Mi cuerpo quedó por completo paralizado, solo mis ojos se movían, siguiendo cada movimiento de ese pequeño, mitad mío y mitad suyo, que se veía en blanco y negro en la pantalla. Era hipnotizante, la cosa más maravillosa que había visto alguna vez.

Mis labios fueron lo siguiente en moverse, una sonrisa se formó en mi rostro a la vez que tragaba para evitar el nudo en mi garganta y abría un poco más mis ojos para que las lágrimas se secaran. Por supuesto que no pude ocultar nada y en cuando mis ojos se encontraron con los de mi mujer, supe que era mi espejo y yo es suyo, ambos iguales, completamente felices y emocionados.

La voz de la doctora interrumpió el momento, nos indicó las partes de su pequeño cuerpo que comenzaba a formarse y cambió de posición el aparato que escaneaba el vientre de mi niña. Yo no pude hacer más que mirar a lo que en 6 meses tendría en mis brazos como prueba incondicional de nuestro amor. Ninguno de los dos podía hablar, con mirarnos nos lo decíamos todo pero aún así no pude contener el acercarme a sus labios y besarla suavemente – Gracias – susurré en su oído – Te amo… - continué para luego mirar a nuestro bebé hasta que la médica finalizó la ecografía.

Con solo mirarnos se dio cuenta de la condición en la que estábamos, motivo por el cual nos sonrió con amabilidad y casi ternura, felicitándonos por la buena nueva. Nos explicó que el embarazo iba bien, no había ningún tipo de problemas y volvió a recomendarnos lo que no debíamos hacer para así cuidarlo. Agradecí el interés por el cuidado de mi pequeño y mi mujer, y regresamos a casa, ambos sin dejar de sonreírnos el uno al otro. Estábamos en nuestra pequeña burbuja de felicidad, cualquiera que nos viera podría notarlo. Nada podría arruinar ese momento, todo era perfecto.

Al entrar en la habitación la rodeé sutilmente con mis brazos acercándome a ella y el abrazo en el que nos fundimos parecía no tener fin. Y no quería que acabara. Su pequeño cuerpo se veía frágil en mis brazos, sentía que debía protegerla y ahora tenía doble razón. Besé su frente bajando luego hasta la altura de su boca, uniéndonos nuevamente en un lento y a la vez profundo beso, cargado de felicidad, emoción y por sobre todas las cosas, amor.

Cenamos juntos, esta vez yo cociné para ella, y luego nos fuimos a descansar. Nuevamente rodeé su cuerpo con mis brazos, disfrutando de tenerla conmigo, y acaricié su vientre lo que parecía relajarla. En minutos se durmió y pude apreciar en detalle el rostro de mi ángel. Mi cabeza comenzó a divagar, pensando como sería ese nuevo integrante que tanto deseaba tener en mis brazos.

Si era varón, imaginaba una tarde de domingo, ambos en el patio de casa jugando fútbol mientras Vane reía de mis tonterías y festejaba los goles de nuestro pequeño, alentándolo. Si era niña la pensaba tan hermosa como su madre, peinando una muñeca en su dormitorio antes de que yo fuese a contarle un cuento y cubriese su cuerpo cuando quede dormida aferrada a su oso de peluche.

Me encontré sonriendo solo, mientras soñaba con este futuro tan feliz y prometedor, siempre junto a la mujer que amo. Me incliné lo suficiente como para alcanzar su vientre con mis labios y lo besé lentamente – Te amo pequeño, no puedo esperar para que estés con nosotros – hablé como si me escuchase y entendiera si bien sabía que no lo hacía, pero aún así, quería que se sienta amado o amada desde el primer momento.

Volví a subir hacia el rostro de mi niña y mis labios se posaron ahora en su frente – Que descanses mi ángel – murmuré mientras nos cubría con la sábana y a ella con mi brazo también – Te amo – tomé su mano y la acaricié jugando con sus dedos hasta que el sueño me venció y quedé dormido de la mejor manera posible, al lado de la mujer que amaba, quien esperaba un hijo mío, e inmensamente feliz.