Disclaimer: esto es lo que ocurre cuando te unes al Campamento Mestizo. Bueno no, sólo me pasa a mí por abrir la bocaza. El caso es que este es un fic de alto contenido sexual entre Darks y El caballero (DarKnight u OC/OC). Los personajes pertenecen al foro de PJ: Campamento Mestizo.
Así que ya sabes: si no te gustan este tipo de cosas, no lo leas y bla, bla, bla. Espero que os guste, vuestra opinión nunca está de más :D
COMIENDO CON/A EL ENEMIGO
El interior de la cabaña se encontraba tan tranquilo como siempre. Las paredes eran de color verde, todas cubiertas por enredaderas entretejidas con flores; el suelo de madera de pino aromático estaba reluciente y completamente despejado. La claraboya del techo y las múltiples ventanas a lo largo de toda la fachada permitían el paso de grandes cantidades de luz al interior. Gracias a esto, tanto fuera como dentro de la cabaña maduraban frutas y verduras de tan vistosos colores que pedían ser llevadas a la boca en el momento de mirarlas. Desde esta perspectiva, nadie podía imaginarse lo que acabaría sucediendo en el lugar horas más tarde. Nadie…
Dirigir un campamento uno solo es muy duro, Darks podía dar cuenta de ello. El semidiós llegó a la cabaña totalmente exhausto aquella noche. Las jóvenes campistas que tanto quería, pero a la vez tanto le traían de cabeza habían decidido montar una fiesta en su ausencia; él había llegado cuando muchas de ellas se habían ido a la cama sin haberse ocupado lo más mínimo de los estropicios causados por la descomunal juerga. Así que, después de largo rato y una vez puesta en orden en la medida de lo posible la cabaña once, tuvo la oportunidad de hacer el bendito camino hasta su cabaña, donde la paz y la tranquilidad habituales le dieron la bienvenida. No perdió ni un segundo en quitarse los zapatos, pues en cuanto llegó se tiró en la cama tal cual estaba. A los pocos minutos Morfeo se adueñó completamente de él y el bien merecido descanso llegó.
En su sueño, como muchas otras veces, aparecía el caballero. Estaba sentado en su regazo a orillas de una playa completamente desierta. Al día le restaban pocas horas de vida, pero el ambiente era cálido. Corría una ligera brisa que hacía que los cabellos castaños del caballero ondearan ligeramente. Sus ojos verdes relucían más brillantes que las mismísimas esmeraldas. Darks, sentado en el regazo de su amante, se agarró del cuello de éste con fuerza mientras le pedía:
—Prométeme que no te volverás a marchar. Prométemelo, prométemelo Alex…
Todo había sido perfecto, pero en un solo instante la situación cambió. El viento comenzó a agitarse cada vez más deprisa y empezó a hacer mucho frío. La sonrisa en el rostro del caballero se evaporaba, y Darks sentía que poco a poco lo iba perdiendo…
En cuanto despertó se dio cuenta de por qué en su sueño hacía tanto frío. Cuando había llegado a la cabaña, como consecuencia del cansancio acumulado, se había olvidado de cerrar las ventanas o abrir la cama y cubrirse con las sábanas. Se removió incómodo ante la gélida sensación… pero notó un cuerpo caliente cerca del suyo. Instintivamente se giró y se abrazó a éste, para calentarse todo lo posible. Pasado un reconfortante momento inicial, aquella presencia le hizo despertarse del todo. ¿Quién podía encontrarse a su lado si la cabaña estaba vacía? En tan solo un instante todos sus sentidos se pusieron alerta, abrió los ojos y alargó su mano para coger a Kevin. Sin embargo, otra mano le detuvo. A pesar de la oscuridad descubrió en seguida de quién se trataba. Conocía a la perfección las manos del caballero, callosas pero suaves al mismo tiempo, siempre afectuosas con las suyas propias, cálidas y fuertes al tacto.
—Alex… —murmuró, todavía con la voz de los que acaban de salir de la somnolencia.
—¿Ibas a darme con tu látigo? —preguntó el aludido con tono divertido.
Darks no pudo evitar soltar una risita.
