RELACIÓN DE INTERESES
Capítulo 1
Hermione Granger siempre había sido una persona ambiciosa e inteligente. Su terquedad era, en muchas ocasiones, una de las grandes razones por las que conseguía todo lo que se proponía. Por eso cuando vio que había sido Andrew McField el ganador de las elecciones, convirtiéndose en el nuevo Ministro de Magia, Hermione supo que algo iba mal.
Todo estaba a su favor en aquellas elecciones: su destacable labor por la protección del país, sus mejoras en la Regulación de Criaturas Mágicas durante su período en ese departamento, sus buenas relaciones con los trabajadores, su intachable historial académico y laboral, su carisma ante la prensa y, aunque no le gustase apoyarse en ello, el título de «heroína de guerra».
No tenía sentido que Andrew ganase después de todos los escándalos en los que se había visto implicado y el inmenso apoyo que se había mostrado a la campaña de Hermione desde el minuto uno. Esa victoria no tenía sentido, pero Hermione la aceptó, decidiendo que sería más fácil investigarla que lamentarse.
Y es por eso que estaba allí, sentada sobre el sillón de cuero negro de una sala de espera, aguardando a que llamasen su nombre y que le diesen permiso para entrar al despacho.
—Señorita Granger —la voz de la secretaria llamó su atención—. El señor Malfoy ya puede recibirla.
—Gracias.
La mujer se levantó, alisándose el vestido azul que llevaba puesto y asegurándose que su coleta estuviese igual de perfecta que minutos atrás. Caminó hasta la puerta de la oficina, tocando suavemente hasta que escuchó un «adelante» y giró el pomo para entrar.
—Cuando mi secretaria me dijo que Hermione Granger quería verme me quedé sorprendido —fue lo primero que dijo Malfoy al verla—. Me siento honrado de tener a la honorable heroína de guerra en mi despacho.
Hermione arqueó una ceja, mirándolo con una expresión aburrida. A pesar de tener rasgos más adultos, Draco Malfoy seguía teniendo el mismo pelo engominado hacía arriba, los mismos ojos grises desafiantes y la misma sonrisa burlona que en sus años de Hogwarts.
—Ahórrate la palabrería, Malfoy —terció ella, caminando hasta tomar asiento en una de la sillas delante del escritorio—. Supongo que imaginarás por qué estoy aquí.
—Posiblemente —aceptó él, apoyando los codos en la mesa y entrelazando sus manos frente a su cara—, pero me gustaría oírlo de tus labios. En pequeño placer personal.
—Eres imbécil —replicó ella, enervándose al ver como el hombre reía, divertido.
—Sabes que eso nos es lo que quiero oír.
—Necesito tu ayuda, Malfoy —dijo Hermione a regañadientes, la sonrisa orgullosa del hombre no mejoraba su humor—. Se supone que eres el mejor en destapar escándalos políticos y yo me he acostumbrado a trabajar solamente con los mejores.
Draco asintió distraídamente antes de reclinarse sobre su silla—. ¿Y en qué te puedo ayudar, Granger?
Hermione se limitó a sacar una pequeña grabadora que se había comprado años atrás para unas entrevistas y que le había venido de lujo para guardar ciertos audios comprometedores que confirman las sospechas que tuvo tras las elecciones.
—Creo que esto es lo único que necesitas saber —dijo y entonces pulsó el botón para reproducir la cinta.
«Andrew es, como ya sabíamos, un incompetente», se escuchó decir a Kingsley Shackelbot. «Pero también es la imagen perfecta de la persona que se necesitaba para comenzar a recuperar la confianza de la gente».
«¿Y a Hermione Granger cómo le explicarán que ha perdido?», inquirió alguien. Malfoy arqueó una ceja al reconocer la voz de Millicent Bagnold, Ministra de Magia durante la Primera Guerra Mágica. «No tardará en investigar, ha demostrado su curiosidad innata y su obsesión por la verdad. A todo el mundo le extrañó lo que pasó en las elecciones y no sería raro que busque respue…».
