Hola, muy buenas, aquí LO'D de vuelta con esta secuela, la segunda temporada. Llevo un tiempo largo escribiendo este no tan largo capítulo, pero... realmente no tengo excusa, soy un lento con falta de inspiración. Aquí les dejo el primer capítulo de la segunda temporada, el cual no está revisado por si tiene errores. Pero bueno, fue un gusto volver a escribir de mis pequeños favoritos (Lowell y Gekko). Espero que les guste.
1.- El siempre soñado fin de año, volver a casa
Dos minutos antes de comenzar su clase y ya le impresionaba que sus alumnos estuvieran en el salón a esa hora. Bueno, acostumbrarles que después del timbre se quedan fuera les sirvió para a acostumbrarse a llegar antes, hasta el joven O'Donnell estaba en el salón, ya que a él más de una ocasión tuvo que dejarlo en el pasillo, pero al fin y al cabo hacia lo mismo que en la mayoría de las clases, tomar una siesta. Ahora se preguntaba hasta el por qué estaba allí el chico, él no rendía examen final ya que tenía promedio perfecto en su asignatura, pero de igual forma vino.
Alexandro Salvatore, mejor dicho Bowman, se encontraba sentado en el escritorio del maestro, se mantenía ordenando las cosas para su clase.
-"¿Hasta en su últimos días?" -Pensó el viejo profesor Álex, deteniendo un poco lo que hacía.
El salón estaba bullicioso, como siempre, tanto que impresionaba al profesor que el lobato pudiera dormir con tal escándalo. Se puso de pie y elevó los libros en alto y los dejó caer a la mesa, haciendo un gran ruido. Todos se fueron a sentar y el chico sólo movió su cabeza hacia otro lado, tenía el sueño pesado.
- ¡Bien jóvenes, jóvenas, miechicas y lelas! - Se levantó con su típica frase al comenzar una clase, pero inmediatamente se detuvo en seco, para quedar mirando seria y silenciosamente a una alumna.
Ella levantó la vista dudosa sí sería que la pilló u otra cosa, pero la mirada seria del profesor la asustó que tiró el celular que usaba hacia la pared.
- Ahí deberían de estar todos sus celulares, jóvenes. - Se volteó y fue q escribir en el gran pizarrón universitario, ya que el exigió una así.
Pasaba la clase y los niños no paraban de hacer ruido que se hartó, sacó la silla del mesón y se ayudó con ella para pararse en la mesa. Parecía que nadie lo notaba por seguir con el mismo ruido, pero al fin se callaron cuando de tal altura dejó caer el grueso libro, sobresaltando a la mayoría.
- Son ustedes los que deben examen, no yo. Así que los que no quieres estar en el repaso, puede tomar sus cositas e irse a su cuarto a estudiar solos, que me estoy pensando si dejar la prueba así o más difícil de lo que es. - Dijo sin preocupación y sin más bajo al suelo.
- ¿Y por qué él puede dormir mientras nosotros escribimos? - Preguntó fastidiado Scott parándose de su puesto.
- Porque él tiene la calificación perfecta, señor McKlein, a diferencia de usted que necesita más que la perfección en este examen para tener un promedio decente. - Comentó con una sonrisa sarcástica.
Scott se volvió a sentar refunfuñando mientras algunos a su alrededor se reían en lo bajo.
El profesor se fue a delante para ver sí podía seguir con esto o no. Al pasar al lado de su alumno estrella dudó un momento y decidió en sacudir su cabeza un poco. El chico levantó la cabeza somnoliento.
- ¿Uhm? - Expresó con los párpados aún hasta la mitad de sus ojos.
- No hay necesidad de que estés en la clase. - Dijo él. - Puedes irte si quieres. –
- No me molesta en lo absoluto estar aquí. - Aclaró antes de volver a esconder su cabeza entre sus brazos.
El profesor le miró con una ceja arqueada.
- Trata de tener asistencia completa. - Comentó Connor al grupo de amigos que preguntaba curioso del por qué no se iba el chico. - Se puso esa meta desde que llegó. –
- ¿Cómo vas hasta ahora? - Preguntó Jack.
- Físicamente, cien por ciento. Mentalmente, un cuarenta. - Respondió riendo Connor, el cual tampoco debía la mayoría de los exámenes, excepto de este.
- ¿Tanto? Yo pensaba que menos. - Comentó Alice con burla.
El grupo se rio mientras el profesor estaba en la pizarra y se volvía a acercar al chico.
- Sí sales, te dejo presente en todas las clases mías que quedan. - Propuso y, como sí un rayo le cayera encima, Lowell se levantó de un parpadeo con su mochila ya en su hombro.
- ¡Suerte en su examen! - Exclamó en la puerta antes de salir.
El profesor rio entre dientes, mirando la puerta.
- Profesor Alex, ¿No vendrá la profesora Lucy? - Preguntó uno trayéndolo a la clase.
- Ah, pues no volverá. - Informó con tranquilidad, sin quitar la vista de la puerta. - Ya la evalué, se fue a ver a su familia. - Pensó un momento en el chico que en ese momento estaría caminando tranquilo por los pasillos. - "Sólo me pregunto sí él lo sabe." - Como sí de una chispa se tratase, volteó a la clase, viendo el alboroto y desorden que se ocasionó. - ¿Y a qué hora están ustedes así?
- Preguntó arqueando una ceja.
- "¿Qué hago? ¿Qué hago?" - Se preguntaba Lowell O'Donnell mientras caminaba arrastrando los pies en la baldosa de los pasillos con pereza. Con su chaqueta afirmada con su mano sobre su mochila, la espalda encorvada, denotando su cansancio y aburrimiento. En su rostro unas facciones idénticas a un chico zombi, o como sí no hubiera dormido lo suficiente, los párpados caídos y con los labios un poco abiertos, lo suficiente para que una gran cantidad de aire sin mucho esfuerzo entre. En teoría, tenía de sus peores caras. - "Por esto mismo es que me quedo en el salón, al menos allí me decido en sólo dormir." - Volvió a pensar. Sintió alguien quien corría atrás suyo, por el pasillo en el cual iba. Pensaba en ignorarlo, no tenía ganas de detenerse, pero al escuchar cuando lo llamaba reconoció de inmediato.
- ¡Hey, Lowell! - Volvió a llamar Dankar aún más cerca.
Volteó a ver al chico llegar apoyándose en una rodilla para recuperar aire, mientras en la otra mano traía un balón de baloncesto.
- Creo que estás un poco sordo... - Jadeó enderezándose.
- Lo siento, estaba pensando mucho. - Se disculpó rascándose la nuca.
- Como sea... - Dijo enderezándose. - ¿Qué haces afuera? ¿Te echaron o qué? –
- Albert Einstein me echó porque no rindo examen recuperativo. - Explicó.
-Entonces ¿qué tal sí vamos a jugar uno versus uno? - Dijo volteándose un poco y elevando el balón.
- Ya que. - Respondió sonriendo al menos había encontrado algo en qué entretenerse.
Ambos fueron al gimnasio de baloncesto, donde Lowell quedó un momento procesando como jugarían sin aro, ya que no había nada de nada, era sólo un gran suelo laminado plano y paredes, nada más.
- ¿Por qué esa cara? - Preguntó Dankar al caminar a un lado de la entrada del enorme 'gimnasio' por así decirlo, entrando a una oficina.
- Que yo sepa, en una cancha de básquet hay tableros. - Se colocó las manos en los bolsillos, frustrado mientras se colocaba a su lado.
- Eso lo arreglo en un segundo. - Dijo ladeando una sonrisa. Se metió a una computadora, la cual colocó un panel en la pantalla denegando el acceso. Colocó una llave a un lado, el panel se fue y Dankar comenzó a activar algo.
- ¿Qué era eso? –
- Una llave que se les dan a los capitanes de equipo para que entrenen. - Explicó defendiéndose unos segundos. - ¿Por qué no vas a mirar la gracia de esta tecnología al centro de la cancha? -
Lowell levantó los hombros antes de caminar hacia donde su supone que es la cancha.
- Y se supone que la mitad es... Aquí. - Murmuró deteniéndose en la mitad de todo.
Miró hacia un lado, hacia el otro y nada. De repente, un círculo cian se formó a su alrededor y comenzó a hacer unas líneas por todo el suelo un rectángulo se formó casi al final que comenzó a elevar unas paredes traslucidas del mismo color. A los extremos dos cuadrados se abrieron del suelo, saliendo los tableros.
- ¡Eso era a lo que me refería! - Exclamó Lowell al ver el aro.
- Bonito, ¿no? - Dijo Dankar ya adentró.
- Se ve muy tecnológico, realmente. - Comentó caminando para las paredes celestes, las cual al tocarla, su mano la traspasó. - ¿Para qué son estas cosas sí no detienen tu cuerpo? –
- Es para detener el balón solamente. - Dijo lanzando su balón hacia el muro, el cual no rebotó, sino que simplemente se detuvo y cayó al piso. Era un balón diferente, sí era naranjo pero las líneas eran más rectas y en vez de ser negras eran igual que la pared. - Dentro el balón tiene un núcleo de energía que fluye por las líneas y... ya te fuiste. - Dijo notando que no paraba de ver el muro celeste. - ¿Corneria a Lowell? –
- Prefiero las rejas. - Murmuró.
- ¿Qué dices? - Preguntó inclinándose.
- ¿Ah? - Sacudió la cabeza. - Eh... ¡Nada! - Sonrió y se paró en el centro de la cancha.
- ¿Al menos sabes jugar? - Preguntó, colocándose en frente suyo.
- Creo. - Dijo con alegría.
- Entonces espero que no llores cuando te patee el trasero. - Dijo antes de lanzar el balón hacia arriba.
Aunque Dankar fue quien saltó antes, quedó impresionado que Lowell haya atrapado el balón antes, en especial porque es más bajo que él.
- ¿Ahora qué hago? - Preguntó Lowell al caer, protegiendo el balón.
