Mi Gozo…
La puerta se abrió con brusquedad, golpeando con fuerza la pared contigua. No hizo falta terminar la frase, tan sólo un calculado y tembloroso "quieres…" le hizo reaccionar y lanzarse a sus labios como un animal en celo.
La puerta fue cerrada con la misma serenidad que fue abierta, haciendo que el marco temblara ante el impacto. Las llaves, olvidadas por el ímpetu del momento, se estremecieron agarradas a la cerradura, tintineando divertidas.
No era el momento de pensar, ambos conocían el juego y estaban dispuestos a ensuciarse todo lo necesario sin ningún reproche.
Las jóvenes manos de su acompañante recorrían su cuerpo torpemente mientras ella enredaba una pierna en su cintura. Su inexperiencia ante mujeres de tal decisión, le hizo tardar en darse cuenta de lo que realmente, ese movimiento casto, pretendía.
Tomando impulso, sin abandonar ni por un instante su cuello, la elevó con ímpetu desconocido para ella. Una vez sus piernas se habían anclado alrededor de su cintura, siguió el camino hasta su habitación gracias a las indicaciones que la dueña de la casa le hacía entre gemidos.
Algunos fallos eran pasados por alto, estos defectos eran suplidos por la furia que el joven ponía en cada acción.
Sus talones se hundían cada vez más en su trasero, duro como tan solo la insolencia de un jovenzuelo podía permitirse. Ella buscaba desesperadamente lo que intuía desde la primera vez que le vio entrar por las puertas de su hospital.
Si los talones de ella le espoleaban, él no era menos pasional. Con sus manos en su trasero y sus dientes en su cuello le llevaba a otro mundo, muy lejos de donde realmente estaba. Un mundo en el que al fin, tendría lo que tanto tiempo había estado esperando. Sin expectativas, sin perjuicios, simplemente tendría lo que quería sin nada que esperar luego.
Al llegar a la habitación, él la tiró en la cama con brusquedad, seguramente causándole algún daño, pero todos sus sentidos se centraban en proporcionarse placer, dejando a un lado cualquier información del exterior que pudiera entrar en conflicto con sus intereses.
El bien hacer o la calidez de los amantes atentos y experimentados lo sabia suplir bien con su fuerza y fogosidad en cada una de sus acometidas. Quizás un poco rápido en algunos puntos y demasiado lento en otros, pero al pasar sus manos por sus musculosos brazos y arañarle la espalda bien contorneada, segura de que, si no fuera por la situación, sería capaz de nombrar cada musculo teniéndole a él como modelo, todo se tornaba borroso, difuso, sin dejarle tiempo a ninguna protesta.
El traje de fiesta, que le había costado una fortuna, yacía hecho girones en el suelo junto a una camisa que había corrido la misma suerte.
Con una torpeza que rozaba lo cómico, él intentó vanamente deshacerse de su lencería. En otro momento, quizás si no estuviera tan ávida de su cuerpo esculpido por maestros griegos, se hubiera parado en seco y le habría echado de una patada en su trasero tan bien formado, o quizás le hubiera dado por reírse. Pero lo única orden que recibió por parte del cerebro fue el de quitarse ella misma el sujetador con cierre frontal al que él no había prestado atención.
Haciendo caso omiso a la efusividad mal interpretada que su compañero de cama le prestaba a sus pechos, se revolvió en la cama, buscando su acomode en el lecho.
El cabecero de la cama, tronaba contra la pared con cada embestida. Sus gritos, exagerados sin duda por el momento de excitación, resonaban por toda la casa y en los oídos de su afanoso amante, haciendo que se esmerara aun más en su cometido.
Aun intentado acompasarse con los febriles movimientos de su Adonis, sin duda demasiado nervioso e inquieto para su gusto, notó como todo su peso recaía sobre ella aplastándola sin merced.
- ¡Wo! eso estuvo bien ¿no crees?- dijo jadeante dejándose caer a un lado con cara de felicidad, satisfecho consigo mismo.
- Ehh…-ella no sabia que contestar, pues ni tan siquiera había comenzado para ella.
- ¡Oh! ¿es que tu no…?- ella le contestó con una sonrisa que intentaban acallar los insultos y maldiciones.- no te preocupes que ahora mismo me pongo yo y …
- ¡No!- gritó cuando veía la amenaza de sus locos movimientos acercarse de nuevo, no sabía bien porque, pero ahora mismo, ese cuerpo digno del mismo David de Miguel Ángel, no le parecía suficiente excusa como para emprender de nuevo este tortuoso camino. – Quiero decir que si…si…¡wo! Lo menos tres- dijo con ironía, al parecer demasiado bien disimulada pues él no lo entendió o no quiso hacerlo.
- Bueno pues…-Nada más volverse para lo que parecía ser el descanso del guerrero, las alarmas de Cuddy comenzaron a sonar.
- ¡Oh!, no tienes porque hacerlo, somos adultos, lo entenderé.- dijo tapándose con la sabana y acercándole sus pantalones. Él le miraba aun sin entender,…al parecer no era una faceta suya aplicable solo al sexo, era lentito en todo…bueno, para su desgracia no en todo.
- Imagínate que vienen los periodistas…comenzaran a hacer historias…- intentaba convencerle.
- Tienes razón…-pensó un poco- ¿Por qué no me das tu móvil y así…?- una mueca de horror se plasmo en su cara, pero él seguía sin leer nada…
- Vamos, tanto tú como yo sabemos que no me llamaras- por favor no lo hagas, decía en su mente- así que es mejor que lo dejemos así- fingió unas lagrimas inexistentes, aunque faltas de llorar no le faltaban…pero por otra cosa…- eres muy amable…- Al fin pareció darse por vencido y tras vestirse sale de la casa, con más pena que gloria y dejando a una Cuddy, con los ojos como platos y un calentón de muerte.
Una hora, dos horas, pasan tres horas y el fuego, por decirlo de una forma elegante, aun no ha abandonado su cuerpo. Mira al techo, imagina figuras con la luz que se cuela por la ventana, pero no hay manera, incluso intenta dormir, pero las imágenes que se forman en su mente únicamente aumentan sus ganas, las de matar a Jason y las de bueno…de darse una alegría al cuerpo.
Vuelve a abrir los ojos y gira la cabeza hacia la izquierda, saca la mano de entre el manojo de sabanas bien arregladitas, eso sí, porque ni tiempo a deshacerlas le dio… toma el móvil y marca un numero...
Espera las tonadas necesarias y…
- ¿House?
- Y entonces llamará a un hombre que sepa que es capaz de satisfacerla.- dice terminando el relato.
- Vale House, me parece una buena excusa. Si no quieres, no apagues el móvil, pero al menos ponlo en vibrador.- le reprendió Wilson después de que el móvil hubiera sonado en mitad del cine a causa de una llamada de sus subordinados.
- SSSSSSSSSSSSSSSSSSHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH- se escucho unas filas más atrás.
House sacó el móvil y tras hacer como le dijo su amigo lo apretó fuertemente en la mano, deseando que su macabra historia de cómo iría la cita con ese actorzuelo fuera cierta y no una mera ilusión.
