Disclaimer: Miraculous no me pertenece.
[Bajo la lluvia]
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[Marinette]
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Marinette se asomó a la ventana de su apartamento, el cielo estaba nublado. Ella recordó cuanta felicidad y buenos recuerdos solía traerle aquel clima, pero las cosas habían cambiado, su mente no podía más que evocar aquel terrible día de pesadilla en el que su vida había dado una vuelta de 360 grados.
—Marinette, linda ¿vas a vestirte o tendré que ir solo a ver a papá y a mamá? — preguntó su novio, Marius, quien se encontraba en la puerta de entrada mirándola con los ojos expectantes.
—Será mejor que vayas tú solo— contestó Marinette dedicándole una sonrisa. — Si quieres que sea honesta, no creo que pueda resistirlo.
Marius le respondió la sonrisa, pero Marinette también vio algo de compasión, y preocupación en su expresión. Él asintió, dándole a entender que comprendía. Ella dio un par de pasos hacia el frente y lo besó en los labios. Marinette aún recordaba todas y cada una de las cualidades que le atrajeron de Marius, desde su apuesto aspecto físico, su complexión fuerte, su piel muy oscura y su voz profunda, que contrastaba con sus ojos cafés, los cuales siempre mostraban una expresión suave y cálida.
—No quiero dejarte sola en un día como hoy— dijo Marius poniendo una de sus imponentes manos en su mejilla. Marinette puso su propia mano sobre la de su novio y cerró los ojos por unos breves instantes. Ella nunca dejaba de maravillarse de
con cuanta gentileza la tocaba Marius, casi se sentía como algo precioso y delicado.
—Tus papás viajaron desde Martinica solo para verte antes de la boda, lo mínimo que puedes hacer por ellos es aceptar su invitación— dijo Marinette mientras le acomodaba el nudo de la corbata para que se viera más pulcro y ordenado.
—Estoy seguro de que no les molestará verte — dijo a Marius.
—Y yo estoy segura de que desean tener su última comida con su hijo antes de que se case.
— Preferiría no estar solo con ellos— respondió Marius.
—Marius Arnauld, nunca vuelvas a decir eso, ellos te quieren.
—¿Extrañas a los tuyos? — preguntó Marius mirándola fijamente.
— A cada instante — respondió Marinette.
— Lo lamento, lo lamento, no debí haberte preguntado algo como esto, yo sabía cuan triste te sentías ahora que el aniversario de su muerte está tan cerca, y aún así te presione, lo lamento, esto es mi culpa...— comenzó a disculparse, hasta que Marinette se puso de puntillas y le dio un nuevo beso en los labios.
—No te disculpes, que no has hecho nada malo— dijo en tanto enredaba sus brazos alrededor del cuello de Marius. Él le sonrió, tomó su cintura y la volvió a besar de la misma manera firme pero gentil que lo caracterizaba.
—Será mejor que te vayas, llegarás tarde a la cena con tus padres— dijo Marinette dándole un beso final en los labios.
—Te amo Marinette Dupain.
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Marinette afinó los últimos detalles del diseño de un bolso en el que estaba trabajando. Ella había tenido mucha suerte al encontrar un trabajo en el departamento creativo de una importante compañía de artículos de cuero, así que quería que vieran lo mejor que ella podía ofrecer.
—Es hermoso Marinette— dijo Tikki quien emergió de un rincón ubicándose justo al lado del hombro de su protegida.
—Gracias Tikki— respondió la chica bastante satisfecha por su trabajo y los comentarios de su Kwami. Tikki era una de sus más grandes amigas, a pesar de que ya hubieran transcurrido varios años sin que la criatura cumpliera su función principal de transformarla en Ladybug.
Las amenazas sobrenaturales desaparecieron cuatro años atrás con la derrota de Papillon, y desde entonces, sus poderes habían estado dormidos, esperando una nueva oportunidad. Marinette le preguntó una y otra vez al maestro Fuu si podía usarlos para combatir criminales comunes, pero su respuesta siempre fue la misma. Por más que las intenciones de la chica fueran buenas, esto no implicaba que pudiera combatir con magia aquellos problemas que no requerían el uso de ella.
Marinette levantó su rostro y miró por la ventana. Ella se preguntaba qué sería de Chat Noir en aquellos momentos, si él también sentía la misma amistad por su Kwami, y la melancolía por los días felices en los que ambos combatían como un equipo, saltando por los tejados de París sin imaginarse lo que el destino les depararía. La chica negó con la cabeza, como si quisiera sacudirse aquellos pensamientos, pues no había forma de que Adrien Agreste pensara si quiera un poco en ella.
El sonido de su teléfono alertó a Marinette, quien desbloqueó su pantalla a toda velocidad al ver que se trataba de Lauren, la mamá de Marius. Marinette sintió el mismo vacío en el estomago que experimentó unos años atrás en un día lluvioso como aquel, pero se sacó aquellos pensamientos de la cabeza pues no había razón para sentirse paranoica.