- Aggh... - El chico se golpeó la cara con la palma. - No que sabí... - Se detuvo de inmediato al escuchar un bote al lado suyo. Inmediatamente volteó, ya viendo que el chico había avanzado una gran cantidad, estando ya en la zona de anotación. Trató lo más posible se alcanzarlo, pero se detuvo al ver que lanzó... pero de igual forma falló. - Por hacer trampa. –
Lowell sólo sonrió rascándose la cabeza.
Dankar partió e inmediatamente Lowell fue a quitarle el balón y falló de igual forma. Rápidamente, el marcador se volvió 3-0, a favor del mayor. Lowell sacó y sólo alcanzó a salir del área de dos puntos para que el balón se lo robaran. Dankar dio un giro, quedando espalda a Lowell y lanzó. 6-0.
- ¿Haces sólo triples o qué? - Preguntó Lowell, mientras iba para sacar de nuevo.
- Es mi especialidad. - Dijo muy orgulloso.
Y como se esperaba, Dankar anotó nuevamente. Sólo que está vez se dio cuenta que le costó más, ya que antes Lowell lo único malo que tenía era que se pasaba más de la cuenta, tanto como al lanzar, al tratar de robar o hacer un simple movimiento.
- ¿Listo para perder? - Preguntó al robarle el balón y correr a la línea de triple.
- No me digas que es hasta los diez. - Respondió con algo de enojo.
- Bueno, sí quieres que sea hasta los cincuenta. - Dijo sarcástico, dando la vuelta para lanzar.
- Eso estaría mucho mejor. - Dijo estando a un lado de Dankar, pero en el aire. Había saltado para golpear el galón cuando él lo comenzaba a lanzar y, al caer, inmediatamente se fue corriendo por el balón.
- Ya saben, ven a Dankar y me avisan para masacrarlo. - Dijo con irritación un chico alto en la entrada del lugar, junto a otros dos.
Desde la entrada se lograba ver dos siluetas, uno con el balón y el otro a duras penas tratando de robárselo. Quien tenía la pelota la tiró suavemente contra la cabeza del otro y al recibirla de vuelta, corrió hacia la derecha. Los chicos de inmediato se acercaron viendo a Dankar sosteniéndose en sus rodillas en medio de la cancha, y saltando, al lado del aro un niño, que extrañamente no parecía que iba a lanzar y luego pasó de largo, chocando contra el muro.
- ¡¿Qué fue eso?! - Gritó Dankar, con la voz gastada.
- ¡Juraba que habría un muro para saltar allí! - Gritó de vuelta Lowell, ya en el suelo.
En el marcador, con una d mayúscula se veía al lado un nueve solamente, en cambio donde había una l mayúscula, decía cuarenta y ocho.
- Dank. - Llamó el mismo niño de antes, acercándose. - Dime que secretamente tu nombre tiene una L - Rogó el mismo chico, entrando en la cancha, a un lado del lobo.
- ¿Acaso... no viste... cuán alto... saltó? Me supera... hasta a mí, que... soy más alto... - Dijo Dankar, entre jadeos. - Sí que... lo subestimé. - Confesó estirándose para atrás.
- Salta alto, ¿eso es todo? - Dijo incrédulo. - Puede que detenga tus lanzamientos, ¿pero tu forma de juego? –
- Street Básquet. - Dijo ya más calmado. - Esa forma de juego no sólo es de un partido sino con sus movimientos. Tiene una fluidez y armonía en sus movimientos que la única forma de detenerlo es jugando su mismo juego. Parece un jugador del AND1-
- ¿Por qué no nos dan una demostración? - Dijo unos de los que lo acompañaban.
- No podemos, sí demoramos más, ahora tendremos problemas nosotros en vez de Dank. –
- ¡¿Que yo qué?! - Exclamó alterado, ya que recordó la clase que era. - Diablos, se me había olvidado. - Volteó a Lowell, quien se acercaba boteando. - ¡Hey, Lowell! ¡Te presto el balón, tengo que ir a clases o el profesor me mata! - Avisó, pero se extrañó cuando el chico dejó de botar, dejando el balón entre ambas manos, de un momento a otro le lanzó el balón al pecho y salió corriendo por sus cosas.
- ¡Lo siento, creo que mi profe igual me va a matar! - Exclamó antes de salir.
De por sí, todos quedaros callados por lo rápido que se fue.
El chico se encontraba en la puerta, que era bloqueada por una mujer, la profesora, la cual le comenzó a dictar todo lo malo que le vio, mientras traba de responder con tranquilidad.
- Atrasado. –
- Pero... –
- Además de sudado. –
- Es que... –
- Sin haber estado en la clase anterior. –
- Bueno... –
- ¿Y respondiéndome? ¿Así planea entrar? –
- Ahora entiendo porque está soltera... - Murmuró él, mirando hacia otro lado. Sintió una fuerte brisa antes de escuchar el fuerte portazo frente suyo, al menos la dejó sin habla.
Dio un fuerte y pesado suspiro. Afirmando con una mano su mochila, se dirigió a su habitación a al menos bañarse, porque siendo sincero, estaba hediondo.
Él no se arrepentía de estar así o no ir a clases, realmente se había divertido, se sentía más libre, como otro. Además, no tenía por qué ir a clases, sólo iban los que debían examen o los que tuvieron más bajo que el promedio requerido. A él no le fue así, normalmente a principio de año los niños bajan las notas y después de la mitad las reponen, pues Lowell al entrar a mediados de año, tenía menos calificaciones y partió desde un principio bien. Significaba que ya no tenía nada qué hacer hasta en unas dos semanas más, esta sería de los exámenes, la siguiente de cierre del año y luego irse cada uno a sus casas. Lowell sonrió al recordar esto último, aunque por distraerse un segundo, le entró champú a los ojos. Extrañaba dormir sólo en su cuarto y despertarse al menos una hora más tarde.
Luego de vestirse, se colocó en la ventana el cuarto a dibujar un rato al escuchar música, era una guitarra que tocaba tan dulce y lento y parecía canción de cuna. Poco a poco comenzó a ver menos de las manchas negro carbón que formaban, llegándose a finalmente dormir.
Wolf caminaba por unos pasillos con Lowell sentado en los hombros. Estaba oscuro, aunque tenuemente pocas lámparas se encontraban encendidas, las llamas iluminaban lo suficiente para ver el camino y el pequeño rostro del niño lleno de sueño, tal cual como sí lo hubiesen despertado apenas unos minutos.
- ¿Hmm? - Murmuró bajito.
- Aguanta un poco más. - Susurró abriendo lentamente una gran puerta.
Ambos se asomaron, viendo una ventana en la pared de al frente y una silueta sentada frente a esta, por la luna llena tras suyo y poseía una guitarra consigo, mientras tocaba una armoniosa canción, pareciendo que él no tocaba solo.
Lowell comenzó a darle aún más sueño y, sin poder evitarlo, abrazo aún más a su tío de la frente y frotaba su rostro contra su pelo para despertar.
- Deja de hacer eso. - Susurró Wolf, riendo un poco. Lo tomó de los costados de tu torso para cargarlo solo con las manos.
- Papá toca bonito... - Murmuró antes de quedar profundamente dormido.
Se sobre saltó al sentir algo pasar por su oreja. Miró a un lado, viendo a Sarah en la ventana de enfrente.
- Lindo dibujo. - Dijo ella.
Volvió la vista a su cuaderno y vio sólo en lápiz tenía dibujado una casa antigua, vieja y deteriorada, sumado parte de su alrededor pero casi difuminado, como en un recuerdo.
- Gracias... - Dijo sin parecer muy seguro. Pero sí estaba seguro de no haber visto nunca esa casa, o al menos ese diseño.
- ¡Hey! - Exclamó Alice, apareciendo a un lado de Sarah. - No creas que faltando tendrás paz, desde ahora cuando lleguemos te vamos a ir a molestar. - Informó muy alegre.
- ¡Oh, no juegues! - Dijo levantándose con sus cosas y a la vez lanzándole la almohada que siempre usaba en ese lugar.
A Alice no le llegó.
- ¡Que mal novio eres, golpeando a tu novia así! - Dijo con burla.
A Lowell se le cayeron las cosas de las manos y volteó a la ventana, al igual que Sarah a su amiga.
- ¡Alice, cállate! - Exclamaron ambos totalmente rojos.
- ¡Sí todos saben que terminarán juntos! - Exclamó, saliendo corriendo para salvar su vida.
- ¡De mí no te salvas! - Exclamó Lowell asomándose. Hubo una pausa que hizo que ambos lobos se mirasen. Se colocaron aún más rojos y salieron de la ventana inmediatamente.
Con una mano en su mochila y la otra en su maleta, Lowell miraba el tren en el cual varios niños se subían, menos él.
- "Una semana y tres días..." - Pensó con algo fastidio al recordar cada uno de esos días. Alice había cumplido lo que dijo y cada día cuando se acababan las clases comenzaron a molestarlo. Entiendan lo horrible que fue el domingo que no había clases.
Dio un pesado suspiro y subió.
Se había enterado que no todos los estudiantes se iban en el mismo tren al ser aproximadamente diez grados. Los cuatro mayores se fueron antes, luego los otros tres grados se fueron después, dónde estaba Dankar, triste para Lowell, y por último ellos. Comenzó a buscar un lugar más básico entre las puertas (¿Tren gringo? ¿Cómo no?).
La primera que encontró sola de inmediato entró para adueñarla, dejando su maleta guardada. Se tiró en el largo asiento acolchado, recostando la cabeza sobre su mochila, se colocó audífonos para dibujar en su cuaderno, como siempre, pero al ver nuevamente el dibujo de la casa. Se quedó mirándolo un momento, tratando de ver sí en su mente estaba al menos el recuerdo, ni siquiera se parecía a los paisajes que normalmente hacía de Hikari, o algo por el estilo, realmente naturaleza es lo menos que se veía, pero algo estaba seguro, se veía realmente antigua, como de era medieval.
Por un momento, se le ocurrió cerrar los ojos, viendo a quien buscaba dormido, se le hizo extraño, ya que en estas últimas semanas así es como lo ha encontrado.
