daba sorbos a un vaso que contenía agua simple con hielo.

Kasumi se acercaba lentamente, trayendo consigo una bandeja que contenía bocadillos para que los presentes acompañaran su bebida.

-Kasumi querida, deja que yo me encargue de traerte algo frío para beber -expresó amablemente la señora Saotome.

-Muchas gracias tía, no tiene qué molestarse -respondió con igual amabilidad la mayor de las Tendo.

-No es molestia, toma asiento ya vuelvo -comenzó a levantarse.

La paz era tal que todo estaba en silencio, salvo por el canto de las aves que de pronto se hacía presente. Genma se limpiaba el sudor de la frente y Soun se bebía todo el contenido del vaso.

-Pero qué calor… me derritooooo… -gritaba una pelirroja desde el estanque.

Ranma había optado por quedarse ahí metido dado el calor. Nada se lo podía quitar y si de todas formas tendría que permanecer como chica por bañarse con agua fría, mejor quedarse ahí dentro y reducir el bochorno un tiempo más. Además de todo, era poco probable que el maestro Happosai quisiera molestarlo al estar en el agua. Ranma se había quedado en sus ropas de chico, el bóxer y una camiseta negra. Esto debido a que frente a su madre no podría verse menos varonil de lo que ya estaba mostrándose. Había argumentado por horas para que la madre de Ranma le concediera el permiso de esta ahí, ya que eso evidentemente no era nada bien visto ante los ojos de aquella amable mujer. Incluso podría decirse que Ranma no salía de ahí por miedo de que su madre desenfundara la katana.

Mientras tanto, Nabiki se encontraba totalmente tirada en su cama, boca abajo como era costumbre, vistiendo sus shorts de mezclilla y un top. Leía las clásicas revistas de chismes y, desde luego, bebía una soda con bastante hielo, aunque podría decirse que ella tenía más suerte que el resto, ya que su ventilador, aunque pequeño, le daba suficiente aire fresco. De fondo, podía escuchar música animosa, una suave melodía que se prestaba para disfrutar la tarde calurosa del momento.

Era la música que Akane escuchaba desde su habitación, se hallaba tirada boca arriba en la cama. Tenía los ojos cerrados, completamente extasiada por la música, alejada del mundo real. Incluso tenía poco de haber despertado luego de una siesta que le había orillado a tomar el calor y la suave brisa que se colaba por su ventana. De pronto, la canción se detuvo para dar paso a otra que, a diferencia de la anterior, sonaba un poco más movida y fresca. Entonces ella abrió sus enormes ojos de golpe y una sonrisa no se hizo esperar, enmarcado aquel encantador rostro.

Nabiki desde su habitación, se dio cuenta del salto que dio su hermana, pues sus pies hicieron un ruido al levantarse. Eso era poco frecuente en ella, pero reconocía a la perfección cuando Akane hacía eso y la razón. Eso indicaba que Akane estaba tan animada como para dejar de hacer lo que estaba realizando y ponerse manos a la obra.

Cuidando que su hermana menor no se diera cuenta, se asomó para ver de qué se trataba. Grande y grata fue su sorpresa al ver a la peliazul bailando al ritmo de la música, moviendo en su mayoría la cabeza y los brazos, animada pero con mucha gracias y sin perder el ritmo. No pudo evitar sonreír. Me pregunto qué tendrá pensado hacer, ¿será que solamente quiere bailar?

Akane se detuvo y se río por lo bajo en complicidad con ella misma, sin sospechar que era observada. Se estiró para despejarse y luego se miró al espejo. Pocas veces ella hacía eso, pues no se consideraba muy atractiva y no le agradaba, en ocasiones, lo que veía en el reflejo. Nabiki no pasó por alto aquel detalle y se intrigó más.

-No importa… -comenzó a decirse la joven de grandes ojos almendra -Saldré un rato, es temprano y me siento alegre -se sonrió y acto seguido se preparaba para salir.

-¿Vas a salir hermanita? -preguntó Nabiki con su habitual expresión intrigosa, recargada en el marco de la entrada a la habitación de Akane.

-Sip -no pudo evitar sonreír -¿quieres ir conmigo Nabiki?

La mediana hizo una expresión de estar meditando la propuesta. Al final se acercó a su hermana y se sentó en la orilla de la cama de ésta.

-No -dijo finalmente.

-Oh… -Akane se veía algo desanimada por la respuesta, aunque el hecho de que su hermana se hubiera sentado, era porque algo más había detrás de todo -¿entonces qué pasa? ¿necesitas algo de la calle?

-No, tampoco -se acercó al guardaropa de la menor -pero no puedes salir vestida así hermanita.

Akane no supo qué responder. Miraba a su hermana, atenta a lo que fuera hacer. La observó sacar varias prendas y mirarla de pies a cabeza, como queriendo encajar las piezas entre ella y su ropa. Luego de elegir algunas, las colocó en la cama.

-Nabiki no creerás que… -no terminó de decir lo que opinada ya que su hermana mayor le tomó de las manos y, como muy pocas veces, la miró a los ojos de una forma que la hacía sentir realmente querida por ella.

