Hola ;D
A pasado bastante tiempo desde la última vez que publiqué algo... como un año, más o menos. Pues aquí les traigo algo que comencé a escribir hoy mismo, que espero no pase los tres capítulos y tampoco tardar mucho terminándola. Como siempre, Naruto y cia pertenece únicamente a Masashi Kishimoto, tan solo tomo prestados sus personajes para satisfacer mi deseo de imaginarlos en escenas que ni en el anime ni en el manga realizarán. La trama de la historia, por otra parte, sí me pertenece, por lo que si no quieres a una p*rra maniática y ligeramente violenta rondándote, no me plagies; estoy dispuesta a prestarla mientras mi autoría sea reconocida, por lo que no hay razón por la que hacerme enfurecer.
Por último les daré algunas advertencias; me gustan los insultos y el lenguaje vulgar, y aunque intento controlarlo, aconsejo a las personas que se escandalizan fácilmente no leer esta historia, además de las numerosas menciones a situaciones sexuales, tanto indirecta como directamente.
Ahora sí, espero que disfruten ;)
Son cosas curiosas las que suceden cuando ves a una persona que ya conocías con un lente diferente; resulta que en realidad no lo conocías, o que lo conocías tan bien que olvidaste actualizar y dejaste de conocerlo. Son diferentes las razones por las que sucede, pero la cosa es que, aunque el rostro sea igual, el nombre sea el mismo y te trate de la misma forma, ya no es la misma persona que viste cinco minutos atrás, antes de verlo a través de ese otro lente.
Mi nombre es Sakura Haruno, tengo 30 años y acabo de terminar mi doctorado en neurocirugía. Durante estos últimos meses estuve a un pelo de quedarme calva de tanto tironearme la cabeza. Para recompensarme entré a una clase de fotografía y llevo dos fabulosas semanas fotografiando paisajes, pero es hora de que comience a tomarle fotos a figuras humanas.
Llegue hoy a casa, al apartamento que comparto con mis dos mejores amigos, para encontrar a Sasuke tirado de cualquier manera sobre el sofá viendo la TV; solo llevaba una sudadera –después de todo es su día libre–, y comía helado del empaque.
–¡Hey, ése es mi helado!– le dije, arrebatándole de un tirón la caja semivacía de helado de cereza.
–Hmn, ni que te lo fueras a comer– fue su respuesta, con tal expresión de irritación que me hizo reír, lo que hiso que me mirara aún más irritado.
–Vaya que eres ladrón Sasuke– entonces miré sus perfectamente marcados abdominales y me entró un poco de envidia –y mira cómo eres de tragón y no engordas ni un gramo–.
Él sonrió con aires de superioridad, y eso me dio la idea. Sasuke es simple y llanamente hermoso; no hermoso como una mujer, sino una extrema belleza masculina. Su tez es tan blanca que fácilmente se puede ver los caminos que trazan sus venas, su cabello es negro con visos azules –como el ala de un cuervo–, su cuerpo es aún más perfecto que el David de Miguel Ángel, y aunque es de carne y huesos, luce igual de frío, su rostro, tan perfecto como su cuerpo, es puro ángulos y rectas, con una piel tan suave y tersa que es simplemente envidiable; y sus ojos, negros como boca de lobo, son lo más llamativo de ese blanco rostro, al igual que sus delgados labios, del mismo tono de rosa que sus pezones. Cuando no se afeitaba, su mandíbula tomaba cierta sombra azul, lo que lo hacía ver aún mejor. En su conjunto, Sasuke es el perfecto equilibrio entre belleza y masculinidad, blanco y negro, suavidad y dureza; y esa oda a la perfección debía ser mi modelo.
–Hey, ¿qué te parecería ser mi modelo?– le pregunté, mientras le entregaba lo poco que quedaba de mi helado favorito.
–¿Hmn?– fue su forma de preguntarme a qué se refería, acompañándola de su muy practicado fruncimiento de cejas.
–Como te he dicho un millón de veces, debes saber que estoy tomando clases de fotografía, ¿no es así?– le dije, segura de que había olvidado todas las veces que le había mostrado mis fotos. Al ver como su expresión se tornaba neutra, asentí con mi muy practicada expresión de desilusionada satisfacción –pues fíjate que comenzaremos a fotografiar formas humanas, y quiero que seas mi modelo.
Él enarcó una de sus cejas, mientras sonreía divertido. Por regla general evito pedirle favores, ya que suele suceder que sus precios son demasiado altos, pero esta ocasión es diferente, ya que sus colores van absolutamente de la mano con mi estilo fotográfico. Se lo pediría a Naruto, pero él era demasiado rubio, demasiado bronceado, sus ojos demasiado azules, y mis fotos tienden a ser demasiado sombrías como para meter a un tío con pinta de surfista. No, necesito a Sasuke, por lo que hare todo lo que esté en mi mano para que acepte. Ay, pero ojalá no lo hubiera hecho.
–¿Vas a decir algo, o vas a quedarte mirándome con cara de idiota?– fue mi turno de fruncir el ceño, pues para obtenerlo debía mostrarme como si no lo necesitara; cada vez que alguien le muestra necesidad, se paniquea de la manera más extraña, para luego huir, y eso es exactamente lo que yo no necesito –si me vas a hacer perder el tiempo mejor di que no de una vez.
–No tienes que ponerte arisca– se puso en pie con un movimiento fluido y felino, algo que curiosamente me alarmó un poco, pues nunca antes me había fijado tanto en él como para notar ese tipo de cosas, pero en su momento no le di importancia –te ayudaré, pero sabes que tienes que darme algo a cambio.