Con ganas de ver ese bosque, tocó su pecho, pero al ver que no era eso lo que aparecía, sino que se construyó un cuarto antiguo, con suelo de tablas viejas, al igual que todo lo demás, pero se asustó cuando un charco de sangre seca debajo de donde estuvo Gekko, ya que desapareció. Se sobresaltó al punto de caer sentado. Comenzó a buscar con la vista; algo, ya que eso no era común. Vio al chico albino de pie cerca de la cama que estaba frente de sí mismo. Gekko se encontraba mirando la pintura hecha por una mujer embarazada, la cual estaba sentada frente a esta, pintando. Tanto ella como la pintura tenían una tonalidad tan blanquecina que la hacía parecer un fantasma.
Fuera lo que fuera, era casi la única vez que había visto una sonrisa tan sincera en el rostro de Gekko mientras miraba la pintura de un bebé gris de ojos azules. Le extrañó eso. Gekko miró a la mujer, la cual es como sí ignorara a él completamente, su sonrisa creció pero de inmediato desapareció al notar la presencia de Lowell. Comenzó a acercarse enojado, con cada pasó que daba todo comenzaba a desaparecer hasta que al quedar frente suyo, ya no había nada. Aunque Lowell trató de alejarse retrocediendo en lo posible, pero aun así Gekko lo alcanzó a alzar del cuello de la playera.
Por su suerte, un movimiento brusco del tren lo hizo caer de su asiento, abriendo así sus ojos. Lowell estaba tan aturdido que apenas escuchó el silbido del tren indicando su partida. Tratando de incorporarse, ya que cayó sobre su espalda realmente incómodo y con sus cosas sobre él. También escuchó a alguien más caer fuera, por el pasillo, pero un ruido insoportable en su cabeza comenzó a sonar. Se apretaba la cabeza con las manos y a la vez su mandíbula para aminorar el dolor, aunque no funcionaba mucho.
- ¡Gah! ¡Gekko, ya basta! - Rogó moviéndose por el dolor.
Lo bueno fue que unos segundos después de decir eso, el ruido cesó.
- ¿Cómo rayos entraste? - Preguntó realmente enojado.
- "Sólo te toqué el pecho." - Respondió levantándose aún con una mano en la cabeza, dirigiéndose a la puerta.
- ¿Aún así crees que tienes permiso de entrar a mis sueños? - Dijo aún más enojado.
- "¿No debería tocarte la cabeza para eso? Yo sólo pensaba ver esa área verde en medio del bosque de Hikari." - Dijo tocando ya la puerta pero, antes de abrirla notó que Gekko se quedó en silencio.
Cerró los ojos un momento, encontrándose al chico sentado de piernas cruzadas en ese mismo charco seco de sangre. Mantenía la cabeza baja, mirando el punto donde se cruzaban sus piernas. Lowell aun así, lentamente se acercó a él hasta quedar frente a él, agacharse a su altura.
No vio movimiento alguno.
- Era tu madre, ¿cierto? - Dijo directamente. Gekko levantó apenas la vista, suficiente para que se le viera su mirada carmín húmeda y furiosa. - Lo tomaré como un sí. - Comentó sin quitarle la vista o inquietarse. - Sé que se siente no volver a ver a tu madre, pero no tienes que enojarte porque vea que tienes un corazón. - Agregó tratando de ayudar, grave error.
- Tú no sabes lo que se siente ver como sufre tu madre brutalmente asesinada sólo porque te buscaban a ti. - Comenzó a decir con una voz gruesa, fría y profunda, mientras se levantaba. - Tú no sabes lo que es ser un crío encerrado en la pared que oye cada grito de sufrimiento por cada golpe y apuñalada que le daban, sólo para que no te encuentren y asesinen. - Dijo aún más enojado, ya estando de pie, mirando hacia abajo al chico. - Tú no sabes que es no conocer a tu madre... - Murmuró apretando los puños.
- Puede que no sepa de tu vida. - Dijo tranquilo levantándose y apoyando su mano en el hombro del albino. - Pero eso es simplemente porque no me has dicho nada aún después que te dije que sí quieres puedes hablar conmigo lo que te complica. - Agregó abriendo los ojos, sin haber alcanzado a notar que Gekko lo había mirado con impresión en el rostro. - "Cuando quieras, soy todo oídos.
- Abrió la puerta. - Oye, ¿te encuentras... - Bajó la cabeza. - ...bien?
Abajo, había una niña tirada boca arriba y con la cabeza justo a sus pies. De inmediato se sonrojó al ver el color de su estómago, ya que su playera la tenía elevada.
- ¿Sarah? - Llamó, mientras se agachaba.
Ella, al identificarlo, de inmediato se bajó la playera, toda sonrojada. Aunque siempre que se miraban a los ojos ambos se ponían nerviosos, aun así Lowell fue atento en ayudarla a levantarse.
- ¿Estás bien? - Volvió a preguntar, sosteniéndola.
Sarah de inmediato se separó apenada.
- Ah... s-sí. - Respondió nerviosa y sonrojada. - Aún no me acostumbro a la sacudida de un tren. - Agregó mirando a otro lado.
- Te entiendo, es la primera vez que me ocurre. - Dijo apartándose de la puerta, para que vea todo el desastre.
- ¿No estás con Connor o Jack? - Preguntó extrañada.
- Nah, esos holgazanes no querían despertar, así que me vine antes que ellos. - Explicó riendo. - ¿Quieres entrar? Pues por lo que veo o también dejaste a Alice o ella te dejó a ti. - Ofreció con una sonrisa burlona.
La chica le golpeó en un brazo, enojada y murmuró un "bueno" algo apenada.
Lowell la ayudó a entrar y se paró en los asientos para guardar su maleta, mientras ella le ayudó a ordenar todo lo que se cayó.
- ¿Esa es tu maleta? - Preguntó extrañada al ver ese tubo de tela que estaba al lado de su maleta.
- Sep, es un bolso que quita el aire, ayuda mucho para los espacios. - Volteó a verla desde arriba, mirando que ella se afirmaba la cabeza con una mano. - ¿En serio te duele tanto? - Se bajó.
- Sólo un poco. - Murmuró, viéndolo sentarse.
- Ven - La llamó, golpeándose ambas piernas con las manos.
Como vio que lo miraba dudosa, la volteó y la hizo sentarse a espaldas de él. Puso sus dedos entre su cabello y con las yemas comenzó a hacer círculos sobre su piel. Poco a poco notó que ella se iba hacia atrás, recostándose en él.
- ¿Cómo eres tan bueno? - Preguntó media adormilada.
- Práctica. - Dijo tranquilo, pero al ver que ella volteaba a verlo, como diciéndole que explique más, suspiró. - Desde que desperté en el hospital, a veces me daban ataques o dolores a la cabeza tan fuerte que lograban hacerme llorar. Era ahí cuando la doctora Risk me tranquilizaba y me hacía algo así para quitarle el dolor, claro que ella lo hacía mejor que yo, pero como no podía estar todo el tiempo allí, me enseñó para cuando me doliera. –
- ¿Sabes por qué te dolía? - Se sentó a su lado.
- No con seguridad, sólo ocurría cuando creía recordar y decía cosas sin sentido. Pero siempre me dolía en los costados. Mira - Le tomó ambas manos y las colocó cada una en los lados de su cabeza, bajo de sus orejas. Con su mano la guio entre su pelaje, dejándola notar que a la izquierda de él tenía una cicatriz larga y recta, aunque estaba inclinada un poco, y del otro, parecía formar un círculo, lo cual llamo tanto la atención que le volteó la cabeza para mirar. - ¿Qué pasa? – Preguntó con extrañeza.
- ¿Cómo fue que te la hiciste? –
- No sé, pero se supone que me la hice antes de perder la memoria. –
- Es de un disparo. - Lowell se impresionó. - De un arma ligera y pequeña, como una blaster. –
- Ya Holmes, ¿y cómo sabes todo eso? - Dijo realmente curioso, porque a él nunca le habían dicho de lo que fue.
- Desde muy pequeña observaba las cicatrices de mi papá. - Respondió tranquila, mirándole la otra cicatriz. - Tiene varias, y él me explicaba de qué fue cada una, así comencé a aprender. –
- Entonces tú papá igual es soldado. - Comentó.
- Casi la mayoría de los que estudian aquí son hijos de soldados y están aquí para ser como ellos. –
- No en todos, yo sólo acepté porque se suponía que me harían volar en una nave y aún no me subo a una. - Murmuró algo enojado, mirando por la ventana.
- ¿No quieres ser como tu papá o mamá? - Se acercó hasta quedar más a su lado, ya que él se había pegado a la ventana.
- Ni sé qué quiero ser realmente... - Susurró tratando de esta vez no ser escuchado.
- ¿Y... sí te vuelves piloto con nosotros? - Se inclinó hacia el frente para mirar su rostro. Pero no respondía. - ¿No vas a venir el próximo año? –
- No quiero ser un piloto, yo sólo quiero volar y recuperar mi memoria. - Murmuró.
- El próximo año dicen que volamos, ¿por qué no vienes? –
No dijo nada por un momento. Comenzó a reír a carcajadas, extrañándola y al callarse la miró sonriendo.
- Sé que me extrañarías. Yo igual lo haría contigo y todos ustedes. - Se sentó de lado, lo suficiente para suponer los pies en el asiento.
- ¿Préstame tu celular un momento? - Pidió roja.
- ¿Para qué? - Dijo mientras lo sacaba y se lo entregaba.
- Por sí no vuelves. - Dijo notando lo simple que era y al ver sus contactos sólo ver siete personas. Alice, Connor, Dra. Risk, Fox, Señor Peppy, Slippy y Tía Vivian. Nada más. Colocó su número y le entregó el suyo para que él hiciera lo mismo.
Por un momento, Lowell parpadeó al mirar esa cosa que lo que menos parecía era a un teléfono, suspiró y sin problema alguno colocó igual el suyo.
- ¿Por dónde vives? –
- Área norte de la metrópolis. –
- ¿Más específico? –
- Sé cómo llegar a casa, pero no sé dónde es. - Dijo riendo bajo de sí mismo. - Y, ¿tú? –
- En el sur de la ciudad. - Sacó su celular para proyectar un plano de la ciudad. - Más exactamente aquí. - Dijo presionando en un punto donde marcó la dirección.
