—Seguro encontrarán "OoC" con los personajes, por qué esta es la primera historia de ellos que escribí. Aun así, trataré de manejarlos lo mejor que pueda.
—Todos los personajes pertenecen a Tadatoshi Fujimaki, yo solo les secuestro para crear historias homosexuales y sensuales para alimentar mi alma Fujoshi.
Hola a todos, huehue.
Esta historia prácticamente es la primera que escribí sobre el AoKaga, sin embargo no me había animado a publicarla por motivos desconocidos(?). Debo decir que de igual forma, será una historia corta y algo ligera con el drama, a cómo muchos de mis lectores saben que acostumbro.
Bueno, por ahora les dejo disfrutar del capítulo y disculpen si tengo algún error ortográfico o incoherencia narrativa.
/EUA. Lunes 4 de Agosto del 2014/
Ya habían pasado cinco meses exactos desde que se graduó en Japón, en la preparatoria Seirin, luego de haber tenido el último Winter Cup, mismo evento donde varias personas importantes o "cazatalentos" estaban ahí, dispuestos a llevar a alguna estrella para la Universidad de cada uno. Por supuesto que a Kagami Taiga le llovieron infinidad de solicitudes tanto como de las que estaban dentro del país y continente, como fuera de estos, del mismo modo, supuso habían recibido sus amigos del equipo, pero parecía que la mayoría se mostraba renuente al hecho de salir del país por diferentes motivos o quizá nuestro sexy pelirrojo estaba demasiado emocionado.
Por eso, después de mucho meditar sus opciones, decidió regresar a América para continuar sus estudios en la Universidad y aprendiendo, así como creciendo en lo que tanto le gustaba: el basquetbol. No es que no confiara en la enseñanza japonesa para ese deporte, pero estaba bien para Kagami continuar explorando lugares y encontrando más retos a que si quedara en un mismo lugar, además, no siempre podría estar cerca de sus mismos compañeros y amigos del equipo.
Y no era conformista ni le gustaba la monotonía.
Aunque eso no significaba que no los fuera a extrañar, sobre todo a Kuroko, porque con él, su amistad había sido más íntima y unida, mas cada quién debía forjar su camino. Por eso, no hacía apenas dos semanas que llegó de Japón, quedándose por una semana con su padre para después instalarse en los edificios de la Universidad.
Demoró los anteriores meses jugando y disfrutando con el resto de sus amigos de equipo.
Ah, los extrañaría.
Al menos, contaba con que no iría solo, porque Himuro Tatsuya iba con él. Después de todo, a los dos les llegó la misma propuesta y les convenía. Y sinceramente, aunque ya sabían manejar el ser hermanos y rivales a la vez, ninguno de los dos negaría que fuera más cómodo jugar en el mismo equipo.
Era verano y hacía bastante calor, no tanto como llegaba a serlo en Japón, pero sí bastante como para que Kagami llegara vistiendo una camiseta de franela blanca y unos bermudas negros con sus tenis deportivos, ya que dentro del automóvil que Himuro manejaba, el calor se sentía más.
—Bien, Taiga, ya hemos llegado —musitó con una sonrisa suave. Su collar de cadena gruesa con su anillo relucía en su pecho.
—Ah, al fin. El tráfico empezaba a fastidiarme —resopló Kagami, estirándose de brazos y sin más, salió del automóvil, todavía estirando su cuerpo.
—Impaciente como siempre —Himuro rio cariñoso ya fuera del auto—. Ven, ayúdame con el equipaje.
Taiga asintió y con una sonrisa se acercó hasta el pelinegro para cada uno sacar su equipaje, que la verdad, al ser deportistas ambos, no era tan ligero. Cada uno tenía en su poder dos maletas grades y una mochila extra.
—Tatsuya, espero nos acomoden juntos en la habitación —masculló Kagami como si nada. No tenía problema con tener a otro desconocido en esa habitación, pero tener a su hermano con él, facilitaría las cosas.
—Bueno, no sabemos en qué se basaran para acomodarnos, Taiga —repuso Himuro con calma y viendo de reojo relucir el anillo de la cadena del pelirrojo.