—Marinette, gracias al cielo que te encuentro— dijo la mujer con su voz temblorosa y en un francés con un fuerte acento isleño. Marinette la escuchó atentamente, mientras sentía su pulso aumentar y sus pupilas dilatarse por lo que le narraba su futura suegra.
—Dame un par de minutos, Lauren, estaré allí tan rápido como el tráfico me lo permita— dijo La chica, quien no tardó en tomar su abrigo y ponérselo sobre sus leggins negras y su voluminoso sweater.
Marinette condujo bajo la lluvia hasta que salió de París, si la memoria no le fallaba, Marius iba a encontrarse con sus padres en un restaurante en el campo, por lo que siguió la ruta que el muchacho debió haber tomado. En cuanto ella encontró un embotellamiento en la carretera supo que algo había pasado.
Las luces de las ambulancias y los conos naranjas de la policía le dieron a entender que algo muy malo había sucedido. Marinette sintió ardor en la boca del estomago, y un fuerte impulso de vomitar. La lluvia no dejaba de caer, y aunque no fuera la ruidosa tormenta de hace unas horas, aún era lo suficientemente pesada para impedirle tener perfecta visibilidad. Rápidamente, ella se parqueó junto a la avenida y atravesó la calle en donde encontró a un grupo de policías rodeando a los padres de Marius.
Marinette sintió nauseas al ver a la mamá de su prometido. Ella era una mujer negra fuerte y robusta, quien siempre se veía firme y compuesta, pero que nunca dejaba de sorprenderla por la gentileza con la que la trataba.
— Marinette — la llamó la mujer. Lauren se encontraba llorando mientras se agarraba fuertemente al brazo del padre de Marius.
— Lauren ¿qué sucedió? — preguntó Marinette a quien la policía dejó entrar.
— Esto es terrible, su auto se volcó, lo llevarán al hospital. Había sangre, demasiada sangre, no creo… — sollozó Lauren. Marinette sintió que un frio casi quemante le atravesaba la garganta e invadía sus pulmones. La escena le era casi familiar. Se podía ver a ella misma de 19 años en aquella misma posición, llorando y preguntándose que haría ahora que sus padres no se encontraban con ella.
— Puede ir solo un acompañante en la ambulancia — dijo uno de los paramédicos, quien llevaba hablando por unos minutos, pero al que Marinette apenas si había escuchado. Lauren y Marinette cruzaron una mirada y las dos acordaron silenciosamente que sería la mamá de Marius quien lo acompañaría. El padre de Marius se despidió amablemente de ella y se montó en su automóvil.
Marinette avanzó lentamente hasta el lado contrario de la carretera en donde la multitud ya había comenzado a despejarse. Por primera vez desde que llegó a aquel lugar, ella sintió frio, y se dio cuenta de que se hallaba completamente empapada. La chica apenas pudo alcanzar la manija de la puerta de su auto en cuanto sintió que sus piernas no soportarían más. Marinette se dejó caer de rodillas al piso y se sentó sobre sus piernas, mientras una serie de sollozos incontrolables comenzaban a salir a flote tras haberlos contenido desde que llegó.
Ella lo sabía, podía sentirlo. Marius no sobreviviría, la dejaría al igual que sus padres. Era casi impensable que después de haber amado tanto a una persona tuviera que sacarla de su vida como si nunca hubiere existido. Marinette ya había pasado por aquello, sobrevivió sola, y tendría que hacerlo nuevamente. De repente, las gotas de lluvia dejaron de mojarla. Ella levantó la mirada y encontró un paraguas negro sobre su cabeza.
— Adrien, ¿qué estás haciendo aquí? — preguntó Marinette mirando aquel rostro que había pasado casi cuatro años sin ver.
— Yo… — comenzó él sin atreverse a continuar — Marius trabajaba conmigo, al parecer, los paramédicos encontraron mi tarjeta en su billetera y decidieron llamarme, yo localicé a sus padres en su celular.
— ¿Qué? — preguntó Marinette mientras se ponía de pié y no dejaba de mirarlo con el seño fruncido. — él nunca me dijo que trabajara contigo, sé que era jefe de mantenimiento en una fabrica de textiles y…
— Esa es mi fabrica — confesó Adrien — uno de los tantos negocios que papá tenía para complementar la línea "Gabriel" — dijo el muchacho. Marinette se dio cuenta de que él admitía todo aquello de una manera casi nerviosa, y que evadía su mirada.
— Que considerado de parte del gran heredero de la casa "Gabriel" atender él mismo este asunto, dime algo, ¿tu sabías que él era mi prometido? — preguntó Marinette sarcásticamente mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho.
