Notas de la autora: Los personajes pertenecen a Masami Kurumada, por lo que solamente los tomaré prestados para efectos de este fic… Muchas gracias^^
"La Rosa y la Princesa"
por Alondra
El significado de la amistad a veces puede ser difícil de comprender... ¿Pero qué pasa si se trata del Santo de Piscis Albafika? Basado en el SS Lost Canvas.
Capítulo 1: "Una solitaria rosa"
Unos pasos resonaban sobre las húmedas baldosas que cubrían el camino en dirección al Templo de Atenea. Había empezado a llover copiosamente y una niña de cabellos castaños recogidos por una cola se esforzaba por no dejar que el hermoso ramo de flores que llevaba en brazos se estropeara. Se había esforzado mucho para lograr esas flores mostraran toda su belleza cuidándolas y regándolas día con día para que fueran dignas de ser ofrendadas al Patriarca del Santuario y no estaba dispuesta a dejar que una lluvia las estropeara.
- "Oh, no... si sigue lloviendo así, los pétalos se caerán antes de que llegue con el Patriarca…" – decía la niña con frustración. La lluvia no daba muestras de darle tregua y no tardaría el lograr su objetivo de destruir las flores… ya no podría contenerlo más… faltaba tan poco…
En eso, la pequeña sintió que algo la cubría protegiéndola de la lluvia y de golpe se detuvo.
- "¿Qué es esto?" – pensó sorprendida – "¿Una capa?... Oh… quién…" - levantó un poco la protectora prenda y a sus ojos apareció una silueta dorada… brillante como el sol, a pesar de la lluvia.
Un caballero de largos cabellos celestes caminaba de espaldas a ella y fue el responsable de que ella ahora tuviera su capa cubriéndola. Rápidamente su cerebro trabajó, si estaba en el santuario atravesando las doce casas, ese tenía que ser uno de los santos dorados.
- "¡Un caballero dorado!" – avanzó hacia él – "Mu-muchas gracias…" – musitó, pero al ver que el caballero no se detenía, supuso que por la lluvia no la había escuchado, así que avanzó hacia él – "Caballero… ¡Espere por favor!... yo…"
El caballero se detuvo al escuchar sus pasos y dio la vuelta quedando frente a la niña. Ahora ella podía observarlo con más detenimiento. Era un caballero de facciones hermosas, mirada azul oscura profunda y seria, lo cual junto a su armadura resaltaba aún más su belleza. Ella había escuchado antes por su padre de un caballero con esas características… ¡No cabía duda que tenía que ser el Santo dorado de Piscis, Albafika, el más hermoso de los caballeros de Athena!
"No te me acerques…" – dijo el caballero con una frialdad increíble sacando a la joven de su estupor.
"¿Eh?... pero…" – no salían las palabras de sus labios luego de escuchar esas palabras tan duras. Se había quedado como paralizada, sorprendida por la actitud que estaba mostrando el caballero, luego de la manera tan amable con que se había portado antes con ella…
El santo de Piscis la miró por unos segundos más para luego dar media vuelta y continuar por un sendero rumbo a su propio templo. Las flores temblaban bajo los brazos de la niña, que no entendía que había pasado, pero no iba a dejar las cosas así. Se armó de valor y gritó:
- "¡Muchas gracias, caballero! ¡Prometo devolverle su capa la próxima vez! ¡Mi nombre es Agasha!" – lo observó desaparecer tras unas ruinas – "Ya se fue… ni siquiera estoy segura si me escuchó… ¡Vaya, pues que poco amable resultó ser! ¡Y eso que le di las gracias!" – dijo molesta en voz alta cuando un pétalo de una de sus flores cayó al suelo – "¡Oh, no! ¡LAS FLORES! ¡TENGO QUE DARME PRISA!" – y sujetando la capa del caballero, continuó su camino rumbo a la cámara del Patriarca.
Aldea de Rodoiro – Al día siguiente
- "… y ni siquiera se detuvo… ¡Sólo quería agradecerle y fue muy grosero!" – decía Agasha en tono molesto mientras ayudaba a su padre a armar diversos ramos de flores que formaba parte del negocio familiar.