Eso me irritó. Éramos amigos Naruto, él y yo desde los diez años, tanto que ahora compartimos apartamento, a pesar de que fácilmente cada uno podría tener el suyo propio. Pero ahí estábamos, yo pidiéndole un sencillo favor, y él pidiéndome algo a cambio, seguramente algo que yo no podría pagar; es que a Sasuke le aburre decir no, por lo que acepta, pero cobra los favores con cosas tan ridículas que uno termina negándose.
–¿Y qué quieres?– dije, poniendo el rostro en blanco.
–Hmn… te lo diré en lo que dura un polvo– y el muy bastardo sonrió, una de las sonrisas más grandes que le había visto, y esta vez me alarmé un poco más, pues esa maldita sonrisa era irresistible –y ahora si me disculpas, una mujer semidesnuda espera en mi cama, y creo que tiene hambre–.
–¡Eres un cerdo!– me quede con la boca abierta, observando mientras se quitaba la única prenda que lo cubría para entrar a su habitación, regalándome una gran perspectiva de su escultural trasero desnudo.
Tal vez olvidé decir que Sasuke es un completo bastardo, hijo de puta, rata de dos patas, y todo adjetivo insultante en lo que a mujeres respecta. A mí me trata relativamente bien, pues llevamos tanto tiempo siendo amigos que lo más probable es que me vea como a su Dude, y hasta ahora, yo lo he visto como a mi amigo/cerdo, aquél que no es para nada lo que parece.
30 minutos después Sasuke salió con el pelo revuelto y la expresión de un gato que acaba de zamparse a toda una familia de ratones.
–Eres un cerdo– le dije, sin poder evitar reírme.
Tan solo me guiñó un ojo, mientras lamía sensualmente su labio superior. Me reí, como él esperaba que hiciera, pero en mi fuero interno sentí unos escalofríos. ¿Pero qué diablos me pasaba?
–Se marchará apenas termine de vestirse– dijo Sasuke, refiriéndose a la chica que salía de su habitación con nada más que una camisa ropa para cubrirse. Al verla con más atención me di cuenta que lo que usaba no era en realidad una camisa, era un cortísimo vestido rojo que escasamente la cubría.
La mujer, de pelo rojo y labios del mismo color, salió con una expresión tan satisfecha que me entraron unas ganas de romperle esa perfecta nariz de un solo puñetazo. Efectivamente, ¿qué diablos me sucede?
La del vestido rojo le lanzó un beso a Sasuke, y a mí… personalmente creo que trató de hacerme estallar usando una técnica mental Jedi, aunque algo me decía que ella en su vida había escuchado el nombre Star Wars. Terminó de asesinarme con la mirada, y luego salió por la puerta, con los tacones de aguja en la mano.
Obvié el sentimiento que me había causado ver el cuerpazo de esa mujer, y me giré hacia Sasuke.
–Entonces, ¿cuál es tu precio?– le pregunté, enarcando las cejas para lucir más impaciente. No quería escuchar su respuesta, pero realmente quería fotografiarlo, incluso más que antes.
–Te harás pasar por mi novia frente a unas personas– dijo, indiferente a mi reacción.
–¿Acaso el gran Sasuke no es capaz de hacer que una mujer pase con él más de una noche?– le dije, mientras me reía de la expresión que puso –eso es bastante triste.
–¿Aceptas o no?
Inmediatamente asentí, mientras le quitaba el lente a la cámara que llevaba alrededor del cuello.
–Y ahora actúa como lo harías si yo no estuviera aquí.
Entonces él sonrió de forma perversa, y comenzó a quitarse el pantalón.
–¡Eso no pervertido!– le grité, mientras me giraba para no ver al pequeño Sasuke, que estaba bastante cerca de respirar aire fresco –actúa como si yo no estuviera aquí pero consciente de que estoy aquí.
Sonrió de nuevo, pero esta vez se dirigió a la cocina y comenzó a beber directamente del envase de leche, como el cerdo que es. Pero entonces algo sucedió. Levanté mi cámara para tomar la foto, y al verlo a través de la mirilla, mi corazón se saltó un latido, y una curiosa sensación se adueñó de mi estomago, haciendo que mis manos temblara. Era una acción común, realizada por un hombre que conozco desde hace 20 años, pero algo había cambiado. En mí, obviamente, porque él seguía siendo el mismo cerdo de cinco minutos antes. Me quedé pasmada, incapaz de hacer algo más que seguir mirándolo por aquella mirilla.
–¿Tendré que beberme toda la leche o ya tienes lo que necesitas por hoy?– al escuchar su voz se rompió el hechizo que me mantenía congelada, por lo que inmediatamente tomé un par de fotos, y le dije que podía irse.
Entre corriendo a mi habitación y cerré la puerta con llave. ¿Qué diablos había sucedido en la cocina? Aún sentía mi corazón acelerado, como si acabara de terminar una carrera. Mis piernas y mis manos temblaban, y mariposas parecían estar jugando carritos chocones en mi estómago. De nuevo, ¿qué diablos me pasaba?
Los golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos, y escuché la voz de Sasuke preguntándome si estaba bien.
–Por supuesto que estoy bien– le respondí a través de la puerta, sin atreverme a abrirla –¿necesitas algo?
–Mañana tengo un evento de trabajo, y necesito cobrar la primera parte de mi trato.
–¿A qué hora debo estar lista?– el día siguiente era sábado, por lo que tendría todo el día libre.
–Saldremos a las siete.
Luego escuché sus pasos alejándose, y algo en mi interior bullía con la necesidad de pedirle que se quedara conmigo. ¿Realmente esto estaba sucediendo?, ¿acaso comenzaba a sentir cosas estúpidas por el cerdo de Sasuke?