— Tenía una idea, sí… yo… me enteré hace muy poco tiempo — balbuceó Adrien. Marinette se dio cuenta de que él estaba mintiendo. Marius nunca le comentó que conocía a Adrien Agreste, probablemente, porque este le había pedido que no lo hiciera. Ella no entendía la razón, pero aquello le molestó sobre manera, pensar que Adrien ni siquiera hubiera querido verla como un amiga era casi insultante.
— Tengo que irme — dijo Marinette dándole la espalda.
— ¡Espera! — la detuvo Adrien mientras la tomaba firmemente por el codo. — quédate con mi sombrilla, así no te mojarás.
— Ya estoy completamente empapada, un poco más de agua no me afectará — respondió fríamente Marinette quien se negaba a recibir cualquier cosa que proviniera de él.
— Marinette…
Marinette montó en su auto y encendió el motor. Ella le dedicó una última mirada por el espejo retrovisor a Adrien. Él se veía completamente desolado, con su abrigo negro empapado y la raquítica sombrilla negra protegiéndolo de la lluvia. Cualquiera pensaría que sufría al verla partir, pero Marinette sabía la verdad, no había más que mentiras en sus palabras y en sus gestos. Adrien siempre fue un gran actor, una vez había logrado engañarla, pero no conseguiría hacerlo dos veces, mucho menos ahora cuando se enfrentaba a su segunda gran perdida.
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[Cuatro años antes]
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Marinette salió de las clases de la mañana, y estaba dispuesta a regresar a la sala funeraria. Ella sabía que sus padres no hubieran querido que perdiera sus exámenes finales en su primer año en la universidad, así que estudió como nunca, y se esforzó porque sus notas fueran las mejores, a pesar de que había sido algo casi sobrehumano para ella concentrarse en algo diferente a su propio dolor.
— Marinette — la llamó Adrien quien la esperaba al otro lado de la calle cubriéndose de la lluvia con un raquítico paraguas negro. — Te vas a empapar, ¿por qué siempre olvidas traer una sombrilla? — preguntó él amablemente mientras que corría hacía ella y hacía lo posible para cubrirla de la lluvia. Marinette le sonrió. Ella siempre había apreciado la amabilidad de Adrien, era el rasgo suyo que más la impresionaba, lo hizo desde el primer momento.
— ¿Podrías llevarme a la funeraria, por favor? — preguntó Marinette en voz baja.
— Lo haré, pero primero tenemos que pasar por un lugar — dijo Adrien calmadamente. Después, él abrió la puerta de su automóvil y le permitió que entrara.
Marinette aún recordaba cuan emocionado se había sentido Adrien al aprender a conducir. Al principio, le dio unos cuantos sustos, ya que él parecía olvidarse de cualquier tipo de precaución cuando estaba en el camino. Sin embargo, ahora se mostraba mucho más prudente. Marinette supuso que debía ser consecuencia de los eventos de las últimas horas.
— ¿Porqué me traes a la panadería? — preguntó Marinette mientras paraban frente a su casa.
— Quiero que descanses por un rato, y que comas algo, sé que no has probado bocado desde antes de que tus papás se marcharan — dijo Adrien seriamente. Marinette miró la panadería, entrar allí sería casi un martirio.
— Preferiría volver a la funeraria enseguida, no quiero estar aquí — respondió Marinette.
— Por favor, te ves pálida, sé que pasaste la noche sin dormir porque estabas estudiando para tus exámenes, si sigues así te enfermaras— le advirtió Adrien. Marinette se quitó silenciosamente el cinturón de seguridad y bajó del automóvil. La campanilla de la entrada le heló la sangre a Marinette, pero nada fue más horrible que ver la panadería sin su mamá detrás de la caja registradora y su papá cantando y amasando pan en la parte de atrás. Ella se sentía como una extraña en una casa ajena, como si cualquier tipo de identidad y cariño se hubiera esfumado en el aire. Aquel ya no era su hogar, tan solo era un cascarón, una sombra de lo que ella amaba de aquel lugar.
Adrien no abrió la boca, tan solo se limitó a tomar un quiche que aún quedaba en el mostrador y a cortar un enorme pedazo. Él muchacho tomó un plato y juntos subieron al segundo piso. La impresión fue aún más fuerte allí, en donde aún quedaban las cosas de sus padres tal y como ellos las dejaron antes de marcharse a llevar a aquel pedido que les costó la vida. Tikki y Plagg salieron de su escondite, y los recibieron con la cabeza baja y expresiones tristes. Marinette comió obedientemente lo que le sirvió Adrien, y después le pidió una taza de café.
— El plan era sencillo, ellos esperaban dejar aquel pastel de bodas muy temprano en la mañana, y volver enseguida. Papá me dijo que aún debía acabar de amasar porque la venta del día no estaba lista, fue por eso que me asusté, ya eran casi las ocho de la mañana y ellos aún no regresaban— le narró Marinette a Adrien reconstruyendo uno a uno los hechos en su mente.
