Disclaimer: Once Upon a Time o me pertenece.
Este es un AU moderno, donde todos los personajes de la serie son personas normales. También tiene Captain Swan. En un principio iba a ser un One shot pero salió tan largó que lo dividí en tres partes; está es la primera.
Espero que os guste.
Mar de estrellas.
Capítulo 1.
Emma se siente un poco extraña cuando sale de su escarabajo amarillo y pisa Storybrooke después de tantos años. Sabe que no han sido tantos pero después de acomodarse a vivir en Boston su pueblo natal le parece mucho más pequeño que antes y más encantador que nunca.
El hogar, se dice, siempre despierta esos sentimientos.
Con pasos ligeros llega a al apartamento de su hermana—Mary Margaret—y de su esposo David, que es como un hermano mayor para ella. Llama a la puerta y espera paciente a que le abran y en menos de un minuto tiene a su hermana mayor abrazándola con entusiasmo, estrujándola como si no se hubieran visto en años.
Lo que le hace gracia porque apenas hace un mes que se vieron por última vez. Emma supone que verse durante un fin de semana no le resultó suficiente ni satisfactorio a su hermana.
—¡Emma! —exclama con alegría Mary Margaret, apenas dejándole espacio para respirar—. Me alegra tanto que hayas venido.
—¿Cómo no iba a venir a ver a mi sobrino? —le pregunta mientras se separa para tocarle a Mary Margaret el estómago abultado—. ¡Cielo santos! Estás más grande que la última vez.
Mary Margaret rueda los ojos con una sonrisa.
—Muy amable, Emma.
Emma sonríe y pasa dentro del apartamento para saludar a David—que está haciendo el almuerzo—y le abraza antes de intercambiar pequeñas historias amenas. Después pasan a las conversaciones que le obligan a quedarse con ellos—en el apartamento—el tiempo que vaya a pasar en el pueblo, hablan de que quieren comprar una casa para el bebé y Emma les dice que va a quedarse hasta que nazca el bebé y un poco más.
Mary Margaret y David están tan entusiasmados que Emma no puede evitar contagiarse un poco de ese entusiasmo también. Al fin y al cabo la familia es así, se dice con alegría.
Esa misma tarde Emma sale con Mary Margaret y David al supermercado para comprar postres. A su hermana se le han antojado natillas y no hay quien le diga no a una embaraza con antojos, sobre todo si es una experta en tiro con arco.
Emma aún recuerda ir a las competiciones de su hermana y gritar emocionada cada vez que daba en el blanco.
Hablan de ir a Granny´s e invitar a todo el mundo porque Emma tiene que reencontrarse con todos sin excepción. Tiene que volver a entrar en la onda del pueblo y u ritmo de vida. Pero sobre todo tiene que hablar con Ahsley y Aurora, que estaban esperando unos preciosos bebés como su hermana.
—Por no hablar de que Regina está saliendo con Robin— le informa David una vez llegan al supermercado—. Nunca me lo hubiera esperado.
Emma asiente y trata de imaginar a Regina con Robin, el mismo hombre del que había dicho—y cito palabras textuales—"apesta a bosque".
—Eso no me lo puedo perder— zanja con una sonrisa divertida mientras Mary Margaret y David se detienen a mirar las galletas para bebés.
Adoran mirar cosas de bebés.
Emma gira la esquina de la sección de dulces—adelantándose al matrimonio Encantador (mote puesto por Regina)—y como está más pendiente de su hermana que del camino por el que anda no se sorprende mucho cuando choca contra algo. Alguien más bien. Siente textura de cuero y olor a mar antes de dar dos pasos para atrás y mirar a la persona con la que se ha chocado.
—Lo siento— susurra mientras inspecciona al desconocido que llevaba un paquete de gelatina en la mano derecha. La mano izquierda la lleva metida dentro del bolsillo de la chaqueta de cuero.
—No es culpa tuya, preciosa— le dice con una sonrisa encantadora—. No todo el mundo puede evitar querer abrazarme.
Emma alza una ceja exceptiva y ríe suavemente.
—Me temo que conmigo no te funcionará eso. No estoy tan desesperada.
El desconocido con olor a mar hace una pequeña mueca y Emma está más segura que nunca de no haberlo visto en su vida. Recordaría haberle conocido al fin y al cabo se había criado en el pueblo y había jugado con cada uno de los niños que rondaban su edad, machacándolos a todos cuando jugaban a espadas.
—Eso ya lo veremos encanto— susurra antes de giñarle el ojo coquetamente.
