Disclaimer: The Penguins of Madagascar no me pertenece, pertenece a Tom McGrath y Eric Darnell.

Summary: Luego de verse envueltos en un bizarro juego, los pingüinos se encuentran con una gran sorpresa: el regreso de Cescy. Pero cuando la torpeza de ella y de Kowalski sea un obstáculo para que alguno confiese sus sentimientos por el otro, los demás pingüinos harán algo drástico para ayudarlos.

1. El Juego Misterioso

Había pasado ya un año desde que la pesadilla sobre guerra hubiera terminado.

Hace un año, una pingüino hembra llamada Cescy había llegado a la base del grupo militar de pingüinos conformado por Skipper: el paranoico capitán y líder, Kowalski: el teniente científico y estratega, Rico: el demente experto en armas amante de los explosivos, y Cabo: el más joven e ingenuo y también de menor rango. La pingüino les había hecho creer que se encontraba en una misión secreta y ellos, atados de aletas, tuvieron que aceptar hospedarla. Kowalski se enamoró de ella y cuando ésta se fue, decidió seguirle el rastro y al final, él y Cabo terminaron en la guerra.

Kowalski y Cabo no tuvieron más opción que quedarse mientras Skipper y Rico los buscaban desesperadamente, pero más tarde descubrirían que habían sido engañados por Cescy. Pero aún con eso, Kowalski y Cabo decidieron cumplir el deber que ya tenían en esa lucha. Pasaron muchos meses hasta que el sufrimiento terminó y pudieron volver a reunirse con su equipo y volver al zoológico. Cescy los había acompañado hasta allí, pero al final decidió no quedarse, se despidió de Kowalski y se marchó.

Los pingüinos habían seguido con su vida normal desde entonces. Kowalski y Cabo no tardaron en re-adaptarse a su vieja rutina protegiendo el zoológico de Central Park, y su aventura de guerra ya era parte del pasado.

Esa tarde, Skipper, Kowalski y Rico jugaban una muy interesante partida de póker, mientras que Cabo se encontraba afuera del cuartel, sobre la isla de hormigón, dándose chapuzones en el agua para refrescarse en ese caluroso día. El joven emergió del estanque con las plumas empapadas, se sacudió como un perro luego de un baño y tomó una gran bocanada de aire. Estaba caminando hacia la escotilla cuando algo le golpeó la nuca y cayó de bruces al suelo junto con el objeto lanzado.

-Augh… -se quejó el más pequeño, frotándose la parte posterior de la cabeza. Mientras tanto, los demás, que habían escuchado el ruido sordo de la caída de Cabo, salieron disparados del cuartel a acudir en su ayuda.

-Cabo, ¿qué paso? –preguntó Skipper histéricamente, aproximándose donde su soldado yacía en el piso.

-Algo… me golpeó… -contestó Cabo, aún aturdido por el fuerte golpe.

Los otros tres inspeccionaron cuidadosamente la escena y encontraron el objeto al borde de la isla de cemento, a punto de caerse al agua. Kowalski lo rescató a tiempo y lo tomó entre sus aletas: era un cassette de grabadora que tenía escrito la palabra "reprodúceme".

-¿Qué es eso? –preguntó Cabo. Él, Skipper y Rico se acercaron a Kowalski para contemplar el cassette.

-Parece un cassette de grabadora, -respondió Kowalski, examinándolo sin quitar la vista de él. Skipper se lo arrebató y empezó a hacer lo mismo.- Tiene algo escrito, ¿deberíamos ir con los chimpancés por una traducción?

-Nah, -rechazó inmediatamente Skipper.- No es necesario. Es un cassette, ¿no? Reproduzcámoslo y escuchemos el mensaje que tenga.

Los cuatro estuvieron de acuerdo e introdujeron con ellos la grabadora a la base, cerraron la escotilla y mientras Kowalski y Rico buscaban alguna grabadora dentro de las cajas viejas que tenían abultadas en los rincones, Skipper no pudo evitar mirar al cassette receloso y tener un mal presentimiento respecto a él.

