~ Nevereverland ~

Primera Parte: Noche de Brujas.

"Creo que existe una fuerza en este mundo que vive bajo la superficie, algo primitivo y salvaje que despierta cuando necesitas un impulso extra sólo para sobrevivir, al igual que las flores silvestres que brotan después de que el fuego vuelve negro al bosque. La mayoría de la gente tiene miedo de ella, y la mantienen enterrada profundamente dentro de su interior. Pero siempre habrá algunas personas que tienen el coraje de amar lo que es indomable dentro de nosotros." -BMPMCA.

...


Capítulo 1. Directo hasta el amanecer.

A Sawada Tsunayoshi le gustaba Takesushi.

En su humilde opinión, era el mejor bar de sushi en todo Tokio y su lugar favorito también. No era sólo porque su mejor y único amigo fuera el hijo del dueño del lugar, ni porque sirvieran un sushi delicioso, sino porque ahí, entre esas paredes y sentado frente a la barra se sentía a gusto, bienvenido, casi… casi como si realmente fuera querido para estar ahí.

— ¿Todo bien por aquí, Tsunayoshi-kun? —preguntó el hombre de mediana edad detrás de la barra —. ¿Un poco más de sushi?

El joven de dieciocho años levantó la mirada de su plato y la clavó en Tsuyoshi Yamamoto, el dueño del lugar con su playera, mandil y bandana para el cabello, todo de color blanco, le sonrío con sus ojos amables y las arrugas de su rostro.

—Todo bien, Tsuyoshi-san, gracias —le sonrió y levantó su pequeña taza —. Aunque un poco más de té sería genial.

—Más té viene en camino —y con eso dicho tomó una tetera y se inclinó para servirle más.

Tras un asentimiento de cabeza, el dueño regresó a su tarea detrás de la barra y Tsuna se tomó su tiempo para disfrutar de su bebida; observó a su amigo, quién se mantenía constante entre mesa y mesa atendiendo a los comensales, ir hacia la puerta del restaurante para recibir a un par de nuevos clientes.

—Bienvenidos a Takesushi —saludó jovial Takeshi Yamamoto —. Hay un par de mesas disponibles, pero si prefieren la barra…

— ¡La barra está muy bien, Takeshi-kun! —dijo el hombre más regordete, Yamada.

—Muy bien entonces, hahahaha —río como era su costumbre y los dejó tomar lugar donde quisieran, que resultó ser a un asiento de distancia de Tsuna.

Una vez los hombres acomodados, el chico se volvió a la cocina para traer un poco de sake caliente tras escuchar el pedido. Mientras tanto, Tsuyoshi se encargó de preparar el sushi para los recién llegados.

—Hey, atún, vimos tu taxi afuera —llamó el acompañante de Yamada, Takeda —. ¿Terminaste por hoy?

Tsuna se volvió al par de hombres, ambos eran clientes regulares y unos de los pocos con quienes platicaba cuando iba al restaurante y quienes no dudaron en llamarlo por su ridículo apodo desde que escucharon a Takeshi llamarlo así una vez. Claro que atún era mil veces mejor que dame, pero no por eso menos ridículo.

—En realidad estoy por comenzar, Takeda-san —respondió.

—Tsuna tiene el turno nocturno este mes —el joven Yamamoto colocó el sake junto a la placa de Takeda-san y regresó un par de pasos hasta pararse junto a Tsuna y colocar una mano sobre el hombro izquierdo de este.

—Eso debe ser muy cansado, ir de un lado a otro manejando por doce horas seguidas —comentó Yamada, sirviéndose un poco de sake.

—No está tan mal, ya me acostumbré —sonrío tímidamente.

—A él le gusta manejar por la ciudad, si pudiera lo haría todo el tiempo —agregó Takeshi, sonriendo bobamente mientras pasaba su brazo sobre los hombros de Tsuna.

Takeshi estaba exagerando, sin duda, pero Tsuna no podía desmentirlo del todo. Le gustaba manejar. Manejar un taxi era lo que mejor hacía, lo único que lo mantenía ocupado y a la vez le daba libertad; su taxi y las calles de Tokio eran su mundo. Lo odiaba.

—Sí te gusta entonces no hay más que decir, pero —Takeda le dio un trago a su sake —, ¿por qué no buscas otro trabajo? Manejar un taxi, a la larga, afectará tu salud.

—Eso es lo que pienso —agregó Tsuyoshi, colocando las placas de sushi frente al par de hombres —. Tsunayoshi-kun es bastante joven y puede conseguir algo mejor.

—Tsuyoshi-san —trató de apaciguar los ánimos.

—Ya ves, Tsuna, no soy el único que cree que hay cosas mejores para ti ahí afuera —Takeshi le sonrío, pero sus ojos mostraron una seriedad que pocas veces adquirían.

—Takeshi, ya…

—Así es —siguió Takeda, interrumpiendo a Tsuna —, incluso el vejestorio a mi lado ha logrado conseguir un buen trabajo.

