EL CUERVO

 "SOY INOCENTE"

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-¿Cómo estás? –preguntó un joven de 19 años de elegante porte, que respondía al nombre de Eriol Hiragizawa

Pero nadie respondió. Era una oscura y sucia celda, donde al parecer no había nadie.

-Hola Eriol –dijo entonces una voz que se oía cansada

-¿Ya dieron el veredicto? –preguntó entonces el joven inglés

El silencio pareció responder a la pregunta del inglés. Su mirada se ensombreció y bajó el rostro. Casi sentía las lágrimas salir.

-Lo siento –dijo entonces– realmente lo siento, Shaoran

Si, Shaoran Li estaba en la cárcel. ¿Por qué? Acusado de asesinar a toda la familia Li, su madre y sus hermanas. Encontraron los cuerpos en la misma mansión, y la espada del joven Li manchada con la sangre de las víctimas. El análisis genético lo demostró. El arma inclusive tenía las huellas del joven, y fue la prueba decisiva que lo condenó.

-No te preocupes –dijo Shaoran con desgano total, resignación absoluta– aunque ya dejaré de repetirlo...fue un hombre con una cicatriz en un brazo...

-Sé que eres inocente –dijo Eriol seguro– lo sé.

-Gracias Eriol –dijo Shaoran mirándolo con tristeza en los ojos. Volvió la mirada y pasó la mano por una fotografía de Sakura que estaba en el muro– ¿y cómo está ella?

-Destrozada, desde que se enteró de la sentencia –aseveró el inglés

-Dios mío, me siento tan miserable...–decía Shaoran– ojalá algún día...pueda perdonarme...

-No hay nada que perdonar, Shaoran. Ella siente que pudo haber ayudado, y ahora ve que te perderá sin remedio alguno.

Shaoran miró el retrato con dulzura. Lo quitó con delicadeza de la pared y se lo entregó a Eriol

-Cuídala –dijo él tratando de que no se le quebrara la voz– hazlo por mi, ¿si?

-Muy bien –aceptó Eriol– aunque lo haría sin que me lo pidieras

Ambos se vieron como si fuera la última, cuando Shaoran le entregó el retrato a Eriol. Entonces un oficial de mirada seria llegó, acompañado de un sacerdote.

-La hora ha llegado –dijo

Shaoran asintió y se levantó, mientras sentía ahora en su corazón como el final de su existencia se acercaba. Asintió y palmeó en un hombro a Eriol.

-Muchas gracias por todo –dijo Shaoran– por todo... –Eriol sintió entonces como la impotencia lo invadía. El oficial los condujo por un lugar oscuro, donde las celdas parecían cuevas oscuras sin final, con la luz blanca, similar a la de la luna, sobre él. Los pasos, su sonido, su lento y eterno avance lo estaban conduciendo a la locura, y a la desesperación absoluta.

El sacerdote repetía el credo, y eso lo desesperaba  (Creo en Dios padre todopoderoso) y por cada palabra murmurada, sentía como estas le servían como un mal epílogo a una vida que debió ser mucho más larga (Creador del cielo y de la tierra) la justicia que lo ha traicionado, cuando solo ha procurado hacer el bien, mientras que miles de asesinos reales están sueltos por el mundo. No entiende como es posible que lo repitan, sin entender ni media palabra (Amén). Esa fue la palabra final. El epílogo de su vida tal y como la conocía.

Al final llegó a un recinto circular (qué malditos, todo por una mísera tortura). Una tosca silla de madera, con esposaderos para cada mano, y para los pies. Y una ridícula máscara metálica, en la cabecera. La típica y bien amada silla eléctrica.

Él se dejó conducir con docilidad a la silla. Al sentarse, frente a él quedaron las leyendas justicia, libertad, equidad.

Shaoran sonrió ya completamente resignado. Solamente unos cuantos vatios de electricidad serían suficientes para acabar con su vida. Al sentarse, vio al amado público. Varios de los oficiales, abogados, y un sin número de personas que no conocía. Pero entonces vio que Eriol ingresaba, en compañía de Tomoyo y de...y de...Sakura...oh, aquello no podía ser posible. Se veía más hermosa que nunca, y él, a punto de  morir en la silla eléctrica. Qué último recuerdo le quedaría a ella, viéndolo morir sin remedio. Vio su rostro perfecto ensombrecido por la tristeza. Y él, se odió a sí mismo en su fuero interno, sabía que era por su causa

-¿Quiere decir sus últimas palabras? –dijo el sacerdote. Shaoran vio como el verdugo llegaba al interruptor que acabaría con su vida. Suspiró, antes de que le pusieran la máscara metálica, y habló

-Soy inocente.

