Un pequeño relato me inspiré al leer un precioso Fanfiction el otro día, dedicado a los kokiris. Me dieron ganas de escribir solamente así que lo hice.
Admito, a lo mejor este cuento se prolonga uno o dos capítulos más cuando mucho. Apreciaría sus reviews al respecto.
Bueno, a leer.
Devuelta en Casa
Cuando fue tenía una expresión de esperanza en su rostro. Uno de emoción, de saberse cerca de su hogar. De lo que conocía. Sus compañeros. Aquellos amenos niños con quien jugase pocas semanas antes. Recorrió con pasos rápidos el bosque, sabedor de que su espíritu lograría guiarlo hasta la tribu Kokiri. Quería estar con ellos. Su mayor anhelo era ver a Saria. Incluso sentía ganas de saber de Mido. No importasen los malos tragos del pasado, eso no importaba mucho ahora. Aceptaba verlo, lo suficiente para tener un momento de paz y de abrazarlo como si de un amigo se tratase.
Se abrió trecho entre los árboles y pasó de largo los traicioneros senderos que incitaban a perder a todos aquellos extraños del bosque. Pero él pertenecía ahí. Era su hogar. Ahí residió su padre, el Gran Árbol Deku. Que si bien, todavía le dolía el alma la pura mención de su nombre siempre estaría en su corazón la presencia de aquel gran señor que veló por él, en las buenas y en las malas.
Incluso, podría ver una vez más a Saria y entonces...
El camino se desfragmentaba. ¿Por qué sentía esa ansiedad? ¿Aquel dolor que flotaba aire? ¿Aquel ambiente que auguraba cosas malas? Miró el cielo y estaba sucio, acompañado de un aire frío que se colaba entre los árboles. Daba la sensación de que estaban muertos, pues en toda su vida siempre habían destilado calidez. Ahora no hacían nada... eran solo troncos. Ya no sentía aquella magia... ya no sentía aquella protección de la cual todo Kokiri sentía seguridad.
— No... —murmuró el muchacho comenzando a detenerse.
Link se negó a pensar en eso y en cosas peores.
¡Aquel era su hogar! ¡No es posible que sucediera eso! ...
¡No ahí!
Desde que saliese del Templo del Tiempo... y ver aquel nuevo mundo... aquel desecho de mundo...
Corrió con mayor velocidad y llegó donde apenas hace un par de días se despidió de su querida amiga Saria, cuando le regaló su objeto más precioso para recordarlos...
Silencio. Era todo lo que se escuchaba. Un total y completo silencio... El puente estaba destrozado y el camino que se veía al otro lado, el sendero que daba a la tribu no estaba mejor... habían un mar de hiervas creciendo a su gusto, asfixiando con todo a su alrededor. Estaba marchito y gris. Se negó a creer eso ¡No quería creer eso! Escaló para llegar hasta ahí y dudó si sacar la espada para cortarlas pues corría el riesgo de que estuvieran vivas como las parásitas que eran se y lanzaran contra él. Se internó por el túnel oscuro y respiró con dificultad.
Existía un olor metálico y luego suciedad. Estaba húmedo. Su alrededor estaba podrido e imploró de que existiera suficiente oscuridad para no ver la sangre, si es que era eso. Miró a su compañera Navi quien estaba tan aprensiva o incluso peor que él. Ella no podía hablar, no reconocía nada. Nada. Ella estaba encima de su hombro sin despedir tintineo alguno... o luz...
Se detuvo cuando finalmente divisó el final del túnel.
Un pueblo fantasma, eso era lo que se sentía. De que el tiempo arrasara con él. De la aldea que había sido violada y despojada de todos sus valores, dejando los restos de una vida.
No...
Link sintió ganas de llorar y aún así, se armó de todo su valor y cruzó, poniendo pie en el suelo de la tribu del bosque. O de lo que quedaba de él.
Muchas casas, la mayoría de ella eran solo escombros y cenizas. Fue quemada. Fue quemada, se repitió en un eco el hylian mientras observaba todo su alrededor. Las que seguían en pie no estaban en mejor estado. La visión de las puertas y las mantas que le cubrían se ondeaban en el aire entreabiertas, dejando salir una sensación que hicieron gemir a Navi y a esconder su rostro contra el ahora el niño que se convirtió en adulto. Caminó por la hermosa calle donde jugara antes. El pastizal estaba tan alto como él y en su interior se movían sombras de criaturas repugnantes, que habían estado confinadas en el Bosque Perdido por el Árbol Deku desde hacía siglos. Sintió miedo. Uno que no había sentido nunca en su vida...
