- Me acuerdo de ti

- Me acuerdo de ti.

Bigby está sentado en la oficina de Bestia, leyendo unos expedientes y fumando un cigarrillo, cuando la voz lejanamente familiar le despierta de sus pensamientos. Al mirar hacia la puerta no evita un gesto de desdén.

- No lo dudaba. Estás mucho mayor.

- Y dicen que mucho más guapa.

- No deberías creerte todo lo que te dicen, podría acabar comiéndote el lobo.

Es verdad que está más guapa. Aprueba para sus adentros las formas redondeadas pero no exageradas que han tomado sus pechos y sus caderas, como se han marcado las facciones de una cara que no ha llegado a perder el toque infantil. Ahora es más adulta, y más sexy. Pero sigue siendo la misma zorra de rojo.

- Ya sabes que a mí el lobo nunca me ha dado miedo.

- No es eso lo que fuiste contando.

- ¿Qué es mejor: que piensen que te comes a las niñas o que te las follas?

Caperucita se acerca a la mesa del sheriff contoneándose y se sienta en el borde, muy cerca del lobo, que procura no mirarla.

- Sabes que me da igual lo que piensen.

- ¿Incluida 'ella'?

- 'Ella' sabe lo que tiene que saber, y piensa lo que quiere pensar.

- ¿Entonces no le importa que a quién le llevara la merienda no fuera a la abuelita sino a ti? Quizá tampoco la importe que te la siga trayendo.

Se inclina para poner su cara a la altura de Bigby, que tiene que evitar relamerse ante los pechos redondos y blancos, sabrosos y carnosos que le muestra el escote del vestido rojo de la chica.

- No tenía estos pechos cuando jugábamos en el bosque, lo sé.

La zorra le sigue conociendo, piensa él. Demasiados años con el mismo cuento a vueltas para no. La situación le cabrea y le excita a partes iguales. Le cabrea que aquella gilipollas le fuera a su abuela y al leñador con el rollo de que se la quería comer cuando decidió marcharse, le jode que ellos, y todas las generaciones de niños estúpidos se creyeran de verdad que aquella adolescente rebelde se había metido en su cama al 'confundirle con la abuelita'. Pero le excita, le excitaba entonces con las trenzas rubias, la minifalda y la actitud desafiante, y no lo hace menos ahora, con el papel de desmemoriada y cándida que ha optado por interpretar. Y le hace gracia verla interpretarlo.

Bigby se levanta de la mesa, fingiéndose más enfadado de lo que realmente está, y la ordena marcharse.

Caperucita se levanta de la mesa, muy despacio, exagerando los movimientos que ella debe creer de mujer fatal.

- Volveré. Y lo haré hasta que no me eches, le susurra al oído, antes de darle un beso en la comisura de los labios. – Ahora ya no soy una niña.

Al lobo le cuesta no lanzarse encima de ella y hacerle el amor como en el bosque, precisamente porque sabe que sigue siendo la misma niña, la misma zorra.