Emma rueda los ojos y reprime la sonrisa que intenta salir a sus labios sin permiso. No sabe porqué pero algo en aquel hombre le hace querer jugar a ese tonto juego de cortejo tan embriagador.
El desconocido ríe un poco y se marcha en dirección a la caja, dejando a Emma sola con sus pensamientos y la pregunta inacabada sobre su identidad. Aunque tampoco es como si le importara mucho.
—¿Emma? —pregunta Mary Margaret tras su espalda—. Mira que galletas más adorables.
Emma sonríe y desplaza los pensamientos sobre el hombre con olor a mar y chaqueta de cuero a otro lugar de su cerebro, centrándose en las galletas con forma de ositos que David y Mary Margaret sostienen como si fuera la cosa más maravillosa del mundo.
Y tal vez, para ellos, en ese momento lo es.
Están cenando en Granny´s y Emma no puede creer que Ruby y el Doctor Whale estén juntos—bueno, un poco sí—y tampoco puede evitar sorprenderse al ver a Regina con Robin. No es que no crea que hacen bueno pareja, es solo que jamás creyó poder ver a Regina tan radiante y eso, en cierta forma, le hace querer sonreír aún más porque están realmente bien juntos.
Además por culpa de su hermana y David siente una irremediable atracción a los finales felices.
También se alegra de ver a Elsa, su mejor amiga desde siempre. Se cuentan mil y una historias sobre lo que han hecho y Elsa le cuenta que su hermana Anna y Kristoff se van a casar. Emma no se sorprende mucho de la noticia, era algo que se veía venir desde que Grand Pabbie—el padre adoptivo de Kristoff—incluyó a Anna en la foto familiar que hacían todos los años.
Emma le promete a Anna que irá a la boda y también promete acompañar a su hermana a sus clases de preparación al parto del día siguiente. Aunque el nombre de las clases le pone los vellos de punta.
Pasa una semana desde que Emma decidiera volver a Storybrooke temporalmente y ya se siente más cómoda que nunca. Ese día va a casa de Regina para cuidar de Henry, el hijo adoptivo de Regina, porque el hijo de Robin (Roland) está resfriado y Regina a prometido cuidar de él hasta que Robin termine su trabajo. Es el guardabosque del pueblo.
¿Quién iba a decir que la alcaldesa podía salir con alguien tal humilde?
Emma se lleva a Henry a dar un paseo mientras el chico le cuenta sobre las historias que esta bocetando. Henry quiere ser escritor de mayor y siempre le enseña sus cuentos a Emma porque tiene una conexión—o algo así suele decirle—y Emma lo escucha y le sonríe continuamente. Porque sí, sí están un poco conectados.
A veces Emma piensa que no le importaría tener un hijo como Henry—si es que alguna vez se le ocurre tener uno—.
Van al castillo de Henry, situado cerca del mar, y Emma respira el océano con una sonrisa. El agua salada siempre le calma y le ayuda a pesar aunque no exista ninguna razón para ello.
Se sienta con Henry a leer los esquemas y fragmentos que ha escrito, preguntando y escuchando tan atentamente que Henry se sonroja a veces. Cuando llevan un rato y han dejado de lado las historias Emma le pregunta a Henry si quiere tomar algo.
—Chocolate caliente con canela— responde automáticamente.
—Lo suponía chico.
Es en ese camino cuando Emma vuelve a encontrarse con el hombre de cuero y mar. Esta apoyado en una pared—con la mano izquierda dentro del bolsillo y una bebida en la otra—hablando con un hombre que lleva un gorro de lana rojo y una chica rubia vestida de verde.
Emma pasa con Henry delante de ellos con pasos firmes, mirando de reojo al hombre desconocido que no tarda en devolverle la mirada. Y Emma está segura de que nadie nunca le ha mirado tan intensamente. En el buen sentido, aunque nunca (hasta ese momento) había sabido que existía un buen sentido para mirar intensamente a alguien.
—Buenos días— le dice con una sonrisa ladeada y el desparpajo más encantador de toda la costa al mismo tiempo que le hace lo que parece una inclinación pasada de siglo.
—Gelatina— responde Emma a modo de saludo tratando de no sonreírle demasiado y el hombre ríe.
Ríe de una forma que a Emma no le desagrada. Y eso es realmente peligroso y debe tener cuidado con él desconocido.
—Si vas a llamarme así entonces yo también puedo ponerte un mote— replica con los hombros relajados y esa (encantadora) sonrisa que suele dedicarle.
