¡Mi primer fanfic de Fairy Tail al fin! Es una adaptación de la historia de Sherrilyn Kenyon, Dragonswan, así que si han leído algo de ésta escritora, ya saben que se viene una historia bien subida de tono no apta para menores de edad.

Disclaimer: Los personajes de Fairy Tail no son de mi propiedad, son creación del gran Hiro Mashima, y la temática de Dragonswan es creación de Sherrilyn Kenyon, yo sólo soy responsable de esta adaptación que tendrá elevadísimas dosis de mi estilo personal para redactar.

Aclaración: La historia será narrada en primera persona, desde los puntos de vista de Lucy y Natsu, y los puntos suspensivos centrados (…) indicarán el cambio de narrador.


CAPITULO 1

DRAGON SLAYER


Estaba completamente absorta tratando de descifrar los antiguos símbolos que habían sido plasmados en ese hermoso tapiz. Llevaba horas ahí, de pie en el museo frente a ese antiguo trozo de tela, y aún no lograba descubrir toda la historia que el autor intentó reflejar en tan magnífica obra de arte. Había algo en ese tapiz que captaba mi atención, desde el primer momento en que lo vi, fue como una especie de magnetismo natural. Quizá crean que soy una loca, pero sentía que era mi deber descubrir todo acerca del misterioso Tapiz del Dragón.

–Al ver ese tapiz, ¿no se te antojan comer unas alas crujientes de dragón? Saben bien con kétchup.

Detuve en seco mis anotaciones y fruncí el ceño ante tan estúpido comentario. En todo el tiempo que había permanecido ahí nadie se había atrevido a interrumpirme. No hasta ahora.

Muy enojada me di vuelta, dispuesta a encarar muy probablemente a un joven molesto e irrespetuoso que sólo venía a los museos a perturbar la paz de los demás en lugar de usar su tiempo en algo productivo, como estudiar por ejemplo. Y entonces quedé boca abierta, lo que mis ojos veían no era a ningún adolescente molesto.

Él era un hombre en todo el sentido de la palabra. Todo un dios sexy de esos que te llevarían a la locura, que inundaba el lugar con su poderosa presencia. No pude evitar preguntarme cómo había sido posible para él pasar por ahí sin que los demás sintiéramos el piso estremecer bajo nuestros pies.

Nunca en mi vida había visto un ser como él, y mucho menos nadie me había dedicado una sonrisa tan seductora e inocente a la vez. Por Dios, me era imposible quitar mis ojos de él. Me sentía como una adolescente emocionada por estar frente a su artista favorito.

Calculé que medía aproximadamente un metro ochenta, sus cabellos eran de un peculiar color rosado y estaban peinados al natural, vestía con un traje carísimo hecho a la medida y una gabardina que no combinaba para nada con su ortodoxa melena, pero que se adaptaban a él de manera magistral.

Pero la cosa más peculiar de toda su imagen de chico exóticamente sexy era el tatuaje que cubría la mitad izquierda de su rostro. De un tenue azul oscuro, una espiral se curvaba desde el nacimiento de su pelo hasta su mentón como un símbolo antiguo. Estoy segura en cualquier otro esa marca se hubiese visto extravagante y rara, pero en él era totalmente diferente. La llevaba con tal orgullo y dignidad, como si fuera una marca de nacimiento.

Pero sus ojos fueron lo que en realidad me cautivaron. Esa mirada castaña dorado tan llena de inocencia y vitalidad me dejó cautivada. Y ni hablar de su sonrisa, tan sincera y juvenil que hacía que se le marcaran unos hoyuelos encantadores en sus mejillas.

¡Oh, por los cielos! Sentía como si ese hombre me hubiese hechizado.

–¿Te comió la lengua el dragón?, ¿eh?

Amé el sonido de su voz varonil, era provocativa. Tenía un acento que no logré distinguir, parecía una mezcla única entre heartlandes* antiguo y moderno.

–No– dije, luchando con el deseo de sonreírle estúpidamente.

Él encogió sus anchos hombros despreocupadamente y su intensa mirada descendió descaradamente hasta mis labios.

Su prolongada mirada sobre mi me hacía sentir nerviosa. Tenía la necesidad de humedecer mis labios. Rogué para que él dejara de mirarme, porque de manera estúpida e ilógica un incontrolable deseo empezó a surgir en mí. De repente, sentí como si la temperatura empezaba a subir en esa sala del museo. Tanto que creí que era cuestión de tiempo para que los vidrios de la galería se empañaran.

