Un simple desliz.

Capítulo 1: Las necesidades.

Una horrible tormenta azotaba contra la ventana del cuarto Konan, en la guarida Akatsuki. El golpeteo de las gruesas gotas de agua contra el vidrio hacían un ruido desquiciante. Hacía más frío de lo normal en la habitación, por lo que su mísera sábana no servía de nada para intentar retener el calor. Dio mil vueltas y no podía lograr dormirse. Además, el hecho de no estar vestida por completo no ayudaba con el tema de la temperatura sus ropas se habían roto en la misión anterior.

La lluvia le traía muy malos recuerdos. Además de la muerte de Yahiko y otros sucesos traumáticos, cada gota que caía le recordaba la locura en que había caído su amigo Nagato luego de la muerte del pelinaranja, la cual lo había sumido en la obsesión de un plan que según él los llevaría a la paz pero irónicamente se llevaba a cabo en un camino lleno caos, una locura en la que ella optó por intentar comprender.

Se reprendió a sí misma mucho tiempo por no decirle a Pain que en realidad no estaba de acuerdo con ninguna de las decisiones que había tomado desde entonces, menos con sus delirios de grandeza, pero ya no podía volver sus pasos y tampoco lograría nada si pudiera hacerlo.

Lo mejor era sentarse a esperar a que un milagro la sacase de la que ella consideraba una vida miserable. Y si el milagro nunca llegaba, pues moriría infeliz pero con la seguridad de que jamás le falló a su amigo.

Se levantó de la cama para dirigirse al baño a lavarse la cara, ya se le habían acabado las lágrimas para llorar, pero al abrir la puerta del baño se quedó congelada; Itachi estaba saliendo del baño con el torso desnudo. La de cabello azul se sonrojó violentamente.

—Disculpa, Uchiha-san —se disculpó.

Intentó huir, pero el pelinegro la retuvo por el brazo, la hizo girar hasta quedar de frente con él, demasiado cerca para su gusto. Su mirada la pasmó, era como ver al vacío y a la vez no.

—Descuida, yo ya salía —dijo, aún sin quitarle la mano del brazo.

Pasó por su lado sin dejar de mirarla a los ojos haciéndola sentir desnuda frente a él y salió del baño. Al escucharse el ruido de la puerta cerrarse Konan soltó el aire que inconscientemente había retenido.

Mientras tanto él se quedó razonando en el pasillo sobre porqué hizo lo que acababa de hacer. No era la primera vez que veía a una mujer semidesnuda y para ser sinceros él no se identificaba como una persona que perdiera la cordura ante ese tipo de cuestiones, pero hacía demasiado que no disfrutaba de la compañía de una mujer, aunque esa no era una de sus mayores preocupaciones, y su compañera se veía tan melancólica y excitante que no pudo dejar de darse el lujo de probar su cercanía.

Tenía millones de preocupaciones más importantes que tener sexo, pero el tiempo que llevaba inactivo y las constantes preguntas de su compañero Kisame respecto a su sexualidad, lo hacían sentirse obligado a acostarse con alguna mujer.

«Estas jugando con fuego, Itachi», pensó al recordar que no se trataba de una mujer cualquiera, si no de la favorita de su líder.

Aunque, una noche no le haría mal a nadie. Su compañera se veía muy mal y estaba seguro de que luego de que terminara con ella ambos se sentirían mejor. Una noche, sólo eso hacía falta para cerciorarse de que seguía siendo heterosexual, ¿no?

Para cuando ella salió del baño, él ya había terminado de decidir qué hacer respecto a la mujer. Ella sólo se quedó allí parada en silencio y con expresión extrañada. Lo mejor sería el silencio, no tenía porque aclarar nada, ella sola se daría cuenta de la situación.

Se notaba que había estado llorando. Decidió acercarse con cautela a la de ojos ámbar, quien temblaba de frío, luego tomó un mechón que le estorbaba en la cara de la mujer y lo puso detrás de su oreja.

¿Uchiha-san? preguntó extrañada.

Notó lo tensa que estaba su compañera, por lo que siguió peinándola, hasta que sintió que ésta fue poco a poco relajándose.

Konan ya sabía lo que el pelinegro quería, desde el momento en que echó un vistazo a la entrepierna del pelinegro se dio cuenta de lo que sucedía.