-Akane, eres muy tontita al pensar que no te ves bien y que debes vestirte ocultando el lindo cuerpo que tienes. Es tiempo de que descubras el enorme potencial que tienes -le guiñó un ojo- ponte esa ropa, al fin de cuentas por algo la elegiste aunque no la uses seguido por tu inseguridad -vio a su hermana sonrojarse y mirar hacia otro lado, cosa que le indicaba que había dado en el clavo a la perfección. Sintiendo que su misión había terminado, soltó las manos de la menor no sin antes sonreírle de nuevo y acto seguido salió de la habitación, pero unas palabras más le dijo.

-Ah! Por cierto, no te preocupes por salir sola -miró hacia la ventana -en realidad irás bien acompañada -luego de decir eso, se fue a su habitación, dejando a una Akane bastante intrigada por aquellas palabras.

Akane observó las prendas sobre la cama y su rostro dibujó una sonrisa, bastante animada ante la perspectiva de ponerse cosas que no había usado desde que las había comprado. Minutos más tarde, ya se encontraba lista para salir.

-Familia, voy a salir a distraerme un momento ¿alguien necesita que le traiga algo? -dijo una amable y alegre Akane al entrar en la sala mientras todos la veían con expresión sorprendida, a excepción de la señora Nodoka, quien sonreía a más no poder y hasta enternecida en parte.

-Akane, te ves muy bien hermanita -le dijo Nabiki, asomándose por las escaleras, en un tono alto para llamar la atención de su tonto cuñado que se había quedado dormido en el estanque.

-Nabiki… -dijo Akane mirando a su hermana.

-Es verdad Akane, te ves tan fresca -apoyó Kasumi.

-Vaya! Mi hijo es tan afortunado de tener a una prometida tan guapa -dijo Genma en tono orgulloso.

-Tío Genma, por favor… -comenzó a decir Akane bastante apenada.

-Es verdad mi niña -dijo Nodoka -eres una mujer hermosa y mi hijo ya debe saberlo.

-¿Ah sí? -se escuchó la voz de la pelirroja, que ya estaba cerca de ellos observando la escena que no le fue posible evitar debido a los halagos que escuchaba que Akane recibía de todos -mamá no digas esas bromas… -Ranma empezaba con sus comentarios "indiferentes" y pesados para ocultar, como siempre, lo que realmente pensaba. Miró a Akane de forma desafiante pero no pudo evitar recorrerla con la vista sin ser evidente, lo que le llevó a sonrojarse levemente. Esperaba que ella dijera algo para interrumpir el momento incómodo que estaba teniendo pero no lo insultó ni lo golpeó, solamente la miró girar su cara hacia los demás.

-Gracias a todos… en verdad no sé qué decir… -se sonrojó la peliazul- bueno ya me voy -comenzó a caminar a la salida.

-Que te diviertas Akane y no te preocupes, no necesitamos nada -le dijo Kasumi.

Todos la vieron ponerse los zapatos y salir.

-¿No vas a acompañarla Ranma? -preguntó maliciosamente Nabiki.

-¿Y yo por qué? Dijo que quería salir, tal vez tiene una cita con sus amigas o yo que sé… además puede cuidarse sola -dijo en tono molesto e "indiferente".

-Yo sé que Akane va sola, cuñadito, porque ella me lo dijo. Pero tienes razón, ella es fuerte. Se le nota en las piernas y sus brazos también… incluso me atrevería a decir que en su abdomen…

A cada palabra que Nabiki mencionaba, relacionado al cuerpo de Akane, sentía que el calor le subía a la cara. Sabía que la ropa que llevaba lo dejaba muy en claro. Ya no podía seguir escuchando lo que decía la hermana de su prometida. Se adentró hasta pasar por el lado de ésta.

-Voy a ducharme y a cambiarme y luego saldré a caminar… no me molesten -fue lo único que dijo antes de desaparecer.

Ante esas palabras, Nabiki sonrió y los demás solamente soltaron un suspiro por la actitud acostumbrada y ya bastante mal disimulada por el joven de la trenza.

-Mi hija se ha convertido en una hermosa mujer -lloraba a mares el padre de Akane -su madre estaría orgullosa de ella, que dichoso me siento.

Mientras tanto, se observa a Ranma en su habitación. Las palabras de Nabiki resonaban en su cabeza. Cómo se atreve a salir así y sola, Akane boba… se quedó pensando hasta que se dio cuenta de que si no iba tras de ella, no podría alcanzarla, aunque la buscaría por todas partes. Se apresuró a enjuagarse. Una vez convertido en hombre salió envuelto en su toalla directo a ponerse ropa. Iba a vestirse como siempre, hasta que recordó que ella iba bastante bien, sencilla, pero se veía radiante. Eso lo hizo enojar, tanto así que su aura azul comenzaba a emanar. Eligió ropa parecida a la de ella, de hecho, eran los mismos colores. Su pantalón chino negro y su camisa china blanca sin mangas con botones azul marino. Al final, sus muñequeras negras que tenían bordado un dragón chino en azul marino, pasando desapercibidos pero que a la luz se veían muy elegantes.

Salió por la ventana del cuarto de su prometida, no iba a dejar que los demás lo vieran salir y tener que soportar los discursos, pero Nabiki, quien estaba atenta a todo ruido, se dio cuenta de la rapidez con la que el prometido de su pequeña hermana había hecho todo para salir a toda carrera.

-Ay cuñadito… eres tan torpe… -dijo la castaña sin dejar de comer papas fritas y ver su revista -espero que esos dos se diviertan mucho. Se lo merecen… -fue lo último que dijo.