Les había tomado casi una maldita hora llegar por fin a la enorme prefectura de la Universidad, que era casi un edificio y bastante lujoso. Pese qué los dos chicos tenían un plano del lugar, ubicarse era otra cosa y no porque tuvieran mal sentido de la orientación, sino porque el lugar parecía hervidero de hormigas de tantos alumnos que no solo eran los de nuevo ingreso, si no de los demás grados.
El lugar era tan grande, que habían tremendos árboles en las áreas verdes, así como palmeras y los ojos de Kagami brillaron cuando a lo lejos distinguió un montón de alumnos—o supuso lo eran al estar dentro del campus— jugando basquetbol en las canchas donde el sol pegaba con fuerza.
Himuro compartió la emoción de su hermano, quedándose ambos viendo el partido de lejos por un momento.
Taiga sintió cierta ansiedad, cuando notó como un jugador era tan veloz al driblar, que tuvo un ligero deja vú, pues esa forma de jugar tan impredecible le recordó a alguien que ni al caso. Pero bien pudo confundirse, debido a la distancia en que se veían.
Al final, Himuro terminó jalando del brazo al pelirrojo para continuar caminando rumbo a la prefectura, donde les darían las llaves y número de dormitorio.
El sensual Kagami había decidido enfocarse en la gastronomía, pues la verdad sus dos amores y cosas en las que resaltaba, eran la cocina y el basquetbol. Pero definitivamente prefería esta última, aunque no por eso descuidaría sus estudios, al menos no ahora.
Y el bonito de Himuro había elegido Ingeniería en Sistemas o algo así recordaba el pelirrojo.
Lo cierto era que el pelinegro debería estar un año más adelante que el pelirrojo, pero por cosas familiares del primero, es que sus estudios se truncaron ese tiempo y por eso ahora mismo había terminado ingresando con su hermano, cosa que no le molestaba a ninguna para nada.
—Demonios, debimos haber llegado antes —se quejó Kagami, frunciendo el ceño, pues cuando llegaron a donde debían, el lugar estaba lleno. Seguramente tardarían otra hora en pasar o quizá más.
—Pues lo hubiéramos logrado, pero te demoraste mucho comiendo, Taiga —Himuro alzó las cejas, molestándolo un poco, sin intención realmente de echarle la culpa.
—Como no, ayer jugamos hasta tarde con Alex, necesitaba recuperar energía —Kagami hizo una mueca algo infantil y se rascó la cabeza.
—Tendremos que esperar de pie, para que no nos roben el lugar —comentó Himuro, mientras veía alrededor los asientos desocupados y como poco a poco los alumnos pasaron de amontonarse, a hacer varias filas clasificadas donde estos dos chicos del mismo modo formaron parte.
Para matar el rato, el pelirrojo y el pelinegro se pusieron a platicar cosas triviales de los partidos o cosas personales, riéndose de vez en cuando o quejándose del calor.
Pero, ya había pasado más de una hora y ahora de verdad, Kagami estaba incómodo, porque las filas avanzaban completamente lento. A este paso, terminarían hasta el anochecer.
—Oh, ¿Kagami?
Al aludido muchacho, se le hizo familiar esa voz, como no, si había jugado dos partidos con el equipo de Too.
— ¿Imayoshi? —Kagami parpadeó un poco sorprendido, jamás había pensado encontrarse con ese chico en este lugar.
—Vaya, no pensé que la Universidad fuera tan avariciosa de mandarlos a llamar a ustedes también —Imayoshi sonrió, con su cara tan amigable y risueña de siempre, mientras se acomodó los lentes con el dedo índice—. Mah, tú debes ser Himuro Tatsuya, ¿no?
—Así es. Un gusto —saludó Himuro con una tenue sonrisa. También lo recordaba, a lo lejos.
— ¿Qué hacen aquí parados? —Imayoshi pareció desconcertado.
—Es obvio, esperando el maldito turno para que nos den las llaves de nuestra habitación —respondió Kagami, con un suspiro de pesadez.
El pelinegro de anteojos sonrió.
—Pero ustedes son becados, ¿o no? —Imayoshi al ver a ambos chicos asentir, prosiguió: —A estudiantes así, los atienden al otro lado de la oficina —señaló con su pulgar hacia atrás.