Había muchas razones para negarse a su pedido, comenzando porque se consideraba una mujer decente, pero era tanto el tiempo que no sentía el tacto, el calor de otra persona que sentía la necesidad de aceptar. Además, no se acostaría con cualquier hombre, si no con Uchiha Itachi, lo que significaba el poder mantener aquello en secreto.

Ella sabía que él no era cómo todos sus demás compañeros, que gritarían alegres el haberse acostado con ella. Él era distinto y podía notarlo —vaya a saber Dios cómo— en su fría mirada que él que tenía más humanidad de la que aparentaba. Sentía cómo si en el fondo toda esa apariencia despiadada fuera una mentira. Lo sabía porque sus ojos se lo decían.

El pelinegro dejó de peinarla y avanzó hasta más cerca de ella. La pegó a su cuerpo, tomando sus caderas. Mientras ella seguía debatiéndose, él al ver que aún no estaba segura prosiguió a dar ligeros besos en su cuello.

La peliazul lo dejó hacer, se sentían muy bien esos besos. Hacía mucho no se daba algún que otro lujo, lo llamaba así porque lo era, en un mundo de odio, desconfianza y fraude el dejarse sentir algo por el otro se consideraba algo superfluo. Detrás de eso era lindo sentir de nuevo el calor de alguien aunque sea falso.

Echó la cabeza para atrás dejando que su acompañante siguiera repartiendo besos en el resto de su cuello, esta vez con más pasión. Se aferró al cuello de Itachi, se apegó más a su cuerpo y sintió la masculinidad de este. Volvió a bajar su cabeza y sin previo aviso el Uchiha arremetió contra su boca.

Él fue guiándola sin dejar de besarla hasta entrar en la habitación de ella, al chocar contra la cama la acostó suavemente y se posó sobre ella con delicadeza. Siguió besándola con más suavidad mientras metía una mano por debajo de su camisa, para acariciar la suave piel de su compañera.

Espera dijo, separándose un poco de él.

No podía permitir que se arrepintiera, es decir, no podía dejarlo así ahora.

—No lo pienses, si lo piensas mucho, no lo harás —explicó.

Intentó hacerle caso y dejar de pensar tanto para disfrutar. Continuaron besándose hasta que el el pelinegro se separó sólo un poco para deshacerse de la camisa de ella y de su ropa interior. Vio que ella intentaba tapar con las manos al menos las partes más íntimas de su cuerpo. Decidió que ahora la dejaría a ella dar el primer paso, así que se recostó a su lado y desabrochó el primer botón de su pantalón.

Aunque más tímida ella sabía tanto cómo sabía el Uchiha. Ella misma terminó de desabrochar el pantalón del pelinegro y se deshizo de el con habilidad. Lo impresionó pero luego dedujo que una mujer de su edad no podía seguir siendo virgen, era muy bella cómo para haber pasado toda su vida sin que nadie la pretendiera.

La mujer se sentó encima suyo sintiendo su erección, acarició su abdomen y comenzó a besarle el cuello, mientras él sólo disfrutaba de las caricias y el calor. Itachi comenzó a masajear sus muslos y sin poder controlarse por mucho tiempo más se terminó de deshacer de su ropa interior. Invirtieron posiciones nuevamente quedando así encima de Konan, los tapó a ambos con la fina sábana y arremetió dentro de ella sin previo aviso.

Ambos dieron un placentero gemido. Volvieron a besarse, ahogándose entre sí con sus leguas de una forma que rozaba el salvajismo. Con delicadeza, él empezó a moverse a adelante hacia atrás, haciendo que ambos lanzaran gemidos ahogados.

Se sentía tan bien. Hacía tanto tiempo que no compartían ese tipo de calor que casi les parecía un sueño hecho realidad. Siguieron moviéndose cada vez más rápido hasta que por fin alcanzaron el clímax, por lo que dejaron de moverse repentinamente, jadeando con la respiración entrecortada y con los cuerpos algo sudados. A pesar de esto, Itachi siguió encima de ella tratando de no dejar caer su peso por completo encima de ella para no aplastarla.

Mientras ella sentía como algo líquido y un poco viscoso salía dentro de sí.

