De primeras veces y las que siguen.
Liliy no recordaba el primer "Sal conmigo, Evans". Sin embargo, James si que recordaba el primer "Estás loco, Potter".
Fue a mediados de tercer curso. La idea de su mano entrelazada con la de Lily Evans rondaba por su mente y empezaba a sentirse estúpido. Sirius, por su puesto, lo veía un poco ridículo, e iba preguntando a James que era lo que le veía además de su pelirroja cabellera. James, podía crear una lista de lo que veía en Evans, donde podría mencionar, por decir algunas, su valentía digna del propio Gryffindor, su inteligencia, su sentido interminable de justicia, su disfrute y deleite por la magia y su bellísima sonrisa.
La primera vez que le gritó esa descabellada propuesta, no esperaba una respuesta afirmativa, ciertamente. Lo hizo parecer broma, porque de broma en broma la verdad se asoma, y él lo dijo tantas veces que Lily debió saber que iba muy en serio.
Con el tiempo, James se dio cuenta de que en verdad Evans desaprobaba la gran mayoría de sus acciones, aunque no entendía porqué, el era muy guay, de verdad.
Un día de tormenta, James contemplaba a la pelirroja, que a su vez estaba absorta observando la lluvia a través de una ventana de la sala común de Gryffindor. Había crecido -aunque no tanto como él- y llevaba una insignia de prefecta en el pecho, ya que hacía unas semanas era ella quien junto a Lunático se encargaban de cierta disciplina en su casa. Su rostro se veía ahora relajado, y no severo como cuando lo miraba a él, y James no supo que expresión le gustaba más.
En todas las ocasiones que Potter miraba a Lily sentía un extraño hormigueo en el estómago y de una forma u otra terminaba haciendo o diciendo tonterías. Estaba, de cierta forma obsesionándose con Lily Evans, o así prefería verlo él.
