Si pudieran por favor prestar su atención a estas divagaciones antes de comenzar. Gracias.
Hola a todos, esta historia participa en el Baker Slash Fest 2015. Estamos llegando al onceavo día de Festival ¿a que nos la estamos pasando bien? Espero que la respuesta haya sido que si.
Disclamer.- Bueno ya saben que todo esto pertenece a Sir Arthur Conan Doyle, a la BBC, a Moffat, a Gatiss y a un montón de personas de las cuales ninguna soy yo, ya que yo escribo sin ánimo de lucro. Aunque insisto, si el mundo fuera justo John sería mío.
Las frases del comienzo de cada capítulo pertenecen a Poets of the Fall, desprendidas de la canción Dreaming Wide Awake.
Una mención especial por supuesto a mi muy querida Violette Moore que además de ayudarme con el beteo de este fic ha escuchado mis múltiples divagaciones durante muchos días y me ha ayudado a poner mis ideas en orden, así que la coherencia de esta historia se la debemos por completo a ella.
Y bien, este es el prompt #9, y si este prompt es tuyo me encantaría escuchar tu opinión, espero que sea lo que tú querías.
Aclaratoria.- Básicamente todas las cosas de las que hablo en este fic provienen de mis ideas vagas y de mi imaginación (almas gemelas, universos paralelos, vidas pasadas, heridas, la guerra, la milicia), así que no duden que esté plagado de "licencias creativas" (o sea cosas que no suceden de esa manera, o que no suceden en absoluto en la vida real).
Un apunte más solamente antes de comenzar, hay un personaje en esta historia que es un verdadero imbécil, y que tiene una percepción francamente estúpida de la homosexualidad, espero que ustedes puedan entender que es solo un personaje y que no refleja en manera alguna mis pensamientos, ni mis percepciones.
Bien, después de todo esto que tal si comenzamos...
Capítulo I
El Mejor Sueño Del Mundo.
por
Adrel Black
Edición
Violette Moore
Another place and time, without a great divide...
Los gritos y groserías llegaban hasta la habitación que Harry y John compartían de manera amortiguada por las paredes, eran claramente las palabras de su padre enfadado y los susurros de su madre atemorizada, intentando calmarle.
John echó el seguro a la puerta de la habitación, y atrancó con una silla el pomo. Lo último que necesitaban era a su padre ebrio vagando por su cuarto. Solo en una ocasión había ocurrido, en esa ocasión su padre había intentado golpear a Harry, John había hecho lo posible por defenderla, pero, ¿qué podía hacer un niño de seis contra un hombre de cuarenta?, básicamente nada, de modo que John también se había ganado una buena tunda.
Apagó las luces. El dormitorio se sumió de inmediato en la oscuridad. Por entre las cortinas deslucidas, se filtraba un poco de luz naranja, compartida por las farolas de la calle. De puntillas, intentando no hacer ningún ruido y con sumo cuidado para no tropezar con algún juguete que se hubiera quedado fuera de su lugar se metió de vuelta en la tienda de campaña que él y Harry habían improvisado, con una sábana vieja, el palo de una escoba y un buen montón de cojines.
Harry encendió la linterna, su cara parecía flotar en la oscuridad y la luz que llegaba hasta ella desde abajo, por la posición de la linterna, hacía que se dibujaran sombras en lugares extraños de su rostro, era un poco fantasmagórico, pero a la vez reconfortante, Harry y John eran tan parecidos que era imposible temerle.
— ¿Papá se enteró? —preguntó John a su hermana.
Ella asintió mientras dejaba la linterna sobre el suelo, la luz rodó un poco hasta pegar contra las piernas de John quien tomó la lámpara y miró la luz, proyectó el haz contra el techo de la tienda improvisada y luego de vuelta a Harry.
La niña estaba quitándose el listón con el que recogía su cabello, lacio y rubio, igual al de John. Siempre lo recogía en un apretado moño, en un intento de no provocar la ira de su padre. Ella deseaba llevarlo demasiado corto, pero, para gusto del Señor Watson, las mujeres debían usar el cabello largo, así que Harry tomó unas tijeras y lo recortó, su madre hizo lo que pudo con los mechones desiguales, pero aun así obligaba a Harry a usarlo recogido para que su padre no se diera cuenta.
— ¿Por qué te peleaste esta vez? —preguntó a su hermana, la niña se tocó la mejilla donde tenía un moretón e hizo una mueca.
—Estaba diciendo que nuestro padre es un borracho.
—Pero eso es cierto.
—Ya lo sé —la niña apretó los puños —pero eso no quiere decir que tenga que soportar que me lo digan.
— ¿Papá ya nunca va a irse? —preguntó John, mirando intensamente a Harry.
Los primeros cinco años de la vida de John habían sido excepcionalmente felices.
Su padre cuya vocación le había llevado a la carrera militar, había pasado gran parte de esos años en la Base, John le veía periódicamente, una o dos veces por año, sin embargo, las ocasiones en que su padre estaba en casa eran momentos dichosos, su padre gastaba gran parte de esos momentos en jugar con él y con Harry o en alabar la deliciosa comida de su madre, que, según sus propias palabras, no tenía comparación con la que servían en los comedores de la Base.
