Capítulo 1
El comienzo del fin
Esa mañana resultó ser bastante clara, no había ni una sola nube en el cielo y un leve viento del este traía consigo un suave aroma a césped recién cortado; resultaba irónico que poco después sucediera lo nunca pensado, tenía hasta gracia. Por mi parte me esperaba que ocurriera algo trascendental en ese 21 de diciembre de 2012, mi mente había barajado varias posibilidades, como una gran revolución mundial, o bien un cambio de mentalidad colectivo, o incluso un nuevo concepto del universo. Pero no, nada de eso. Será mejor que lo explique todo desde el principio antes de ahondar en más cosas.
Me desperté a eso de las nueve de la mañana, como casi siempre; desayuné en compañía de mi mayordomo en el salón-comedor principal, en el extremo derecho de la larga mesa que ocupaba todo el salón de unos 200 metros cuadrados; y es que, al contrario que el resto de los mortales, yo he tenido más suerte, por así decirlo. Mi padre, un respetado inventor, estuvo desarrollando durante años una nave dotada de las mayores capacidades que el ser humano hubiera llegado a soñar. Por aquel entonces, no había ni la mitad de los medios necesarios para llevar a cabo toda la enormidad de su obra, por lo que se pasó mucho tiempo desarrollando sobre todo el diseño, la estructura y las condiciones. Una vez que el ser humano estuvo lo suficientemente desarrollado, pudo comenzar a construir la enorme nave, la cual la concibió como un enorme espacio cerrado pero abierto a la vez; para no tener que explayarme demasiado en esta cuestión, diré que mi padre consiguió lo que nadie llegó a imaginar. En dos palabras: espacio comprimido. Y sí, es justamente lo que estáis pensando; un espacio el doble de grande de lo que nosotros vemos por fuera. Me gustaría explicaros con sumo detalle como mi padre consiguió realizar tal prodigio, pero el condenado viejo se llevó su secreto a la tumba.
Partiendo de ésta premisa, diseñó un hogar con un estilo muy victoriano, con maderas de roble y pino, pinturas renacentistas y con espacios muy amplios; nada más entrar, en el hall, había dos escaleras en ambos extremos y en forma oblicua, que se unían en unas dobles puertas superiores que llevaban a las habitaciones. En el piso inferior, nada más entrar, y bajo el hueco de ambas escaleras, se encontraban las dobles puertas que daban al salón-comedor. Del techo abovedado colgaba una lámpara de araña que iluminaba todo el hall y hacia resplandecer la pintura del techo, que representaba a un mar calmado.
El salón-comedor era lo más impresionante, sobre todo por su inmenso tamaño; de las paredes, revestidas con madera de roble de colores claros, colgaban múltiples cuadros de todo tipo y una sola mesa casi tan larga como el propio salón ocupaba toda la parte central. Al final de éste descansaba un enorme órgano con un total de 5000 tubos y 24 registros, incluyendo pedalero y trompetería; y detrás de éste, se podía contemplar la enorme vidriera monocroma, desde donde se podía ver un enorme paisaje. Lo malo era que el órgano ocupaba gran parte de éste y no se podía ver en su totalidad, pero a ambos lados sobraba un generoso espacio por donde se podía ver las vistas. El suelo era de cerámica brillante y todo el espacio se podía aprovechar por entero como sala de baile si se retiraba la larga mesa, y hasta sobraba espacio para una orquesta entre la tarima que separaba el órgano del resto de la sala.
A mano derecha y cerca del mismo extremo de la mesa se encontraba el acceso a la cocina, una enorme cocina que sería el sueño de los mayores chefs del mundo, con una espaciosa bodega en la que se podría guardar comida para medio año, junto con una cámara frigorífica.
