LA CULPA LA TUVO EL TREN
Disclaimer: Los personajes de Card Captor Sakura es de Clamp y la trama de esta historia es mía.
Capítulo 1: Cielo sin estrellas
No era un día muy diferente al de hoy. Recuerdo perfectamente que fue un viernes muy frío, por la tarde. Acababa de salir de la biblioteca, donde había pasado las dos últimas horas buscando información sobre el trabajo que había de entregar el mes siguiente. Aunque mi dedicación no dio los frutos que yo habría deseado, mi mente había empezado a funcionar como una estampida, y mil ideas florecieron brillantes como los cerezos en primavera.
Tanto me decía mi mente que no reparé en lo que hacía o hacia adonde iba. De pronto, me encontré en la estación de trenes donde tenía que coger el tren que me llevaría a mi casa, en Tomoeda. Gracias a los dioses, el viaje apenas treinta minutos y no tenía que hacer ningún trasbordo en Tokio.
Diez minutos de espera, y por fin los altavoces resonaron anunciando el próximo tren por encima de mi cabeza y el resto de cabezas que había a mi alrededor y que iban a hacer lo mismo que yo: irse a casa.
Cuando el tren se detuvo, me acerqué rápidamente a la puerta, evitando los empujones de los propietarios de aquellas cabezas, esperé a que ésta se abriera y entré en el vagón, en el que, para mi sorpresa, apenas había gente. Mis ojos buscaron veloces un lugar vacío para sentarme y poder aprovechar esos minutos de viaje para esbozar mis ideas en un papel, antes de que se me olvidaran y se fueran de mi cabeza para siempre. Agradeciendo de nuevo al poder celestial, encontré un asiento en un lado del vagón, entre un hombre que parecía no haber pisado una barbería en quince años y un joven de pelo oscuro, que llevaba en su regazo un abrigo doblado y un maletín negro, y la cabeza girada hacia el otro lado del vagón, evitando que yo pudiera ver su rostro.
Decidida a no dejar que ninguna cabeza me quitara el que yo ya había decidido que sería el trono donde descansarían mis posaderas durante la siguiente media hora, emprendí el camino de escaso metros que me separaban de él.
Me senté en el incómodo asiento de plástico y, suspirando para relajarme, apoyé mi cabeza en el cristal de la ventana que había a mis espaldas y estiré un poco las piernas. Mis ojos, inevitablemente, dieron con el techo, tan oscuro como la noche.
'Qué pena que no haya estrellas en este cielo', pensé. 'Y en lugar de una peluquería, el peludo debería visitar una ducha', se quejó mi mente, a la vez que yo arrugaba mi nariz.
Después de mis desestresantes estiramientos, y olvidando la fragancia que el hombre de mi izquierda despedía, coloqué mis pertenencias sobre mi falda, y en cuanto me preparé para abrir mi bolsa y sustraer mi libreta y un bolígrafo, noté por el rabillo del ojo que el joven sentado a mi derecha me estaba observando.
Intenté no parecer muy interesada en él, pero la forma de su cara, el color de su pelo, la chispa de sus ojos, el rojo de sus labios... Todo me pareció familiar. Sin poder aguantar más aquella miradita, y para ser sincera, notando un creciente interés en mi pecho por saber quién era el dueño de esas facciones, giré de repente la cabeza, clavando mis ojos violetas en los suyos.
Mi sorpresa, por supuesto, fue recibida con una gran sonrisa... Una muy sexy...
"¡Touya!" grité bien alto en aquel vagón silencioso que ya había empezado a moverse, provocando algunas miradas divertidas (y otras no tanto) entre aquellas cabezas viajeras. Ignorándolas (un arte, a mi parecer), puse toda mi atención en el hermano de mi mejor amiga. "¿Qué haces aquí?" le pregunté extrañada de verlo entre aquellas cabezas... personas.
Riéndose encantadoramente, Touya me contestó: "He tenido que visitar a un cliente en Yokohama, y como no podía ir en moto, he decidido coger el tren."
"Ah..." respondía inteligentemente, dejándole ver, como no, lo grande que Tomoyo Daidouji tenía la cavidad bucal. Sobreponiéndome a mi torpeza, causada, sin duda alguna, por la presencia de aquel joven a mi vera, le pregunté: "¿Por qué no podías ir en tu moto?"