Lowell se quedó un momento sin parpadear mientras lo miraba fijamente. Poco a poco, cuando volvió a parpadear lo hizo más seguido, durmiéndose lentamente.
En la estación, todos los niños se encontraban en una parte apartada y cuidada por algunos encargados para cuidar a los niños y que no se pierdan, ya que eran los más pequeños de toda la academia.
Los cinco estaban reunidos, menos entre ellos Connor, ya que su mamá lo estaba esperando desde el principio. En una banca de cuatro ambos lobatos estaban a los extremos y en medio los hermanos, ambos hablándole a cada uno pero ellos dos se mantenían callado, no querían voltear y mirarse por la vergüenza. Por así decirlo, ambos se quedaron dormidos en el tren y al frenar ambos se cayeron, Lowell sobre Sarah y digamos que una incómoda para ambos ahora mantenerse la mirada.
Al mismo tiempo, los hermanos Wood dejaron de hablarle, ya que no los escuchaban y se miraron el uno al otro, levantando sus hombros.
De un momento a otro, Jack comenzó a moverse bruscamente en el asiento, sacudiendo el brazo de su hermana en el proceso y empujando un poco a Lowell, el cual no pudo aguantar la curiosidad a lo que Jack apuntaba y en especial para que se volviera loco.
Lowell vio entre algunos padres que buscaban a sus hijo a una vieja pantera macho, negro y con ojos azules mirado a otro lado nada que ver.
- Eres igual a tu papá, Jack. - Comentó Lowell fijándose bien en el hombre, pero al no escuchar ruido, volteó a verlo, de igual forma ambas niñas que les extrañó.
Jack tenía la cabeza baja, el lobato pensó que lo había ofendido o lo hizo sentir mal, de un momento a otro el guepardo se golpeó el estómago sobre la ropa con las palmas.
- No quiero ser gordo... - Murmuró bajito y con un tono triste que lo hizo ver tierno.
Lowell no aguantó más y rio con carcajadas a todo pulmón, hasta el punto de caerse del asiento y volverse él el centro de la risa. Él sólo les miró feo y se levantó sacudiéndose con lo poco de dignidad que le quedó.
- ¡Nos vemos el próximo año! - Gritó Jack antes de correr a su papá y colgarse de él.
- Como dijo mi hermano. - Alice agarró a Lowell de sus ropas antes de que alcanzara a sentarse y lo levantó. - El próximo año. - Remarcó.
- Deja mi mechoncito. - Murmuró en un puchero el chico.
La felina levantó una ceja antes de empujarlo para que se siente y levantarle la playera completamente y sin pudor alguno. Lo cual, de lo contrario, el sí tenía y mucho para volverse completamente rojo. Con vergüenza miraba a Sarah a un lado de él igual mirando pero por los nervios no reaccionaba para cubrirse, peor aún con algunos mirando el show que creaba la chica.
- ¡Ahora recuerdo a este mechoncito blanco! - Exclamó burlesca, jalándole un pelo.
- ¡Ah, déjame! - Se quejó reaccionando ya y alejándola para acomodarse la ropa.
Alice rio, negando con la cabeza y volteó para irse corriendo.
- ¡Nos vemos, tortolitos! - Gritó ya lejos del alcance.
- ¡Alice! - Dijeron los dos al unísono, se miraron por lo que acabaron de hacer y voltearon los dos a direcciones contrarias.
Pasaban el tiempo en silencio esperando que el otro hablara, no que lo vinieran a buscar. Ambos estaban tranquilos de esto último, en especial Lowell. Él fue quien vio, en su "divertida" forma de desaburrirse mirando a cualquier cosa, a Jacobs, el lobo albino, volver. Antes había estado con ellos pero se fue a hablar con Scott y ahora volvió, sentándose entre ambos lobos grisáceos.
- Hola, linda. - Dijo abrazado a Sarah con un brazo y atrayéndola hacia sí.
Lowell contenía sus celos de decir algo o peor, reaccionar de alguna forma agresiva. Realmente sabía que no tenía derecho a nada, pero... aaah... el amor...
Sus ojos se enfocaron en el coyote que antes hablaba con el chico al lado suyo. Lo vio caminar a con su hermano, cuando este más pequeño no aguantó y se lanzó a abrazar un zorro. Lowell se extrañó porque Scott sí parecía en parte coyote y notando bien a su hermano, pues el para nada. Siguió observando en silencio al chico caminar con la mirada fría y la manos en los bolsillos. El zorro con una gran sonrisa iba a revolverle el cabello, ya que traía al otro niño con el otro brazo, pero con un simple movimiento McKlein lo esquivó sin importarle y siguió su camino, dejando de su padre hiciera lo más posible para hacer como si nada hubiera ocurrido.
El lobato negó de un lado a otro antes de soltar un pesado suspiro.
Vio pasar frente suyo dos siluetas y de inmediato sacudió la cabeza para levantarse rápidamente de la silla y quitarle la maleta a Sarah de sus manos.
- Te ayudo. - Dijo avergonzado pero sin despegar la vista de enfrente.
Jacobs aguantaba lo más posible al ver a ambos avergonzados por sentir algo hacia el otro y no reír a carcajadas por su divertido comportamiento. Pero bueno, las risitas no pudieron contenerse y de inmediato recibió un fuerte codazo en las costillas derechas.
En la parada rápida de los vehículos, para frenar y llevarse a los que viajan de inmediato, Lowell tardó para reaccionar en saludar a la mujer que buscaba a ambos niños, pues porque era evidente de quien era madre y el pobre quedó casi enamorado como sería Sarah cuando grande, ya que le mujer era realmente hermosa para los ojos de un niño, pero aun así cortésmente fue a saludarla.
Fue al maletero con Jacobs, lo cual miraba curioso a su maleta ya dentro del vehículo.
- No me mates en tus pensamientos, sólo voy a dormir una noche con Sarah. - Informó Jacobs con una sonrisita traviesa tomando la maleta de Sarah, ya que sabía muy bien que el chico se quedaría estático, y guardándola dentro.
- ¡¿Qué?! - Exclamó fuerte sin darse cuenta.
- ¿Qué pasó? - Preguntó Sarah muy oportunamente, asomándose por la ventana.
- Nada, sólo le contaba que desde hace mucho dormimos juntos. - Dijo alto Jacobs con una gran sonrisa traviesa en el rostro. Pero al ver a los dos más enojados que celoso y avergonzada, se asustó, en especial cuando vio a la chica ya bajo del vehículo y caminando enojada hacia él. - No, espera, Sarah. Sabes que es una broma, aunque no mentira, pero... - Se quedó callado cuando ella ya estaba plantada frente suyo, teniéndolo entre ella y el borde del maletero. Por un momento pensó que sólo lo iba a mirar furia, pero cuando estaba por tragar fuerte, ella rápidamente lo empujó, adentrándolo en el maletero, que para su mala suerte no era pequeño. - ¡Sarah! –
- ¡Cállate! - Exclamó peleando en contra él para que no se levante.
Aunque Lowell le impresionó ver la reacción de ella así, ni siquiera se esforzó en esconder esa traviesa sonrisa que hace tiempo no tenía. Tomó las piernas de Jacobs, los cual era lo que quedaba fuera del maletero y ambos lobos más oscuros lo adentraron lo posible para por fin cerrarlo.
- ¡Sáquenme! - Exclamó el chico albino golpeando desde dentro.
- Eres malvada. –
- Se lo merece. –
- ¡Claro que no! - Exclamó Jacobs desde dentro. De lo cual recibió un golpe de Sarah el maletero. - ¡Ya me callo! –
Ambos rieron pero cada vez comenzaron a bajar la intensidad hasta el punto que ambos callaron. Pero antes que cualquiera dijera siquiera algo, Lowell la abrazó, colocando el rostro de ella en su cuello.
- Te voy a extrañar. - Murmuró Lowell.
- Yo igual. - Dijo ella correspondiendo el abrazo.
Pero todo acabó cuando ambos escucharon a alguien toser cerca suyo, terminaron casi empujándose por lo rápido que quisieron separarse, mirando él mirando al cielo y ella al suelo, con las mejillas todas coloradas.
- Voy, mamá. - Escuchó a Sarah decir eso, así que supuso que se iría, pero un beso en su mejilla lo sacó de sí. Tanto que cuando se dio cuenta, ella ya se había cerrado la puerta.
Suspiró pesadamente viendo cómo se iba hasta que un fuerte claxon le hizo parar cada pelo de todo su cuerpo. Al voltear encontró a un chofer molesto y una larga filas de vehículos igual esperando.
- 'Ta bien, ya me salgo. - Susurró haciendo señas para que se tranquilice. Dio un giro para irse pero un sonido y algo bajo su pie lo distrajo. Una billetera. Se agachó a recogerla y cuando volvía a ponerse de pie, la bocina lo hizo saltar del susto. - ¡Qué ya! - Salió de la calle rápido y entró revisando la billetera. - Jacobs tonto... - Murmuró al ver dentro y recordando que había escuchado algo caer cuando Sarah lo empujó, pero había pensado que era el mismo chico cuando cayó dentro del maletero.
Peppy iba rápidamente conduciendo hacia la estación. El lado bueno es que, a pesar de olvidarse completamente del niño, al menos lo recordó, aunque ya era bien tarde
Estacionó de un giro el vehículo y de inmediato bajó para entrar al lugar, encontrándose con todo vacío, sin contar a los trabajadores de allí. Sí antes se sentía mal, pues ahora peor, aunque la duda del porqué no había ningún adulto de la academia no se le iba. Preocupado más que nunca comenzó a buscar alguna señal del niño, pero al ver dos personas mirando a unas bancas, por suerte se inclinó también a mirar y reconoció ese pelaje platino y peinado blanquecino. El chico se encontraba totalmente dormido sobre la banca, con media hamburguesa en una mano y la otra media caída, cerca de un refresco desechable. Los dos jóvenes frente a él era empleados, uno de ellos trataba de sacare la hamburguesa, pero antes de tocarla, el niño movía el brazo a otro lado, el otro empleado trato de hacer lo mismo pero recibió una patada del mismo.