De manera despreocupada, él se llevó las manos a la espalda, pero aunque luciera tranquilo también parecía estar listo para la acción. Era una extraña imagen. Como si estuviera preparado para defenderse de una agresión en cualquier momento.

Cuando volvió a hablarme, tuve la sensación de que su voz era aún más seductora. Era como si él estuviera tejiendo a su alrededor un hechizo mágico con cada palabra que emergía de su boca.

–Tenías el ceño fruncido mientras observabas el tapiz, y me preguntaba qué tal te verías sonriendo.

Casanova– fue lo primero en que pensé al oírlo hablar. Si, no tenía dudas de que el hombre frente a mi lo era. Pero no era un Casanova normal. Él era de esos que no eran consciente de su propia capacidad para seducir a una mujer. Su aura de inocencia me lo indicaba.

Extraño. Nunca había visto a un hombre adulto que desprendiera tal inocencia. Él era como un niño en el cuerpo de hombre. Uno muy seductor debo recalcar. Con su encanto, no ponía en duda que él podría obtener a cualquier mujer que captara su atención.

Sin cohibiciones paseé mis ojos por toda su anatomía. Su piel era diferente a la mía. No era pálida y sin chiste. No. Su piel era ligeramente tostada, y se me hizo agua la boca.

¿Cuál sería su tipo ideal de mujer? Una pregunta tonta, ya que nunca me había preocupado por los estándares que tenían los hombres a la hora de escoger una mujer. No era de esas chicas que se esforzaban para gustarle a un hombre.

Aunque con éste hombre era diferente. No sé por qué, pero deseaba ser de ese tipo de mujer que fuera interesante para él.

¡Por Dios! Ese hombre debió haber perdido una apuesta o algo así para haberse acercado a mí justo el día hoy, porque debo reconocer que éste día mi facha era la peor. Apenas había tenido tiempo de vestirme con lo primero que encontré en mi armario y sujetar mi rubia melena en una coleta.

No iba al museo a ligar así que nunca me preocupó como me veía cada vez que visitaba éste lugar. ¡Mátenme! Si hubiese sabido que hoy un hombre como él se acercaría para hablarme, sin duda hubiese invertido un poco de tiempo en maquillarme y en elegir un mejor atuendo. ¡Maldición!, con tantas mini-faldas en mi armario, y justo hoy elegí unos jeans anchos y desgastados para usar. Estaba segura que hoy no me veía para nada atractiva, y que no encajaba en los estándares de un hombre como él. Si tenía suerte, lo máximo que podría obtener era una segunda mirada de él.

Pero a pesar de mi apariencia, había un aire de intriga sobre él. Era como si estuviera interesado en mí. Pero no de una manera hipócrita, ya que podía notar la honestidad brillar en sus ojos. ¿Acaso podría ser? , o ¿sólo me lo estaba imaginando?

–Sí, bueno–dije, dando un paso hacia atrás y guardé mi libreta de anotaciones y el lapicero–. No es mi costumbre hablar con extraños, por lo que si me disculpa…

–Natsu

Su insistencia por mantener una conversación me sorprendió, así que me detuve y levanté la mirada.

–¿Qué?

–Mi nombre es Natsu–me extendió la mano y agrandó su sonrisa–Natsu Dragneel, ¿y tú?

Soy "completamente aturdida por tu hermosa sonrisa", mucho gusto.

Aparté bruscamente mis pensamientos peculiares, y ordené a mis neuronas organizarse para poder responder con coherencia.

–Lucy–dije secamente. No iba a demostrarle que me tenía embobada.

Su mirada me quemaba, y esa juguetona sonrisa que revoloteaba en sus hermosos labios marcando sus hoyuelos me hechizaba.

Había algo en él que me hacía pensar que no pertenecía a ese lugar, un hombre así debía formar de alguna historia de valientes guerreros y dioses ancestrales, y no a nuestra tranquila realidad en ese museo.

Energico, tomó mi fría mano entre la suya. Tan grande y cálida.

–Encantado de conocerte, Lucy.

Me tomó por sorpresa cuando acercó sus labios hasta mi mano para besar mis nudillos. Pude sentir la calidez de su respiración rozar mi piel. Mis mejillas ardieron y tuve que contenerme para no gemir. Aún no comprendía cómo ese extraño lograba descolocarme con tanta facilidad.

Ningún hombre me había tratado de esa manera, como una preciada dama. Él era como esos antiguos caballeros de antaño de los que sólo sabía por cuentos. Fue grato saber que a pesar de su rudo aspecto tenía modales. Era como ver a un niño grande jugando a ser un caballero.