"Bueno... No es la imagen que un arquitecto querría dar al hombre que le da de comer, ¿verdad?" sonrió. "No puedo presentarme delante de su oficina con el casco, la chupa de cuero, montado en la bestia, para después adquirir la imagen de un joven trabajador y responsable y, digamos, aparentemente aburrido... Tengo comprobado que a los empresarios no les gusta la idea de que sus empleados sepan divertirse o tengamos emociones más satisfactorias que el trabajo... Tengo que disfrazarme un poco cada día, sino me quedaría sin empleo..."
"Así que, simplemente, das la imagen de ser un arquitecto trabajador, responsable y aburrido..."
"Exacto."
"Vaya mierda," solté sin darme cuenta, lo que me hizo ganarme una mirada en particular llena de sorpresa y, me atrevería a decir, de admiración. "Oops... Lo siento," me disculpé bajando los ojos a mis manos, entrelazadas sobre mi regazo.
"No pasa nada," me dijo. "Es que me sorprende que la bella, dulce y siempre recatada Tomoyo me haya soltado tal exclamación."
"¿Debo sentirme orgullosa de ello?"
"Si me lo estás preguntando a mí..."
"¿A quién más?" lo interrumpí entornando los ojos hacia el cielo sin estrellas.
"... la respuesta es que sí," terminó, ignorando (seguramente un arte para él también) mi interrupción, aunque no le pareció molestarle. "Lo cierto es que, a pesar de conocerte desde que eras una mocosa..."
"¡Oye!"
"... nunca te he oído expresarte de una manera que, a los ojos (u oídos) de tu madre, sería muy deshonrosa y poco favorecedora para la heredera Daidouji."
Terminó de decir esa frase, y durante un largo minuto que se me hizo eterno, el silencio reinó entre nosotros. Yo lo miré con el ceño fruncido, pensando en una respuesta astuta para contestar a su inadecuado comentario. Primero, que me recordó los años que lo conocía, ocho para ser exactos, de los cuales los tres últimos los he pasado completa y perdidamente enamorada de él (aunque yo no iba a decírselo). Lo siguiente me recordó fue que me había conocido durante aquella etapa en la que yo no hacía más que pensar en los modelitos que iba a hacerla a Sakura, en las cintas de película que iba a grabar de sus aventuras, y en lo que la iba a ayudar para que se diera cuenta de que Shaoran y ella estaban hechos el uno para el otro.
Afortunadamente, aquella etapa la superé con creces, y Shaoran y Sakura se animaron a confesar sus sentimientos, lo que me dejó un poco de lado (pero no mucho) y lo que me llevó a pasar más tiempo en casa de los Kinomoto sin Sakura... pero sí con su hermano. Tiempo que aproveché y dediqué a enamorarme de él.
Lo siguiente que pasó por mi cabeza fue que Touya también me recordó a mi madre, y con ello, mi mala relación con ella. La quiero, y mucho, no me confundáis, pero últimamente nuestra relación madre-hija está por los suelos. La razón principal es que no está de acuerdo con mi elección en los estudios. No le gusta que haya escogido la carrera de Psicología en lugar de Administración y Dirección de Empresas, que era lo que ella quería, pues en su gran plan de mi vida, ella se había propuesto que, una vez graduada, me dedicara por entero a la empresa familiar. Yo y mi rotundo 'no' llevaron a mi madre a la desesperación y casi a un colapso nervioso, vociferando por todo el hospital que su hija la había decepcionado de tal manera que se iba a morir de la pena. Sus maquinaciones no le sirvieron de nada. Conozco a mi madre demasiado bien como para caer en sus trampas. Ella es la protagonista mala de la película. La antagonista.
Otro punto de discordia fue el hecho que mi madre pretendía casarme una vez terminara el instituto. Había escogido para mí a un joven emprendedor y muy rico, claro está, para que me llevara al altar y me diera un montón de hijos que heredaran la empresa... ¡JA! La verdadera razón del 'trato' era un jugoso contrato entre las empresas del padre del muchacho y de mi madre.
Sonomi Daidouji, además de una gran actriz, es una gran lianta, una manipuladora... Y voy a dejar de decir cosas malas de mi madre porque no todo es malo, y ella es... ¡Bueno, es mi madre!
Lo que nunca le dije a mi madre fue que mi negativa a ese matrimonio, además del evidente chantaje y que el chico no era lo que ninguna mujer buscaría como marido (pues perdía aceite...), se fundaba en que yo ya tenía un hombre en mi corazón, y del cual yo ya estaba enamorada: Touya Kinomoto.