Peppy sólo rio y ya decidió en llevárselo, le quitó la hamburguesa rápidamente y se la entregó a los muchachos antes de cargarlo. Lowell le abrazó balbuceando que tenía hambre.
- Estoy viejo para esto. - Pensó mientras se dirigía al vehículo con un dolor de espalda.
Dejó las cosas de Lowell atrás y a él de copiloto. Así por fin dirigiéndose a la metrópolis de Corneria.
- *bostezo* Tengo hambre... - Murmuró el lupino mientras se estiraba.
- Siempre tienes hambre. - Respondió Peppy viéndolo de reojo mientras conducía.
- Eso es porque alguien me quitó mi hamburguesa. - Recriminó el joven, reacomodándose en su lugar, aún sin abrir los ojos.
- ¿Tuviste que esperarme mucho? - Preguntó aún con el nudo hasta el estómago.
- No sé realmente cuanto, ya que cuando casi no quedaban niños fui a comprar algo porque me dio hambre y al volver ni adultos habían, así que me tomé una siestita. - Contó totalmente relajado, bajando la ventana y subiéndole a la radio, ya que estaba My songs know what you did in the dark de Fall Out Boys
- ¿Y si te sucedía algo? - Preguntó con extrañeza, no recordaba que el niño fuera tan despreocupado.
- Gekko me cuida. - Aseguró con tranquilidad.
Peppy frenó de golpe, provocando una fuerte sacudida a todo lo que se encontraba dentro del vehículo. Lowell volteó rápidamente hacia atrás, estaban en media carretera y, aunque ese vehículo era enorme, no era nada seguro con autos a toda velocidad. Los ojos le brillaron y el auto comenzó a avanzar, no era Peppy, sino Gekko alterando el aire caliente al rededor del pedal para presionarlo, a la vez que Lowell tomó el volante y comenzó a doblar para sacarlo de la carretera. Y por suerte, segundos después había pasado un auto a toda velocidad.
El joven se dejó caer en el asiento, resoplando.
- Lo siento... - Murmuró el conejo tomando el volante nuevamente. - Sólo me confundí. - Agregó con la vista fija en frente.
- Uhm. - El chico lo miró un momento, notando algo, pero prefirió no decir nada. Tocó la pantalla de la radio, viendo las canciones que estaban en cada emisora, colocó la que más le gustó, 'Lego House'. Tarareando se asomó por la ventana, sintiendo el aire helado moviéndole cada pelo hacia un lado.
- Llegamos. –
- Uhmm. - Expresó el chico, abriendo perezosamente el ojo izquierda. Bajó el espejo que estaba siempre sobre la cabeza. Quedándose extrañado porque como se veía en el reflejo con su pelo flanco levantado hacia atrás por el viento.
- ¿Sucede algo? - Preguntó Peppy, sacando unas cosas desde los asientos de atrás.
- ¡¿Eh?! - Se sobresaltó alterado. - ¡No, nada! - Respondió rápidamente, arreglándose el pelo.
Salió rápidamente del asiento delantero y fue por sus cosas para alcanzar a Peppy en la puerta.
Inmediatamente cuando la puerta se abrió, el menos fue recibido con un fuerte abrazo.
- Y conste que yo soy tu esposo, Vivian. - Dijo Peppy, al no recibir nada primero.
- Sí, también un esposo que olvidó a un niño como para llegar a estas horas. - Regañó, mirándolo enojada.
Peppy iba a decir algo (lo cual serían balbuceos solamente) pero el niño se le adelantó.
- Yo fui el que se separó del grupo, por eso no logró encontrarme. - Mintió Lowell.
- En ese caso te salvaste, Peppy. - Dijo Vivian antes de entrar a la casa.
- Gracias. - Susurró la liebre en un suspiro mientras negaba.
- Me debe una. - Dijo igual, sacándole la lengua antes de entrar.
El lobato rápidamente subió las escaleras, entrando a su cuarto. Lo primero que hizo... pues, ni siquiera se quitó la mochila antes de lanzarse a su cama y restregar su cara sobre las almohadas.
- Tal parece que extrañabas estar aquí. - Comentó Peppy, apoyado en el umbral de la puerta. Lowell se volteó.
- Tu propia cama en donde un sonámbulo no te la invada. Tu propio cuarto sin Connor con su sueño de belleza, donde tengo que ir en puntillas al baño. Dormir hasta las nueve como mínimo. No clases, no profesores que me interrumpan las siestas en ellas. - Se estiró para acomodarse mejor. - Esto es maravilloso. - Soltó cerrando los ojos.
- Lo haces parecer más infierno de lo que normalmente se imaginan - Dijo sarcástico el conejo.
- Es malo conmigo. - Hizo puchero.
- ¡Mamá! - Se escuchó desde abajo.
- Se me olvidó. - Dijo Vivian, antes de bajar rápido.
- ¿Qué sucede? - Preguntó extrañado, aunque ya sabía que ellos tenían una hija, como no siendo que había una habitación de mujer en el mismo piso.
- Debió de ser Lucy en problemas o Vivian la olvidó. - Dijo entrando y viendo lo que traía. - Algo me dice que más olvidaste los libros que dejarlos. - Comentó.
- Ahora entiendo qué era lo que había olvidado. - Comentó sentándose con las piernas cruzadas.
Peppy rio.
- ¿Quieres que te ayude? - Preguntó.
- Está bien. - Aceptó, yendo por su maleta con ropa, donde al sacarla tuvieron que doblarla nuevamente.
Peppy veía nostálgico como el chico se ponía en puntas para dejar unas ropas en la parte alta. Un recuerdo como fantasma pasado se apareció a un lado del chico, él mismo estirándose, pero llegaba más bajo.
- ¡Señor Peppy! - Llamó sin dejar de intentar.
- ¿Qué sucede? - Preguntó, entrando. - ¿Por qué aun no te vistes? - Agregó cuando noto que aun llevaba la parte superior desnuda.
- No llego. –
- Deja, te ayudo. –
- La negra. –
- Ten. –
Al ponerse la playera, refregó su rostro con el puño de las mangas.
- Gracias. - Dijo antes de salir corriendo.
Peppy sonreía al ver ese recuerdo, en menos de un año había crecido tanto. Se levantó para ayudarlo nuevamente, pero se detuvo al verlo quitarse el calzado sin usar las manos. Cuando ya tuvo los pies contra la alfombra, saltó, un salto tan alto que sin incómodas dejó la ropa en su lugar con tiempo de sobra para caer bien.
El viejo conejo se sorprendió ante tan grande salto, eso no era normal en ningún sentido.
Al chico levantó los brazos como si fuese una victoria.
- Lo hice. - Dijo alegre antes de ir por más cosas.
Peppy sonrió al verlo tan alegre, al contrario de antes, ya que apenas hablaba. Se sentó viéndolo ir y venir alegremente.
- ¡A comer! - Llamó Vivian desde abajo.
- ¡Voy! - Dijeron ambos al mismo tiempo, viéndose.
- Ya, baja de una vez. - Dijo el mayor.
- Bien. - Respondió el chico, sacándose la chaqueta para lanzarla a la cama y bajar rápidamente sólo que al llegar al comedor quedó de piedra.
Peppy al bajar lo vio quieto en el final del pasillo, lo tomó del hombro zarandeándolo un poco.
- Hey, ¿estás bien? –
- ¿Lowell? –
- Buenas tardes, profesora Lucy. –
- No sabíamos que hiciste la práctica en la academia. –
- Lo siento, se me olvidó. –
- Así que le hiciste clases a Lowell. - Dijo Vivian, saliendo de la cocina con un plato, haciéndole señas al chico para que se sentara. - Tu favorito. –
- Gracias. - Dijo Lowell casi babeando.
- Más o menos. - Dijo insegura, hizo al lobato reaccionar, dejando de mirar la comida como sí la devorase, haciendo bajar la vista.
- ¿A qué te refieres, hija? - Preguntó Peppy, sentándose.
- Pues... –
- Yo me dormí en la mayoría de las clases a las que estaba. –
- Lowell... –
- ¡Pero tengo buenas calificaciones! - Dijo rápidamente, poniéndose nervioso.
- Eso me gustaría verlo. –
- Y lo verás después de comer, Peppy. –
- Está bien. –
- "Gracias, tía Vivian." - Pensó el chico, antes de soltar un suspiro. De pronto, sin notarlo, se queda sumido en sus pensamientos.
- ¿Lowell? - Llamó Peppy.
- ¿Eh? - Sacudió la cabeza, volviendo a tierra firme. - Lo siento, estaba pensando. - Se excusó antes de juntar las manos para rezar, ya que toda estaban en ello. - "Gracias por llevarte al niño perdido." - Agradeció antes de comenzar a devorar el platillo como sí no hubiese comido en día, pero no tan bestia para ensuciar todo hasta sí mismo.
- Algo me dice que no desayunó. - Comentó Lucy.
- Peppy... –
- A mí no me mires. - Alzó los brazos. - No fue mi culpa.-
- No. - Expresó Lowell antes de tragar. - Sí desayuné, sólo que usted me quitó mi hamburguesa. - Explicó antes de terminar el plato. - Extrañaba comer aquí, allá sabe a plástico. - Murmuró alegre.
- ¿Quieres más? - Preguntó Vivian.
- Por favor. - Dijo, elevando el plato.
La coneja se fue a la cocina a llenar nuevamente el plato.
- No sé dónde vas a poner la segunda ronda. - Comentó Peppy, antes de reírse.
- En el segundo estómago que me acaba de nacer. –
- Con que no nazca el cuarto, todo bien. –
- Bueno, aquí viene la segunda ronda. –
- ¡Gracias! –
- Por cierto, más tarde viene Fox. –
- ¡Genial! –
- Voy a tomar una siesta. - Comentó la coneja rosa.
- Que descanse, profesora Lucy. –
- Dime Lucy. –
- Bueno..., Lucy. –
- Sólo no te pongas nervioso. - Agregó antes de cerrar la puerta.
Lowell entró a su cuarto, buscando en su mochila su informe de notas. Cuando finalmente lo sacó, escuchó tras suyo.