Su madre, por otra parte se iluminaba como nunca cuando tenía a su padre cerca, compartían y atesoraban esos momentos escasos.
Luego, unos meses atrás, su padre había sido herido en un ataque a la Base por un comando armado radical. Con un ojo y un oído dañados por varias esquirlas su padre había sido devuelto a casa de manera permanente.
Las primeras semanas, mientras se recuperaba, fueron difíciles, incapaz de valerse por sí mismo debido a la media ceguera y a la falta de equilibrio, prácticamente les consumía. Luego los días fueron malos, cuando la pensión por invalidez llegó y no fue suficiente.
Su madre tuvo que conseguir un trabajo de medio día para poder solventar los gastos mientras su padre huía de casa la mayor parte del tiempo, volviendo completamente borracho y sin un centavo.
Después llegó lo peor, cuando su padre golpeó a Harry por primera vez. Él hombre tenía su carácter, pero cuando llegó la notificación del colegio de que Harry había golpeado a un chico por llamarla muñequita, fue el acabose.
Su padre gritoneó durante lo que parecieron horas, luego pegó una cachetada a Harry que mando a la niña hasta el otro lado de la habitación.
—No voy a consentir tener a un marimacho en casa —gritó.
—Por Dios Jonathan —dijo la madre mientras se arrodillaba al lado de su hija.
—Las mujeres no andan por la vida golpeando a los hombres.
John se quedó sentado en su silla, incapaz de moverse, no entendía que era lo que pasaba, sabía que estaba mal que Harry se hubiera peleado, pero a qué se refería su padre con eso de un marimacho, los ojos de su padre parecían agrandados por la locura y sintió miedo, el olor del alcohol de pronto inundaba toda la habitación.
Su madre los llevó hasta la habitación en que ellos, Harry y John dormían, puso el seguro y atrancó la silla, tal y como John había hecho en el presente y se quedó ahí.
Su padre al día siguiente parecía no recordar lo ocurrido, excepto por su repudió a cualquier actitud de Harry que se saliera de lo que él consideraba, era correcto que las mujeres hicieran.
Harry por otro lado, a lo largo de los meses había desarrollado una rebeldía cada vez más insistente en contra de los parámetros de su padre, peleaba con los chicos, había recortado su cabello, se escabullía de la iglesia los domingos y sus calificaciones habían caído en picada.
John por otro lado, había tomado el extremo contrario, ayudaba a su madre, alababa sus comidas, escuchaba las largas peroratas de su padre, el hombre le había dicho que debía ser soldado, tal y como él, ese era el trabajo que un hombre de verdad hacía, pelear por el resto, sus calificaciones había mejorado considerablemente, como si de esa forma pudiera compensar la actitud de Harry, era una presión tremenda para un niño de seis años. Una presión que obviamente le había vuelto solitario.
—No, —respondió Harry, su voz sonaba a amargura —él ya no va a irse, tendremos que irnos nosotros.
— ¿Qué?
—Irnos John.
— ¿A dónde? —John no se lo imaginaba.
—No lo sé —respondió Harry, —es que él nunca va a quererme.
—Pero él te quería antes —murmuró John, en el fondo, deseaba, esperaba que en algún momento todo volviera a ser como lo había sido.
—Pero ya no.
— Pero ¿por qué?
—Porque soy diferente.
John se le quedó mirando, sin comprender, miraba a su hermana con mucho cuidado, buscando, tenía la misma nariz respingona que John salpicada de pecas, el cabello rubio, los ojos muy azules, las mismas orejas de siempre, las manos pequeñas, los labios delgados, John no encontraba nada diferente en Harry, era la misma Harry que le había llevado la primera vez al parque, la misma Harry que le había acompañado mientras veían a escondidas una película de terror, la misma Harry que conocía montones de historias de espías y que sabía lo mismo de futbol que de rugby. Era solo Harry.
—¿Por qué eres diferente?
—Porque yo no soy como las demás niñas.
—Por eso papá te llamó… eso… —John se mordió los labios —un marimacho —el niño se mordió los labios más fuerte y miró al suelo, aquella palabra, a pesar de no saber su significado sonaba tan insultante —¿Qué significa?
—Que me gustan las mismas cosas que a los niños aunque sea una niña.
John se sentía confundido, se dejó caer entre los cojines y Harry le siguió.
—Si te vas ¿me vas a dejar que vaya contigo?
—Claro que sí, Johnny.
John se sintió adormilado, las palabras de sus padres ya no se escuchaban, quizás su padre se habría quedado dormido por fin a causa de la borrachera y su madre, al igual que sus hijos se habría encerrado en su habitación.
John apagó la linterna, la oscuridad le presionó los ojos, la respiración de Harry le resultaba reconfortante, pronto se sumergió en el sueño, esa fue la primera vez.