—Creía que eras un intruso… —respondió para excusarse. Se levantó de la cama y encendió el flexo de su escritorio. Después, caminó hacia la ventana más cercana y la cerró. Continuó haciendo lo mismo con las demás y pronto el caballero comenzó a ayudarle. En cuanto cerraron las contraventanas de la última, los brazos de su amante le rodearon la cintura y lo atrajeron hacia sí.
—De este modo no nos escucharán tus queridas campistas. Supongo que si me vieran aquí contigo me intentarían trinchar con sus espaditas afiladas…
—Ey, no te pases con ellas. El otro día intentaban defenderme de un intruso que amenazaba la paz del campamento —le reprendió Darks.
—Lo sé, lo sé, he tocado un tema complicado. Pero es que cuando te imagino aquí, solo… entre tantas chicas con las hormonas a flor de piel… me pongo terriblemente celoso y me entran ganas de… —dejó la frase en el aire.
—¿Ganas de qué? —preguntó Darks, interesado por conocer sus fantasías.
El caballero inclinó su cabeza, de modo que su boca quedó a la altura de la oreja derecha de su amante.
—Espera un poco y verás —dijo con voz sugerente, y tras esto, le mordió ligeramente el lóbulo.
—¿Qué es aquello? —preguntó Darks en cuanto echó un vistazo fugaz a su mesa de escritorio. Estaba lleno de papeles desordenados, como siempre, pero encima de éstos se encontraba una bolsa de papel que sabía que no había dejado allí.
—Un regalito. Adelante, ve a abrirlo.
Caminó hasta el buró y tomó la bolsa. En el interior había un paquete envuelto. Desgarró el papel rápidamente y descubrió el contenido: además de una pequeña fondue, había todo un sinfín de chocolates en diversas presentaciones: sirope, tabletas, bombones, helado, incluso aceite de masaje y lubricante a base de cacao.
—Pero si a ti no te gusta el dulce… —dijo Darks, el rubor acudiendo a sus mejillas inconscientemente.
—¿Quién ha dicho que el chocolate sea para que yo me lo tome? —preguntó el caballero, acercándose a él con paso decidido.
El semidiós no pudo reprimir una sonrisa, que compartió con el caballero. Los labios de éste se curvaban de una forma increíblemente sensual. A menudo pensaba que podía excitarle con tan sólo mostrarle una sonrisa auténtica de las suyas.
Una vez el uno frente al otro, comenzaron a besarse. Los labios de Darks estaban fríos en comparación a los del caballero, como si de un choque entre fuego y hielo se tratara. Los días de separación entre los amantes se hicieron patentes en la violenta sed que ambos tenían de sus cuerpos. Las manos volaron solas y en cuestión de segundos sus prendas de vestir habían caído al suelo y los zapatos habían sido lanzados a otro lado. Lo único que les cubría y les separaba de estar completamente piel contra piel eran sus calzoncillos. Y justo cuando el caballero tenía las manos en el elástico de los de Darks, alguien tocó a la puerta.
—¡Darks! ¡Necesitamos tu ayuda! —era la voz de From, y eso le hizo preocuparse. Ella nunca lo despertaba por tonterías.
El caballero soltó una maldición y apartó las manos con rabia del cuerpo de su compañero.
—Anda ve, seguro que es muy importante… —el caballero no siguió hablando y apretó firmemente los labios, clara señal de que estaba más que molesto.
—Alex, perdóname, pero debo ir —se excusó Darks mientras se vestía a toda prisa con lo primero que encontraba—. Será tan sólo un momento —dijo y en su fuero interno rezó a los dioses porque fuera así—. Mientras tanto, ve preparando la fondue. Te prometo que la espera será recompensada —prometió. La ligera sonrisa que esbozaron los labios de su amante fue todo un triunfo para él.
Y dicho esto, posó sus labios sobre los del caballero en un beso fugaz y salió a toda prisa de la cabaña.
—¿Qué ocurre? —preguntó, y su fastidio quedó evidenciado en la voz.
—Siento haberte despertado, Darks —se excusó From, que parecía arrepentida de verdad—. Pero es que Diana está haciendo cosas muy raras, intentamos hacer que se quede quieta pero no para de correr como loca por el campamento gritando cosas sin sentido…
En aquel preciso instante la hija de Niké pasó corriendo por delante de From y Darks. Cargaba con su espada en lo alto mientras gritaba:
—¡Tranquilo Jace, te encontraré! ¡Nuestro amor es verdadero y duradero y yo se lo demostraré a todos! ¡Muerte a las pelirrojas! —y dicho esto, comenzó a lanzar estocadas al aire.