—A quién le dices vejestorio, costal de huesos —Yamada lo fulminó con la mirada —. Pero tienen razón en que si yo, con mis años, pude conseguir algo nuestro atún con más razón.

—Oh, aceptas que estás viejo —soltó una carcajada Takeda.

Antes de que el par entrara en una discusión sin sentido, Takeshi optó por aligerar los ánimos y cambiar un poco el curso de la conversación. Acababa de notar la leve tensión de su amigo ante el entusiasmo de los otros por un mejor empleo, y un Tsuna tenso no era bueno.

— ¿Y qué trabajo consiguió, Yamada-san? ¿Algún dojo? —inquirió, por extraña casualidad los tres hombres frente a ellos tenían habilidades en común. Takeda era el dueño y maestro de un dojo de karate, Yamada era excelente en el boxeo y su propio padre, Tsuyoshi, venía de una línea de practicantes de kendo y tenían su propio dojo, el cual se mantenía cerrado.

— ¿Dojo? Oh, no —desestimó con un movimiento de la mano —. No soy bueno enseñando y menos a un grupo de chiquillos.

—Consiguió empleo en el Barrio Mágico —dijo Takeda en su lugar.

— ¿El Barrio Mágico? —repitió Tsuna, un tanto reticente.

—Sí, en la Verdulería del Gigante —respondió Yamada, llevándose un poco de sushi a la boca.

—Vaya, nunca creí que consiguieras trabajo ahí —comentó Tsuyoshi.

—Bueno, yo tampoco —se encogió de hombros —. Pero necesitaba trabajar y cuando vi el anuncio me dije que no podía ser tan malo, así que me presenté y me aceptaron. Sentí un poco raro al principio, ustedes saben, un simple humano como yo trabajando en un lugar lleno de criaturas fantásticas y rodeado de tanta, bueno, magia.

— ¿Qué tanto te preocupaba? Hay muchas personas "no mágicas" que trabajan en el Barrio —Takeda terminó su sushi.

—Estamos hablando de la tienda de nada menos que un gigante, por supuesto que estaba preocupado —bufó el otro.

—Bueno, no te ha comido, debería alegrarte —siguió Takeda.

Ante el comentario Tsuna se puso un poco incomodo, siempre le había rehuido a cualquier tema concerniente a la magia y sobre todo a los que iban directo hacia el asentamiento de brujas y criaturas fantásticas de la ciudad.

— ¿Y cómo es? —preguntó Takeshi de repente.

— ¿Cómo es qué? —replicó el viejo Yamada.

—El gigante.

—Normal, ¿para ser un gigante? —el mayor les dio una mirada divertida y se encogió de hombros.

—Takeshi, Yamada-san no ha conocido gigantes antes como para poder hacer una comparación —dijo Tsuna, apresurando el té que quedaba en su taza, debía irse pronto a trabajar y tampoco quería seguir escuchando más de esa conversación.

—Hahahahaha, tienes razón, Tsuna —el Yamamoto menor se llevó una mano a la nuca en un gesto avergonzado.

—Es cierto que no puedo decir gran cosa, chicos —Yamada retomó la palabra de nuevo —. Pero Bartolomé-san, sí, así se llama mi jefe —agregó al notar las miradas divertidas de su acompañante y Takeshi —, es un buen sujeto; algo gruñón y enorme, pero amable. Y todas esas cosas que han dicho sobre ellos en películas y cuentos no es verdad, al menos en lo que todos ellos son malvados y comen gente. Y tampoco podemos olvidar que no son tan altos como creíamos.

Y eso era cierto, de lo poco que estaban aprendiendo desde los últimos cuarenta años sobre todos esos seres que de pronto les fueron revelados, los gigantes fueron los que una mayor sorpresa les dieron. No vivían en tierras flotando sobre las nubes, no eran unos malditos come humanos, al menos no los que pasaban a vivir de este lado de la realidad, y su estatura iba de los dos a los tres metros; no más altos, ni más bajos.

—Y deberían ver el tamaño de las verduras que venden, una bola de boliche se queda lejos —apoyó Takeda.

— ¡Eso suena bien! —comentó Takeshi —. Deberíamos ir algún día, Tsuna. A tu mamá sin duda le gustaría comida de esa calidad.

Tsuna le dio una sonrisa forzada y Takeshi lo entendió.

—Claro.

~.~.~.~.~.~.~.

—Gracias.

—Que tenga una buena noche, señor —fue la respuesta de Tsuna en cuanto al saludo de despedida de un pasajero.

Miró hacia el radio, la pantalla marcaba las diez en punto de la noche; habían pasado ya dos horas desde que dio comienzo su turno y en ese tiempo había transportado a una pareja, una anciana, una señora con un gato enfermo y a un hombre de traje que llegaba tarde a una cita. Sí, otra noche normal con pasajeros normales.

Levantó la mirada al espejo retrovisor para asegurarse de no chocar con ningún otro coche al regresar a la calle, cuando un rostro pálido, enmarcado por una mata de cabello negro, y el par de ojos verdes más hermoso que había visto opacaron su visión.