- Justo a lo que venía. - Dijo Peppy antes de sentarse a su lado en el suelo.
- Yo me voy a un lugar seguro. - Informó, arrastrándose para esconderse bajo su cama, pero lo detuvo Peppy, al afirmarlo del tobillo y jalonearlo de vuelta.
- Tú no te escapas, jovencito. - Se quedó un momento en silencio leyendo mientras el chico inmóvil esperaba con las mejillas infladas. - ¿Y las malas calificaciones dónde están? –
- En historia me va horrible. - Confesó, sentándose.
- Te diré un secretito, a mí me iba peor. –
- ¿En serio? –
- Peppy, después no te enojes cuando baje las notas por decir aquello. - Dijo Vivian, apareciendo en el umbral de la puerta.
- Pero en serio, yo tenía peores. - Repitió, alzando las calificaciones. Ella se acercó a tomarlo y sentarse en la cama.
- Bueno, eso es verdad. Te supera en todo y por el doble. –
- No te pases. –
Los otros dos rieron.
- ¿Alex Salvatore? –
- Uhm, es mi profesor de astrofísica. – Respondió Lowell, asintiendo.
- Siento que me parece conocido. –
- Su nombre antes era Alexandro Bowman. –
- Ah, ya lo recuerdo. Se me olvidó que tuvo que cambiarse de nombre… - Se detuvo repentinamente.
- ¿Por qué? – Preguntó Lowell sin notar la mirada de Peppy hacia su esposa, una que decía que no dijera nada.
- Eh, este, solo supe eso, no sé por qué lo habrá hecho. –
-Oh, bueno. Lo bueno es que me hiciera clases, si no fuera por él no sabría de este libro. – Dijo mientras sacaba el libro. – Que tiene el nombre de mi mamá. Es la historia de mi bisabuelo un explorador y como mis abuelos se conocieron, tengo suerte que me lo prestaron en la biblioteca. - Comentó mientras lo abría donde estaba marcado por un separador de hojas, el cual tiró y lo mostró. – Lo hice con las fotos que encontré de mis papás, gracias a un amigo pude saber quiénes son. – Dijo, finalmente alegre.
- Peppy… eso significa… - Murmuró ella.
- No. – Dijo cortante al pararse rápidamente, la tomó de la mano, dirigiéndola a paso rápido a su cuarto, encerrándose.
Lowell quedó estupefacto al ver tan repentino cambio por algo que él encontraba fantástico. Se levantó dudoso si ir a hablar de lo ocurrido o esperar a que ellos terminen de hablar en privado. No hizo nada de esto, en cambio, camino con pasos ligeros hasta la puerta, apoyándose en ella.
- ¿Cómo puedes decir que no le digamos nada? – Decía Vivian, alzando la voz un poco, entre los susurros de ellos. - Acaba de recordarlos, sabe cómo se llaman, por Dios, hasta sabe cómo son sus rostros. -
- Que los haya visto en fotos no significa que los recuerde, aun no es el momento. –
- ¿Qué tonterías estás diciendo? ¿Acaso crees que alguien de la nada le pasó las fotos diciéndole 'Ten, conoce a tus padres'? No lo creo. – Dijo, enojada.
- Tampoco lo creo, pero él no se puede ir. –
- Yo igual no quiero que se vaya, pero ha pasado casi un año que está aquí y aun ni llamamos siquiera, ya aunque escuche por accidente, su amnesia no le va a afectar más. –
- Vivian, ya no sigamos con esto. –
- ¿Por qué no? ¿Me estás ocultando algo? –
- Claro que no. –
- Peppy, me estás mintiendo. –
- No lo hago. –
- Peppy. –
- ¡Bien! ¡Lowell y Leah están muertos! Allí está lo que tanto querías escuchar. –
El corazón de Lowell se detuvo, dándole un frío que recorrió por toda la columna, se apoyó en la puerta apretando los puños. Mordiéndose el labio inferior para quedarse callado trató de regular su respiración que de un momento a otro se había disparado.
- No bromees con algo así… - Susurró, apenas audible.
- Ojalá lo fuera. –
- ¿Fue antes o después de…?
- Hace casi seis años. – Interrumpió. – Todo sobre no poderle decirle de sus padres por temor a que reaccionara mal al recordar tan brusco era algo de segundo plano. No podía decirte esto, y menos aún decírselo a él. Aun no siento el valor. –
- ¿Qué otra cosa piensan ocultarle? –
Peppy no supo ni que decir cuando ambos escucharon unos fuertes pasos alejarse. Los dos, alarmados, salieron cuantos antes del cuarto.
Vieron al chico caminar hacia la salida, con llamas en los antebrazos en llamas, quemando la manga corta de su playera, haciendo que el fuego se extienda.
- ¿Lo…well? – Preguntó en shock.
- Lowell, espera. – Dijo Peppy, tomándolo del hombro.
El chico se detuvo un momento, volteándolo a ver enojado pero con claras lagrimas corriendo por sus mejillas.
- Váyanse al diablo. – Susurró, antes de quitar su hombro bruscamente y salir de un portazo.
Ambos se miraron sin saber qué hacer, en un turbio silencio que fue opacado por una fuerte frenada de carro con un fuerte taponazo.
Fox iba llegando a la casa de los Hare, cuando de pronto ve una figura conocida saltando la cerca de un salto.
- "¿Lowell?" – Se preguntó extrañado al ver las llamas en los brazos del niño.
Se apuró en acercarse cuando un vehículo tocó el claxon estando enfrente al lobato. Este, solo miró al auto relativamente en frente de él. Con una serenidad extraña, con las manos en los bolsillos, simplemente levantó la pierna derecha pisando con fuerza todo el capot del vehículo, haciéndolo añicos, mientras una enorme llama se hacía desde su pierna, creando una extraña figura de su mismo tamaño. Al momento de desaparecer la llama, el chico se fue hacia atrás, desvaneciéndose. Justo el joven zorro apareció atrás del chico, afirmándolo antes de caer.
Vio como la puerta de la casa se habría de inmediato, saliendo Peppy a toda velocidad. Volvió su vista al chico, notando que su pierna estaba con grandes heridas abiertas, exponiendo parte interna y profunda de esta, como la rótula. Lo arrastró con delicadeza a la vereda, recostándolo para sacar su teléfono.
- Vamos, vamos. – Murmuraba, en un intento que le contesten, pero de casualidad vio como de la heridas unas pequeñas llamas comenzaban a cerrarlas como si nada hubiese pasado.
- Hospital de Cor… - Colgó cuando la pierna ya estaba por sacar completamente.
Lo cargó, ignorando como el chofer trataba de disculparse de lo ocurrido aunque al ver pasar al niño casi intacto comparado con su vehículo, quedó mudo, dudando de lo que ocurrió. Fox entró con el niño en brazos, dirigiéndose a su cuarto para dejarlo en la cama.
Abrió lentamente los ojos. Se encontraba recostado en algo duro como la roca, mirando un cielo de una extraña mezcla entre purpura azul y rojo. Se sentó, viendo que estaba en una ciudad deteriorada, con calles sucias. Le parecía tan lejano pero familiar a la vez. Con extrañeza, se levantó, caminando un poco. Un lugar vacío de almas, se detuvo sintiéndose raro, como que eso nunca hubiera sido así. Volteó a la derecha, encontrándose con un ventanal de una tienda abandonada roto y también a si mismo pero más chico. En busca de la respuesta a la duda del porqué si era más pequeño en el reflejo tenía que ver hacia abajo se tocaba completo. Al terminar su chequeo propio, teniendo en claro que si mismo era grande y no una falla de sus ojos, notó el tipo de ropa que llevaba; una sudadera negra, pantalones grises oscuro y unas zapatillas negras, pero una talla aún más grande, lo suficiente para que le quede realmente suelto. A través del reflejo, vio como la estructuras tras suyo cambiaban mejorando, volviéndose más vivas y limpias al igual que la calle y el cielo que se volvió más azulado. Se dio la vuelta, sorprendido comenzando a ver más rojizas las cosas de lo normal, al volver a mirar el vidrio se encontró un poco más grande, notó que llevaba un visor de vidrio rojo, al igual que una chaqueta con hombreras negras. Miró con extrañeza mientras negaba antes de seguir caminando, viendo la ciudad más cambiada y así más familiar. Cruzó la calle tranquilamente sin mirar, ya que sería absurdo siendo que no había absolutamente nadie, o al menos eso pensaba Lowell hasta que se acercaba lo que sabía que sería un parque, escuchando un murmullo de un grupo pequeño de personas hablando. Cuidadosa y silenciosamente comenzó a acercarse dando lentos pasos, tratando analizar. Sin querer cerrar los ojos, escuchaba diferentes voces hablando cosas que después de un segundo de ser dichas, eran borradas del entendimiento del chico. Identificaba seis voces en total, todas familiares pero ninguna conocida. Lograba ver seis figuras sentadas, aunque a veces a algunos voltear a otro lado, así que había otra persona quien era tapada por quien le daba la espalda al lobato. Se detuvo a mirar a los presentes, levantando el visor hasta dejarlo en su frente pero sin soltarlo. Notó que algunos eran de diferente especie, pero no importaba cuan intentaba identificarlos, veía como si fuera un garabato hecho por un lápiz sobre sus ojos y gran parte de sus rostros, impidiéndole saber quiénes eran. Solo identificó a uno, quien le daba la espalda a él, parte de una mujer a un lado de él. Al menos lograba ver a cuatro con unos trajes rojos con negros, pero aun así l era inconfundible a quien tenía en frente.
- Tío… - Susurró, tirando las gafas al suelo. Comenzó a trotar cada vez con más intensidad hasta el punto de llegar a correr. – ¡Tío! – Lo llamó gritando, provocando que comenzara a voltear. Cuando llegó a su lado, lo tomó del brazo, cambiando todo drásticamente. Una llama salió del brazo, cambiando los vestuarios y a quien veía a otra persona completamente diferente y de pie. El cielo era un azul oscuro, normal, estaba lloviendo y el tipo a quien sostenía el brazo lo miraba seriamente. - ¿Q…qué…? – Susurró casi inaudible, estando desorientado.