Curiosamente al estar a su lado me sentí más hermosa que nunca. Me sentía deseada.

–Dime, Lucy–dijo, liberando mi mano y centrando su atención en el tapiz–. ¿Por qué estás interesada en ésto?

Lo imité y posé mis ojos en el tapiz. Mi mirada se perdió en el intrincado bordado que cubría el lino amarillento.

No sabía cómo responderle. Ni yo misma sabía qué tenía ese tapiz que me atraía. Me había enamorado de él desde el primer momento en que lo vi, siendo sólo una niña. Durante años me dediqué a estudiar la historia del tapiz del dragón, que comenzaba con el nacimiento de un niño y un dragón y que se extendía por tres metros más de tejido.

Muchos habían escrito papeles tratando de exponer sus teorías acerca del origen del tapiz. Incluso, yo misma había presentado una disertación en la universidad en la que trataba de relacionarlo con las mágicas historia del Rey Acnologia y su reino perdido de leyendas ancestrales.

Nadie sabía de dónde había salido el tapiz o qué historia tenía. En todo caso nadie sabía cómo había terminado la pelea entre el dragón y el guerrero. Y eso era lo que más me intrigaba.

–Lamento no saber cómo terminó.

Él me observó con curiosidad.

–La historia no ha terminado. La batalla entre el dragón y el hombre existe todavía.

Fruncí el ceño, ¿él se estaba burlando de mí? No podía ser otra cosa, aunque su semblante serio me hacía dudar.

–¿De verdad piensas eso?

–¿Qué? ¿Acaso no me crees? –preguntó arcando una de sus rosadas cejas.

–Sólo digamos que tengo grandes motivos para dudar de tus palabras.

Él dio un par de pasos hacia mí, y su fiera presencia masculina me abrumó haciendo que el rubor inundara mis mejillas una vez más. Una corriente de deseo me recorrió de pies a cabeza.

–Hmmm, así que dudas de mi palabra–dijo por lo bajo–. Me gustaría saber qué puedo hacer para que me creas.

Debía dar un paso hacia atrás, para alejarme de él. Lo sabía. Pero mis pies no cooperaban, su esencia invadía mi cabeza y debilitaba mis rodillas.

¿Qué tenía ese hombre que hacía que quisiera estar ahí hablando por horas con él?

¡Oh, al demonio! Debía ser sincera y reconocer que lo que en realidad quería era saltar sobre él, tomar esa apuesta cara entre mis manos y besar sus deliciosos labios hasta embriagarme completamente con su sabor.

¡Esperen un momento! ¿En serio estoy pensando en hacer cosas tan intimas con un extraño? Debía haber algo realmente malo en mí, ¿qué diablos me estaba pasando? ¡Por Dios!, que alguien me saque de aquí antes que haga una locura.

–¿Por qué estás aquí? –dije tratando de mantener a raya mis pensamientos lujuriosos–. No pareces del tipo que se dedica a estudiar reliquias medievales.

Por un momento me pareció notar un brillo malicioso en sus ojos.

–Estoy aquí para robarlo.

No pude evitarlo y terminé burlándome de su respuesta, pero algo dentro de mí me decía que debía aceptar su explicación.

–¿Es en serio?

–Claro, por qué otra razón estaría acá.

–Ciertamente, ¿por qué otra cosa? –dije sarcástica en una pregunta hecha más para mí que para él.

No lograba descifrar qué había en esa mujer que me atraía poderosamente. Sabía que me estaba metiendo en serios problemas, pero algo en mí anhelaba tener su atención. No podía apartar mis ojos de ella.

Sus dorados cabellos apenas si estaban cepillados, y estaban sujetos débilmente por una liga. Varios de sus mechones se escapaban y caían desordenadamente sobre su hermoso y pálido rostro, como si tuvieran vida propia.

Deseaba poder soltar su cabello y jugar con sus mechones entre mis dedos, sentir su suavidad al esparcirlos sobre mi torso desnudo.

No podía contenerme y bajé la mirada. Su exuberante cuerpo me tentaba y sólo pude reprimir una sonrisa de satisfacción. Su camisa azul no estaba bien abotonada permitiendome ver la unió exquisita de sus pechos.

Nunca antes me había sentido tan atraído por explorar la anatomía femenina. Pero no era cualquier mujer a la que deseaba explorar. La deseaba a ella.