¡¿Qué era todo este mundo?! ¡¿Qué sucedió?! ¡¿Dónde estaba él cuando cambió?!
Fue una sensación sinóptica cuando caminaba hacia su casa otra vez. Curiosamente, estaba en un relativo buen estado. Era inevitable que el fuego devoró a su paso pero se veía la silueta oscura en pie. No tenía escalera ni nada parecido... como si hubiera sido arrancada a golpes o algo...
— Link...
Miró aturdido a Navi y luego el lugar donde ella apuntaba. Definitivamente su casa tenía algo diferente a las demás. La puerta seguía en sus goznes y estaba sellada, con una gran equis de color rojo cruzándola de punta a punta. Era señal de lo prohibido o la marca del hereje.
Su expresión fue de horror y de desconcierto total. Intentó hablar, inclusive de exigir al viento una explicación y fue cuando sintió un golpe brutal en su nuca que le obligó a perder el sentido de la visión y se inclinó hacia delante, con la sensación del vacío en su cabeza. Se llevó la punta de los dedos en la zona herida y sintió la sangre.
El segundo disparó le impactó a un lado del oído y el tercero jamás llegó. Se había protegido con el escudo y retrocedió, sacando su espada en el trayecto. Un brutal disparo chocó contra el metal y se escondió por detrás del árbol de su casa. Escuchó unos ruidos bestiales al otro lado.
— ¡¡LÁRGATE MALDITA ESCORIA!! ¡¡COMO SI NO TUVIERAN SUFICIENTE CON NUESTRA SUERTE!!
El corazón de Link dio un brinco y todo se detuvo para él.
"¿Nuestra suerte?"
Además... ¡Esa voz la conocía! ¡Le pertenecía a Faren! Solía jugar con él cuando hacían grupos grandes y eran muy buenos en el equipo. Era un muchacho activo y alegre que tenía la peculiaridad de ser muy amable con los demás. Link no pudo sonreír más en su gozo y fue en su encuentro, sintiendo una alegría inhumana de saber de que todavía estaban ahí.
Y tuvo que tener reflejos muy rápidos para evitar la pedrada que él sujeto le atizó con la banda de una resortera. Se lanzaron al ataque. Era un grupo de seis que estaba armado con piedras y varas. Se quedó al cubierto mientras evitaba un repentino repertorio de piedras que fueron lanzadas al unísono y vio de la nada la fugaz silueta de un kokiri situándose al lado de él. Quedó con los ojos muy abiertos pues era nada menos que uno de los mellizos. Observó mejor y, fue por una fracción de segundos, él tenía en sus manos nueces deku y las estrelló, así que terminó cegado. Todos los niños rugieron cuando se abalanzaron sobre él sobre rompiendo sus armas sobre la piel. No podía defenderse contra eso. Retrocedió lo cual fue un grave error, pues uno se había puesto de cuclillas y sus piernas tropezaron cayendo de espaldas. Hizo amago de toda la fuerza del cuerpo adulto poder levantarse a pesar de ser azotado.
Querían matarlo a golpes. Y si se los permitía, ahí terminarían todas sus esperanzas.
Esgrimió la Espada Maestra y todos retrocedieron, furiosos.
— ¡¡MALDITO MONSTRUO!! —le gritaron.
— ¡¡No soy ningún monstruo!!
Uno de ellos se lanzó al ataque usando la vara como una espalda. Lo contrarrestó golpeándole el cuerpo con el escudo y terminó tumbado en el suelo. Evitó con la espada una pedrada que venía desde el costado y se arrimó contra la pared, donde estaba acorralado pero al menos ya no había oportunidad de un ataque que no fuese el frente.
— ¡¡USTEDES FUERON LOS QUE SAQUEARON NUESTRA ALDEA!!
— ¡¡Yo no fui!! —contestó el muchacho.
— ¡¡¡CÁLLATE!!!
— ¡¡FAREN, DÉJALO EN PAZ!! —chilló Navi parándose enfrente de todos.
Todos miraron sorprendidos al hada y se detuvieron, aún con las armas en alto. Link agradeció en silencio y suspiró, recargándose al frente. Bajó lentamente su escudo y todos se pusieron en guardia, dispuestos continuar con la pelea pero dejaban que el cabecilla decidiera al final. Definitivamente, todos ellos eran hijos de la tribu kokiri pero se veían diferentes. Pueden que aparenten ser tan niños como siempre pero tenían expresiones demacradas, como si hubieran aprendido una agria lección a golpes.