A mano izquierda y cerca del mismo extremo de la mesa se encontraba el acceso al salón propiamente dicho, que era casi tan largo como el salón-comedor; las paredes eran de roble americano de color marrón oscuro, a mano izquierda al entrar se encontraban varios sofás, sillones y una inmensa biblioteca pasando por una discreta puertecilla al lado de una estantería repleta de libros. En frente a los sofás y sillones estaba una tele de plasma de 15 pulgadas, por cortesía de mi tía, junto con aparatos electrónicos lúdicos tales como DVD, cadena de sonido, sistema PlayStation 3, PlayStation 2, Wii, amplificador y grabadora. A mano derecha al entrar había, exento, lo que seria un salón de fumadores, con varios sofás más, un billar y un mini bar con barra de cuero. Y sí, sé lo que estáis pensando, mi padre se pegaba la vida padre, y ya lo creo que sí, menudo viejo…
La planta baja constaba de todo eso, en cuanto a la planta alta subiendo las escaleras del hall, constaba de una serie de habitaciones, catorce en total, distribuidas a lo largo de dos pasillos formando una larga T, cada uno con su propio baño y todas las comodidades propias de un hotel; al final del primer pasillo y tras dos puertas dobles se encontraba mi ahora despacho, con una pequeña mesa de juntas, mi mesa de caoba y detrás de mí una pequeña pero vistosa vidriera para poder contemplar el paisaje. A mano derecha del segundo pasillo, al fondo, estaba la puerta que conducía al puente de mando, desde donde se gobernaba la nave, donde se encontraban todos los aparatos de viaje, tales como el GPS, el radar, la rueda del timón (como la de las antiguas) y el ordenador central, aparte del mio en mi despacho.
A parte, desde la cocina, se podía bajar a la sala de máquinas, donde estaba el corazón de la nave y el motor que movía a semejante maravilla; un generador proveía de corriente a toda la nave, la cual provenía del mismo sol. Y es que las placas exteriores eran en realidad placas solares que durante todo el día recogían la energía del astro rey y durante la noche funcionaban como almacenes de energía, la misma que recogían durante el día; en cuanto al agua, era movida por un sistema de presión que recorría toda la nave y ésta se destilaba en una máquina especial, para poder reusar la que ya se usaba.
En cuanto al aspecto exterior, la nave era como un enorme cardo con sus pinchos, sólo que un poco más redondo y abultado, con los "pinchos" redondeados y con hélices helicoidales en todos sus costados, que eran las mismas hélices que permitían moverse al mastodonte.
Tal y como os lo he descrito, tiene toda la pinta de haber salido de un relato cutre de tercera o bien de la mente de un auténtico y tarado genio; y si, mi padre era un tarado genio. Más suerte no he podido tener, enserio.
Tras desayunar, mi mayordomo Humphreys se ocupó de la loza mientras que yo me entretuve toda la mañana tocando el órgano, uno de mis pasatiempos preferidos aparte de los videojuegos, leer y escribir. A eso de mediodía, el radar debió de detectar algo grande, puesto que la alarma comenzó a sonar con estridencia; Humphrey y yo nos dirigimos rápidamente al puente de mando, mi mayordomo ocupó el ordenador central y yo me puse al timón, en ese momento sobrevolábamos Kansas.
-¿Qué es eso, Humphreys?-inquirí, ajustando los alerones de los "pinchos".
-Estoy en ello, señorito…-dijo éste, tecleando.
Miré a través del cristal, esperando ver algo que explicara ese caos, pero no vi nada, aparentemente.
-¿Esta en nuestra trayectoria?
-No señorito, está justo detrás de nosotros.
-Vale, pero ¿Qué es?
-Parece una especie de distorsión, pero… no tiene sentido-masculló entonces Humphreys.
Miré a mi mayordomo, esperando encontrar una respuesta satisfactorita, pero en ese momento la nave entera dio un bandazo y pude notar como algo nos absorbía.
-¡El barómetro detecta una presión considerable detrás de nosotros, es como si se estuviera abriendo una brecha!
-¡A toda máquina, debemos de alejarnos! ¡Flaps de proa y popa, necesitamos ir lo más ligeros posibles!-mascullé, accionando varios botones y palancas, sin dejar de sostener el timón.
La fuerza hacia cada vez más presión y no dejaba avanzar a la nave, aun estando con las máquina a toda potencia, por lo que preferí cortar por lo sano.