Touya Kinomoto, a quien mi madre nunca aceptaría, me repetía a mí misma, porque era hijo de su queridísima Nadeshiko y del 'maldito ladrón' de Fujitaka, a quien yo quiero como si fuera mi propio padre. Lo bueno de todo esto es que mi madre aprecia a Fujitaka... y mucho. Pero nunca se lo hará saber. Si permitiera que su única hija y heredera de una gran fortuna se casara con un joven humilde, de gran corazón, trabajador, responsable, amante de a velocidad, algo cabezota, con estudios superiores y una gran reputación en el mundo de la arquitectura... destruiría la imagen de mujer fría, rica y poderosa que era. Su corazón, en los negocios, no tenía lugar. Y parecía que, a pesar de todo, en su vida familiar tampoco importaba.
"Tomoyo... Tomoyo..."
La voz de Touya interrumpió mis pensamientos más pesimistas sobre mi vida.
"¿Sí?" pregunté con un filo de voz.
"¿Te ocurre algo?"
Su mirada preocupada me enterneció tanto que mis pensamientos se desvanecieron al ver sus ojos, marrones y profundos, que tanto amaba.
"Estoy bien," dije resoluta.
"Perdona si te ha molestado que..."
Por tercera vez tuve que interrumpirlo, pero en esta ocasión no lo dejé continuar. Una de mis manos se posó sobre las suyas, sobresaltándolo.
"No pasa nada... Al fin y al cabo, sólo has dicho una gran verdad... Eso es lo que mi madre pensaría si me oyera decir algo así..."
"Pero lo que diga tu madre te importa un bledo," dijo Touya con una voz cantarina, haciéndome reír al escuchar su tono de sabelotodo.
Su cara, iluminada por su perfecta sonrisa, me dio un vuelco al corazón... ¡Qué hombre!
"Tienes razón," y envalentonada, proseguí. "Me importa una mierda..."
Su fuerte y pegadiza risa se oyó por todos los rincones del vagón, a la que pronto se le unió la mía. Si hablar mal provocaba esas carcajadas en él, lo haría las veinticuatro horas al día...
A Touya no se le oía reír muy a menudo, no desde que su hermana comunicó su noviazgo con Shaoran. Touya no estaba completamente en contra del joven chino, porque en el fondo no podía negar que le simpatizaba. Shaoran había demostrado en incontables ocasiones que sus sentimientos por Sakura eran muy fuertes y sinceros, y que era un hombre valiente, que hacía feliz a su hermana y que seguiría haciéndola feliz por el resto de su vida. Porque si una cosa estaba clara era que esos dos acabarían casándose... Y así era.
Shaoran le había pedido a Sakura que se casara con él hacía tres meses. Y pronto la boda se puso en marcha: la fecha, el templo, el vestido, los invitados, el convite, el pastel, la orquesta, las damas de honor, el padrino, la luna de miel... Y el traslado a Hong Kong.
Y eso último hacía que Touya se sintiera, de alguna forma, vulnerable, su hermana, a la que había cuidado junto a su padre desde que Nadeshiko falleció, a la que había reconfortado cuando se había hecho daño, a quien había encubierto en sus escapadas para atrapar las Cartas de Clow... se iba de su lado. No para siempre, pero sí de su día a día.
Aquellos pensamientos sólo fueron escuchados por una persona, y esa fui yo misma... la noche en que Shaoran le propuso matrimonio a Sakura. Tres meses atrás.
La joven pareja había ido a cenar, y yo había sido invitada por Fujitaka a pasar la velada con ellos, pues mi madre tampoco se encontraba en el país. Después de una deliciosa cena, Fujitaka se retiró a su despacho, dejándome a Touya y a mi solos en el salón, viendo una película.
Y Touya, simplemente, empezó a hablar. Y yo, simplemente, escuché.
Touya me confesó que, aunque sus poderes habían desaparecido cuando se los entregó a Yue, había recuperado algunos, provocándole 'sensaciones, corazonadas', como él siempre las denominaba. Aquella noche, solos en el sofá, Touya me dijo que, cuando Sakura y Shaoran habían empezado a salir, había visto a su hermana casada con el 'mocoso', y viviendo en una preciosa casa... en Hong Kong. Y que no iba a tardar en ocurrir. Es más, tenía la 'sensación' que esa noche Shaoran iba a pedírselo.