— ¿tienes idea de que pudo haber ocasionado el accidente? — peguntó Adrien quien parecía hacerlo con bastante temor de herirla.
— No, aún no lo sé, solo sé que se estrellaron contra un poste, y este se vino abajo por el impacto, pero no tengo la menor idea de que lo pudo haber causado. — comentó Marinette quien tomó un sorbo de su taza de café — es extraño, papá siempre era muy cuidadoso con el mantenimiento de la camioneta de las entregas, hacía una semana que había mandado revisarla, no entiendo que pudo haber pasado.
— Los accidentes suceden — respondió Adrien encogiéndose de hombros — probablemente alguien se atravesó en su camino y no pudieron frenar a tiempo.
— Probablemente — respondió Marinette sin emoción.
— ¿No sientes curiosidad por saber que fue lo que pasó? — insistió Adrien. Al tiempo que Tikki dejaba salir un grito ahogado desde la sala de estar.
— Adrien, ni siquiera los he enterrado aún, ¿no crees que aún podría encontrarme algo vulnerable como para ponerme a investigar? — preguntó Marinette quien sentía que la voz le temblaba y las lagrimas se formaban en sus ojos.
— Lo lamento Marinette, tienes razón, debes recuperarte, fue una pérdida muy grande— dijo el muchacho quien se veía avergonzado. Tikki sobrevoló el camino desde la sala de estar y trató de abrazar la mejilla de Marinette con sus diminutos brazos. La chica ya se había acostumbrado a aquel gesto, y le agradaba cada vez que su kwami lo hacía, pero en aquel momento fue más reconfortante.
— Deberías dormir un rato — sugirió Adrien. Marinette lo miró por algunos instantes, lo cierto era que la ceremonia tan solo se llevaría a cabo hasta el día siguiente, y la funeraria adaptaría una sala para sus padres a partir de las últimas horas de la tarde.
— Tienes razón — aceptó Marinette quien se puso de pie y le brindó la mano para que él la tomara. Adrien la miró a los ojos, ella hubiera podido jurar que estaba sobrecogido. Finalmente, él tomó su mano, y juntos subieron a su habitación. Marinette se acostó en su cama mientras miraba hacía la ventanilla en el techo y oía el sonido de la lluvia caer.
— No sé que hacer ni que decir, Marinette — dijo Adrien de repente. Marinette se dio vuelta y se ubicó frente a él.
— No tienes que decir nada, lo que pasó, pasó, debo aprender a vivir con ello.
— No sé como lo haces, no sé como logras ser así de fuerte.
— ¿Yo? — preguntó Marinette sorprendida — Tu eres mucho más fuerte que yo, primero la desaparición de tu mamá, y luego lo de tu papá.
— Esto no es un concurso del que más sufre— contestó Adrien.
— No, no lo es — negó Marinette.
Marinette nunca entendió que la llevó a hacerlo, pero se inclinó hacía adelante y besó los labios de Adrien. Todo aquel acto era como una especie de calmante, se sentía bien pretender que se trataba de una gran mentira, que no eran más que dos adolescentes tendidos en una cama, besándose mientras temían porque sus padres pudieran descubrirlos.
—Bésame —pidió Marinette a Adrien. Él la beso con urgencia, mientras que ella sentía que sus movimientos se volvían cada vez más frenéticos. Marinette deseaba adormecer el dolor con otro tipo de sensaciones, pretender que todo era una mentira, aunque fuera por un rato.
Las caricias de Adrien también se volvieron frenéticas y llenas de necesidad, él deseaba sentir la piel bajo su camisa y Marinette no deseaba impedírselo, por lo que se la quito de golpe, al tiempo que él la miraba con una expresión cargada de deseo. Adrien la besó en el cuello, mientras se encontraba luchando con el cierre de su sostén.
Las caricias fueron y vinieron una y otra vez, hasta que él entró en ella. Marinette le sonrió a Adrien. Él no tenía la menor idea de cuánto le agradecía que estuviera allí con ella en aquel momento, que la hiciera sentir querida y especial, luego de que la vida la hubiera puesto en aquella vulnerable posición. Marinette cerró los ojos, en tanto sentía los labios de Adrien dejar una estela de besos sobre su clavícula.
—Adrien— suspiró Marinette en tanto enredaba sus manos en su cabello. Ella se emocionó al ver la manera impaciente y casi desesperada en la que Adren se levantaba para cambiar de posición ligeramente. Su cabello rubio completamente despeinado y su mirada intensa le hicieron entender cuánto la deseaba. Marinette pensó que su corazón saltaría de su pecho por la emoción de verse querida por alguien, al saber que tenía un lugar especial en el corazón de Adrien, únicamente para ella.