A pesar que el lobo estaba cubierto por una gran caperuza, el chico podía ver como ese hombre lo miraba enojado.
- Ya, viejo. – Se escuchó a un lado, un joven igual con caperuza negra pero con guantes, colocó su mano en el hombro del tipo. – Si lo sigues mirando así lo vas a quemar. –
Lowell se quedó frio al ver al joven, puede que los colores fueran diferentes, pero de algo estaba seguro, o al menos sentía aquello.
- "¿Ge…kko?". – Se preguntó, ¿Acaso eres joven relajado y alegre era el mismo chico que conocía, serio y gruñón? Ojo azules, partes negras hasta en la cola, hasta con algo de barba, no podía ser el mismo chico blanco y con ojos rojos… ¿o sí? ¡No! O al menos no deben de serlo porque Gekko casi nunca sonreía, por no decir que era cada mil años.
Soltó al hombre, viendo como el chico que dudaba conocer se lo llevaba casi a rastras.
El chico suspiró, viendo un momento el lugar donde se vino a meter, casas viejas hechas de maderas o rocas, caminos de tierra, realmente estaba en un lugar muy antiguo como para siquiera imaginarlo así, hasta las vestimenta de la gente que caminaba por allí o la propia, aunque gran parte de las ropas de telas y hombreras con botas de cuero eran cubierto por una gran caperuza, que parecía más que le quedaba grande, pero le cubría bien de la lluvia y eso era lo importante.
Volvió la vista donde ellos se dirigían, notando que se había ido completamente de su vista. Rápidamente corrió donde los vio por última vez, pero nada. Soltó un pesado suspiro, buscando meticulosamente con la mirada mientras caminaba sin dirección en particular hasta que se escuchó un grito desgarrador de una mujer. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia la dirección del grito, al cual se le comenzaba a sumar otros más. Al llegar, volteó a varios lados, pero todos los presentes miraban al mismo punto, al cual Lowell apenas quería ver a la mitad, solo logrando ver a un cocodrilo con armadura parado en unas rocas. Sintió a más personas llegar, miró con la esperanza de encontrar al albino no tan albino aparecer casi al lado de él, junto a ese hombre.
- Larguémonos de aquí. – Susurró Gekko. – Esto parece que se va a volver feo. –
- Solo unos minutos, hay un montón de guardias por todos lados. Es mejor quedarse aquí, si algo se pone mal, la gente nos va a cubrir. –
- No los trates como si no fueran ganado. – Se quejó, pero rápidamente el mayor lo tomó del cuello de sus ropas, zarandeándolo con fuerza.
- Aquí no es el país de las maravillas, no es como tu otro hogar. Aquí o sobrevives o te dejas morir, nada de hacerte el héroe. – Lo regañó.
-Está bien… -
- Miren. – Decía el cocodrilo, levantando el brazo al cielo. – Miren aquí arriba para que comprendan lo que será de ustedes si tiene algún tipo de relación o conocimiento sobre un condenado, claro que este es solo el final. -
El lobato no quiso mirar ni por error, se fijó en lo que más le importaba, vio a ambos encapuchados alzar la vista y como cada vez su rostro se desfiguraba.
- ¡Nooo! – Gritó Gekko a más no poder en un intento de ir hacia allá, pero inmediatamente fue frenado por el mayor que lo afirmaba en un abrazo desde atrás. - ¡Suéltame! – Exigió moviéndose desesperado por soltarse.
- Tenemos que irnos de aquí ¡Ahora! – Dijo intentando llevárselo a la fuerza, aunque realmente le era muy difícil.
Esos ojos azules explotaron en lágrimas, con una mirada de espanto, tristeza y horror. Lowell sabía que solo bastaba con voltear un poco a donde el joven miraba pero nunca quitó su vista de él. Sabía que sería algo muy fuerte como para hacer llorar al albino, pero prefirió escucharlo de boca de él que verlo sin permiso, solo se limitó a observarlo a él. Si apenas esto era mientras vivía su propia vida, no podía ni imaginar cómo lo sufrió todos estos años.
Vio como los ojos del chico comenzaba a pigmentarse en ese característico color rojo y el negro en su pelaje se comenzaba a ir lentamente.
El albino se comenzó a alejar siendo llevado por el otro mientras los gritos comenzaban a nacer. Dio unos pasos para seguirlo.
- Ge… - No pudo seguir cuando sintió una punzada fuerte en su espalda seguido de una hoja plateada manchada en sangre salió de su pecho.
Se sentó bruscamente, afirmándose con fuerza el pecho, casi enterrándose las uñas en la tela y piel. Respiraba agitado y chorreaba en sudor. No podía enfocar bien los ojos, ni regular su respiración, su mente pensaba solo en lo ocurrido en sus sueños, una mezcla de cosas que mucho hilo no tenían.
Se levantó apenas, tambaleándose. Escuchó voces hablar en la sala pero ni importancia la daba siquiera identificar las voces. Se dirigió al baño y se encerró allí. Se mojó el rostro con agua fría, pero al verse en el espejo por unos segundos cambió drásticamente, sacándose la playera sin cuidado de desgarrarla, al igual que el resto de sus ropas y entro a la ducha. Estaba sentado bajo la regadera un buen rato, sin pensar en nada fijo, solo dejaba vagar su mente desde el sueño a cosas realmente lejanas.
Cerró los ojos, inclinando la cabeza hacia atrás, en un intento fallido de entrar en la mente de Gekko.
- Vamos, amigo. Déjame entrar. – Murmuró, abriendo los ojos al mirar al frente, notó su pierna derecha roja por tanta cantidad de sangre. – Esto explica por qué ando desganado. – Se levantó para limpiarse esa parte, viendo como el agua inmediatamente se entintaba carmesí. – "Y también que debe de estar muy cansado para siquiera dejarme entrar." – Pensó, al ver las cicatrices que aún no se sanaban por completo. Terminó de bañarse rápidamente, envolviéndose en la toalla en la cintura para abrir la ventana, se quedó un momento mirando hacia afuera antes de irse a vestir a su cuarto.
En la sala se encontraba Peppy, Vivian y Fox, este último callado tras haber escuchado la explicación de lo que ocurrió minutos atrás.
- Iré a ver cómo anda. – Dijo antes de levantarse para dirigirse donde el niño.
Ninguno dijo nada, en especial el conejo que solo soltó un pesado suspiro.
El zorro abrió la puerta, encontrándose con la habitación vacía.
- ¿Lowell? – Extrañado, abrió la puerta del baño, notando que estaba usada pero igual no estaba. Abrió donde Lucy lentamente, encontrándola aun dormida. Hizo igual con el resto de las habitaciones pero nada. Rápidamente bajó a la primera planta para ir donde la pareja. - ¿No lo han visto salir? – Preguntó nervioso.
- No me digas que no está. – Dijo Peppy, levantándose de inmediato.
- Pues… - Expresó mirando dentro de la cocina. – No lo veo por ninguna parte. –
- Su ventana. – Dijo Vivian. – La otra vez se escapó haciendo una soga con sus sabanas. –
- Estaba abierta, pero no vi nada extraño. – Dijo, asomándose al jardín trasero.
- Ahora no necesita eso para no hacerse añicos al caer. – Comentó Peppy, mientras buscaba algo como loco. - ¡¿No han visto las llaves de mi auto?! – Preguntó histérico.
Su esposa suspiró, buscando entre los cojines del sofá. De inmediato sacó el manojo de llaves.
- Gracias. – Le dijo al tomarlas, dándole un beso rápido de camino, antes de salir por la entrada con gran apuro.
- Fox, iré a verlo. Él estresado más un vehículo es una horrible combinación. –
- Mejor no lo deje conducir. –
- No, no quiero conducir esa cosa. –
Fox rio.
- Mejor tranquilícelo, yo iré caminando por la cuadra. –
-Gracias. – Dijo antes de salir.
Él de inmediato se fue por los pasillos al baño, estaba urgido y eso no lo iba a ayudar para nada buscar al niño.
Al terminar, soltó un suspiro antes de notar que estaba la ventana estaba abierta. Se asomó a ver fuera, donde daba al gran jardín, su vista se fijón en el gran árbol al fondo de todo, con grandes ramas y lleno de hojas que lo cubría por completo la parte superior. Donde sabía que había una rara, se vio caer una gris cola con la punta blanca, se mesó un poco y luego volvió a subir. Extrañado, se dirigió al ventanal, para abrirlo completamente. Salió, caminando tranquilamente hasta quedarse parado a un lado del árbol, ver al chico tranquilamente recostado en la rama, al parecer escuchando música muy fuerte para no escucharlo.
- ¿Alguna vez haz sentido que todo el falso? ¿Qué nada en tu vida es real? O incluso que el dolor que sientes es juego de la mente. – Dijo Lowell, antes de voltear a verlo.
Fox lo miró expectante. El chico se sacó los audífonos.
- Olvidé poner música. – Explicó sin necesidad de escuchar una pregunta.
- A veces he sentido algo parecido, pero después vuelvo en mí, alegrándome de todo esté como lo he vivido hasta ahora. –
- ¿Y tus padres? –
- No niego que me hubiese encantado tener una vida con ellos, pero tengo que disfrutar la vida que tengo adelante. –
- Que bien que pensemos igual en ello. – Dijo sonriente, sentándose sin dejar de ver al frente.
- ¿Estás más feliz? –
- Un poco. –
- ¿Piensas bajar? –
- No quiero – Dijo aun sonriendo, comenzando a escalar el árbol.
- Al menos dime cómo subiste. – Dijo al ver que igual era complicado subir a la primera hilera de ramas. - ¿Lowell? – Lo llamó extrañado al no escuchar respuesta y al perderla de vista, siendo extraño porque arriba las ramas no eran tan resistentes.
- Secreto. – Escuchó que le susurraban detrás
Dio un brinco de espanto, volteándose para encontrar al chico colgando de cabeza en una rama, afirmándose con sus piernas abrazadas.