Al retomar el aliento ella se acomodó encima de su pecho abrazándolo, mientras él le correspondía y miraba por la ventana cómo dejaba de llover. Era todo silencio. Ambos ya tapados por la sábana se quedaron dormidos presos del cansancio por tan salvaje acto y quién sabe que horas de la madrugada eran cuando lo hicieron.

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Kisame dormía plácidamente cuando el ruido de la puerta de su habitación lo despertó; era Itachi. El de piel azul se sentó en la cama con el ceño fruncido por la confusión. Al ver que su compañero ni si quiera se inmutó por su mirada expectante, se acomodó para volver a dormirse aunque el hecho de que ya había amanecido y la curiosidad que sentía al ver al pelinegro a medio vestir, hizo que no pudiera evitar preguntarle si todo estaba bien.

¿Porqué no iba a estarlo? preguntó en cambio el del sharingan.

El Uchiha dejó el resto de su ropa encima de una silla que estaba por allí, para luego acomodarse en su cama, dispuesto a dormir.

Oye, socio llamó el pescado, con un poco de curiosidad aún.

¿Sí? preguntó molesto.

¿Dónde pasaste la noche?

El pelinegro levantó una ceja hastiado.

Eso es problema mío —respondió, tratando de no perder la paciencia.

Odiaba los interrogatorios, él sólo hablaba cuando era sumamente necesario. Se planteó luego el hecho de recordarle sutilmente al pez que aunque supiera muchas verdades y lo considerara un amigo, no podía andar indagando cada vez que se le antojara.

Su amigo sólo levantó los hombros en señal de desinterés y volvió a recostarse. Aunque no pasó por alto tan peculiar acontecimiento, pues aunque sabía que el muchacho dormía poco a causa del insomnio y las pesadillas, no por eso faltaban en su cama a diario por las noches.

El pelinegro se dejó caer en la cama con pesadez y apenas se tapó con las sábanas. Miró al techo unos segundos y se quedó dormido.

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Konan amaneció bien, descansada, luego de un dormir plácido y una comodidad y calor que hacía mucho no experimentaba durante una noche. Sin embargo eso se veía opacado por lo que ella creía era la culpa, una especie de remordimiento en su pecho que la hacía sentir sucia.

El sexo sin amor no era algo que le hubieran enseñado de niña, mucho menos aceptado viniendo de sus padres que tanto sacrificaron para una buena crianza. Se arrepentía de lo hecho, pensando en que nunca se había visto una idiotez de ese tipo en una mujer decente, que se preciara de serlo, pero no podía negar que lo había disfrutado y que no había herido a nadie en el proceso. ¿Debía sentir culpa por hacer algo que le hiciera bien y no molestara a los demás? Vaya moral.

Se levantó y asomó su azulada cabeza hacia el pasillo. Escuchó ruidos en sala de reuniones, supuso que todos estaban allí y que la única que faltaba por bajar era ella o quizá Itachi también estuviera durmiendo y no abajo con el resto de los criminales. De todas formas entró rápidamente al baño, se duchó y vistió con ropas nuevas que habían dejado al lado de su puerta cuándo ella despertó, seguramente obra de Pain.

Al salir del baño se topó con el Uchiha, para su fortuna esta vez estaba completamente vestido. Ella lo saludó con total monotonía.

—Buen día, Itachi-san.

Aunque lo haya dicho como un comentario al aire, no pasó por alto el hecho de que lo llamara por su nombre. Él la miró de soslayo.

Hn —contestó.

Increíblemente aunque ella esperara esa reacción tan obvia, le dolió. Es decir, no pensó que fuera a importarle realmente el trato que tendrían luego, pero más que importarle le dolió. Ni ella lo creía.

Podrían hacer cómo si nada hubiera pasado pero ella no podía lidiar con su indiferencia. Hacer cómo si ella no existiera no sería fácil de sobrellevar. Una cosa era el trato seco, otro el frío y el otro mucho peor era el desprecio. No esperaba ni soportaba la idea de que luego de pasar una noche cómo esa juntos hacer cómo si no se conocieran o peor cómo si se odiaran.

De cierta forma se sentía humillada.

Sin embargo se dijo que nadie podía pasar por encima de ella, por lo que levantó su frente e hizo cómo si no le hubiera afectado en nada el encuentro con el pelinegro. Hicieron un pacto de silencio.

Quién sabe si se repetiría esa noche.

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¿Review?