—¿Ha vuelto a salir del campamento? —exigió saber.
—Sí, ha ido a Pandemónium, creo…
El semidiós se acercó con paso firme hacia donde se encontraba Diana, que ahora reía como una maníaca mientras cantaba "El pollito, el pollito pío… una vez había un pollito, el pollito pío. Yo soy tu gominola, osito gominota…".
—¡Basta ya! —rugió Darks, imprimiendo toda la potencia posible en su voz. Sus mejillas estaban rojas como la grana.
Pero Diana, tras una sorpresa inicial, volvió a su estado de demencia pasajera.
—¡Peeta Mellarck, deja a Katniss, que es una mojigata! ¡Cuatro ven conmigo, vamos pa'l oscurito ahora mismo!
—No hay forma de que nadie la pare… —le explicó Little, que estaba situada al lado de From—. Lleva así desde que ha llegado.
Pero hasta el momento nadie tan enfurecido como Darks había intentado detenerla. El semidiós hizo aparecer unas fuertes raíces que inmovilizaron a Diana y acto seguido le obligó a tomar unas pastillas que le tendió White. En apenas un minuto, Diana cayó dormida. Darks deshizo las previas ataduras y la llevó en brazos hasta la cabaña diecisiete. Las campistas que le acompañaron hasta allí estaban un tanto estupefactas ante la actitud de su moderador; así como con qué velocidad regresó a su cabaña, sin desearles buenas noches siquiera.
—Quizás estuviera soñando con el caballero y le hemos estropeado el sueño —sugirió inocentemente Ami. No sabía que, en parte, tenía razón.
En cuanto entró de nuevo en sus aposentos, el olor de chocolate caliente le embargó. El caballero, esta vez completamente desnudo, le esperaba con la fondue preparada y una fuente con frutas recién cogidas a su lado.
—Llegas justo a tiempo —dijo, pero sin sonreír. Seguía ofendido ante la repentina marcha de Darks.
Caminó por la estancia y se sentó a su lado, sobre una alfombra que se encontraba a los pies de su cama. El caballero, tan hábil como siempre, le despojó del suéter en un abrir y cerrar de ojos. Después, inclinó su rostro y le besó en la clavícula. Fue ascendiendo hasta el cuello, donde mordió a placer, una costumbre que ya se había arraigado en él. Muestra de ello eran las múltiples marcas con el sello de su dentadura que se desperdigaban a lo largo del cuello del semidiós.
—¿Por dónde te apetece empezar? —preguntó contra su piel. Sus manos comenzaron a descender por el torso de Darks hasta llegar a sus pantalones, los cuales comenzó a bajar con lentitud.
—Uhm… sorpréndeme —respondió el semidiós, al mismo tiempo que le ayudaba a ser desnudado más fácilmente.
—No, quiero que me lo digas tú —El caballero tomó un pincho metálico y lo clavó a una fresa.
Con destreza, lo sumergió en el recipiente del chocolate. Una vez cubierto del delicioso líquido, lo sacó y comenzaron a caerle gotas sobre la pierna.
—Dime Daniel —susurró en su oído—, ¿qué quieres que te haga?
Por un instante se vio obligado a alejar la mirada de los increíbles músculos del caballero para observar la fruta goteante. La boca se le hacía agua.
—Aliméntame —Fue su respuesta.
El caballero parecía satisfecho. Acercó el pincho hacia la boca de Darks, pero en el momento en el que el semidiós iba a comer, lo que hizo fue llevarlo a su propia boca, tomar la fruta con los dientes y acercar su rostro al de Darks, haciéndole así alimentarse de sus propios labios. En cuanto el semidiós captó el juego, acercó su rostro y mordió la fruta. Al hacerlo sus labios se encontraron, provocando un dulce beso. Repitieron este juego con diversas piezas de fruta, hasta que el caballero de pronto dijo:
—Me apetece ahora probar otra cosa.
