"Este fic participa del Reto Anual "Larga vida a los mitos griegos" del foro El Monte Olimpo.
La saga de Percy Jackson y cualquier cosa que se relacione con su mundo pertenece a Rick Riordan. No se obtiene ningún beneficio económico por esta historia.
Título: La luz perdida en el pantano.
Ubicación temporal: Esta historia está ubicada al término de los dioses de Olimpo, pero antes de los Héroes del Olimpo. Sin más, espero que disfruten esta historia, en mi primera incursión en este fandom. ¡Gracias!
La luz perdida en el pantano
Prólogo
El sueño del semidiós
Inició como un sueño cualquiera. Aunque, quizá, Malcolm debió recordar que para un semidiós, los sueños normales no existían.
Estaba en el campamento mestizo. Lo sabía porque le era imposible no reconocer el lugar que había sido su hogar durante tantos años. Era de noche; la oscuridad rodeaba todo, a excepción de un pequeño punto de luz que parecía llamarlo a gritos. Malcolm mordió su labio inferior y analizó sus posibilidades aunque, ciertamente, en aquel momento no parecían existir muchas. Su confianza aumentó cuando caminando, entendió que aquel punto de luz se trataba en realidad de la fogata del campamento. El fuego de aquella noche era cálido y tranquilo, como si los mismos dioses supieran que todo estaba perfecto. Malcolm levantó sus manos y dejó que éstas se calentaran un poco, antes de alzar la vista hacia el cielo. Sus ojos descubrieron una constelación que no debería estar ahí, aunque no podía precisar cuál era la constelación y por qué no sabía eso. Al regresar su vista hacia la tierra, frunció el ceño cuando notó que una niña, de unos ocho años aproximadamente, se acercaba también hacia la fogata. No recordaba haberla visto antes en el campamento. Ella miró el fuego durante un largo rato, aunque ante los ojos de Malcolm, más que mirarlo, parecía cuidarlo. Quería decirle algo, pero ninguna palabra podía salir de sus labios. Era como si ante la presencia de la niña, todas las cosas hubiesen mejorado y no existía la necesidad de explicarlo.
Ella giró su rostro hacia Malcolm. Él instintivamente dio un paso hacia atrás, pero la niña se limitó a recoger un mechón de su cabello mientras sus labios se torcían en forma de algo que parecía ser una sonrisa. Y aunque no lo miraba, él sabía que estaba siendo observado. Entonces, con una voz sorprendentemente cálida, ella habló:
—Las familias crecen de manera inesperada. Muchas veces, los motivos son incomprensibles y el orgullo se interpone, pero nadie abandona a su familia. En ocasiones, es necesaria la voz de la razón para aceptar que existen cosas que uno simplemente no puede dejar atrás. De lo contrario, la llama se extinguiría.
Entonces, la niña miró a Malcolm directamente a los ojos. Fue como si la oscuridad hubiera decidido tragarlo también. Intentó gritar, pero seguía sin poder decir alguna palabra. Cuando consiguió abrir los ojos, se encontraba en un lugar que nunca antes había visto: era una especie de pantano. Había un río oscuro y caudaloso y, de alguna manera, Malcolm parecía flotar encima de éste. Anduvo un rato hasta que notó que la única razón por la que podía mirar a su alrededor, era por la luz de la enorme luna llena que brillaba orgullosa en el cielo.
Un movimiento llamó su atención. Por inercia, Malcolm buscó su espada, pero no encontró nada en su espalda. Sin embargo, no se vio en la necesidad de seguir buscándola cuando descubrió que entre los árboles, un ciervo lo miraba fijamente. No había que ser un genio para saber que un animal así no podía estar habitando un pantano. Además, la criatura era inquietante: lo miraba con demasiada atención. Sus ojos brillaban con inteligencia. Malcolm no sabía la razón, pero decidió seguirlo. El ciervo avanzó entre los árboles, adentrándose más y más, hasta llegar a un lugar lleno de lodo y en el que apenas caían los rayos de la luna. El ciervo desapareció, pero Malcolm sabía que aquello no era una casualidad.
Al mirar con atención, en el medio de la oscuridad, descubrió una joven mujer recostada en el tronco de un árbol. Era alta y de cabello oscuro y aún con esas inmensas ojeras y su ropa destrozada, era extraordinariamente bella. Parecía asustada y sus ojos cristalinos estaban hinchados; quizás se encontraba llorando, aunque le era difícil precisarlo.
—Lo siento… lo siento… no quiero que muera. Ayúdeme, por favor.
Ella levantó el rostro y miró en dirección a Malcolm, quien se sobresaltó y contuvo el aliento, aunque pronto comprendió que no era a él a quien miraba la mujer. Un escalofrío recorrió su espalda cuando sintió a alguien –o algo– moverse detrás de él. No lo veía, pero sabía que era inmenso. Percibió cómo ese algo se acercaba y un rumor silbante acariciaba su oído…
—Malcolm, ¡Malcolm!
Abrió los ojos inesperadamente y respiró agitado. Una mirada gris, muy parecida a la suya, lo miraba con curiosidad. Era Annabeth.
—¿Estás bien? —preguntó y su preocupación parecía ser auténtica. Malcolm se incorporó y al mirar a su alrededor, descubrió que aún no había amanecido. Muchos de sus hermanos continuaban durmiendo.
—Sí, solo fue un sueño —murmuró y vio cómo ella fruncía el ceño, seguramente porque ninguno de ellos tenían algo que pudieran llamar "solo un sueño". Sin embargo, no tenía ánimos para hablar de ello—. ¿Qué ocurre?
Como si esas palabras fueran mágicas, Annabeth se sonrojó ligeramente. Malcolm levantó una ceja y sonrió de inmediato. Sea cual fuera el motivo por el que su hermana se encontraba despertándolo, sin duda alguna estaba relacionado con Percy Jackson.
—Percy… Percy y yo tendremos saldremos del campamento el día de hoy —dijo ella, confirmando su teoría—. ¿Te importaría cuidar de las obligaciones de la cabaña por este día? Prometo compensártelo, Malcolm.
—Está bien, no te preocupes —respondió de inmediato y le guiñó un ojo—. Pero escabúllanse antes de que alguien se dé cuenta de su ausencia y se ganen un buen castigo por ello. Aunque estoy seguro de que puedes idear un buen plan para ocultarlo.
Ella sonrió y le agradeció entre susurros. Sin embargo, mucho después de escucharla salir, Malcolm no consiguió conciliar el sueño. Temía que la imagen de la hermosa mujer llorando en el pantano volviera a colarse en su mente y en sus recuerdos. Silenciosamente, rezó una oración a su madre, Atenea, pidiéndole que lo guiara sabiamente.
Cuando cerró sus ojos, para Malcolm fue imposible notar la pequeña la rama de olivo que creció al pie de su cama, respondiendo a su silenciosa plegaría.
La luz perdida en el pantano
[Prólogo]
Beamish, septiembre del 2014
Muchas gracias por tomarse unos minutos para leer.