— ¿Tú lo estás? —preguntó Kagami por inercia.
—Sí, recibí su invitación el año pasado y no podía negarme —Imayoshi lo dijo como si fuera obvio.
—En ese caso, ¿podrías llevarnos? —pidió Himuro con amabilidad.
—Ah, claro. Síganme.
El pelinegro parecía algo divertido, quién sabe que estaría pensando.
Una vez llegaron a la oficina contraria en el mismo edificio, no tardaron más de quince minutos en ser atendidos, para después despedirse y agradecer a Imayoshi de que los guiara. Estando en América, las formalidades no eran las mismas, sin importar la diferencia de edad en los estudiantes.
—Lo siento, Taiga, parece ser que no compartiré habitación contigo —Himuro pareció decepcionado—. Al menos espero te toque un buen compañero.
—Yo espero lo mismo, Tatsuya, o por lo menos que le guste jugar —repuso Kagami y el ligero sentimiento de ansiedad regresó unos segundos, seguramente era por todo lo que esperó anteriormente—. Bien, vamos a instalarlos de una vez.
Encontrar el edificio de los dormitorios masculinos de todos los alumnos de primer año no fue difícil, llevándoles aun así quince minutos al caminar. Qué bueno que tenían buena condición física, sino se estarían cayendo del cansancio.
Cuando llegaron, ambos alzaron la vista y suspiraron. Eran dos enormes edificios divididos paralelamente y en el centro estaban algunas máquinas de bebidas y alimentos, siendo un enorme pasillo techado. A Kagami le había tocado en el edificio A, es decir, el primero, mientras que a Himuro en el B, el segundo; así que ahí, en el pasillo, los dos se despidieron con una sonrisa y una medio abrazo, diciendo que se enviarían algún mensaje por si saldrían más tarde a jugar y acostumbrarse a la Universidad, que para eso, tenían una semana más antes de que las clases comenzaran.
Como los edificios eran de siete pisos cada uno, de veinte habitaciones cada piso, el pelirrojo eligió subir en el elevador para disfrutar el aire acondicionado y refrescarse un poco. Lo primero que haría al llegar a su cuarto, era bañarse, mientras se preguntaba qué clase de compañero le tocaría.
Su habitación resultó ser el número 37, en el tercer piso.
Para fortuna del pelirrojo, que venía un tanto abatido por el calor y la impaciencia de antes, en la habitación no había nadie más que él, tal parecía que su compañero era bastante impuntual y lo agradeció. Así podía bañarse más cómodo.
El cuarto era aproximadamente de diez metros cuadrados; tenía dos camas individuales en cada rincón de la pared y detrás de estas estaba un pequeño espacio que sería utilizado para como un clóset práctico y daba paso a la gran ventana de cristal tan transparente que no parecía estar ahí y dejaba ver el balcón amplio. El baño se encontraba a mano derecha de la entrada, formando un pequeño pasillo hasta llegar a las camas.
Siendo el primero en llegar, Kagami eligió la cama del lado derecho desde la puerta. Tiró su equipaje encima de la cama y sin esperar, sacó su toalla, así como demás cosas necesarias para bañarse y así entrar al baño a ducharse.
El agua caía fría contra su cuerpo de manera que lo hacía parecer como esos actores en un comercial al promocionar champú o jabón, solo que el pelirrojo se veía mucho mejor, la verdad. La frialdad del líquido le refrescó de golpe y se sintió despierto otra vez, con más ganas de continuar el día y pasarse a jugar toda la tarde. Esperaba encontrar buenos contrincantes y compañeros, porque como es obvio, estaría en el club de baloncesto.
Aquel hecho le hizo darse cuenta que sería compañero de Imayoshi, no le desagradaba la idea, al contrario y además, Himuro también estaría con él.
Fuera de eso, tampoco creía tendría problema en adaptarse otra vez a la vida de Estados Unidos, ya su infancia y parte de la adolescencia la pasó aquí, gracias a las raíces de su madre.
Ya estaba enjuagándose todo el cuerpo, cuando escuchó la puerta de la habitación abrirse, por lo que supuso su compañero ya había llegado. Por alguna razón, sentía algo de desconfianza, que prefirió omitir y sin más, se envolvió una toalla en la cadera.
