¡Nuevo fic cómo prometí! Iba a subir otro que tengo que pasar a computadora porque lo empecé a mano (son unas cuantas hojitas), pero en el mientras tanto se me vino esta idea a la cabeza: más o menos sería la situación de Han y Leia en TFA, separados porque su hijo cayó al lado oscuro (esto es un modern AU, así que estará internado en un hospital psiquiátrico) y de la nada, les aparece una hija que ellos habían creído muerta al nacer (un poco cómo Rey en la película, me gusta bastante la teoría de que ella es una Solo). En este fic por supuesto que NO VA A MORIR NADIE (ejem, Disney).

Disfrutenlo!


I

Para la gente de las grandes ciudades seguro era costumbre ver todos los días el aburrido paisaje de altos edificios grises, coches ruidosos y buses que desprendían un humo asqueroso y contaminante cada vez que aceleraban; se quejaban del caos pero se habían adaptado a él, caminaban rápido empujándose unos a otros y hablando por celular con el ceño fruncido, producto del estrés por vivir corriendo. La vida les pasaba por delante (o ellos le pasaban de largo a la vida) y no veían más allá de la monotonía que eran sus rutina. Por eso, cuando un par vio o se chocó con la jovencita de ojos y cabello marrones parada en el medio de la vereda, se extrañaron, luego de echar alguna maldición por la distracción, por la mirada curiosa y maravillada con la que recorría el panorama. Se podría pensar que tal vez estaba perdida, pero nadie tenía tiempo para parar y preguntarle si necesitaba ayuda.

La joven se llamaba Rey y no estaba perdida. De hecho, sabía muy bien en donde estaba y hacia donde se dirigía porque había pasado noches enteras estudiando el mapa de aquella jungla de cemento, pero ahora se encontraba impactada por la magnitud de todo aquel mundillo: su crianza había sido muy simple en un lugar muy lejos de todo eso, por lo cual el caos le parecía un fenómeno fascinante. En el medio de todo ese lío, de toda esa gente malhumorada, tenía que buscar a alguien en particular con mucha urgencia por lo cual empezó a caminar tan rápido cómo podía para no entorpecer a la ocupada multitud.

En su memoria repetía de nombre de la calle que le interesaba y aquellas que la circundaban, no queriendo pasarse de largo. Lejos de la avenida principal de donde se había bajado del subte (¡no podía esperar a contarle a sus amigos que había dado un paseo por debajo de la tierra!) todo parecía un poco más tranquilo, pero el movimiento parecía algo constante en este lugar; aún así se alegró porque podía andar más lento y disfrutar de la búsqueda que tanto tiempo le había llevado y que tan cerca estaba de concretar.

Su cabeza se había hecho más o menos una idea de la casa que esperaba ver, en relación por supuesto a lo que sabía de la persona que estaba buscando la cual en su momento había gozado de cierto reconocimiento público y bonanza económica, o eso aparentaban los recortes de diarios y revistas que había guardado durante los últimos tres años en los que había recopilado toda la información necesaria para cerrar todas las dudas que tenía respecto a su origen.

Las calles por las que se estaba moviendo en ese momento no parecían para nada lo que Rey se hubiera imaginado cómo un buen barrio: por todos lados veía coches viejos y abandonados a los que les faltaban algunas partes (pensándolo bien, sería una buena fuente de recursos para cuando quería arreglar los coches de algunos de sus amigos), casas y edificios con ventanas rotas y puertas y fachadas en mal estado y algunas personas que la miraban de mala manera al verla pasar. Rey solo levantaba la cabeza y los ignoraba, porque no les tenía miedo. Su paso y su expresión eran firmes y decididos, hasta que dio con la casa que coincidía con la dirección... bueno, si es que un tráiler enorme en el medio de un terreno baldío podía llamarse casa.

No era un vehículo tan destartalado, pero se notaba que tenía sus años encima y que había tenido mejores momentos. Un enorme, viejo y lanudo perro de pelo oscuro correteaba por el terreno y, junto a la improvisada vivienda, se veía un sí derruido coche de fines de los 70 que en algún momento había sido plateado y ahora era gris opaco. El capot estaba levantado y detrás de él se oían ruidos metálicos y maldiciones: alguien estaba intentando repararlo.

Por supuesto que no había timbre, así que Rey aplaudió un par de veces para llamar la atención y obtener el permiso expreso para entrar (haber sido criada en un orfanato no significaba no tener modales), pero al parecer el sujeto no la oyó. Lo repitió un par de veces más sin obtener resultado y se decidió a entrar.

El perro fue el primero en acercarse y, luego de olfatearla, movió su cola amistosamente. Rey lo acarició con ternura antes de seguir, con el animalito tras sus pasos, y llegar al lado del coche; inclinado sobre el motor se encontraba un hombre alto y canoso, con manos grandes que trabajaban arduas sobre el lío de partes y con una boca que echaba insultos cada dos palabras.

-Disculpe-se hizo notar Rey, tímida. No le podía ver la cara al sujeto, pero su pelo se parecía al del hombre que estaba buscando.

-¿Sí?-este ni siquiera la miró.

-¿Es usted Han Solo? ¿El ex investigador del FBI? ¿El ex corredor de carreras?

-Bueno, depende de quien seas tú. Si eres recaudadora de impuestos, no soy yo-gruñó, levantando la cabeza. Al encontrarse sus miradas se quedó observándola un segundo, cómo si intentara descubrir si la conocía de algún lado, y Rey pensó que eso tenía que ser una señal-¿quién eres tú?

-Me llamo Rey, y soy su hija.


Tómese cada uno un segundo para imaginar esa cara genial de confusión que hace Harrison Ford cuando actúa, hace la lectura de esa última frase más divertida.