Adrien se acostó a su lado completamente exhausto, y le dedicó una brillante sonrisa que desapareció al instante.
— Lo lamento Marinette, esto no fue buena idea, tu debes sentirte vulnerable, parece como si me estuviera aprovechando de ti — se disculpó Adrien.
— Eso no es cierto, si alguien se esta aprovechando esa soy yo. Tu me ayudas a olvidarme del dolor — murmuró Marinette. Adrien volvió a mirarla, y la abrazó a su cuerpo.
— Estoy feliz de poder ayudarte — dijo Adrien. Él pegó sus labios a su nuca, y la besó suavemente. La sensación era agradable, casi como una caricia. Marinette entrelazó sus manos con las de Adrien, y juntos se quedaron en silencio a escuchar la lluvia caer.
El servicio fúnebre se celebró al día siguiente. Marinette estaba infinitamente agradecida con Adrien por haberla acompañado durante toda la ceremonia. Ella podía sentir su mano siempre presente sobre su hombro, y esto era más que suficiente para mantenerla en pie durante aquellos momentos. Marinette vio por última vez los rostros pálidos de sus padres, pero ese par de personas frente a ella no eran más que un cascarón de quienes había querido tanto.
— ¿Es extraño, no lo crees? — preguntó Marinette sin atreverse a mirar a Adrien.
— ¿Disculpa? — preguntó Adrien mientras avanzaban por el sendero hasta el automóvil.
— Es extraño tener que sacar de tu vida a alguien de repente, después de haberlo querido tanto, es casi como tener que quitarte un miembro. Mis padres están tan profundamente metidos en mi mente que no sé como lograré sacarlos, no puedo hacerlo.
— Entonces, no lo hagas — respondió Adrien encogiéndose de hombros — No los olvides Marinette, guárdalos en tu memoria.
— ¿Alguna vez se vuelve más fácil? — preguntó Marinette dedicándole una sonrisa melancólica.
— No, pero se aprende a vivir con ello, con el tiempo, tu también lo harás — respondió Adrien. Marinette tomó la mano de Adrien y juntos caminaron lo que quedaba del camino. Si alguien podía comprender lo que ella sentía en aquel momento ese era Adrien. Él había perdido a su mamá en circunstancias que ninguno de los dos acababan de comprender, y su padre había terminado en la cárcel luego de todos los crímenes que había cometido como Papillon.
Marinette aún recordaba la última batalla. Una parte de ella jamás pensó que lograran vencer a un enemigo tan misterioso y aparentemente inalcanzable como Papillon. Cuando las autoridades de París descubrieron quien estaba detrás de los ataques con akumas, toda la opinión pública se vino sobre ellos. Marinette nunca se atrevió a confesárselo a Adrien, pero ella sabía que si el súper villano hubiera sido una persona normal, como su propio padre, hubiera terminado instantáneamente en la cárcel. Sin embargo, Gabriel Agreste no era cualquier persona, él poseía uno de los imperios comerciales más importantes de Francia, y muchos de los que deberían haber reclamado su cabeza estaban en deuda con él. Finalmente, cuando el asunto dejó de ser solo un percance de París, y se convirtió en un problema nacional, Gabriel Agreste terminó en la cárcel.
La chica no había visitado a Gabriel Agreste en su prisión más que un par de veces, pero tenía serías dudas acerca de si una prisión como aquella sería capaz de contener a un hombre tan peligroso como él. Adrien solía excusar a su padre diciendo que se encontraba perturbado desde la desaparición de su mamá, y que no se trataba más que de un mal caso de depresión. Pero, Marinette tenía serias dudas respecto a aquello. Gabriel Agreste sí parecía perturbado, pero no de la forma en la que su hijo pensaba. Ella podía ver en Papillon una persona fría y calculadora, alguien arrogante que no actuaba como un vencido, sino como un león esperando por el momento perfecto para atacar a su presa. Ella solo se lo advirtió a Adrien en una ocasión, pero aquel comentario despertó una pelea de tal proporción, que dejaron de hablarse por casi una semana, hasta que Marinette decidió alzar las manos y pedir una tregua.
— Lo olvidaba — comenzó Adrien aquella noche mientras que los dos se encontraban en la sala de estar de Marinette viendo televisión. — Mañana tengo que salir, iré a la cárcel, la junta de administradores de los bienes de papá me pidieron un par de firmas para unos documentos importantes. Nadie quiere pedírselas, así que yo tendré que hacerlo — dijo el muchacho encogiéndose de hombros. Marinette frunció el entrecejo, pues ella sabía que Adrien siempre resentía las visitas a su padre.