John vaga por el parque, no es un parque que conociera, no se parecía al parque por el que debía cruzar cuando regresaban andando desde la escuela. Era un parque distinto, está delimitado por uno de sus lados por una calle, el otro colinda con lo que parece ser la parte trasera de un par de casas, los otros dos lados chocan con una pared hecha de pinos que se extiende más allá de la vista de John, una especie de bosque. El lugar es sin duda un área suburbana.
Siente un poco de pánico al darse cuenta que está solo, aquí y allá hay gente, claro. Los niños juegan en los subibajas, en los columpios, ríen mientras corretean, aquí y allá hay adultos que cuidan de esos niños, John mira alrededor, buscando, pero no reconoce a nadie.
—Por fin —dice una voz a su lado —creí que no vendrías nunca.
John dirige la vista hacia su interlocutor, es un niño muy delgado, un poco más alto que el mismo John, lleva los pantalones negros y una camisa blanca, muy pulcra para un niño de seis. John no puede evitarlo y mira alrededor, no se imagina que éste niño le hable a él, ellos no se conocen.
— ¿Qué miras? —pregunta el niño contrariado, mientras con una mano pálida intenta despejarse la frente de los rizos rebeldes que caen en ella.
Tiene el cabello muy negro y los rizos rebotan hacia todas partes sin orden ni concierto, pero lo que más impresiona a John son sus ojos. Parecen todos los tonos de verdes, azules y grises mezclados en la paleta de un pintor. Claro que John no puede aclarar ese pensamiento, para él los ojos de aquel niño solo parecen increíbles, aprieta las manos de la manera en que hace cuando está nervioso y mira sus propias ropas, pantalones de mezclilla, playera deslavada y mocasines cafés, en buen estado, pero muy usados. Vuelve la vista de nuevo a las ropas del niño del cabello negro, su pantalón y su camisa están perfectamente planchados, su camisa es tan blanca que parece nueva y sus zapatos sin duda han sido lustrados recientemente.
— ¿Me hablas a mí?
—Claro que hablo contigo ¿con quién más hablaría? —John frunce un poco las cejas, pero no dice nada, la forma en que aquel niño se expresa parece extrañamente adulta para alguien de seis años —ya sabes que no hablo con ellos, —el niño del cabello negro hace un ademán vago hacia el resto de los niños que hay en el parque —ni ellos conmigo.
El moreno empieza a caminar hacia la pared de pinos, John mira alrededor de nuevo, luego intrigado le sigue.
Caminan un largo trecho, el sonido del parque y de los automóviles se ahogan debido a los árboles.
— ¿A dónde vamos? —pregunta John.
—A la casa —contesta y luego lanzando una sonrisa cómplice dice —he traído algo.
El niño, se detiene, mira alrededor como asegurándose que nadie les sigue y luego empieza a trepar por un cedro que parece perdido entre un mar de pinos.
—Rápido, John.
John se queda helado cómo es que ese niño sabe su nombre. John trepa siguiendo al moreno. Llegan a un punto en el que las ramas están tan intrincadas que pueden sentarse entre ellas, las hojas les cubren de la vista, John lanza una mirada abajo y traga, están muy alto, las manos le sudan un poco. El niño se ha sentado, encima entre las ramas John puede ver un par de cojines y un montón de envoltorios de dulces y pasteles atorados entre las hojas.
—Toma, —murmura el niño del cabello rizado, mientras sonríe quedamente saca de los bolsillos de su pantalón unos cuantos chocolates —le robe éstos esta mañana a Mycroft.
— ¿A quién?
—A Mycroft.
— ¿Quién eres tú?
El niño moreno le mira como si John se hubiera vuelto loco, o como si estuviera haciendo el tonto al propósito.
—Pues soy Sherlock.
John se queda quieto por un momento, él no conoce el significado de la palabra déjà vu, pero si lo conociera, sabría que era eso lo que sentía en aquel momento. ¡Claro! Sherlock, no tenía ni idea de quién era, pero a la vez, algo le decía que era obvio, Sherlock y John, de alguna manera congeniaba, de alguna manera era lógico, como la tierra girando alrededor del sol desde el principio de los tiempos, como la luna y su influencia sobre las mareas desde los inicios de la creación. Así eran John y Sherlock, no hacía falta mayor explicación. Eran eso y eso era lo correcto.
—Son tus favoritos, de los que tienen galletas —dice Sherlock en su mirada hay tanto cariño por John que el niño se siente abrumado.
John toma uno de los chocolates que Sherlock le ofrece y tiene razón, es su favorito.
John despierta a la mañana siguiente, con uno de los pies de Harry demasiado cerca de su cara y dándose cuenta que la casa de campaña se ha derrumbado. En el pecho de John un sentimiento de vacío revolotea.
— ¿Qué te sucede? —pregunta Harry lanzándole una mirada adormilada.
—Tuve el mejor sueño del mundo…
Bien este es el primer capítulo, ¿qué les pareció? Espero que me sigan hasta el final que esto va para largo. Ya lo verán.
