Declaimer: Digimon y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Toei Animation y Akiyoshi Hongo. Esta historia no fue realizada con fines de lucro; fue por mero entretenimiento.


Reto del Foro: Proyecto 1-8, para aleprettycat.


El primer día de vacaciones

Estaba disfrutando, como se debe, mi primer día de vacaciones de verano. Eran las 11 de la mañana y yo todavía estaba dormido en mi cama. Me habían despertado varias veces en el transcurso de la mañana: cuando mi madre se puso hacer el desayuno y cuando mi hermana, Hikari, se bajó de la litera e hizo todo el ruido posible para molestar mi dulce travesía por los dominios de Morfeo. La última, fue de algún impertinente que tocó la puerta y quien, de repente, estaba sosteniendo una plática entusiasta con mi madre, aunque no pude identificar la voz de su interlocutor.

—¡Taichi! —gritó mi madre mientras me zarandeaba— ¡Tienes visitas! ¡Yamato vino a verte!

Al principio no hice caso y me volteé para seguir con mi sueño; Yamato era el impertinente. Al poco tiempo, llegó Hikari y me dijo que me diera prisa, al parecer mi mamá estaba siendo demasiado atenta con Yamato.

Me quejé todo lo que pude. Tuve que pararme a recibir mi visita, pero antes hice una parada en el baño a mojarme la cara para ver si con eso se me quitaba un poco la flojera. Surtió efecto a medias.

Fui a la sala y vi a Yamato sentado en un sillón, sosteniendo una bandeja con unos pocos bocadillos y un vaso lleno con refresco a un lado. Su blanca cara estaba contraída, al parecer mi mamá había puesto, amablemente, unos tres bocadillos en la boca de mi amigo y tenía dificultad de masticar tanta cantidad. Mi mamá puede ser , a veces, atenta en exceso.

Como pudo, fue moviendo poco a poco su quijada y pasando la comida. No pude evitarlo, solté un buen número de carcajadas. Me tranquilicé un poco cuando terminó de ingerir lo que tenía en la boca y me ofreció una mirada severa.

—Bien —le dije ya más tranquilo—, ¿qué se te ofrece Yamato?

—Vine por ti.

—¿Por mí? ¿Y para qué?

—¿No lo recuerdas? —me miró por un momento y luego se golpeó la cara con la palma de su mano derecha— Te comenté unos días atrás que hoy tengo que recoger a mi prima que viene de América y prometiste acompañarme.

—¿Yo? ¿Cuándo?

Yamato volvió a golpearse la cara.

—Eso no importa. ¿Me vas a acompañar, sí o no?

—Está bien, iré, no te sulfures tanto. Sólo déjame me mudo de ropa.

—Entonces, date prisa. Quedamos en vernos en la estación del tren hace media hora y, como no llegabas, tuve que venir a buscarte.

—Sí, sí, sí, ¡ya voy, ya voy!

Me puse la camiseta de la selección japonesa de fútbol y unos pantalones de mezclilla. Cuando salí de mi cuarto ya no vi a Yamato. Entonces, me puse mis tenis blancos, salí del departamento y vi que me estaba esperando recargado en el barandal, con los brazos cruzados y la cabeza baja.

—¿Está lista la señorita?

Mi cara denotó la molestia que me había producido su comentario. Siempre me dice lo mismo cuando me tardo, haciendo una clara alusión a que son las mujeres las que se hacen esperar.

—¡Ya no molestes y mejor vámonos!

—Tampoco te preocupes por eso. Debido a tu tardanza, ya vamos retrasados y las puertas del infierno han sido abiertas; sólo nos resta recibir el castigo.

—¡Vamos Yamato, no seas dramático! ¿Me quieres decir que tu prima es el demonio en persona?

—Algo parecido, sobre todo si no la tratas como se merece.

Abordamos el tren para llegar lo más rápido posible al Aeropuerto de Narita. Estábamos en silencio, el aburrimiento y mi somnolencia me estaban venciendo. Todos los asientos ocupados y el vagón moderadamente lleno con un montón de personas en silencio era un panorama que no ofrecía mucha ayuda.

—Oye Yamato —me miró con curiosidad—, ¿y cómo es tu prima? —le pregunté para no aburrirme más.

—Ya te dije que es especial.

—No me refiero a eso. Físicamente, ¿cómo es ella? ¿Es linda?

—¿Y a ti por qué te interesa? —contestó un poco molesto, lo cual me incentivo a decir lo siguiente.

—No sé, curiosidad. Aunque, ya sabes lo que nos dijo una vez Chichos.