Apagó la fondue y tomó el bote de sirope. Lo abrió y para sorpresa de Darks, lo que hizo fue derramárselo a él mismo por encima. El chocolate comenzó a surcar por las clavículas del caballero, bajó por los firmes pectorales, atravesó los duros pezones y llegó al ansiado abdomen, donde la comúnmente llamada "tableta de chocolate" se impregnó de dicha substancia, a la par que el insinuante ombligo se inundaba. Algunas gotas continuaron su lento camino, donde finalmente alcanzaron el glorioso miembro viril del caballero, que comenzaba a despertarse de su letargo.
—Adelante. Cómeme —le dijo en tono autoritario pero sin dejar de ser sugerente—. Cómeme de arriba abajo, cómeme como siempre has deseado.
Tras admirar durante largo rato el camino que había trazado el chocolate por el cuerpo de su amante, aquella orden le hizo despertar. Tomó el bote de sirope de las manos del caballero, lo tumbó con primor sobre la alfombra y terminó de decorarle el cuerpo de arriba abajo: así fue como los muslos fueron también premiados con el líquido, mientras que los pezones fueron cubiertos por dos delicados bombones.
A partir de este momento, Darks dio rienda suelta a sus deseos más ocultos que ni siquiera él conocía que tenía. Lamió el torso del caballero, recorriendo cada músculo; trazando el surco de cada una de sus cicatrices de batalla; deteniéndose en cada defecto de la piel, que en realidad no le hacían sino que más perfecto aún. Mordía y succionaba a placer, mientras que el caballero se dejaba. Por los suspiros y gemidos que profería se notaba que disfrutaba, pero al mismo tiempo, padecía. Darks evitaba claramente rozar su pene, que desde hacía rato estaba completamente erecto.
—¡Para ya de jugar conmigo de esta manera! —exclamó, un tanto enfurecido. El caballero nunca dejaría de ser muy temperamental.
—Sé paciente, ¿o es que quieres que te ate a las patas de la cama? —preguntó Darks, sonriendo.
Lo decía claramente en broma. Pero entonces vio un ligero brillo en las esmeraldas que tenía por ojos el caballero. Conocía ese resplandor en su mirada: era el deseo.
—¿En serio? ¿Quieres eso? —preguntó, no sin estar sorprendido.
El caballero asintió, mostrando su sonrisa más arrebatadora. Con su consentimiento, Darks cogió a Kevin y con él ató las muñecas del caballero a una de las patas de la cama.
El semidiós se inclinó sobre su amante y comenzó a recorrer su cuello, su mandíbula… hasta llegar a su oreja. Llegados a este punto, el caballero le susurró, tan seguro de sí mismo como siempre estaba:
—Daniel, cómeme la polla bien comida y después fóllame hasta dejarme sin aliento.
Sólo le llamaba Daniel cuando le susurraba.
—Tú quieres, yo quiero —prosiguió—. Tu boca está hambrienta de carne, mi pene desea ser devorado. Adelante. Me tienes atado con tu látigo a la pata de tu cama, creo que es lo mínimo que puedes hacer por mí…
Otra de las muchas habilidades del caballero era su poder de convicción.
Mucha práctica le había costado para conseguir que un pene de las dimensiones del caballero le cupiese por entero en la boca sin sufrir arcadas. Descendió y ascendió con sus labios por toda la longitud, debido al formidable diámetro del miembro con sólo apretarlos ligeramente provocaba la fricción necesaria para hacerle gemir de placer a su amante. Siguió con su labor, hasta que las piernas del caballero le rodearon la cintura y lo detuvieron.
—¿Qué ocurre? —preguntó en cuanto su boca quedó vacía.
—Métete dentro de mí ahora mismo —le ordenó el caballero.
Darks hizo ademán de separarle las piernas para poder introducirle los dedos y así preparar su entrada, pero el caballero no se lo permitió.
—Pero Alex… —murmuró.
—Ahora —repitió con voz firme.
El semidiós lo penetró lentamente hasta hallarse completamente dentro de él. Aguardó por unos segundos a que él le dijera que podía continuar. Recibida dicha señal, comenzó a entrar y salir de su amante. Al principio con una cadencia lenta, pero movido por las súplicas del caballero y sus propias ganas, poco a poco fue aumentándola hasta alcanzar un ritmo frenético. Cada vez que observaba al caballero desde arriba, con los ojos entrecerrados, sumiso y confiado, con el sudor corriendo por todos sus exultantes músculos… sentía que moriría de placer en cualquier instante. Y la pequeña muerte llegó poco después, acompañada por gemidos por parte del caballero y gritos por la suya. En aquellos momentos sólo era capaz de pronunciar una palabra, que en realidad era un nombre propio:
Alex.
