En el hospital los rumores vuelan. Así que no ha podido no enterarse de la bisexualidad de Trece. Desde entonces le ha rondado en la cabeza más de lo que se hubiera imaginado. Cuando se la encuentra por los pasillos actúa como con los hombres: está pendiente de su reacción al escote que luce, la toca un poco más de lo que sería necesario, o se contonea intencionadamente cuando le da la espalda.
Se sorprende pensando si será demasiado mayor para ella. O si se ganará una demanda por acoso sexual de tanto mirarla, o por soltar comentarios con doble sentido cada vez que se inventa algo de qué hablar con ella. Pero Trece no se ofende, incluso Cuddy se pregunta si no acude a ella más de lo que su relación profesional requiere.
Ahora mismo Trece no para de hablar sobre no sabe qué paciente al que House quiere someter a no sabe qué prueba. Pero que seguro que es brillante y está mal. Ya se sabe el resultado, así que deja que su mente navegue por el hueco de la clavícula de la residente, donde podría poner a navegar sus dientes y su lengua. Piensa en el estremecimiento que pueden provocarle esas pequeñas manos, el placer de unas uñas cuidadas acariciándola en lugar de las manos peludas a las que está acostumbrada. El breve escote insinúa una piel tan suave como pálida debajo de la bata. La ve tan frágil, tan callada, y sin embargo se imagina que será muy apasionada con dos copas de más, liberada de esa sombra que parece rondarla.
Cuando su mente abandona la valoración de unas piernas largas y flexibles entre las que sumergirse, se da cuenta de que Trece espera una respuesta. Cuddy finge indignación y camina para gritarle a House, que sabe que la acusará de necesitar un polvo. La directora mira a Trece, se muerde el labio y masculla "Vaya si lo necesito".