Emma le encara con diversión y alza una ceja expectante, retándolo con ese simple hecho. Y algo le dice a Emma que no es un hombre de rechazar retos.
—Sorpréndeme— le reta con un tono que por nada del mundo ha sido coqueto. Ni lo más mínimo.
El hombre sonríe de tal forma que hace a Emma pensar en un músico de Rock, luego se separa de la pared y camina hasta ella con pasos firmes y elegantes. Hace tiempo que Emma no ve a un hombre andar así, de hecho no creé haber visto a ningún hombre andar así (de la forma en la que él lo hace). Cuero y mar se queda a menos de medio metro de su cuerpo antes de hablar y Emma sabe que va a tener que buscarle otro nombre mental.
—Creo que llamaré Eala— zanja finalmente y Emma siente que las cejas se le van arriba, al nacimiento del pelo.
—¿Eaqué? —pregunta pero cuero y mar solo sonríe.
—Lo siento amor, pero vas a tener que esperar a nuestra siguiente cita para saberlo.
Emma cruza los brazos sobre su torso con la duda y la curiosidad pintada en el rostro.
—¿Siguiente cita? ¿Y cuándo ha sido la primera? Creo que me la he perdido.
Cuero y mar finge una pequeña ofensa antes de explicarle (gesticulando con la mano derecha) el transcurso de las citas como si fuera lo más natural del mundo y Emma jura dos veces—en su cabeza—que no le parece encantadoramente descarada la forma de ligar que tiene.
—En el supermercado, por supuesto.
Emma sonríe aún sin quererlo y niega suavemente con la cabeza. A él le siguen brillando los ojos mientras le habla y Emma no puede evitar dejarse llevar un poco. Solo un poco.
Se gira y toma la mano de Henry con soltura, a penas dirigiéndole miradas en el proceso. Pero sabe que él—cuero y mar—no deja de mirarla ni un solo instante, como si fuera un tipo de espejismo a punto de desvanecerse.
—Nos vemos Eala— dice mientas Emma se aleja con Henry con una sonrisa que le sabe dulce.
Aunque jamás lo admitiría en voz alta.
Ir a la biblioteca con Regina nunca fue algo que Emma pensó vivir, pero claro si añades necesidades tales como: Henry necesita información para un trabajo del colegio y la necesidad del matrimonio Encantador de leer todos los libros de bebés; es normal que se encontrara en la biblioteca del pueblo con Regina.
Regina—con su don natural para la maternidad—acompaña a Mary Margaret y a David a la sección de bebés, explicándoles una y mil cosas por el camino. Henry sonríe orgulloso y Emma desearía poder decirles a los chicos de instituto que coronaron a Regina como la Reina Malvada lo equivocados que están. Lo equivocado que estuvieron.
Regina es una gran persona. Con sus defectos y virtudes, como todos, pero una gran persona a fin de cuentas.
Emma camina con Henry hasta la mesa de Belle, la bibliotecaria, una chica sumamente brillante que pudiendo estar en cualquier lugar prefirió elegir permanecer en Storybrooke.
—Hola Belle— saluda Henry con entusiasmo y Belle le devuelva una sonrisa igual de entusiasta.
—¿Por qué libros vienes hoy, Henry?
Henry hace una pequeña mueca de pesar.
—Me temo que necesito libros para el colegio. Tengo que hacer un trabajo sobre las formas de orientación anteriores al GPS. Muy anteriores, casi de la Edad de Piedra y esas cosas.
Belle ríe, entre divertida y comprensiva, y le señala el pasillo correspondiente.
—Allí, en los estantes dos y tres.
—Gracias— susurra Henry antes de esfumarse entre las estanterías.
Emma aprovecha para hablar con Belle un poco más, porque desde que ha llegado no ha oído más que rumores inciertos sobre ella y está un poco preocupada.
—¿Es cierto lo que he oído? —pregunta de golpe y sabe por el gesto de Belle que sabe a lo que se refiere.
Seguramente se lo preguntan mucho.
—¿Lo de Gold?
Emma asiente.
—Sí, es cierto. Estamos saliendo juntos— luego, con una sonrisa pequeña y radiante agrega—. Es una buena persona Emma y lo quiero de verdad.
—Pues enhorabuena, supongo.
Belle sonríe encantadoramente.
—Gracias.
Emma busca con la mirada a Henry una vez la conversación deriva a temas más a menos importantes y lo encuentra fuera del grupo de estanterías. Mira a Belle con la ceja alzada y esta enseguida se pone en pie para ayudarla a buscar a Henry. No es el típico chico que incumple la promesa que le hizo a su madre de terminar el trabajo.