Marinette sabía que las cuentas de aquel edificio no se iban a pagas solas, por lo que la chica comenzó a hacer planes para vender su casa. Aquel edificio en uno de los sectores más exclusivos de París debía valer una fortuna, no solo era enorme, sino que tenía un local en la parte inferior. El dinero que recogiera de aquella venta podría servirle para pagarse la universidad, mientras que ella tendría que conseguir un trabajo y un apartamento más barato. Marinette empacó las pertenencias de sus padres en cajas, desafortunadamente, no eran tantas como había pensado. Era increíble pensar que la existencia de dos de las personas a las que más quiso cupiera en siete cajas grandes. Un par de panaderías vecinas le dieron buen dinero por los implementos de cocina más costosos, y el resto tuvo que donarlos, al igual que la ropa y demás pertenencias personales.
Fue en aquel momento que Marinette entendió la verdad, los amigos no son familia, no importa lo cercanos que sean. Alya y Nino vinieron a ayudarla a empacar por un par de horas, apenas si se habían visto desde la graduación, por lo que su visita fue más un evento social que una verdadera ayuda. Una sola persona estuvo con ella durante aquellas negras semanas, y ese fue Adrien. Los dos estaban completamente solos, no se tenían más que el uno al otro, y ambos se lo hacían entender cada noche cuando hacían el amor de una forma casi desesperada. Adrien también pretendía vender la mansión en la que creció, pero él a diferencia de Marinette, estaba impaciente por deshacerse de ella. La chica lo entendía, aquel lugar debía traerle demasiados recuerdos, aunque no todos debían ser tan felices.
— Mi tío me escribió — dijo Marinette un par de semanas después del entierro de sus padres — No pudo venir a la ceremonia, pero él desea verme. Él es la única familia que me queda.
La vida anduvo de una manera triste pero tranquila para Marinette, ella aún disfrutaba de sus vacaciones de fin de año, y no tenía que estudiar, así que nada rompió con su rutina hasta aquella noche en la que Adrien no aparecía por ninguna parte. Marinette permaneció sentada frente a la ventana mientras que la lluvia comenzaba a caer nuevamente, tenía los nervios completamente destrozados, al pensar que él pudiera sufrir la misma suerte de sus padres. De repente, un sonido seco en su habitación la alertó. Adrien finalmente había llegado, pero decidió entrar por la trampilla de su habitación, lo que indicaba que iba vestido como Chat Noir.
— ¿Chat, eres tu? — preguntó Marinette mientras subía las escaleras en compañía de Tikki.
— Sí, soy yo — respondió Adrien mientras caía a la primera planta del cuarto de Marinette con su habilidad casi gatuna. Chat Noir estaba empapado, lo que de alguna extraña manera lo hacía más atrayente.
— ¿Qué sucedió? ¿Por qué te transformaste? — preguntó ella cada vez más preocupada. — ¿Puedo ayudarte? ¿Necesitas a Ladybug?
— ¡Cierra la boca, Marinette! — le gritó Adrien. Marinette se quedó petrificada, Chat Noir nunca le había levantado la voz de semejante manera, y ella no creía merecérselo.
— Lo lamento, lo lamento — se disculpó Adrien — he tenido una mala noche, eso es todo— dijo. Marinette no se quedó tranquila, había algo muy extraño en él, se veía inquieto, casi asustado.
— Si yo pudiera hacer algo para ayu…
— ¡No, no puedes, ya te dije que cerraras la boca! — le volvió a gritar Adrien. Marinette se quedó estupefacta — tu no eres la única que ha sufrido pérdidas, Marinette.
Marinette no entendía que pudo haber hecho mal, o por qué estaba tan molesto con ella, si solo quería ayudarlo, y serle útil. Las lagrimas se arremolinaron en los ojos de la chica, pero ella lucho por no dejarlas salir. Marinette se rehusó a volverle a hablar mientras ella se preparaba para meterse en la cama. Ella se metió bajo las cobijas, y ni siquiera se dio vuelta para desearle buenas noches.
— Lo lamento tanto, mi Lady — dijo el muchacho mientras tomaba su cintura y pegaba su cuerpo al de ella.
— Me gritaste — lo acusó Marinette.
— Lo sé, lo siento, no estaba en mi mejor momento, prometo que no volverá a pasar — murmuró Adrien mientras hundía su rostro en su cuello. Marinette disfrutó de aquella sensación, pero a diferencia de las noches anteriores, no se sentía con animo suficiente para tener relaciones con él.
— Hoy no, Adrien — dijo Marinette mientras movía el codo para desembarazarse de él.
— ¿Aún estás molesta conmigo? — preguntó Adrien asustado.
— No, pero no estoy de humor— respondió Marinette. Ella se dio media vuelta, y casi involuntariamente, volvió a sentir ganas de ponerse a llorar.