—No recuerdo.

—A la prima se le… —pero no terminé de decir la frase porque Yamato me tomó de la playera y me empujó contra la puerta del vagón y luego puso su brazo sobre mi cuello aplicando una presión moderada. El movimiento no pasó desapercibido por ninguno de los pasajeros.

—Por tu bien, será mejor que te guardes esa clase de comentarios —susurró, sólo para yo lo escuchase, y usó un tono de voz serio, profundo y amenazador; el que emplea cada vez que hace una advertencia seria.

—¡Ya! Entendido —le dije mostrándole las palmas de mis manos en señal de rendición—. No lo volveré a hacer. ¡Tranquilo! No sabía que te ibas a poner en ese plan de familiar protector.

—¿Qué sentirías se te dijeran eso de Hikari?

—¡Mato al desgraciado que se atreva! —luego me miró con su cara de "ahora vez lo que te digo". Así que me apoyé en la puerta y crucé mis brazos.

Decidimos dar por terminada la conversación de machos sobreprotectores e irnos callados el resto del trayecto. Terminamos arribando, exactamente, a la 1:06 pm. El vuelo estaba programado para llegar hacia una hora atrás.

A pesar de que Yamato me la describió como un monstruo, yo no podía creer que estuviera tan tranquilo si eso era cierto. Igual, Yamato muchas veces no expresa lo que en verdad pasa en su interior. Nos paseamos por el enorme lobby del aeropuerto, buscando en un mar de gente. Siempre pasa eso cuando es verano y muchos turistas vienen a Japón.

—Oye, ¿y por qué tu prima no se va en el tren o en alguno de los autobuses? ¿Por qué tenemos que venir nosotros?

—Porque es la primera vez que sale de América. Y me siento mejor si me cercioro personalmente de que llegue a salvo a casa.

—Bueno, eso lo puedo comprender —al decir esto me miró con una cara de asombro; obviamente queriendo molestarme al hacer referencia a mí ya conocida falta de atención. Pero decidí ignorarlo—. Ahora dime, ¿ por qué demonios tenía que venir?

—Porque si conozco a Mimi, y la conozco, lo más seguro es que venga con más maletas de las que necesita.

—¡No seas exagerado! Sólo viene de vacaciones de verano. ¿Qué tantas maletas puede traer?

—Te lo aseguro, trae más de las que imaginas.

—¡Bah! —hice un gesto de incredulidad—. ¡Te apuesto a que yo solo puedo llevarme todo su equipaje!

—Eso lo quiero ver.

—Lo verás Yamato, lo verás.

Seguimos buscando con la mirada pero todavía no encontrábamos rastros de ellas. Además, yo no tenía ni idea de cómo era la prima de Yamato; así que puse a buscar extranjeras. Como venía de América, me enfoqué en gente que hablara inglés, que fuera blanca, tal vez rubia como Yamato. Pero aún nada.

De repente, por la salida de inmigración, se escucharon unos potentes gritos de queja. Era una chica esbelta, de buen cuerpo, cabello castaño y altura considerable. Hablaba, despotricadamente, de que en el avión no había de su golosina preferida; que el vuelo duró mucho; que la fila para sellar el pasaporte había sido inmensa; que era una exageración que le hubiesen cobrado un tarifa por sobre equipaje, alegando que siete maletas no eran muchas para una sola persona; entre otras muchas cosas más.

—Mira Yamato, esa chica loca. Pobre de aquellos que tengan que convivir con ella.

—Sí, y tú y yo seremos sus primeras víctimas.

—¿Nosotros por qué?

—Porque ella es mi prima Mimi Tachikawa y nosotros sufriremos sus reclamos porque hemos tardado tanto en venir a recogerla.

Tragué pesado, al parecer Yamato no había estado jugando conmigo; su prima era de trato especial. Lo único que pude hacer esos momentos, fue ver el carro que tenía con todo su equipaje. Pero un sonoro grito me trajo de vuelta a mi triste realidad.

—¡YAMATOOO! —instintivamente nos paralizamos; yo me sentía como cuando mi mamá me pilla con las manos en la masa y viene un enorme y doloroso sermón por delante— ¡¿POR QUÉ DEMONIOS TARDASTE TANTO?! —volvió a gritar y llamó la atención de todos, alrededor.

—¿Qué es ese lenguaje, señorita?

—¡Qué lenguaje ni que nada! ¡Contesta mi pregunta, grosero! —le respondió, poniendo sus puños cerrados en ambos lados de la cadera.