Y así fue.
Aquellos últimos meses habían sido muy duros para mí. Mi hermana, mi única hermana se casaba con el mocoso. Y nos iba a dejar a mi padre, a Tomoyo y a mí, a sus mejores amigos, a la ciudad que la vio crecer...
Sin embargo, a pesar de todo, sobrellevé esos meses inesperadamente bien, gracias a ella.
Tomoyo. Tan bella y dulce como siempre. Bella y dulce aunque soltara esas palabras tan poco acordes con esa belleza y dulzor. Con su posición.
Tomoyo. Tomoyo Daidouji, tengo que recordarme una y mil veces. Tomoyo Daidouji, de quien estás enamorado y de quien no deberías estarlo. Tomoyo Daidouji, heredera de una gran fortuna, quien nunca te vería como algo más que el hermano de su mejor amiga, como un simple amigo... como un simple viajero en un tren.
Tomoyo... Nombre ligado a tantas emociones, y tan desconcertantes para mí.
Tomoyo... El nombre de la mujer a la que me gustaría hacer mi esposa, madre de mis hijos, mi compañera para el resto de nuestras vidas... Un sueño imposible.
Y allí, sentados el uno al lado del otro, sus piernas chocando al son del traqueteo del tren... Yo dejaba volar mi mente, imaginando el día de nuestra boda, el rostro de nuestros hijos, la pasión de nuestras noches, unidos como una sola alma...
La completa felicidad. Inalcanzables.
Y hablando seguimos nuestro camino...
Para mí, aquella media hora fue un suplicio. Una mujer no tiene el suficiente autocontrol como para pasarse tantos minutos sentada al lado de un hombre como Touya, sin querer tirársele encima y hacer cositas en el sucio suelo del vagón, bajo mi cielo sin estrellas.
No que yo tuviera la experiencia de haberlo hecho ates... Ni bajo un cielo sin estrellas, o bajo uno con estrellas. Ni de una ni de otra. Ni siquiera de día... o de tarde... Seguía siendo tan pura como el día que nací... Bueno, al menos ese miércoles lo era... Ahora ya no... Je je...
Recuerdo que al llegar a Tomoeda, Touya se ofreció a llevarme a casa en su moto, una preciosa Harley Davidson que había conseguido comprar después de ahorrar durante años. A pesar de haberla montado antes, esa moto siempre me provocaba una sensación de poder... y de respeto.
De poder, porque a una siempre le ha encantado saber que, al subir en ese enorme trasto, se tiene que colocar las manos alrededor de aquella cintura masculina. Siempre me he sentido más poderosa al saber que tengo, literalmente, a Touya en mis manos, que tener tantos ceros en mi cuenta corriente. De respeto... porque esa moto me daba miedo. Y mucho más después de aquel accidente que Touya había tenido el verano anterior, al resbalar con una de las señales de tráfico pintadas en el suelo en medio de una intensa llovizna que lo había sorprendido al volver de la oficina. Las heridas se curaron rápido, sólo unos rasguños en las rodillas y en los codos. Y, menos mal, que llevaba el casco.
Dejando esos recuerdos aparte, le respondía a Touya si no le importaba llevarme a su casa con él. Mi madre estaba en el extranjero de nuevo, en Nueva York esta vez, y él accedió. es más, me invitó a quedarme a cenar con él. A lo que yo acepté encantada.
Y montándome en aquella moto, con mi cuerpo pegado al de Touya, sintiendo su calor, me dejé llevar hasta su casa, como si del palacio de un príncipe se tratara.
Y esa noche, entre esas cuatro paredes, realmente me sentí como una princesa que se convertía en reina.
Notas de la autora:
Una nueva historia de mi propia cosecha, cuyo primer capítulo está ambientado en un viaje en tren. Me hubiera gustado dedicar más tiempo al trayecto en el tren, pero de alguna manera, se habría perdido la magia que quería transmitir.
No sé si he conseguido que sintáis esa magia. Yo la he sentido al escribir cada palabra de este primer capítulo.
Al menos, espero que os haya gustado. Así que espero vuestros comentarios. No sabéis cuanto me emociona abrir el mail y saber que habéis leído mis fics...
AVISO ¡EN EL PRÓXIMO CAPÍTULO SE CAMBIA EL RATING!
Muchos besos,
Mery