— Ven aquí — dijo Adrien mientras la abrazaba y le acariciaba la nuca. Marinette no contuvo más las lagrimas, lloró sin ninguna vergüenza mientras él la sostenía firmemente contra su pecho.
— Ya está princesa, tu y yo estamos juntos, no estamos solos, nos tenemos el uno al otro, nos tenemos el uno al otro — dijo Adrien mientras Marinette sollozaba.
— Eso es cierto, nos tenemos el uno al otro.
Después de esa noche, las cosas volvieron a la normalidad por un par de días más. Marinette se sorprendió al ver un mensaje en su celular mientras hacía la compra de la semana, se trataba de Adrien, quien quería hablar con ella. La chica pagó las cosas, mientras se preguntaba que andaría mal, su novio parecía demasiado misterioso para tratarse de una simple conversación.
— Hola, ya llegué — gritó Marinette mientras dejaba los víveres sobre el mesón de su cocina. — recibí tu mensaje, querías hablar conmigo — dijo la chica. Adrien se levantó del sofá y se secó las manos en su pantalón, él se hallaba nervioso.
— ¿Qué sucede? — preguntó la chica cada vez más asustada.
— Yo… — comenzó el chico — Marinette, sé que no vas a estar contenta con lo que voy a decir.
— Qué es lo que…
—Creo que sería mejor que termináramos, tu y yo no deberíamos seguir juntos — dijo Adrien en una exhalación. Marinette no sabía que pensar, no tenía la menor idea de que pudo haber hecho mal. Ella tan solo intentó hacer lo mejor por hacerlo feliz y apoyarlo.
— ¿Por qué? — preguntó Marinette con la voz temblorosa.
— No soporto esta ciudad, quiero salir de aquí, hay demasiados recuerdos de los que quiero escapar, incluso verte me produce dolor — dijo Adrien.
— Yo… — comenzó Marinette completamente estupefacta. Ella caminó hasta el sofá y se sentó en él mientras trataba de entender lo que había acabado de escuchar — ¿Tu crees que alejarte de mi sería lo mejor? — preguntó la chica, quien quería una confirmación.
— Sí. Tu estas muy dolida, al igual que yo, no podemos curarnos mutuamente — dijo Adrien.
— Pero, yo pensé que tu me…
— Marinette— la interrumpió Adrien — realmente no puedo creer que pesaras que esto duraría para siempre. Tu y yo nos conocimos cuando teníamos quince años, es natural que las relaciones entre personas de nuestra edad no se extiendan por más que unos meses. — dijo él mientras se sentaba junto a ella y tomaba sus hombros para que lo mirara.
Marinette no contestó. La verdad era que él tenía razón, ella hubiera querido que durara para siempre, ella aún lo amaba, y no tenía la menor idea de cómo lograría recuperarse de esto, al igual que de la pérdida de sus padres. Al parecer, ella estaba equivocada, él no la consideraba especial, ni la quería como ella se lo había imaginado. Aquello dolía más que ninguna otra cosa, pensar que ella le hubiera entregado su corazón sin ninguna reserva, cuando él ni siquiera parecía haber estado interesado verdaderamente en ella.
— Adrien— murmuró Marinette buscando su mirada. Ella no podía creer que hubiera estado tan equivocada respecto a él, Adrien fue su compañero de equipo, su amigo, casi su hermano. Él la quería, de eso no tenía ningún duda.
— ¿Tu no me quieres? — le preguntó. Marinette odió como se escuchó su voz. "Patética", se dijo a sí misma.
— Marinette, no es tan fácil como saber si te quiero o no, el punto es que no te soporto, solo verte me causa dolor. Estar en esta ciudad me produce nauseas, quiero marcharme de aquí, y creo que tu eres la razón de todo lo que pasó, tu eres Ladybug— la acusó Adrien levantando ligeramente la voz. Marinette se tapó la boca con las manos. Aquello era impensable, no podía culparla por lo que había hecho Gabriel Agreste, él era quien tomó la decisión de raptar a su kwami y usar sus poderes de la forma equivocada. Marinette tomó la rápida decisión de no disculparse por lo que hizo, ella había hecho lo correcto. El arresto de Papillon era lo justo después de la gravedad de sus crímenes.
— Sí es así como te sientes, no puedo detenerte, lo mejor será que te marches — dijo Marinette tras soltar una fuerte exhalación.
— Marinette — murmuró Adrien casi horrorizado.
— No sé que es lo que quieres de mi, Adrien Agreste, pero no puedo interceder para que tu padre quede libre, él es un hombre peligroso— dijo Marinette con firmeza.
—Creo que debemos alejarnos él uno del otro, antes de que comience a odiarte más que en este momento — dijo Adrien. Marinette no podía creer lo que estaba escuchando, no podía creer que estos fueran sus verdaderos sentimientos. Él había parecido tan enamorado que nunca se le hubiera ocurrido pensar que pudiera llegar a odiarla.
