Notas de inicio: Espero que lo disfruten, es mi primer fic largo (hasta ahora sólo he escrito pequeños drabbles o One-shots, todos publicados en un Livejournal).

Bueno, como lo interesante es la historia, aquí la dejo. Espero que les guste a todos y que la disfruten. Es cortito puesto que es sólo el prólogo.

Una cosa más: el título que proviene del griego es asignado en filososfía a lo que vendría ser el inicio, el punto de partida, el comienzo.

Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenecen, todos van a cuenta de su creadora. Yo sólo los uso sin obtener nada a cambio.

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Prólogo

Sentado en una de las esquinas de la última fila de butacas del sector derecho había un chico de ojos verdes como la esmeralda, de cabello azabache desaliñado, con gafas redondas y una pequeña marca en forma de rayo en la frente fruto de, según algunos profesionales en rumores, algún antojo que la madre tuvo mientras estaba embarazada. El carrito de la señora de la limpieza que se hallaba contra la pared desprendía un olor a detergente barato y a lejía que llegó a los sentidos del joven muchacho, el cual reaccionó arrugando la nariz y levantando la cabeza que, hasta ahora, había estado enfocando a sus deportivas blancas y al suelo de madera. Fue entonces cuando sus ojos empezaron a observar el lugar más detenidamente.

El gran salón se encontraba en aquel momento sumergido en un ambiente lleno de bullicio. El ruido era originado por todos aquellos chicos de entre trece y catorce años que ahora mismo estaban sentados en las butacas granate. Algunos hablaban, otros chillaban y la gran mayoría se dedicaban a pasearse por el pasillo que separaba la zona del público en dos sectores. Mientras, encima del escenario algunos de los profesores murmuraban en corrillo y se intercambiaban papeles. El reloj que tenían encima, justo en medio de las cortinas rojas con los bordes dorados que descansaban cada una al lado del escenario, marcaban las once de la mañana.

El joven de gafas redondas estaba un poco intimidado ante aquella situación. Hacía apenas una semana que había llegado a la ciudad desde Londres y aún estaban desempaquetando las cosas y haciéndose al nuevo lugar. El nuevo curso empezaría a la semana siguiente y, como era normal en los colegios de por allí, unos días antes al inicio debían presentarse en la institución para conocer a su nueva clase y ser obsequiado con el horario que deberían seguir los nueve meses siguientes. No obstante, ser el chico nuevo no era algo tan malo cuando te enfrentas al primer año de Instituto. Muchos de los chicos y chicas que ahora mismo contaminaban el aire con sus gritos no se conocían entre ellos, estaba claro cuando lo único que se veía eran grupos que, poniendo la mano en el fuego, vendrían del mismo colegio.

Sin previo aviso, el corro formado por profesores se deshizo. Algunos abandonaron la tarima, otros se sentaron en unas sillas negras de palo apoyadas al fondo y un hombre alto y mayor de una prominente barba grisácea y gafas de media luna se acercó al micrófono. Carraspeó y como por arte de magia el silencio se apoderó del salón.

—Me alegra ver a jóvenes tan alegres y dicharacheros como vosotros— dijo el anciano con una sonrisa pintada en la boca—. Bienvenidos seáis todos a éste nuestro Instituto Hogwarts. Como algunos ya sabréis, soy el Profesor Dumbledore y como director de este maravilloso lugar me ha tocado daros la bienvenida— pronunció mirando a través de sus gafas todo el lugar—. Bien— continuó—, también me gustaría presentaros a la subdirectora, la Profesora McGonagal, que si no le hace ninguna molestia… —Zarandeó la mano dando a entender que debía saludar.

Una mujer de una edad avanzada se levantó de una de las sillas del fondo y saludó con la mano mientras que con la otra se colocaba bien las gafas. Después de sonreír a sus futuros alumnos, se sentó.

—Muchas gracias, profesora— agradeció el director—. Los demás profesores los iréis conociendo a lo largo de la primera semana de clases— explicó mientras con la mano indicaba los que formaban el resto del elenco. Miró un segundo el papel y prosiguió—: Como creo que todos queremos acabar pronto, continuaré con lo que tengo que decir. Bien, debido al gran número de plazas para nuevos alumnos y desde que se puso en funcionamiento este establecimiento, se han dividido cada curso en cuatro clases diferentes. Y, para darle un poco más de gracia y vida al asunto, desde siempre se han hecho diferentes competiciones entre ellas.

Un leve murmullo empezó a extenderse por el sector de las butacas. Rápidamente, el profesor Dumbledore, carraspeó una vez más para dar a entender que debían callarse.