Estaba ya por abrir la puerta del baño, cuando escuchó el sonido familiar del rebote de un balón y eso hizo a Kagami sonreír con emoción, ¡esperaba que su compañero fuera un buen jugador! Seguramente lo retaría a un partido más tarde.
Sin embargo, toda la emoción que expresó su rostro su fue al carajo, cuando al salir del baño, su mirada se topó con esa azul que siempre tenía un aire de arrogancia.
—De entre todas las personas, jamás pensé que precisamente tú me dieras una bienvenida así. Gracias, pero prefiero a las mujeres de tetas grandes, ya sabes, más carne para morder.
El pelirrojo se quedó pasmado, no tanto por el comentario, sino por la presencia de ese tipo ahí.
— ¡¿QUÉ RAYOS HACES TÚ AQUÍ, AOMINE?! —señaló Kagami con un tono de acusación innecesario y aunque ya supiera la respuesta, no quería aceptarla.
— ¿No es obvio? Esta será mi habitación —Aomine sonrió relajado y burlón, lanzándole al otro el balón de basquetbol que rebotaba hace unos segundos.
Y Kagami atrapó este con eficacia, fulminando al otro con la mirada. No, no debe ser cierto, pensó y le regresó el balón al peliazul con más fuerza de la necesaria gracias a la molestia.
—Oye, oye, tranquilo, no vayas a sufrir un "accidente" —luego de atrapar el balón, Aomine señaló con su mirada la toalla en la cadera ajena.
—Ja, déjate de tonterías, ¿por qué precisamente eres tú con quién compartiré cuarto? —Kagami estaba completamente disconforme con la idea.
No es que el peliazul le cayera realmente mal, pero la rivalidad entre ambos era tal que no permitía buena convivencia entre los dos chicos o al menos así lo fue el resto de tiempo que estuvo en Japón.
—Qué demonios sabré yo —Daiki puso los ojos en blanco y miró al otro como si fuera un idiota.
Al pelirrojo le saltó una venita en la sien, porque interpretó la mirada. Segundos después, suspiró exasperado, pero ya más calmado, aunque todavía seguía sorprendido de cierta forma, ¿por qué de entre todas las personas del mundo, precisamente Aomine Daiki, el as de la Generación de los Milagros, eterno rival, venía a la misma Universidad que él y para colmo, sería su compañero de cuarto? Quizá entendería más del por qué estaría en la misma Universidad, pero, ¿la habitación? ¿En serio? ¡¿En serio?! Y lo más sorprendente, es que el peliazul le habló completamente en inglés, aunque se notaba todavía no lo manejaba bien.
—Como sea, quítate al menos de mi cama —ordenó Kagami mientras refunfuñaba, al darse cuenta que el otro estaba sentado cómodamente ahí.
— ¿Tú cama? Esta será la mía, idiota —la verdad era que a Aomine le daba igual donde dormir, pero no le gustaba recibir órdenes y por eso ahora se estaba vengando al decir eso.
— ¡Claro que no! Yo llegué primero aquí, así que esa es mi cama —pero a Kagami tampoco le gustaba el tonito mandón con que le habló el otro, así que ya lo estaba retando con la mirada.
Como era de esperarse, Aomine tampoco se dejó y correspondió a ese mirar con el ceño fruncido. Parecían Pantera y Tigre, peleando por su territorio.
—Esa no es una maldita regla y si te digo que esta será mi cama, será mi cama. No te estoy preguntando —dijo con un tono altanero y una sonrisa del mismo modo.
—Y yo te estoy diciendo que la elegí antes que tú, idiota. No me importa lo que digas —Kagami empezaba a fastidiarse.
—Heh, pues si tan seguro estás, si aguantas un…
—Hasta te ganaría —interrumpió Kagami, imaginando que el otro lo retaría a un uno contra uno y por eso sonrió con confianza.
—No me refería aguantar en el juego —en la sonrisa de Aomine se pintó la diversión.
— ¿Entonces a qué? —Kagami frunció más el ceño, confundido. Era bastante inocente o despistado en muchas cosas, aunque tampoco es como si el peliazul hubiera insinuado algo indecoroso.