Me sentía atraído por ella y su castaña mirada que brillaba con cálida curiosidad e inteligencia. Deseaba apoderarme de sus labios húmedos, enterrar mi cara en su cuello y disfrutar de su esencia.

¡Por los Dioses!, ¿Por qué la anhelo tanto? Era un deseo desesperado nacido desde lo profundo de mí ser. Me preguntaba qué era lo que me retenía de tomarla entre mis brazos en ese mismo momento y satisfacer mi curiosidad recorriendo su cuerpo por completo.

No era como si fuera un casto jovencito emocionado y curioso por conocer el desconocido terreno femenino. Nunca me había negado a los placeres carnales, y menos cuando la bestia en mí se agitaba. Pero ésta mujer agitaba esa parte mortífera que residía en mi a niveles extremadamente peligrosos. Ninguna otra mujer me había hecho sentir de esa manera.

Sólo estaba en el museo para saber la localización exacta del tapiz y prepararme para la noche. No tenía intenciones de buscar a una mujer para pasar la solitaria noche, hasta que pudiera volver a casa. Pero tenía varias horas antes de partir, y era mejor pasarlas observando los dulces ojos de Lucy que solo y aburrido en la habitación del hotel.

–¿Te gustaría acompañarme con una bebida? – me animé a preguntarle.

Creo que mi pregunta la sorprendió. Parecía algo nerviosa.

–No salgo con gente que no conozco.

–Bueno, pero no podrás llegar a conocerme si no aceptas mi invitación.

–Sr. Drag…

–Natsu, sólo dime Natsu.

Ella sacudió la cabeza y clavó sus ojos en mí.

–Eres persistente, ¿no?

Esa mujer realmente no tenía idea de lo persistente que podía llegar a ser. Cuando me propongo algo no hay nadie capaz de persuadirme de no lograrlo.

Si la bestia en mi no estuviera tan impaciente seguramente la hubiese tomado de la mano para llevarla conmigo al restaurante, pero si volvía a tocar su piel no podía asegurar que pudiera controlarme. Así que traté de reprimirme metiendo las manos en mis bolsillos. No quería parecer un depredador que salta sobre su presa, y terminar asustándola.

–Siento que es algo típico en mí. Cuando veo algo que quiero, voy tras ello–le confesé.

Ella arqueó una ceja, pude sentir como empezaba a enojarse. ¿Había hecho algo malo?

–¿Por qué diablos querrías hablar conmigo?

Me sorprendí, pero más por su elevado tono de voz que por la pregunta misma. ¡Uy!, al parecer en serio la había hecho enojar.

–¿Acaso no tienes un espejo?

–Sí, pero no es uno encantado.

No entendí qué quiso decir con eso, pero no tuve tiempo de detenerme a analizar su respuesta porque ella se alejaba de mí e iba directo a la salida, y sin pensarlo corrí tras ella y la sujeté de un brazo para detenerla.

–Lucy, no sé qué hice mal pero, yo sólo…–me detuve porque no tenía idea de que decirle, pero hice un esfuerzo para pensar en algo que pudiera darme un poco más de tiempo a su lado.

Ella miró con cólera mi mano que aún sujetaba su brazo, y de manera brusca se liberó de mi agarre. Algo en mí me gritaba que me aferrara a ella y no la dejara ir, sin importar las consecuencias que eso me generara.

Pero ella era una mujer con mente propia, y no podía simplemente usar mi poder para doblegarla y hacerla obedecer. Y la primera ley de mi gente pasó por mi cabeza: Nada de lo que una mujer concede vale la pena a menos que lo conceda por su propia voluntad.

Esa era la única ley que no había roto, y no iba a romperla ese día. Sin importar que tanto deseara a esa mujer, no lo iba a hacer.

–¿Tú qué? –me preguntó, tratando de suavizar su voz y la expresión de su rostro.

Respiré profundo. En mi interior luchaba ferozmente con mi parte animal que la deseaba independientemente de la razón y las leyes, esa parte que gruñía con tanta necesidad que me asustaba.

Forcé una sonrisa y respondí con lo primero que se me ocurrió. Una retahíla de halagos sin sentido, pero que esperaba funcionara para librarme de esa incómoda situación.

–Pareces una buena persona, de esas que ya no hay. Y pensé que podría pasar un poco de tiempo contigo, quizá algo bueno pueda aprender.

No fue mentira lo que dije, pero debería golpear mi cabeza contra un muro por no ser capaz de idear algo mejor para decirle a una mujer. Lo único que me lo impidió fue escucharla reír. Su risa era contagiosa y angelical.