—Como decía, para hacer más interesante esta competencia a cada uno se les ha asignado una clase al azar. Todo seguido la profesora McGonagal les irá llamando por sus nombres para darles el horario correspondiente a las clases que empezarán la semana que viene según el grupo asignado. —La mujer que respondía a ese nombre se levantó y se posicionó con paso lento y firme al lado del director, agarrando una lista que llegaba al suelo. El viejo director hizo ademán de girarse, para luego volver a mirar a los futuros nuevos alumnos con una sonrisa cómplice—. Se me olvidaba deciros que, como buen equipo que debe ser cada clase, tiene un nombre, un animal y un color asignado que se mantiene en todos los cursos. Mientras que el grupo… Llamémosle A, tiene el color rojo, su animal es el león y su nombre es Gryffindor, el grupo B es la verde serpiente Slytherin, el C es la azul águila de Ravenclaw y por último, pero no por ello menos importante, el grupo D, el mapache de Hufflepuff, y como no: de color amarillo. Dicho esto, por favor, profesora, prosiga con la asignación— ordenó el director.

Ajeno a todo ello, el chico de ojos verde esmeralda que aún seguía sentado en la misma butaca de antes pensó que aquel lugar tampoco sería tan extraño y que aquello de las competiciones y de los nombres raros hasta parecía interesante y entretenido. Justo en aquel momento, la profesora empezó a nombrar alumnos por orden de lista.

-¡Boot, Terry! – llamó la subdirectora.

Los primeros en ser llamados iban a pertenecer al grupo de los Ravenclaw, al que no fue asignado. Como no sabía nada de aquel lugar, tampoco le dio mucha importancia, aunque el color azul le agradaba en cierta manera.

Hannah Abbott, Susan Bones o Justin Finch-Fletchley fueron algunos de los asignados en Hufflepuff; él sin éxito alguno. Ya sólo quedaban dos grupos: Slytherin o Gryffindor. La asignación para los rojos Gryffindors empezó.

-¡Granger, Hermione! –Gritó la profesora. Todo seguido una muchacha de ondulada cabellera castaña y con muchas prisas se dirigió casi corriendo al lado de la anciana -¡Longbottom, Neville! -. Y haciendo llamamientos prosiguió.

-¡Potter, Harry! – Ese era él, un Potter. Con cierto impulso y con una extraña alegría se levantó para ir a buscar lo que debía. Pasando por el pasillo pudo ver que muchas caras le miraban, en cierta manera durante esos escasos segundos él fue el centro de atención. Una vez que recogió el papel de las manos de la anciana, se fijó en que de cerca aún lo parecía más. Las arrugas la delataban. Volvió su asiento mientras que una cabellera pelirroja se levantó en respuesta al nombre de Ronald Weasley.

Todos los que quedaban después fueron automáticamente asignados en Slytherin por lo que no hacía falta nombrarlos uno por uno, pensó Harry, pero aún así lo hicieron. El que más le llamó la atención fue un rubio llamado Draco Malfoy de pelo engominado. Extrañamente, no fue el pelo lo que le llamo la atención, sino su sonrisa prepotente y sus aires de sobrado al caminar. Definitivamente, aquel chico no le daba buena espina. También hubo otros como Crabbe o Goyle que mucha buena pinta no le causaron, más bien parecían dos ovillos de lana, pero sin lana.

Una vez recogida la larga lista de alumnos, la profesora McGonagal se sentó de nuevo en una de aquellas sillas negras de palo y le dio el relevo, una vez más, el profesor Dumbledore.

—Ahora sí se puede decir que sois oficialmente alumnos del Instituto Hogwarts. Antes de dejar que os marchéis, me gustaría felicitaros y desearos que los cuatro años en que estaréis estudiando aquí los disfrutéis y adquiráis un gran conocimiento, sin olvidarse jamás de aquellas cosas necesarias para uno mismo, como la amistad y la diversión —Guiñó un ojo y sonrió—. Espero veros a todos vosotros la semana entrante y, ahora sí, bienvenidos.

La sala rompió en aplausos, Harry entre ellos. Tuvo suerte de haber escogido un lugar cerca de la salida, debido a que mientras todo el mundo se levantaba en masa y se peleaban para intentar salir, el había conseguido hacerlo en tan solo unos segundos.

Ahora podría posicionarse en la entrada y mirar a su nuevo Instituto, aquel castillo tan espectacularmente grande y hermoso. Nunca entendería como podía ser que un Instituto así fuera público, pero mejor para él al fin y al cabo. Aquel lugar donde pasaría los próximos cuatro años estudiando se encontraba en la parte más alta de la ciudad. Como oficialmente las clases no habían empezado y por lo tanto los autobuses escolares no estaban en funionamiento, le tocó ir andando hacía su casa, no sin antes observar por última vez el recinto en una mirada fugaz y así luego empezar a bajar por la calle que le llevaría al centro de la ciudad.


Notas finales: Gracias a todo aquel que haya llegado hasta aquí por leer. La verdad es que el final lo veo algo confuso y feo, pero cuando se me ocurra algo mejor lo cambiaré. Por ahora sólo se puede esperar a subir el primer capítulo.

Se aceptan todo tipo de Reviews, pero se agradecen más con críticas constructivas y sugerencias. Aquellos que no les guste por alguna razón de trama/personajes/lugar/etc ya pueden ir dándole a la X del cuadrado rojo superior derecho de vuestras pantallas. ¡Muchas gracias a todos!