El sacerdote le dio la extremaunción y se retiró, mientras le ponían la letal máscara metálica, que tenía unos hoyuelos para los ojos y para la boca. Entonces con ojos sorprendidos vio como Sakura se incorporaba y gritaba desesperada

-¡Shaoran! ¡él no hizo nada! ¡él es INOCENTE! –y trató de levantarse, pero varios brazos la retuvieron. Pero al hacerlo, Shaoran vio su prueba, la que nadie le había creído. La cicatriz, una especie de tres triángulos superpuestos.

-¡¡ASESINOS!! –dijo al recordar súbitamente la condena, los cuerpos despedazados de sus familiares. Entonces llegó la descarga eléctrica, ante la mirada espantada de unos e indiferente de otros. Pero entonces un rayo de luz, salido de la nada en medio del cielo, cayó en los cables eléctricos tendidos que estaba provocándole la muerte a Shaoran. Al momento, en la mente y en el corazón de Shaoran quedaron marcadas con fuego las palabras:

"justicia y venganza".

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Ya la ejecución se había cumplido. El oficial cumplía con la labor de dejar el cadáver en la morgue. Al día siguiente lo enterrarían y eso sería todo. El policía dejó el cuerpo en el frío lugar y cerró la puerta. El silencio inundó todo entonces, hasta que el chirriante graznido de un cuervo se dejó oír. Y el cuerpo de Shaoran se estremeció y sus ojos se abrieron. Se incorporó, como quien se levanta de un sueño muy largo. Se palpó su cara, tenía carne cicatrizada y quemada.

El cuervo graznó, y Shaoran lo miró. Ambos salieron, y había una especie de cuarto de baño, con un espejo. Se miró y se palpó la cara. Se pasó la mano con fuerza, y un trozo de carne chamuscada cayó al suelo con un sonido húmedo **plack**

Parte por parte, se pasó la mano por la cara, retirando cada trozo de su cara, como había sido destruida su vida. **plack**, **plack**, **plack** sonaba la carne contra el suelo.

Al terminar, su rostro tenía una palidez espantosa, y tenía unas líneas rojas, resultado de la postura de la máscara. Se sentía extraño, fuerte, frío...poderoso. El cuervo graznó de nuevo y Shaoran lo miró interrogante. Entonces miró el espejo, y le propinó un golpe. El espejo se quebró ante el peso de la mano de Shaoran, y varios trozos quedaron prendidos de su mano, haciéndola sangrar. Pero el dolor no lo tocó, es más, no sintió nada. Se retiró los trozos...y la piel se cerró al momento, sin dolor, y sin una gota de sangre...

-Increíble...–dijo Shaoran incrédulo viéndose la mano, sin rastro alguno del choque. Entonces el cuervo graznó por tercera vez. Estaba fuera. Entonces tomó impulso y se lanzó contra la ventana, y antes de caer, se transformó en un cuervo. Voló en medio de la noche, hacia el edificio de la policía.

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Shaoran aterrizó justo donde guardaban los expedientes de los archivos de asesinatos, junto con las pruebas. El cuervo pareció señalarle entonces el archivero. Él obedeció, y abrió un cajón, buscando su apellido. Allí, encontró su espada (Dios sabrá como habrán hecho para guardarla), y la lista de todos los que testificaron en su contra. El papel señalaba los nombres y su ubicación. En especial le llamaron la atención tres nombres

-Estas personas….conocerán la furia del Cuervo –esto lo dijo sin siquiera desearlo– es hora de la cacería...es hora de buscar la justicia...

Levantó la espada y sufrió una progresiva transformación. Se convirtió en un objeto alargado, con una gran hoja al final. Al hacer un movimiento leve, se dividió en tres hojas. Shaoran quedó admirado ante el arma, y el cuervo graznó por cuarta vez. La hora de la cacería ha llegado.