X X X

Mientras Kowalski y Rico registraban las cajas en busca de una grabadora, Skipper y Cabo comenzaron a comentar sobre el mensaje que podría contener el cassette. A Cabo no se le ocurría nada conciso, pero Skipper no dejaba de sospechar de Espiráculo: había pasado ya mucho tiempo desde que le hubieran borrado la memoria con el Mind Jacker y lo hubieran abandonado en un parque acuático en Coney Island para hacer trucos ridículos como saltar un aro de fuego, haciéndolo creer que su nombre era Fifi. Hasta hace poco se habían enterado de que el delfín había escapado, seguramente luego de recuperar la memoria, y hasta ahora no sabían nada más sobre él, pero tal vez ese misterioso cassette tenía algo que ver con él y alguna retorcida venganza que estuviera planeando.

Cabo no pensaba igual que su líder, pero sabía que cuando Skipper se aferraba a una de sus teorías paranoicas, nada podía hacerlo cambiar de opinión.

-…pero si todo eso falla, -decía Skipper, que en esos momentos desarrollaba un plan en caso de que fueran atacados por el Dr. Espiráculo.- Siempre podemos contar con Wisconsin.

-¿Wisconsin? –repitió Cabo enarcando una ceja.

-Nos mudaremos a una granja y comenzaremos nuevas vidas como vacas, esperando el momento preciso para contraatacar.

-¿Vacas? –exclamó el otro, pensando en lo ridículo que eso sonaba.

-Una nueva especie de vacas, -lo corrigió el líder, acercándose más para hablarle a pocos centímetros de la cara.- Vacas muy pequeñas, con pico y aletas, y sin manchas.

-…¿QUÉ?

-¡La conté'! –los interrumpió la ronca voz de Rico. El desquiciado pingüino levantaba triunfante la grabadora por encima de su cabeza. Kowalski enseguida dejó de buscar para reunirse con Skipper y Cabo, Rico también fue con ellos y colocó la grabadora en el piso, donde los cuatro tomaron asiento.- ¡Reproduci'!

El pelotón intercambió miradas inseguras y asintieron. Skipper levantó la tapa de la grabadora e insertó el pequeño cassette, volvió a cerrar la tapa firmemente y luego apretó el botón de "reproducir". Los cuatro guardaron silencio. Por un momento sólo escucharon estática, pero entonces una profunda y ronca voz comenzó a hablar.

-Hola, pingüinos, quiero jugar un juego.

Los pingüinos se volvieron a mirar unos a otros, nerviosos.

-Sé quienes son: Skipper, Rico, Cabo y Kowalski. Y a partir de ahora, jugarán bajo mis reglas.

-¿Qué clase de broma de mal gusto es ésta? –espetó Skipper levantándose de golpe. La voz había sido sin duda modificada por algún aparato tecnológico, no tenían forma de reconocerla.

-Dentro de unos minutos, su zoológico será bombardeado, pero he decidido darles una oportunidad de escapar con vida debido a que hemos tenido conexión en el pasado. Escuchen atentamente. Cuando salgan de su base, estarán totalmente expuestos al peligro de las "bombas pegajosas", sin embargo, hay una zona segura donde estas bombas no podrán alcanzarlos, y ese lugar es el parque central. Vivir ó morir, es su elección.

Y la grabación se detuvo.

Los pingüinos se vieron unos a otros por tercera vez, con genuino temor en sus miradas. Un incómodo y largo silencio los invadió, hasta que finalmente Kowalski carraspeó y lo rompió.

-Vamos, chicos, -dijo forzando una sonrisa nerviosa.- ¿Realmente vamos a creer lo que dice una misteriosa grabación que cualquier chiflado pudo hacer? ¿Qué nuestro zoológico será bombardeado por "bombas pegajosas"? ¡Por favor!

Kowalski soltó una risa insegura, incitando a los demás a hacer lo mismo y burlarse de la profecía que acababan de escuchar. Ellos, de mala gana, lo hicieron. Y dentro de poco se encontraron riendo a carcajadas, comentando lo absurdo del mensaje en la grabación.

-¡Bombas pegajosas! –reía Skipper, sujetándose la barriga como si estuviera a punto de explotar.- ¿Qué se supone que son? ¿Acaso goma de mascar? ¡Hahahaha!

-S-si, -convino Cabo al limpiarse una lagrimita del ojo.- ¡Tal vez planee asfixiarnos! ¡Hahahahaha!