–¡Ah!, entonces puedes reír–dije juguetonamente.

–Puedo sonreír.

–Entonces… ¿vendrás conmigo? Hay un restaurante en la esquina. Podemos caminar hasta allá a la vista de todos. Te prometo no morderte a menos que tú me lo pidas.

Fruncí el entrecejo, a él y a su mal sentido del humor. Pero terminé imaginando como él clavaba con suavidad sus dientes sobre la piel de mi cuello.

¿Qué es lo que lo hacía tan irresistible? No era natural que yo reaccionara de esa manera.

–No sé si puedo…–dije, tratando de mantener la compostura.

–Te juro que no soy un psicópata. Quizá no sea el hombre más racional, ni el más delicado o inteligente pero te aseguro que psicópata no soy–dijo regalándome una cautivadora sonrisa.

No estaba completamente segura en si debía creerle o no. El mundo estaba lleno de locos asesinos después de todo.

–Apuesto que las prisiones están llenas de hombres que le dijeron eso a ingenuas mujeres.

–Yo nunca lastimaría a una mujer, menos a ti.

Pude sentir tanta sinceridad en sus palabras, que le creí. Estaba más que convencida, ya que no escuchaba esa vocecilla en mi interior que solía advertirme del peligro. Y esa vocecilla era realmente confiable, si permanecía en silencio era porque Natsu no representaba un peligro para mí. O por lo menos eso era lo pensaba.

No seguí oponiéndome y acepté su invitación.

Al caminar junto a él sentí una extraña serenidad y seguridad, como si mi lugar en la vida era estar a su lado. Algo místico y absurdo, ya que no era de las que creían en el destino y cosas así. Yo era una mujer más práctica, que trataba de adaptarme de la mejor manera a las circunstancias que se me presentaban. Esa era yo, Lucy Heartfilia.

–¿Por ésta calle?

–Sí–dijo tomando mi mano para guiarme–. Prometo que mantendré mis colmillos escondidos y me reprimiré mis tendencias pirómanas para no causar problemas en el restaurante.

¿Tendencias pirómanas?

Él parecía hablar a modo de broma, pero por alguna razón lo creía capaz de incendiar un pueblo entero.

¡Ah! ¿En qué rayos estaba pensando cuando acepté salir con él? Yo no era ese tipo de mujer. Para considerar una cita necesitaba conocer al hombre por un largo tiempo. Siempre era precavida con estas cosas. Nunca había hecho algo así en la vida. No era de las que vivían su día a día en busca de aventuras.

Pero a pesar de todo, me encontraba ahí. Colocandome su saco y aferrandome a su fuerte brazo. Pudiendo sentir como se tensionaban sus músculos. Ya no tenía dudas que debajo de la ropa, ese hombre escondía un cuerpo increíble, y de sólo imaginarlo una descarga eléctrica me recorrió entera.

–Pareces diferente–dije tratando de mantener un poco de conversación–, algo en ti es como de otro mundo.

No podía creer que había sido capaz de decirle eso. Esperé que no hubiera sonado como una mujer desesperada por halagarlo de esa manera.

–De otro mundo, ¿eh?

–Bueno, no quise decir que parezcas un alienígena o algo parecido.

–Quizá no estés tan equivocada. Soy y no soy de este mundo a la vez.

–¿Entonces eres un alienígena o no? –pregunté siguiéndole la corriente a la extraña pero divertida conversación que había iniciado.

–No soy alienígena, pero tampoco un humano. Pertenezco a una raza que posee grandes poderes.

–¿Eso es lo que eres? –pregunté divertida y lo miré de soslayo.

–¿Honestamente?

–Sí.

–Soy un dragon slayer.

No pude evitarlo y solté una carcajada. Reí tanto que sentí mi abdomen doler.

Él me miró y bufó.

–Otra vez no me crees.

–Bueno, suponiendo que te creo entonces entendiendo porque quieres robar el tapiz. Supongo que no debe ir muy bien el negocio de la caza de dragones, no deben haber muchos pedidos para asesinar bestias mitologías en estos días.

–¿No crees en dragones?–dijo retándome con la mirada.

–No, por supuesto que no.

–Eres tan escéptica.

–Yo diría práctica.

Me sentía en confianza, así que le sonreí y me aferré más a su musculoso brazo.


*Heartlandes: Idioma que se habla en Heartland, ubicado en el universo de Fairy Tail. Pero claro, según yo :P

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