Una chica joven estaba sentada en el asiento trasero y él apenas y lo había notado. ¿En qué momento había entrado en el taxi?

—Hum, señorita…

—Por favor, llévame a un lugar —dijo la chica, interrumpiéndolo y sonriéndole de lleno.

Tsuna sólo clavó sus ojos chocolate –como los de su madre- en los de la chica en el reflejo. Alzó las cejas ante la mirada expectante de la chica, que aguardaba en total calma detrás de él. Giró un poco su cuerpo, para poder encararla correctamente y se fijó en la puerta trasera, estaba cerrada y él nunca la había escuchado entrar.

—Señorita, ¿eres una bruja? —preguntó, no muy contento con la situación.

—Por favor, llévame a la Calle de las Sirenas —dijo ella muy suavemente, como si fuera una cosa muy seria, clavando los verdes ojos en los suyos, hipnotizándolo.

—Lo siento, pero yo no doy servicio a brujas —dijo después de un momento, sí, estaba siendo grosero, pero así como evitaba los temas de sus mágicos conciudadanos, también evitaba acercarse a ellos y por ende, al lugar donde vivían.

—Eso está bien. Y tengo dinero —dijo ella, con los ojos chisporroteando de alegría.

Era absurdo, ilógico, pero no encontraba razón más para negarse a llevarla. Arrancó y tomó curso hacia el Barrio Mágico —. ¿No se supone que a las brujas les gusta caminar? —susurró para sí, era de conocimiento común que la mayoría de las brujas y compañía preferían caminar que usar los medios de transporte humanos.

Algo de conectar directamente con la tierra y esas cosas. Y entonces notó la mirada fija de la chica sobre él a través del retrovisor, quien sólo le sonrío nuevamente.

Tsuna arrugó la nariz suavemente, volviendo la mirada al cielo a través del parabrisas una vez paró ante un semáforo en rojo. Examinó el manto oscuro del que apenas se distinguían las estrellas como pequeños puntos luminosos, siempre opacadas por las luces y contaminación de la ciudad.

—Es una lástima que no se puedan ver las estrellas en Tokio —dijo una suave voz desde el fondo —. ¿Te gustan las estrellas, Sawada Tsunayoshi?

Tsuna frunció el cejo al oírla —. ¿Cómo sabes mi nombre? —inquirió, tal vez estaba usando sus extraños poderes de bruja.

—A mí me gustan, y también la luna —siguió ella, sin responder a su pregunta —. ¿Puedes ver el punto más brillante y cercano a la luna? Parece una estrella, pero en realidad es un planeta. Venus, de hecho.

El Sawada quedó impresionado por lo dicho, dejando de lado los escalofríos que le daban que una bruja supiera su nombre, la muchacha no sólo podía ver a través de toda la brillantez artificial, también podía diferenciar estrellas de planetas e identificar el planeta en cuestión. Sólo por eso, se dijo, la llevaría sin rechistar a dónde quería.

—El semáforo está en verde, Sawada Tsunayoshi —indicó la bruja.

Arrancó de mala gana —. ¿Cómo sabes mi nombre? —repitió su pregunta después de un par de minutos.

—Segunda cuadra a la derecha y directo al Amanecer.

— ¿Qué?

—Estamos llegando —la bruja hizo un gesto con la cabeza, hacia el frente —. Ahí.

Cierto, ese era el nombre de la calle principal de aquel Barrio, AMANECER.

—En esa esquina —indicó la joven y Tsuna dirigió su mirada ahí.

Un farol brillaba titilaba y su luz destacaba la señal, pegada en una pared de adoquines, que rezaba CALLE DE LAS SIRENAS. Tsuna aparcó el coche con un movimiento suave.

—Gracias, fue un viaje divertido —la chica salió del auto, con el mismo silencio en que había entrado, y una vez fuera le tendió al joven taxista un par de billetes y una última sonrisa.

Y aunque Tsuna sabía que eso era una tontería, un viaje en taxi nunca era especialmente divertido, la sonrisa llena de la bruja lo deslumbró, acompañada por una risa cantarina que flotaba danzante hacía él y lo envolvía como copos de nieve. Era algo que nunca había escuchado, y se encontró con que le gustaba ese sonido tan melódico.

Después de un parpadeo, la brujita se había ido y él regresó su atención al trabajo; arrancó y mientras se alejaba de aquellos edificios y calles que albergaban seres que una vez fueron imaginarios, su mirada recayó en un papel que colgaba de la guantera. Era su identificación como conductor de la unidad, su nombre y fotografía destacando.

Tal vez había sido un poco paranoico.


N/A: Una nueva historia es traída a ustedes. Espero que le den su amor.

Unas cuantas cosillas que aclarar, sería que todos los personajes son mayores... dependiendo de su papel a cada uno se le adaptará una nueva edad. Por ahora Tsuna tiene dieciocho y el resto de ls chicos oscilaran por esos años; cada vez que salgan aclararé todo eso.

Todo será mágico en esta historia! (?)
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