—La culpa es de él —se exculpó Yamato mientras, que con el índice de la mano derecha, me señalaba.

—¿Y tú quién eres? —se dirigió a mí en un tono altivo.

Fue en ese momento en el que pude escudriñarla atentamente. Vestía un short corto, que le llegaba un poco arriba de la mitad del muslo, color amarillo y que le hacían lucir sus bien torneadas piernas; sandalias cafés, una remera rosa de tirantes, que le quedaba un poco holgada, en su mano derecha llevaba un reloj digital rosa; un sombrero de pescador blanco y unos lentes oscuros de armazón amarillo.

Deslizó, por su fina nariz, los lentes permitiéndome ver sus ojos castaños, un poco más claros que su cabello; grandes y profundos. Por último, tenía una pequeña bolsa colgando en su brazo izquierdo.

—¿Eres mudo o algo parecido? —me sacó de mis cavilaciones.

—¡Claro que no! Yo soy Taichi Yagami, el mejor amigo de Yamato.

—Por desgracia —comentó mi mal agradecido amigo.

—Bueno, ¿y qué tiene que ver él con que hayas llegado tan tarde?

—Lo que pasa es que le pedí que me viniera a ayudar y se quedó dormido por lo que tuve que ir por él a su casa y eso nos retrasó.

—¿Y para qué lo necesitas? —su exasperación era cada vez mayor. Ahora estaba presente un constante golpeteo de su pie contra el suelo.

—Para llevar todo tu equipaje.

—¡¿TU TAMBIÉN?! ¿Qué acaso en este país no se puede entender que siete maletas son sólo para cargar con lo esencial? ¡Lo mismo dijeron los de inmigración! ¡¿Es muy difícil de entender?!

—Algo, lo que sí, es que es muy raro —hablé para entrar en la conversación, pero su gélida mirada me dio a entender que mi comentario no fue bien recibido.

—No se diga más. Ya están aquí así que podemos partir a casa que estoy agotada—sentenció de manera autoritaria y se encaminó a la salida hacia el tren.

Yamato me pidió que la acompañara mientras el compraba los boletos. También le tuve que prestar dinero, pues no llevaba suficiente efectivo. Lleve el carrito con el equipaje y tuve que bajarlo sin ayuda.

Al poco tiempo, Yamato llegó y se llevó a Mimi para guiarla.

—¡Oigan! —les grité cuando vi que se iban. Al voltearse, Yamato se me quedó viendo raro.

—¿Qué sucede Taichi?

—Se les olvidan las maletas.

—¡Claro que no! —respondió él— No sé si te acuerdas, pero quedamos que tú solo te llevarías todo el equipaje.

Había estado rogando para que a Yamato se le olvidara ese comentario que hice; pero, al parecer, eso no sucedió. Pero no me iba a amedrentar y tomé tres valijas con la mano derecha, dos con la izquierda y Yamato me hizo el favor de poner las dos restantes bajo cada uno de mis brazos.

Empecé mi andar con serias dificultades, iba lento y solo; ellos habían adelantado camino y sostenían una conversación amena. Con cada paso que daba, el dolor en los brazos, las manos, el torso y los muslos, era mayor. El sudor corría por toda mi cara y mi playera estaba siendo víctima al quedar empapada.

El bajar las escaleras eléctricas me sirvió para darle cierto respiro a mis piernas; pero el trabajo se había trasladado con creces a los brazos. Y al terminar el trayecto tuve un pequeño altercado que me retrasó más de lo que ya estaba.

Al llegar con los muchachos, por fin pude descansar un poco.

—¿Por qué tardaste tanto? —me cuestionó Yamato. Pero no pude responderle, pues mis manos reposaban en mis rodillas y trataba de retomar el tan necesario aire para vivir.

De la nada, y al ver que yo no respondía, Yamato me examinó detenidamente; se fijó en la cabeza y tocó la pequeña protuberancia que se me había hecho en la parte superior de la frente y que muy bien escondía mi abultado cabello.

—¿Qué te pasó? —volvió a preguntar. Con un tono de curiosidad más que de preocupación.

—Nada —volví a tomar aire—, lo que pasó es que, accidentalmente, golpeé a una señora de avanzada edad con una de las maletas y la muy inconsciente me propinó un golpe con su sombrilla.

La risa de Yamato no se hizo esperar y era totalmente previsible. Lo que me sorprendió mucho fue que Mimi también se regocijo en mi desgracia, pero estaba cansado para defenderme. Además, no tardó en llegar el tren y volví a tomar el equipaje.