Pero si era algo vergonzoso, sabiendo cómo era Taiga.
Por eso mismo, Aomine sonrió y con esa rapidez suya que siempre lo caracteriza al jugar baloncesto, le jaló la toalla al pelirrojo para dejarlo como Dios lo mandó al mundo.
—Si aguantas cinco minutos desnudo, te dejaré esta cama —desafió, casi riéndose al ver la cara como un tomate del otro.
La tez de Kagami le hacía competencia a su cabello, cuando se encontró todo desnudo frente a la mirada burlona del peliazul. Lo más jodido de todo, es que no debía darle tanta vergüenza como la que sentía, si después de todo ambos eran hombres, ¿no?, mas no de confianza realmente. Pero la verdad era que incluso con sus amigos en Seirin, todavía cuando se bañaban en las aguas termales usaba su short como aquella vez que se encontraron con Too, ya que no se acostumbraba del todo a esa desnudes hasta casi el último año, es que por fin estuvo desnudo en el baño como todos.
— ¡IMBÉCIL! —le gruñó al peliazul. Al ser un tanto pudoroso—sino es que bien—, Kagami tenía vergüenza de estar desnudo y trataba de no hacer ninguna pose ridícula o empezar a correr buscando con qué taparse. Y siendo sinceros, ¿a quién coño no le daría pena estar desnudo frente a alguien del tipo toca cojones como lo es el peliazul?
Sin embargo, este también tenía orgullo y no le daría el gusto el otro. Así que, frunciendo aún más el ceño y tratando de calmar su acelerado corazón por la maldita pena y sorpresa, logró controlarse un poco y con la diestra se tapó la entrepierna. Mas el sonrojo de su cara seguía ahí.
—Vaya, qué valiente —Aomine se rio en su cara, sin pizca de remordimiento por molestarlo de esa manera. Admitía que el pelirrojo era atractivo físicamente, pero no es como le gustara; él prefería a las mujeres, pero no por ello no estaba comiendo con la mirada al otro. Al contrario, disfrutaba de la vista con cinismo.
—Esta me las pagaras, idiota. Te haré morder el polvo esta tarde en la cancha —gruñó Kagami, deseando que sus miradas fueran cuchillos al ver al moreno.
—Ya quisieras —Aomine le dedicó la mejor de sus sonrisas toca pelotas mientras giraba el balón en su dedo índice.
Al final, Taiga si pasó los cinco minutos desnudo, sin moverse ni destaparse la entrepierna, pese a los comentarios del peliazul que así no valía, entre otras cosas. Y como Aomine se divirtió bastante con la vista del otro de esa forma, le daba igual darle la cama, así que lo hizo. Luego, el pelirrojo se había vestido como un rayo aprovechando que el otro se metió a bañar de igual manera.
Kagami estaba bastante cabreado, porque después de todo bien que cayó de cierta forma en ese juego, que bien se mostró digno con su expresión salvaje, su cara no perdió el color carmín hasta después de los tres minutos. No se pondría a llorar por eso, no, se vengaría donde mejor sabía: jugando.
—Bien, vamos a la cancha para hacerte pagar —dijo cuándo el peliazul salió del baño ya vestido y le lanzó el balón a la cara, que el otro atrapó.
—Como si pudieras, idiota —Aomine le sonrió. Pero de todas maneras, aceptó el reto.
Mientras, Taiga esperaba que todos los días por el resto del año, no fueran así o de verdad se volvería loco.
Asdlajkdladjalsjdlasd, pues por hoy eso es todo x'DDDD. Sé que es algo arriesgado ponerme a publicar otra historia cuando mis exámenes finales están cerca, pero, JAJAJA, no importa :v. De todos modos, esta historia está terminada, solo falta el epilogo.
Sin embargo, no sé cuándo actualizaré, veré primero que tal la aceptación :3.
¡Me encantaría mucho que me dejaran sus comentarios, pequeños saltamontes!, aunque sea cortito, pero su opinión es algo que yo apreció muchísimo, no se dan una idea uvu.
Nos vemos, y no se preocupen por las otras historias que tengo, es obvio que las seguiré xD.