-¡Humphreys, prepara el espacio de la nave para una presurización, salto entre espacio y espacio en cinco minutos a mas tardar! ¡Somos nosotros o lo que sea que sea eso, valga la redundancia!-musité, accionando miles de botoncitos y comandos.
De entre todas las acciones posibles que la nave podía hacer estaba el salto entre espacio y espacio, una operación ligada intrínsecamente al viaje temporal; y eso no iba a ser ninguna excepción. En cuanto todo quedó asegurado, a una señal mía Humphreys activó el salto y se notó como si hubiéramos botado sobre una superficie de algodón. Tuvimos que bostezar para quitarnos la presión de los oídos y nada más finalizar, giré de golpe para comprobar; y como esperaba, había funcionado, nos habíamos alejado un total de 500 metros de ese extraño fenómeno; y ahora podíamos verlo en todo su esplendor.
-¿¡Pero qué demonios?!-mascullé, anonadado.
Era como si dos corrientes de aire de distinta temperatura se hubiesen encontrado y hubieran formado un tornado; pero más que un tornado, parecía una especie de dos remolinos unidos entre sí por un pequeño núcleo de energía. Y por alguna extraña razón, los remolinos cada vez se movían más deprisa.
-Humphreys… ¿Qué es eso?-musité.
-Me temo que no lo sé, señorito, es energía ya que las mediciones se me salen de la gráfica, pero… actúa como si fuera justo lo contrario-explicó mi mayordomo, todo azorado.
Por un momento tuve una iluminación y algo me dijo que no quedaban ni dos telediarios.
-No es posible…-susurré.
Y ocurrió; se sucedió un destello y apenas pudimos oír bien, no supe con certeza si por el mismo ruido o porque nos quedamos sordos de golpe. Me cubrí la cara con el brazo izquierdo y di un volantazo con el timón, virando a babor; una enorme fuerza nos empujó hacia atrás y retiré los flaps a tiempo, tratando de que el propio peso de la nave pudiera contra la fuerza que hacía fuerza contra nosotros, pero no valió para nada y nos vimos azotados. Gracias a la presurización no hubo ningún caos de ningún tipo dentro de la nave, pero la aceleración nos llevó al otro lado del puente de mando, donde nos quedamos tirados. Noté como toda la estructura del gigante gemía, pero aguantó como un jabato y se dejó llevar por la enorme fuerza reinante.
-¡Humphreys, dime que los has soltado, dime que los has soltado!-chillé como loco, no muy seguro de que me pudiese oír.
-¡Sí señorito, por supuesto, los programé automáticamente!
Eso por un lado me alivió; en caso de emergencia, decidí instalar una serie de robots espía por si pasaba algo anormal. Y como ese algo anormal ya había pasado, quise cerciorarme. En caso de que saliéramos enteros de ésta, podríamos recuperar los robots y ver que había pasado.
Traté de llegar de nuevo al timón para estabilizar la nave y con mucha maña e insistencia llegué hasta él, el cual no dejaba de girar a la derecha; me aferré a las cabillas en cuanto pude e hice fuerza para el lado contrario, para que el timón no se soltara.
-Vamos… vamos cabrón, vamos…-musité, haciendo una fuerza inmensa.
Humphreys también recobró su puesto en el ordenador central y pudo ajustar la tensión del cable del timón, aflojándose a tiempo, ya que yo no podía más; miré entonces al frente y vi una luz muy brillante, tan brillante que no me dejaba ver nada y tuve que cerrar los ojos para no quedarme ciego.
-¡Humphreys, avante muy poca y pon el piloto automático o nos la pegamos, ahora!-exclamé.
-¡Si, señorito!
Pude notar como el furioso ronroneo bajo nuestros pies se iba calmando y la rueda del timón giraba lentamente y sola; me quedé agazapado bajo el timón, protegiéndome del fortísimo brillo que parecía ir a más conforme pasaban los segundos. Finalmente ambos nos desmayamos casi sin darnos cuenta.