-¡HAHAHAHAHA! –Rico tambien estalló en carcajadas y sacó la lengua, produciendo un sonido de gas.

Así estuvieron los cuatro. Pataleando y dando vueltas en el piso, sin parar de carcajearse y llorando por la risa. De vez en cuando soltando comentarios ingeniosos que sólo los volvían a hacer reír. Y de pronto…

-¡AYUDA!

Se detuvieron al instante, guardaron silencio, se pusieron serios y clavaron la mirada en la escotilla. Esperando un nuevo grito de auxilio.

-¡AYUDENME!

Reconocieron la voz: era Cola anillada. Sin hacerse esperar más, saltaron fuera de su cuartel y aterrizaron en la isla de hormigón justo en el centro de su hábitat, en posición de ataque en caso de tener que pelear. No obstante, lo que vieron allá afuera los dejó helados.

Los habitantes del zoológico… ¡habían sido bombardeados con BOMBAS PEGAJOSAS! No reaccionaron a tiempo y una de esas bombas le dio de lleno a Cabo, esto les dio oportunidad a los pingüinos de examinar más de cerca el material del que estaban hechas.

-¡A…ayuda! –suplicaba Cabo, forcejeando contra la especie de goma con la que había sido apresado. Al verlo de cerca, en verdad parecía goma de mascar. Skipper lo examinó a fondo y llegó a sus propias conclusiones.

-No cabe duda, -dijo.- Son bombas pegajosas. Es obvio como funcionan. Engullen a su presa con su pegajoso material y dentro de poco explotarán. ¡Sabía que esto era obra de Espiráculo!

-¿EXPLOTAR? –exclamó Cabo aterrado, ahora luchando más que antes por despegarse la presunta goma explosiva.

-¡De nada sirve luchar, Cabo! –lo detuvo Skipper, sujetándole las aletas.- Serás recordado por esto, soldado. Nunca olvidaremos que te sacrificaste para que nosotros pudiéramos vivir, -dejando al atónito y horrorizado Cabo pegado al suelo, echó a correr junto con Kowalski y Rico. Y mirando hacia atrás sobre su hombro, gritó:- ¡HASTA SIEMPRE, CABO!

-¡SKIPPEEEER!

Su grito se perdió en la eternidad y Skipper, Kowalski y Rico siguieron su camino sin mirar atrás, esquivando ágilmente las bombas pegajosas que algún misterioso francotirador les disparaba desde las alturas. Siempre que lo buscaban frenéticamente con la vista en alguno de los árboles o paredes del zoológico, no encontraban a nadie. Quien quiera que los estuviera bombardeado, se esfumaba como el viento.

Mientras se deslizaban, los pingüinos vieron que Julien había sido bombardeado mientras descansaba en su trono y ahora aguardaba a explotar en pedazos. Skipper soltó una risita al pensar en eso. El resto de los animales habían sido capturados en sus respectivos hábitats y los que no, pronto lo estarían. Alice había sido capturada mientras barría, y con confusión luchaba contra la goma de mascar para ser libre.

-¿Incluso Alice? –murmuró Skipper con incredulidad, mientras pasaban al lado de la oficina de la cuidadora.- Maldito Espiráculo…

Un grito ronco se escuchó a su flanco izquierdo y por el rabillo del ojo vio a Rico caer. Pero no se detuvo a intentar ayudarlo.

-¡Luchaste hasta el final, Rico! ¡Lo hiciste muy bien! –le gritó mientras se alejaba. Rico lanzó un gruñido en forma de protesta y se cruzó de aletas, maldiciendo entre dientes por no haber llegado más lejos. Ahora sólo Skipper y Kowalski tenían la oportunidad de llegar a la zona segura.- ¡Casi estamos ahí, Kowalski!

-¡Te seguiré hasta el final, mi capitán! –contestó Kowalski firmemente.

Alcanzaron a divisar las grandes puertas de la salida y su esperanza se incrementó. Aceleraron el paso, esquivando las bombas pegajosas, pero entonces…

-¡AAH!

Skipper cayó. La bomba pegajosa le dio de lleno y lo mandó a rodar por el piso hasta que consiguió dejarlo adherido a éste, donde el líder se quedó inmóvil. Kowalski jadeó sin aliento y levantó una aleta hacia él.