Ellos no mostraron reconocimiento alguno. Jamás fueron una raza fría ni rencorosa pero en su mirada se veía el dolor. Siempre fueron cautelosos. Y de que salieran a atacar a base de piedras y palos era un recurso desesperado. El único recurso para defenderse, tal vez.
— Vete de este pueblo, extranjero.
Link estaba sorprendido. Jamás pensó que Faren mostrara tal autoridad.
— ¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué ha sido de todos? —preguntó por su parte Link. Tenía tanta dudasen su cabeza y tan pocas respuestas...
— ¡¿Qué te importa eso?! —contestó de mala gana uno de los kokiris, apretando fuertemente su arma—. ¡Todos ustedes no han masacrado e intentamos sobrevivir como podemos! ¿No les basta saber de nuestra desgracia? ¡¿Acaso también tienen que verla?!
— Además, ¿qué hace un hylian vistiendo ropas kokiris? Sólo te burlas de nosotros... —masculló alguien.
— ¡Regresa sobre tus pasos!
— ¿Es que no reconocen quién es él? —Navi salió en su ayuda, perpleja del acto tan hostil de los aldeanos.
— Pareces que estás confundida, hada —dijo Faren, entrecerrando los ojos—. ¿Qué haces con un sujeto como ese? Deberías de alejarte e irte con las otras a curar a nuestros enfermos.
— Alguien como él te va a matar para fabricar pociones con tus polvos, como le han pasado a la mayoría... o... ¿es que acaso vienes para eso? —uno abrió repentinamente los ojos, colerizándose—. ¡¿Qué le has dicho al hada para engañarla?! ¡¿Vienes por las nuestras?!
— Oye, Faren. No deberíamos permitir que deje el bosque...
— ¡¡BASTA!! —gritó Link enfermo de toda eso—. ¡¿Qué es lo que les ha pasado a ustedes?! ¡¿Hablan de matar a alguien?!
— ¿Algún problema con eso? —bufó uno de los mellizos, haciendo una mueca—. ¿Te da miedo? Sabía que los hylians eran cobardes pero no tanto...
Link negó con la cabeza. No podían ser ellos...
— ¿Desde cuándo son así?
— Desde que crecimos —contestó con sorda.
— Vamos, tú eres el sensato —dijo Navi poniéndose de Faren el cual se cruzó de brazos, evaluándola—. Estamos cansados... Hemos pasado también por cosas terribles... Le rogamos asilo y para mañana nos habremos retirado. Sólo por un día, os doy mi palabra. Y saben que la palabra de un hada vale mucho. Por favor. No le causaremos problemas.
El kokiri se quedó callado unos segundos que le parecieron una eternidad al hylian, mientras era analizado. Si tenía que pasar por esa prueba, lo aceptaba. Pero no así dejaba de dolerle el hecho de que su misma raza le tratara como un extraño.
Conocía a cada uno de ellos. Ahí estaban dos de tres hermanos mellizos con las manos en las caderas, Redo y Remi. Ellos están a cargo de un centro de entrenamiento que utilizaban para recrearse. O lo estaban, hace siete años. Esos tres eran los más rápidos kokiris si a correr nos referimos. Jamás pudo vencerles, por más competencias que hacía. A su lado estaban dos muchachos bastante delgados, Sila y Fado, hijos de un carpintero, y uno de ellos sabía manejar las armas muy bien. A ese golpeó con el escudo. Él ultimo era uno un poco regordete que no tenía cualidades muy específicas, nada más ser un poco gruñón. Originalmente era de la escuadra de Mido.
Observó una vez más a Faren. No podía ni imaginarse qué cosas debieron de pasar para que se vieran así... Se preguntó seriamente si él estaba peor.
Fueron veinte segundos donde nadie dijo nada y finalmente, el cabecilla ladeó la cabeza a un lado, con una última mirada antes de voltearse.
— Intenta cualquier cosa y atacaremos. Estás advertido.
Más de uno quedó sorprendido, mirando a Faren y a Link alternativamente. Mascullaron, pero bueno, ordenes son órdenes. Hicieron una seña de que avanzara y lo escoltaron hasta la base. Era rumbo la dirección del santuario del Gran Árbol Deku. El espadachín sentía una brisa helada perpetua en el lugar. Como si ese mundo fuese ajeno a él. Era alguien que caminaba en un mundo desconocido y estuviera a su suerte, ateniéndose a las leyes del lugar. El aire inclusive olía extraño y se concentró al cercarse al costado del río. El agua se mecía en un desagradable estancado verde oscuro muy brillante. Parecía aceite. Ya no era posible ver siquiera el fondo. O si algo todavía había vida en el, que era improbable.