Del trayecto, sólo puedo decir dos cosas: una buena y una mala. La buena es que pude dejar el equipaje en el piso y descansar otro rato; lo malo fue que yo seguía siendo el encargado y no me le pude despegar por lo que tuve que ir parado, mientras Mimi y Yamato continuaban con su conversación sentados. Hasta dónde tenía entendido, sus madres eran primas pero siempre se trataron como si fuesen hermanas; y ellos como primos, aunque eran contadas las ocasiones en que se habían visto.

La cruel travesía continuó cuando bajamos en la estación Tokio, y nos dirigimos directamente a Odaiba. Al terminar el trayecto ferroviario, Yamato tuvo piedad de mí y consiguió un taxi que nos llevó directo a su casa y evitarme el trayecto a pie.

Cuando llegamos al complejo departamental en el que vive Yamato, me sentí aliviado; ya estaba en la recta final. Bajé las maletas, tomándome más tiempo del normal; estaba haciendo tiempo para prolongar mi descanso. Pero el tormento continuó y lo peor es que volví a quedarme solo; el par de primos habían subido a recoger más dinero para pagar el viaje.

Con cada paso, los brazos se me entumían más y más. Cuando las puertas del ascensor se abrieron frente a mí, Yamato salió disparado y me desbalanceó causando que tirara las maletas y tuviera que volverlas a levantar. Avancé unos pasos para entrar, pero la puerta se cerró en mis narices y me tomó por sorpresa que terminé estampando mi rostro en su superficie. Solté, nuevamente el equipaje, y apreté el botón; por suerte aún seguía en ese piso.

Sin pensarlo, aventé rápidamente las maletas al interior del ascensor y me metí lo más pronto que pude. Lo mismo hice cuando arribé al piso de Yamato; ya muy cerca de la meta. El último tramo fue el más difícil, cada paso me acercaba más, pero a la vez me sentía más lejano. Y nada más al tocar la puerta y abrirla, sentí un gran alivió correr por todo mi cuerpo.

Dentro, estaban Natsuko, la mamá de Yamato; Takeru, su hermano menor y mejor amigo de mi hermana, y la recién llegada Mimi.

—¡Taichi! —exclamó la señora Ishida al verme, muy sorprendida por verme cargar con todas las maletas— ¡¿No me digas que Yamato no te ayudó?!

—Buenas tardes señora —saludé con un breve reverencia, la cual terminó de fastidiar mi espalda—, en lo absoluto. Yamato no me ayudó en nada, pero no era necesario; lo hice para demostrarle que cargar con siete maletas no es tan pesado como llegó a pensar.

—Con respecto a eso, creo que si es un poco exagerado.

—¿Tú también tía? —exclamó una Mimi fastidiada de la misma cantaleta y bufó molesta—. ¿Cuál es mi cuarto tía?

—El de Takeru, él dormirá con su hermano.

—Excelente, puedes dejar las maletas ahí.

La expresión de mi rostro reflejó sorpresa y total incredulidad ante la inesperada petición y luego cambió a la de resignación. Cuando me disponía a tomar el equipaje, una mano me detuvo.

—Déjame ayudarte.

Era Takeru tomando tres de las maletas y llevándolas a la recamara. Sólo me limité a seguirlo.

—Oye Takeru —le hablé en voz baja—, con esto te has ganado una visita a mi casa sin mi supervisión —la cara del muchacho emuló el semblante sorpresivo que la mía había tenido hace unos momentos.

Cuando terminamos, Yamato ya estaba de regreso y yo me dispuse a retirarme, pero la señora Ishida me lo impidió con una invitación a comer. La tuve que rechazar, mi cansancio era mayor a mi hambre y lo que quería era tirarme en mi cama y continuar con mi interrumpida siesta. Pero la insistencia era tal que me doblegué.

La comida fue la parte más tranquila del día. Mimi tenía mucho sueño y se retiró a descansar un poco, por lo que ella no nos acompañó en la mesa. Al terminar, pude por fin despedirme y emprender el camino a casa.

Al ir pasillo, Yamato me alcanzó y me agradeció la ayuda. Pocos minutos después, finalmente llegué a casa con mis extremidades entumidas y me tiré en mi cama como momentos atrás lo deseaba. Ese día, dormí temprano y me rendí ante el cansancio. Así había concluido mi primer día de vacaciones.


¡Muchas gracias por leer! Espero que haya sido de su agrado. Subiré un capítulo cada jueves entre las 2:00 pm y las 4:00 pm, tiempo de México, Guadalajara y Monterrey.