-¡SKIPPER! –gritó el científico. Llegó a su lado e intentó despegarlo, pero la goma era muy fuerte. Se arrodilló junto a él y lo vio tristemente mientras le levantaba ligeramente la cabeza. Skipper abrió lentamente los ojos.- ¡Skipper, háblame!

-Augh… -gimió el pingüino de cabeza plana. Giró la cabeza débilmente, para poder ver claramente a su segundo al mando. Levantó una lánguida aleta y la colocó en el pecho de Kowalski y, con los ojos entrecerrados, murmuró:- vete…sin mí. Yo ya no puedo…seguir…

-¡No, Skipper! –exclamó el genio, sacudiendo al capitán bruscamente.

-¡Vete! –repitió Skipper, tomando por las plumas del pecho a Kowalski.- Yo…ya no puedo, me fracturé…la pelvis y el coxis y la columna y…la pantorrilla.

-¡Noo…! Espera, ¿acaso tenemos pantorrilla?

-¡VETE! –volvió a espetar Skipper y luego colapsó en las aletas de Kowalski, como si en verdad hubiera muerto.

-Ah. Sí, claro.

El teniente lo depositó nuevamente en el piso y le hizo un rápido saludo militar antes de deslizarse camino a la seguridad.

-¡Siempre te recordaré, mi capitán! –exclamó a todo pulmón. Evadió varias bombas pegajosas en el corto trayecto que le quedaba a la salvación. Ya casi alcanzaba la salida del zoológico.- ¡Por Skipper, por Rico y por Cabo! ¡Llegaré a la zona segura!

Sus pies sufrieron un arranque de energía y se arrojó con las aletas por delante, ansioso por tocar el césped del parque central. Su cuerpo voló por encima de los últimos metros de los límites del zoológico y aterrizó hoscamente en el exterior, rodó por el césped hasta impactar contra un árbol que lo detuvo y, oculto bajo su sombra, se incorporó, sin poder creer que lo había logrado. El bombardeo había cesado.

-Lo hice… -jadeó con una media sonrisa. Su pecho subiendo y bajando pesadamente. Afianzó su sonrisa, cuando estuvo seguro de que no estaba soñando, y comenzó a dar saltos de alegría sobre sus enérgicas patas, levantando las aletas al aire.- ¡Lo hice! ¡Llegué a la zona segura! ¡Fui el único que lo hizo! ¡Soy el mejor, baby! ¡Toma eso! ¡Yahooo!

-Felicitaciones, Kowalski.

El pingüino genio se detuvo en el acto. En medio de su baile, le había terminado dando la espalda al árbol, desde donde escuchó la más que familiar voz. Miró sobre su hombro lentamente y vio una figura parada junto al tronco del árbol, su rostro oculto entre las sombras. Kowalski no se movió ni un centímetro y continuó mirando fijamente a la figura, esperando a que saliera a la luz y desvelara su identidad.

-Lo has hecho muy bien, -añadió la femenina voz, mientras su dueña daba unos pasos hacia adelante y la luz comenzaba a iluminarle la sonrisa que esbozaba con su corto pico.- ¡Justo como esperaba!

Kowalski se quedó sin aliento cuando la luz la cubrió por completo, y se volvió lentamente para verla de frente. Reconociendo cada facción de ella. Sus ojos rojos y de largas pestañas. Su penacho amarillo. Sus plumas negras y amarillas cayendo suavemente tras su cabeza. Su corto pico raspado.

-Cescy… -jadeó Kowalski con los ojos desorbitados.

-Hola, Kowalski, -lo saludó ella dulcemente. Dedicándole su más tierna sonrisa.- Ha pasado mucho tiempo.

Continuará…

No se preocupen, en esta historia no habrá guerra. Será una historia corta de puro amor, pero a mi alocada manera (haha). Aunque debo advertir que más que nada es una historia de prueba...no sé como explicarme bien, creo que me refiero a que estoy probando otros estilos, diferentes expresiones...ah, y para matar el tiempo que me queda libre. Y es por eso que en cualquier momento puedo quedarme estancada. Y por cierto, no se preocupen por Skipper, Rico y Cabo, estarán bien (Skipper estaba siendo melodramático). En el siguiente se darán algunas explicaciones.

Reviews please!