Justo antes de la entrada del santuario rodearon y subieron por un camino un poco empinado. Se sumergieron en esa parte de los bosques y llegaron a una casa que en toda su vida siempre le había parecido bastante peculiar, existía mucho antes de que él y muchos otros nacieran. Era el hogar de los kokiris más viejos, supuestamente para estar tranquilos de todo el ajetreo que los infantes hacían en el pueblo. Era imposible verlo por los árboles. Seguramente por eso había escapado de la destrucción. Lucía como una perla en medio del fango. Era bastante grande con múltiples habitaciones por lo mismo.
Una niña rubia con una hadita les vio desde lejos y saludó fervientemente con su mano con alegría pero su expresión cambió cuando puso los ojos sobre Link.
— Mira, Link —le susurró Navi, emocionada—. ¡Son Karin y Adeline! ¡Están bien!
— ¿Está el jefe aquí? —preguntó Faren a la muchacha. Link puso especial atención, pues justo esa era la idea que desde hace un buen tiempo le carcomía.
— Aún no regresa pero no creo que deba de tardar. No falta para que oscurezca.
Link les regaló una tímida sonrisa a modo de saludo.
— Oe, Hylian —dijo el mellizo Remi—. Yo que tú no me acostumbraría a este lugar. Puede que Faren sea nuestro segundo jefe, pero al parecer se le está ablandando el corazón. Jum —bufó—, di gracias al hada de que te permitimos esto. Pero espera a que llegue nuestro gran Líder... Estoy casi seguro de que te arrojará en los bosques perdidos apenas te vea.
— ¿Es Mido aquel a quien llaman jefe?
— Así que sí estás enterado de un par de cosas.
Faren observó la situación a un lado Karin, la cual observaba en forma muy curiosa al visitante. Como si le conociera... como si le brindara una sensación familiar... Pero tenía que admitirlo, tenía miedo. En especial a ver que estaba armado. A decir verdad, más de un kokiri se percató de la situación y se asomaban por las puertas y ventanas de la casa y sus alrededores. Se adelantó unos pasos, aparentando tranquilidad.
— Permítame su espada —dijo Faren, extendiendo su mano.
El rubio intercambió una mirada con Navi. Luego de un momento se desabrochó la pesada correa y se la entregó. Una imperceptible sonrisa se vio en la cara del kokiri.
— Somos conocido como un pueblo honesto ante todo... —murmuró—. Cuando tenga que retirarse pídasela a cualquiera de mis compañeros y se la daremos. Redo, Sila, ayuden a Karin para acomodarlo en la habitación que está al fondo. Ahí espere mientras llega nuestro líder.
Esa aceptación ayudó a relajar la tensión en el ambiente y los kokiris en forma tímida empezaron a salir, cada vez más y más curiosos por él. Las emociones que experimentaba Link al verles eran muy ambiguas. No sabía si felicidad o tristeza. O talvez ninguna de las dos. Era un sentimiento muy profundo encontrarse ahí, tras todas aquellas circunstancias.
Aunque todavía era muy temprano, talvez lo sensato fuese no decir quién era en realidad.
— Sabes que Mido te va a matar por esto... —murmuró el kokiri Remi en voz baja, acompañando a Faren al interior de la casa dejando todo el caro detrás de ellos. Se exasperó ante su tranquilidad—. En serio... ¡Meter a un hylian a nuestro hogar! ¿Pero qué diantres pasa contigo? ¿Y qué tal si es un espía? Descubrirían nuestra ubicación y sería el fin, ¿entiendes la gravedad de eso?
— Sí, lo entiendo Remi. Perfectamente.
— ¿Entonces por qué...?
Remi no lo entendía. Estaba perplejo. Se quedó con la pregunta en la boca mientras el segundo al mando acomodaba la espada en uno de los cofres y la sellaba con candado.
— Creo que se puede confiar en él —avisó nada más.
— ¿Esa es la gran explicación? —se ahogó, reconsiderando su salud mental— ¿Tienes un sexto sentido o qué? ¿Confías en que dice la verdad?
— Fue por otras cosas, Remi... y debiste de darte cuenta al verle...
— ¿Qué tiene de especial él? ¿Qué es esa gran maravilla que se me pasó?
— Pues que a diferencia de nosotros —dijo lentamente—... él tiene la legítima mirada de un niño.