Cuando terminó de eyacular en el interior de su amante, Darks se retiró de él y se desplomó a su lado. Intentó controlar su respiración, que había aumentado de velocidad considerablemente como consecuencia del acto sexual. El caballero, sin embargo, se levantó y comenzó a caminar hacia la izquierda de la cabaña.
—¿Adónde vas? —le preguntó, levantando un poco la cabeza para observarle bien.
—¿No pensarás que pienso a quedarme así de sucio, no? —preguntó, señalándose. Le quedaban restos de chocolate por todo el cuerpo, en algunas zonas entremezclados con el semen recién derramado.
Darks se levantó y le confesó, sin ser capaz de ocultar la tristeza que sentía ante la visión de volver a quedarse solo:
—En realidad, preferiría que no te fueras.
—Ya sabes que el campamento no es lugar para mí, Dani. Pero vendré siempre que pueda, no lo dudes. Venga, vayamos ahora a la ducha.
El baño de la cabaña era pequeño, pero con aquel plato de ducha y mampara de cristal les bastaba. El agua caliente cayó sobre sus cuerpos desnudos y pronto estalló una guerra de quién limpiaba primero a quién. El caballero, ya libre de sus ataduras, volvió a la vieja costumbre de emplear la ventaja de poseer mayor tamaño y fuerza y en seguida consiguió arrinconar al semidiós de espaldas contra la pared. Comenzó a lavarle el pelo como tanto le gustaba a Darks, con lentitud y dulzura, a la vez que le susurraba obscenidades al oído. Una vez aclarados sus cabellos, deslizó su mano izquierda hacia abajo y con ella recorrió la espalda de su amante, hasta llegar a la cintura. Allí detuvo el recorrido y lo agarró del costado con firmeza. El semidiós no necesitó que le advirtiese sobre sus intenciones, pues ya las conocía de antemano. Poco después, el dedo índice de la mano derecha de su amante se encontraba dentro de él. El caballero comenzó a meterlo y sacarlo, trazando círculos al mismo tiempo con el pulgar en la piel cercana a la entrada anal. Posteriormente, añadió un segundo dedo y continuó. Más tarde, llegó el tercero. En cuanto los retiró, Darks sabía lo que vení así, no pudo reprimir proferir un largo gemido al sentir al fin a su amante dentro de él.
Hacía demasiado que no se sentía colmado de aquella forma. Cuando Alex lo tomaba, parecía que sólo existían ellos dos en el mundo y que juntos, conformaban un principio siempre resultaba doloroso, el tremendo tamaño de la herramienta del caballero no ayudaba a aliviar esta sensación. Pero al poco, todo mal anterior acaba convirtiéndose en un placer sin igual.
La respiración de Alex en su nuca, la presión del cuerpo fornido de éste contra el suyo, el roce de sus testículos con cada sacudida, el agua caliente que no paraba de caer sobre ellos… conformaban pequeñas piezas de dicha, que poco a poco se fueron acumulando hasta llegar a la cima del orgasmo. Como sólo parejas experimentadas podían hacerlo, lo alcanzaron al mismo tiempo. Tras los espasmos, se quedaron durante un rato apoyados contra la pared de la ducha. Sin moverse, sin hablarse, sin siquiera mirarse: sólo disfrutando el uno de la presencia del otro. Cuando los latidos de sus corazones volvieron a la normalidad, salieron del agua.
De nuevo exhausto, pero esta vez completamente relajado y desinhibido, se tumbó en la cama. El caballero le siguió y se colocó a su lado. Permanecieron acostados durante un tiempo, Darks recostado contra el de su amante, recorriendo con el índice los abundantes músculos y cicatrices. Pero como todas las bellas historias llegan a su fin, el caballero acabó dándole un beso despidiéndose, una vez más, de él.
El crujir de la madera bajo sus botas era siempre su adiós.
Darks cerró los ojos e intentó dormir. Con suerte las semidiosas permanecerían en cama hasta tarde, cansadas a causa de la fiesta celebrada el día anterior y no armarían jaleo hasta transcurridas unas horas. Con suerte… podría volver al soñar con el caballero y revivir durante el día lo que había sucedido en la noche.