«No se dirá nada», interrumpió otra persona, pero su voz sonó algo distorsionada. «Las encuestas no son vinculantes ni definitivas, no sería la primera vez que el ganador es el aquel que nadie esperaba. Sucedió en el Ministerio de Finlandia y hace unos años en Alemania».
«Pero no es lo mismo», terció otra persona, si Draco no se confundía se trataba de Humphrey Burton, un miembro del Wizengamot. «Esos eran candidatos normales, aquí estamos hablando de dos candidatos muy opuestos: una heroína de guerra y un don nadie aparecido de la nada».
«Las caras nuevas venden», repuso una mujer; Sarah Jerkins, redactora de El Profeta. «Y más sí están envueltas en ese halo de misterio y varios escándalos que dicen mucho pero no prueban nada. Guste o no a algunos, su presencia mediática ha captado la atención de la gente y no será difícil venderles la idea de que, efectivamente, las personas se decantaron por él a la hora de votar».
«Estoy con Millicent, Hermione investigará», volvió a sonar la voz de distorsionada. «No es tonta, ha estado muy pendiente de las encuestas y todo su equipo ya la veía como la ganadora. Tenéis que encontrar una forma de justificarlo o todo se joderá».
«No te preocupes, tenemos eso bajo control», aseguró otra persona.
«¿Seguros? Nada de esto puede salir a la luz o nos hundiríamos todos».
«Nada saldrá mal», reafirmó Shackelbot y entonces la grabación terminó.
—Interesante —comentó Malfoy—. Extremadamente interesante. Veo que en la política la amistad y las viejas uniones valen nada.
—Eso parece —aceptó ella—. ¿Entiendes ahora por qué quiero tu ayuda? Sabotearon mi candidatura para hacer ganar al otro, amañaron las elecciones a saber por qué razón y no me sorprendería que tengas más cosas preparadas para llegar a su objetivo, sea cual sea.
—Tienes la grabación, Granger —terció Draco—. ¿No es suficiente con eso para hundirles su fachada? Es un golpe directo a la farsa que han montado.
Hermione apretó los labios en una fina línea, planteándose las palabras del hombre antes de negar. Ya le había dado vueltas a ese asunto en su casa y sus ideas se mantenían iguales.
—He investigado, y mucho —comenzó a decir—. Y he encontrado cosas que me hacen suponer que no es la primera vez que se realizan este tipo de acciones para echar abajo mis proyectos, recortar presupuestos de mis iniciativas o sabotearme algunos propósitos —explicó.
—Tus palabras lo dicen, Granger, tienes en tu poder la capacidad para tirar de la manta, ¿de qué te sirvo yo si ya tienes lo que hace falta para destapar la red de mentiras?
—Porque eres el mejor en hundir a gente, Malfoy —dijo—. Y yo quiero verlo a todos arruinados por lo que han hecho. Uno por uno.
Draco sonrió levantándose y rodeando el escritorio hasta apoyarse despreocupadamente en él, al lado de Hermione. La chica lo miró sin impresionarse, esperando a que el hombre aceptarse ayudarla.
—¿Y qué gano yo con esto?
—Te pagaré una generosa cantidad de dinero —ofreció ella—. Y reconoceré públicamente la ayuda que me has prestado —añadió.
—No me interesa el dinero —se negó—, y mucho menos la atención mediática.
—¿Entonces?
—Quiero información, de todos los que han formado parte del Wizengamot en los últimos años. Si me prometes que me puedes conseguir eso, te ayudaré.
Hermione hizo una mueca, analizando su petición. El hecho de no saber en quién podía confiar dentro del Ministerio dificultaría la obtención de lo que quería Malfoy, pero podía apañárselas para hacerse ella misma con esa información sin tener que recurrir a nadie.
—Está bien —aceptó—, te conseguiré lo que me pides. —Draco sonrió y Hermione hizo lo mismo mientras alzaba una mano en su dirección—. ¿Tenemos un trato?
—Tenemos un trato, Granger.
El hombre alzó su mano también y sujetó la de la castaña en un firme y formal apretón, sellando un pacto que tendría más consecuencias de las que podrían imaginar.