- "Vamos Agasha, no lo tomes así. Me parece que estas malinterpretando las cosas con el caballero de Piscis" – dijo su padre tranquilamente mientras terminaba de darle los toques finales a un bello ramo de flores.
- "¿Y qué te refieres con eso? ¡¿Acaso no escuchaste lo que te conté, papá?" – terminó de decir perdiendo un poco la paciencia. El aldeano sólo sonrió…
- "Bueno, hay una razón por la que no quiere que la gente se le acerque…" – continuó ante la mirada interrogante de su hija – "Ese hombre cree que su cuerpo es un peligro para los demás."
- "¿Por qué?"
- "A causa de su entrenamiento, tiene la sangre llena de veneno… y no quiere que eso sea perjudicial para otros. Piénsalo hija, si hubiera dejado que te acercaras a él, posiblemente estarías muerta..." – sonrió acariciando la cabeza de Agasha – "Deberías estar agradecida por el gesto que tuvo contigo… aunque no lo parezca, el señor Albafika es una buena persona…"
- "Así que era eso…" – bajó la cabeza avergonzada de todo lo que le había dicho anteriormente. El caballero de Piscis nunca pretendió ser descortés con ella, sólo no quería hacerle daño… - "Pero, papá… entonces… si no deja que nadie se le acerque, entonces… ¿El señor Albafika está siempre solo? ¿No tiene amigos?"
- "A ese extremo no lo sé, hija… me imagino que se relacionará con los otros caballeros dorados, pero no sabría decirte… salvo que siempre está rodeado de rosas, las más hermosas que he visto, pero a la vez… mortales…" – continuó – "Pero no te preocupes por eso, el señor Albafika es un gran caballero y estará bien… vamos, tenemos que darnos prisa con estos pedidos de flores para la ciudad de Atenas y el barco sale en una hora… ¿De acuerdo, princesa?"
- "Sí, papá… ¡Lo que digas!" – devolvió la sonrisa a su padre y continuó con su tarea… sin dejar de pensar, sin embargo, en el misterioso caballero de Piscis…
Había pasado una semana desde que Agasha se encontrara por primera vez con Albafika de Piscis y no había podido alejar de su cabeza la idea si el Santo dorado se sentiría bien viviendo de esa manera… en completa soledad. Si exceptuamos que sus rosas envenenadas eran los únicos seres vivos con los que se rodeaba, no existiría posiblemente nadie más… nadie con quien charlar cuando estuviera alegre o triste… o simplemente pasar un tiempo en compañía de un amigo. Ella también había sido hija única y sabía lo que era criarse solo. Cuando era más pequeña, su padre trabajaba en los muelles de Atenas y lo veía muy poco, salvo hasta hace poco ya que un accidente lo obligó a dejar los muelles y volver a Rodoiro; pero antes de ello, su mare fue su única compañía. Fue ella quién le enseñó el arte de cuidar las flores, aprendiendo que con paciencia y dedicación, hasta la planta más difícil podía llegar a expresar toda su belleza en las manos de uno. Aquellas valiosas lecciones es lo que más recuerda de ella… ya que la muerte le impidió que continuara aprendiendo más cosas de ella.
Agasha se asomó por la ventana trasera de su casa, que daba a un patio de flores. En su jardín tenía las flores más hermosas y delicadas, ya que el resto entre su padre y ella las recogían del campo. Suspiró mirando unas gardenias…
- "Mamá…" – miraba las flores melancólicamente – "Hay tantas cosas que quisiera preguntarte y que yo misma no puedo responder… tú siempre me dijiste que cuando estuviera triste, sólo con sentirme rodeada de flores me sintiría mejor…" – suspiró y volteó a ver la blanca capa del santo que reposaba en una de las sillas de su casa – "¿Mamá, qué piensas del señor Albafika?... sé que papá me dijo que no me preocupara y que estaría bien, que es un santo de oro, pero… no puedo dejar de pensar que en el fondo debe de sentirse muy solo… como una rosa creciendo en soledad en medio del campo… y eso es muy triste…"
En eso, una ráfaga de viento entró de golpe por la ventana haciendo que las flores que tenia sobre la mesa listas para ser parte de algún arreglo floral cayeran al suelo en tanto que los pétalos comenzaron a danzar alegremente por toda la casa.