Marinette perdió la compostura, se cubrió el rostro con las manos, y empezó a llorar. Adrien no tardó en arrodillarse frente a ella y ponerse a su altura. Él descubrió su rostro y la besó en los labios.
— Perdóname Marinette, pero esto es lo mejor — dijo Adrien, quien luego se puso de pie y salió por la puerta del apartamento.
Marinette se recostó en el sofá, no podía entender como esto era lo mejor, lo único que sabía es que Adrien Agreste se unía a la colección de personas que tendría que sacar de su sistema después de haberlas querido tanto. El dolor era casi incontrolable.
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[Cuatro años después]
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Los servicios fúnebres fueron rápidos, pero no por eso menos dolorosos. El plan de los padres de Marius era hacer una pequeña ceremonia en Francia, para que sus conocidos y amigos pudieran despedirse de él, y luego, llevar sus cenizas a Martinica en donde sería enterrado en el mausoleo familiar. Marinette se dejó llevar por la multitud mientras el ataúd era trasportado al horno crematorio. Toda la escena le resultaba perturbadoramente familiar.
Marinette recordó los eventos después de los dos meses de la muerte de sus padres. Para cuando el tío Cheng desembarcó en Francia la encontró en un estado de depresión increíble. Marinette sabía que su tío debió haberse alarmado al encontrarla en una casa prácticamente desierta, rodeada de cajas de mudanza a medio empacar y vestida con una pijama vieja a medio día, probablemente, por ello tomó la decisión de llevarla con él a China por los siguientes seis meses. Marinette reservó su cupo en la universidad y partió con él sin mirar atrás, o si quiera tratar de encontrar a Adrien Agreste para avisarle que saldría del país.
Marinette cerró el negocio de la venta de su casa estando en China. Los corredores de bienes raíces hicieron un muy buen negocio y lograron venderla por casi el doble de su valor, esto era lo suficiente para pagar su universidad. Cuando regresó a Francia, logró conseguir un trabajo en una panadería cercana al campus y un pequeño apartamento en el que vivió por algunos meses. En realidad, Marinette nunca se quedó en ninguna parte por más tiempo del que ella sintiera que era necesario.
Marius llegó a su vida en un punto en el que ella ya había encontrado algo de estabilidad. Él era un alumno de último año y venía como parte de un programa de intercambio, mientras que ella apenas estaba a la mitad de su carrera, por lo que él era tres años mayor que ella. Marinette alteró todos los planes en la vida de Marius, él había pensado regresar a su país después de hacer sus estudios de especialización, pero tras conocerla, comenzó a plantearse la posibilidad de solicitar la residencia. Él consiguió un permiso temporal de trabajo, y Marinette empezó a hacer sus prácticas en una empresa de artículos de cuero, los dos pensaban casarse en cuanto llegara el verano, y finalmente, ella podría hallar nuevamente un hogar. Desafortunadamente, nada funcionaba como se planeaba.
Marinette se sintió a punto de desmayarse en cuanto vio el ataúd desaparecer por la puerta del horno. Ese era el final, nunca más lo volvería a ver, nunca volvería a sentir sus manos firmes tomando sus mejillas, ni sus ojos amables sobre ella y su voz tranquilizadora diciéndole cuanto la amaba. Una vez más, todo el amor de Marinette caía al vacío, y una nueva persona era arrancada de su vida como un miembro un miembro perdido. Ella compartió un abrazo con Lauren, tras el que la dejó en un taxi en compañía de su esposo.
La chica se quedó sola en la acera mientras miraba el taxi alejarse. Marius solía contarle acerca de sus padres, sus dos hermanos menores, y el país que tanto extrañaba y al que deseaba regresar algún día, desafortunadamente, esto nunca pudo realizarse. La persistente lluvia seguía cayendo sobre la cabeza de Marinette, hasta que repentinamente dejó de hacerlo.
— Siempre olvidas llevar una sombrilla — dijo Adrien dedicándole una breve sonrisa. Marinette lo observó fijamente, él quería que tomara la suya.
— No la necesito — contestó Marinette antes de darse media vuelta e irse.
Hola a todos, dije que estaba de descanso, la verdad es que la vida real apesta, y estuve bastante deprimida cuando comencé a escribir esto. Aun no estoy bien, pero como que ya me resigné, así que utilicé toda esa energía contenida y escribí esto, debo decir que fue casi una terapia. Muchas gracias a todos aquellos que me escribieron comentarios en mis otros fics, y a quienes me enviaron preguntas a mi cuenta de tumbrl, me puso muy contenta que realmente extrañaran mis fics, pronto publicaré el siguiente capitulo, y tengo un oneshot en el horno. No duden en mandarme sus comentarios, siempre los contesto en el siguiente capitulo de mis fics. Adiós.