- Que rapidez. –
- Gracias. – Trató de estirarse para tomar con una mano la rama donde se sostenía, cuando se resbaló, cayendo de sopetón contra la espalda. – Lo malo que es momentánea y su efecto secundario es la torpeza bruta. – Agregó antes de poner una cara de muerto exagerada
Fox solo rio negando con la cabeza.
- Mejor levántate y entremos. – Dijo hincándose a su lado.
- Estoy muerto. – Dijo como si fuera obvio, si moverse casi nada.
- Que pena, y yo que pensaba encargar una pizza. – Comentó, provocando que el chico se levante de un salto.
- ¡Estoy vivo! – Casi corrió a la casa. - ¡Pide dos familiares, sino te dejo con hambre! –
- Vaya niño… -
Ambos chicos se encontraban en la sala comiendo ya la segunda caja mientras veían una de esas típicas películas emotivas que muestra la vida de una estrellas famosa del deporte, en este caso de las carreras G-Zero.
Fox aprovechó el momento en que encargaba la pizza para llamar a Peppy y decirle que el chico estaba en la casa, aunque recomendó que no era muy buena idea que se encuentren aun, porque costaba saber si Lowell seguía enojado, ya que nunca antes lo había visto en esa faceta, o siquiera si era o no rencoroso.
Se quedó mirando un momento al chico que estaba muy centrado en la película, le encanta las carreras veloces.
- Espero que no te moleste, pero quisiera entender lo que ocurrió hace unos meses. – Dijo el zorro, inseguro.
-Tranquilo, ya me mentalicé para esperar esas preguntas hasta mis cuarentas, después ya seré un viejo gruñón. – Dijo despreocupado mientras tenía la mitad de la rebanada dentro de la boca. – Uhm, veamos cómo hacerla fácil y corta… - Murmuró pensando. – Digamos que tengo a un lunático escupe fuego dentro de mí. – Solo vio cómo su mano izquierda se sacudía, mientras atrás de él Fox lo miraba con extrañeza. – Vaya, pensé que reaccionaría más…. – Volteó a verlo. – Okey, bromeaba. Realmente es un chico que pasa de generación en generación en mi familia, ¡Me imagino que fue sumamente cómodo para mi mamá! – Exclamó con falsa emoción. – Bueno, este chico, Gekko es del año de la roca y quién sabe dónde patatas sacó sus poderes geniales los cueles puedo usar, ¡Y es así como es que me atreví a saltar contra un robot del doceavo piso! – Exclamó ahora si con verdadera emoción antes de sacar otra rebanada.
- ¿Eso también incluye tu rápida recuperación? – Preguntó apuntando a su pierna.
- Uhm, sí… - Se roscó un costado de la cabeza. – Aunque estas no han salido, pero no importa. Es normal que cuando aparezca una nueva Gekko la borre. – Se sentó a un lado de él, en el sofá, ya que antes estaba sentado en el suelo. Se acomodó a comer tranquilamente.
- ¿Y eso lo hace apareciendo en una llama de tu tamaño? –
Los ojos de Lowell se abrieron de par en par, deteniendo el camino de su pizza.
- No, siempre son en mis heridas y pequeñas… - Murmuró pensando.
- Que extraño, era una llama extraña pero no puedo saber qué formaba, lo he pensado tanto tiempo que se me volvió confusa la imagen. – Se recostó en el respaldo, colocando sus manos en su nuca.
- No lo pienses mucho, las cosas se terminan dando solas sin necesidad de quemarse tanto la cabeza. – Se levantó estirándose. – ¡Me muero de sed!
Fox solo suspiró.
Lowell suspiró volteando al techo antes de abrir los ojos, había dado tantas vueltas para dormir pero nunca conciliaba el sueño. Algo le tenía dando vueltas en la cabeza y no se lo podía sacar, lo peor es el hecho de que eran varias cosas.
Fue en el momento que de despejó cuando notó una luz azul que se prendía y apagaba muy lentamente contra el techo. Volteo hacia la derecha, viendo su celular sobre el buró. Con pereza lo levantó viendo que tenía un mensaje de Sarah. Inmediatamente el cansancio, la pereza y todo se le fue en un santiamén, haciendo que se siente de un momento a otro.
- ¿Cómo llegaste? – Y eso era a medio día.
Sabiendo que era tarde, respondió a la mitad.
- En una pieza. Y ¿tú? – Respondió mejor sin decir lo que ocurrió en la tarde.
Dejó el celular a un lado de la almohada antes de cerrar los ojos. No alcanzó a dormirse cuando lo sintió vibrar y brillar. Lo volvió a tomar.
- Bien, aunque mi mamá se enojó cuando abrió el maletero y estaba Jacobs durmiendo allí. Así que mañana estoy castigada. – Respondió, colocando una carita triste al final.
Lowell rio bajo.
- Que lastima. –
Iba a dejarlo cuando sintió la respuesta de inmediato.
- Alice me dijo su dirección, es cerca. Uno de estos días podríamos juntarnos cerca, me imagino que sabes la dirección de Connor. –
El chico se hizo un repaso de memoria, ya que hace tiempo que no iba.
- Sí, es cerca de donde vivo. Yo lo rapto y nos acercamos a su zona, ya estamos acostumbrados a viajar. –
Pasó un buen rato cuando tuvo la respuesta.
- Sería genial. –
Él rio.
- Mejor duerme, bella durmiente. – Envió de inmediato, colocándose rojo el darse cuenta.
- Perdón, buenas noches. –
- Que descanses. -
El celular no volvió a vibrar. Lo dejó bajo la almohada, son una gran sonrisa de idiota.
- El amor hace idiota a la gente. – Dijo Gekko entre el gruñón de siempre y cansado.
Lowell soltó un suspiro negando. Cerró los ojos entrando a la mente de Gekko, el cual estaba sentado con sus piernas y brazos cruzados.
- ¿Es que acaso nunca te has enamorado? – Preguntó el gris, sentándose igual frente a él.
Gekko se inclinó a la derecha, desviando un momento los ojos hacia allá.
- Por supuesto que no, eso es de gente idiota. – Dijo con ¿indignación?
Lowell sabía muy bien que estaba mintiendo.
- ¿Es que acaso eras tan feo que te rechazaron contantemente? –
- ¡Claro que no! – Se calló un momento al ver la cara felina de victoria que puso el otro. - ¡Ah, estás loco! –
- En paste sí – Dijo sonriente. Vio que el albino bajaba la cabeza, serio, así que se acercó tomándolo del hombro. – No sabes mentir, además quien siente aprecio no es posible que nunca haya sentido amor por alguien. – Gekko levantó la vista para mirarle feo, pero este se le adelantó abrazándolo, él se quedó quito sin cambiar el rostro.
- Ya deja de apachurrarme, mucho contacto con un idiota enamorado, se me van a pegar los gérmenes. – Comenzó a empujarlo.
- Y, me salgo. –Dijo entre risas, sentándose a un lado de él, poniéndose serio. - ¿Alguna vez tuviste pelaje negro? – Preguntó inseguro.
- Uhm. – Gekko miró al suelo, creando el césped de siempre, tomó un poco y lo arrancó. –Extrañaba esto… - Dijo suspirando. – No, siempre he tenido el pelaje completamente blanco. –
- ¿Y los ojos? – Lo miró de inmediato, acercándose cada vez más. - ¿Alguna vez los tuviste azules? – Preguntó pareciendo algo desesperado.
El mayor por milenios estaba inclinado para no estar tan apegado. Lo miró con extrañeza.
- ¿De dónde sacas esas ideas? –
Lowell lo miró un momento a ambos ojos con rapidez antes de soltar un gran suspiro y volver a su lugar, haciendo el otro lo mismo.
- Tuve una extraña pesadilla donde tú tenías una apariencia así, con caperuza negra, junto a un hombre, en medio de una multitud asustada y cuando miraste hacia arriba, te vi llorar y gritar de horror. – Confesó.
- ¿Y qué era lo que vi? –
- No lo sé, no quise mirar. – Volteó a verlo sonriente. – Si era algo de tu vida, quizás algún día me cuentes de ella, sino lo es, mejor, te veías destrozado. –
El albino, miró hacia otro lado, cabizbajo. Lowell vio que de cualquier forma algo le hacía recordar, así que se levantó, tomándolo de la mano para levantarlo también a él a la fuerza.
- ¿Qué haces? – Preguntó Gekko amargado, sin querer levantarse.
- Ven. – Dijo jalándolo más fuerte, lográndolo para para ahora hacerlo correr. – Siempre he querido jugar en este bosque. –
El mayor suspiró resignado mientras rodaba los ojos.
- Se me olvida que aún eres un niño. –
- ¿Cómo no serlo si tú lo pareces? –
- Ya déjame. –
Mientras ambos jugaban dentro, por fuera el cuerpo de Lowell había entrado en un profundo sueño, estando todo desparramado en la cama pero con una gran sonrisa en el rostro.
Muy bien, es todo por ahora. Ya es de madrugada y ando atento por si aparece mi papá para darme un ataque porque mañana tengo clases (lo sé, tengo un cap de como este niño sale y yo acabo de entrar, ¡esta idea era hace meses!)
Muy bien, no se si mantuve las personalidades, eso es lo que mas me asusta de hacer fics de verdad, pero bueno, ya va la practica.
El siguiente capítulo (mejor sin fecha ni nada) tengo escrita una idea y lo que puedo decir de ello es que se aparece un nuevo Oc, espero lo acepten que sinceramente lo aprecio mucho.
Espero en la tarde (es de madrugada para mi) subir un dibujo que va como "portada" de esta segunda temporada, solo me falta nada para acabarlo y espero que no me envíen tarea para arruinarme la tarde.
Creo que no me queda nada mas en el tintero... a sí, quiero llamar a Peppy a veces como liebre en vez de conejo, ya que por su apellido lo es, pero es tan felpudo que parece conejito. Allí si a alguien le parece más liebre me dice xD
Ahora si, mañana vean mi DeviantArt, por favor dejen algún review que realmente me animan para escribir con ganas y no así de feo con diálogos, sin descripción como no me gusta dejarlo. Aaaahh... espero remasterizar de una ves el primer capítulo de la primera temporada para pedir que difundan, pero bueno, soy un caracolito.
Hasta la próxima.
Ray Out.