- "¡Oh, no! ¡Papá se enfadará si llega y encuentra todo este desastre!" – rápidamente la niña comenzó a recoger las flores y dejarlas en su lugar, junto a una pila de libros en donde su padre secaba las flores entre sus páginas, sobre todo para algún arreglo especial. Echó un vistazo a los libros cuando sus ojos se toparon con algo…
De entre los libros, uno con cubierta blanca y más delgada sobresalía entre los demás. Agasha se acercó y retiró los libros dejando a la vista el que le había llamado la atención. No lo podía creer cuando lo vio…
- "No… no es posible…" – tomó el libro entre sus manos – "Este libro… como pude haberlo olvidado…" – sus ojos se humedecieron mirando a los pétalos que seguían revoloteando – "Mamá… ¿Fuiste tú verdad? Ahora lo entiendo todo… ¡Gracias!… ya sé que hacer…"
La niña dejó que las lágrimas resbalaran por sus mejillas y una gota cayó sobre la cubierta del libro en cuyo título se leía EL PRINCIPITO.
Santuario de Athena – Cámara del Patriarca - Al día siguiente...
- "Son muy hermosas, muchas gracias pequeña Agasha… estoy seguro que a la señorita Athena le gustarán mucho… " – dijo el Patriarca Sage, antiguo santo de cáncer, recibiendo la ofrenda floral de las manos de la niña.
- "Soy muy feliz al saber que le agradan, Patriarca" – sonrió la pequeña – "Mi padre siempre dice que nuestro pueblo está siempre agradecido de ser bendecidos por la diosa Athena…"
- "Me alegro de escuchar ello y ten por seguro que le transmitiré tus palabras a nuestra Diosa" – se dispuso a irse – "Ahora debo irme, tengo unos asuntos que atender… espero me disculpes, pequeña…"
- "No hay problema… ehhh… Patriarca… ¿le importaría si me quedara a recorrer un rato el santuario?... es que me gustan mucho los templos y demás esculturas…" – preguntó. El Patriarca la observó por algunos instantes y sonrió asintiendo…
- "Claro que sí, puedes quedarte todo el tiempo que lo desees…" – y luego de decirlo se retiró a las estancias privadas de su cámara.
Agasha asintió para luego salir corriendo fuera del templo de Athena. Se sentía mal de haberle mentido al Patriarca, ya que el verdadero motivo de quedarse en el santuario era buscar al esquivo Santo de Piscis.
Al bajar por las escaleras del templo se topó con un mar de rosas rojas. Se trataban de las mortales Demon Rose que tienen fama de matar a todo aquel que aspire su perfume. Se detuvo a una distancia prudente del jardín y casi al instante éste desapareció ante sus ojos.
La niña suspiró aliviada y empezó su descenso por las escaleras. Esto pasaba cada vez que ella acudía a llevar la ofrenda floral al Patriarca y a pesar de estar acostumbrada, no dejaba de ser intimidante. Las Demon Rose sirven de barrera protectora entre la Casa de Piscis y la Cámara del Patriarca. Es el último obstáculo que debe de sortear cualquier enemigo que osara atacar el templo de Athena si lograra cruzar todas las casas de los caballeros dorados, y las posibilidades de salir con vida luego de internarse en ese jardín de rosas eran prácticamente nulas. Sin embargo, ante un cosmos amigo, las Demon Rose desaparecen para dejarle paso y una vez que termina de cruzar vuelve a aparecer a continuar con su misión protectora.
Al terminar de bajar por las escaleras, Agasha empezó a internarse en el Templo de Piscis mirando a todos lados por si se topaba con el santo. Su corazón palpitaba rápidamente y se preguntaba… ¿Qué le diría cuando lo viese?... "¡Hola señor Albafika! ¿Me recuerda? Soy Agasha, la niña que Ud. ignoró hace algunos días, pero no se preocupe, sé que Ud. no es malo... sólo venenoso"… ¡Nonono! ¡Eso es estúpido y es posible que me lance una rosa envenenada al escucharlo!... a ver qué tal esto… "Señor Albafika, muchas gracias por lo del otro día. Sé que su sangre es venenosa, pero no se preocupe que eso a mí no me afecta…". ¡Já!, eso no me lo creo ni yo y menos se lo va a creer él… ¡Arggg!… ¡No sé qué decirle!
Casi al siguiente instante se detiene y sin perder tiempo se oculta detrás de una de las columnas del templo. Había escuchado unos pasos. Tímidamente asoma la cabeza por un lateral de la gruesa columna y puede divisar al autor de esas pisadas…
El santo de oro, Albafika de Piscis, caminaba por los interiores del templo, acompañado a cierta distancia por otro santo que Agasha no fue capaz de reconocer desde donde estaba. Los dos santos se detuvieron y luego de intercambiar un par de palabras más se separaron. El caballero de oro que la niña no pudo reconocer, pasó muy cerca de donde ella estaba y allí pudo verle un poco las facciones… largo y alborotado cabello verde, mirada tranquila y marcas en el rostro. Estaba segura de haber visto a ese santo antes, aunque no recordaba donde…
Shion de Aries detuvo sus pasos… volteó a ver la columna que tenía a su lado y luego a su compañero dorado que se había quedado de espaldas a él. Agasha aguantó la respiración… ¡Diablos! ¿Se habría dado cuenta de su presencia? ¡Claro que sí! ¡Era un Caballero de Athena!... Pero ante su sorpresa y antes de que ella se descubriera sola como pensaba hacerlo en ese momento, el santo de Aries continuó su camino.
- "Pero… ¿Cómo es que no…? Qué raro…" – pensaba la niña confundida. Sin embargo, era posible que al ser alguien sin fantásticos poderes como los caballeros, el Santo no la notase ni siquiera y que se detuviese a su lado fue pura coincidencia.
Luego de que el santo de Aries desapareciera de su plano visual, Agasha volvió la vista hacia quien buscaba, pero para estupor suyo, había desaparecido. ¡Eso no podía ser posible, si estaba allí hace apenas unos instantes! Armándose de valor, salió de su escondite y lentamente se acercó hacia donde había perdido de vista al santo de Piscis.
Y allí lo vio… estaba inclinado delante de unas bellísimas rosas, pero no eran las típicas Demon Rose, sino otras rosas de los colores más diversos… blancas, jaspeadas, rosadas, amarillas, azuladas, etc… variedades que ella jamás había visto y en donde un gran número de mariposas revoloteaban. El santo de Piscis las observaba complacido a la vez que tomaba una de ellas entre sus manos.
- "Athena…" – musitó con una leve sonrisa en sus labios. Agasha observaba el gesto del caballero y en ese momento parecía que su belleza sobresalía de entre todas las rosas de su jardín… ¿Cómo alguien tan hermoso podía ser de naturaleza mortal?
Una de las atractivas mariposas se aventuró a revolotear alrededor de Albafika llamando su atención para luego posarse en su hombro, a lo que el santo sólo cerró los ojos. Agasha tuvo que cubrirse la boca para no gritar al ver que la mariposa, casi al momento de tocar al santo, caía sin vida al suelo. Suspirando, el caballero de Piscis tomó el inerte cuerpo del insecto en sus manos y lo observó con una triste mirada en sus ojos…
- "E-era verdad… cualquier ser vivo al entrar en contacto con el señor Albafika… muere… es… terrible…" – pensó, pero en eso una voz profunda la sobresaltó.
- "Ahora ya lo has visto por ti misma… mi verdadera naturaleza…" – dijo el santo volteando a las columnas – "Sé que estás allí… ¡Sal ahora mismo!"
- "Se-señor Albafika… lo siento… yo…" – empezó a temblar a la vez que salía detrás de la columna. Dioses, ¿Qué le haría el santo al enterarse que ella lo espiaba? ¿Acaso correría la misma suerte que esa mariposa?
- "No te asustes que no voy a hacerte nada, si es lo que piensas…" – continuó el santo mirándola – "Sólo te advierto… por si no lo sabías… que la curiosidad mató al gato…"
- "Yo… este… caballero… no quise espiarle…" – tragó saliva – "So-solo quería…. quería darle las gracias por lo del… lo del otro día… la lluvia, las flores, su capa… lo… ¿Lo recuerda?" – la niña temblaba. Casi no podía mirar al santo a los ojos.
- "Lo recuerdo… si…" – en eso la miró fijamente y de entre su armadura extrajo una rosa negra.
El santo sin decir nada más avanzó lentamente hacia la niña que se encontraba paralizada, como aquel día lluvioso. Albafika acomodó la rosa entre sus dedos preparándose para arrojarla y con los ojos clavados en ella. Acaso… ¿Acaso iba a atacarla? ¿Tan enfadado estaba el caballero de Piscis?
- "Señor Albafika… por favor… no…" – las lágrimas se agolparon nublándole la vista ante en santo que no paraba de acercarse. Sí… ese parecía ser su destino… pagaría por su atrevimiento… en manos del caballero de Piscis…
El silbido de la rosa cruzó el aire para clavarse en su objetivo…
Silencio.
Agasha abrió los ojos temblando. No sentía nada, ningún dolor ni nada parecido. ¿Estaría muerta? Estaba segura de que lo último que le pareció ver fue al Santo de Piscis lanzarle la rosa… pero entonces…
- "Ya puedes moverte… está muerta…" – escuchó la voz del santo.
- "¿Co-cómo? ¿Muerta?... que…" – miró al suelo y prácticamente a centímetros de sus pies yacía inerte una serpiente, atravesada por la rosa negra del caballero de Piscis. Agasha palideció al reconocerla como una de las más venenosas de las que existen en Grecia… de esas que matan en cuestión de minutos. Con una mezcla de miedo y sorpresa, miró al santo… - ¡El cuento!… ¡E-es igual que en el cuento!… la serpiente… la rosa… - pensaba Agasha nerviosamente.
- "Has tenido suerte… ahora vete… hay muchas de esas serpientes por aquí…" – continuó Albafika restándole importancia al hecho que acababa de salvarle la vida a la niña.
- "Señor Albafika… yo… - sonrió emocionada - ¡Sabía que era una buena persona!… ¡Muchas gracias!" – dijo acercándose a él.
- "¿Que no escuchaste lo que te dije? ¡VETE DE UNA VEZ!" – se volvió gritando molesto.
Agasha lo miró confundida y asintió tratando de esbozar una sonrisa…
- "Como usted diga, señor Albafika… siento haberle causado tantas molestias" – dio media vuelta con dirección a la salida del templo de Piscis. En eso recordó algo y al dar la vuelta para ver al santo, éste había vuelto a desaparecer.
Para cualquier caballero que estuviese en ese momento guardando alguna de sus casas, no hubiese podido dejar de ver a una niña bajar velozmente a través de las escaleras del santuario con una amplia sonrisa en su rostro.
- "¡La rosa! ¡La rosa me salvó!... ¡Parece como si el cuento hubiese cobrado vida!" – pensaba la niña emocionada mientras corría – "Sigue siendo la misma de siempre… pero no me rendiré, porque esa rosa es única y no crecerá sola… se lo prometo… Señor Albafika"
Y con esa idea en su cabeza, la pequeña Agasha continuó su camino de vuelta a la aldea de Rodoiro.
Comentarios de la autora: Bueno, la verdad que ha pasado bastaaaaante tiempo desde que escribí mi último fanfic (no sé, ¿a lo mejor 6 ó 7 años?: P) en fin, luego de empezar a leer el SS Lost Canvas me vino nuevamente la inspiración de hacer con 1os personajes de LC que más llamó mi atención y de quién he visto muy pocos fanfics en la web (al menos en español): Albafika de Piscis. Una rosa muy especial a quién le dedicaré algunos caps en esta historia (espero no tardar mucho XDD).
Por si alguno lo habrá notado, habrán algunas metáforas referentes a un cuento que seguramente muchos de ustedes lo han leído cuando niños: El Principito. Sé que alguno me dirá que ese cuento no pinta absolutamente nada con la época donde se desarrollan los acontecimientos en el LC (Siglo XVIII me parece), pero por un momento y para efectos de esta historia vamos a olvidarnos de los artefactos modernos como los aviones, pistolas y demás cosas modernas que aparecen en el cuento cuento, y sólo concentrarnos en el mensaje. Así se podrá comprender mejor la historia^^
Quiero agradecer a la gente y lectores que nunca dejaron de animarme todos estos años para que volviera a escribir, y en cuanto a mis otros fics, pues algo tengo en el tintero… sólo esperen^^
¡Hasta el siguiente capítulo!
Ja ne,
ALONDRA.