Sin embargo si es el típico chico que se escaparía en busca de aventuras.
Lo encuentra una estantería más a la izquierda y al fondo del todo acompañado por cuero y mar. Emma siente una fugaz sensación de alivio mezclada con unas incomprensibles ganas de gritarle a cuero y mar. Corrección, comprensibles.
¿Qué hacía hablando con Henry?
Cuero y mar saca otro libro de la estantería—siempre con la mano izquierda en el bolsillo de la chaqueta—y Henry lo toma con curiosidad.
—Aquí salen las estrellas más importantes— le explica— junto al astrolabio eran el GPS del pasado.
Emma se aclara la garganta al mismo tiempo que Henry deja escapar un sonido de admiración. Cuero y mar alza la mirada hasta ella con una sonrisa encantadora que le llega hasta los ojos.
—Eala.
—Gelatina— replica.
—Emma mira el GPS del pasado— Henry se acerca a Emma triunfante, alzando el libro para que Emma vea las ilustraciones.
Emma toma el libro con cuidado.
—Impresionante chico.
—Te pega— suelta de pronto cuero y mar. Emma lo mira con una ceja alzada.
—¿El qué?
—Emma, va bien contigo.
Emma rueda los ojos y trata de no sonreír.
—Y a ti te pega acosador.
Cuero y mar hace una mueca de dolor, como si Emma le hubiera atravesado el pecho sin piedad.
—Eso ha dolido amor.
Mete la mano derecha en el otro bolsillo de la chaqueta y camina hasta ellos con tranquilidad. Le hace una ligera inclinación de cabeza a Belle y Emma puede ver en los ojos de su amiga que cuero y mar es un conocido.
—Señora Gold— dice con un tono divertido y Belle rueda los ojos de una forma realmente graciosa.
—Jones— responde Belle sin cambiar la expresión de su rostro.
Cuero y mar—apellidado Jones—sonríe un poco más antes de caminar hacia la salida de las estanterías. Antes de llegar al final gira sobre sus talones y clava fugazmente su mirada en Emma antes de dirigirse a Henry.
—Si sigues interesado en el tema puedo echarte una mano.
Emma cruza los brazos en forma defensiva y da un paso por delante de Henry. Siempre le había costado confiar en la gente.
—¿Por qué crees que estas cualificado?
Jones alza una ceja y Emma sabe que nunca va a dejar de mirarla con tanta detención y cuidado, como si fuera una obra de arte. Y se siente un poco como la Venus de Praxiteles, siendo expuesta en un templo circular para que los creyentes la venerasen en todo su esplendor.
Solo que en este caso no hay creyentes, solo es Jones.
—Fui y soy marinero— responde sin dejar de mirarla—. Además tengo un doctorado en astronomía.
Emma trata de no sonrojarse y Jones sonríe encantadoramente como si todas las cosas del mundo pudieran solucionarse así, con ella y él quedando para verse nuevamente. Y el caso—por culpa de la sonrisa—es que la idea no suena tan descabellada.
—¿Os espero en el embarcadero mañana? —Pregunta suavemente, pidiéndole permiso a Emma y presionándola un poco para que acceda. Más bien retándola porque sabe que Emma debe tener el control.
—A las cinco— acuerda Emma, decidida a tener la situación bajo control en todo momento y fijando sus ojos en Jones.
—Allí te veré cariño.
Cuero y mar Jones se marcha con pasos medidos y Emma permanece quieta en la misma posición un rato más, observando la espalda del marinero desvanecerse entre montones y montones de libros, entre páginas y páginas llenas de tinta...
Cuando ya no oye las botas de cuero cuenta hasta tres, asegurándose de todo lo que diga permanezca lejos de los oídos de cuero y mar, se gira para mirar a Belle y a Henry con rapidez.
—¿Te parece bien? —le pregunta suavemente a Henry.
—Si te hace feliz sí— responde casi automáticamente, con una sonrisa pequeña en su rostro aniñado.
Emma arruga la nariz.
—¿Ayudarte con tu trabajo?
Henry ríe y extiende su mano—aún pequeña— hasta la de Emma con más perspicacia de la que debería tener teniendo en cuenta su edad.
—Soy escritor Emma, reconozco una historia cuando la veo.
Cenan en el Granny´s todos juntos y Henry le guarda el secreto a Emma. No menciona que se encontró con Jones en la biblioteca—ni de camino a por un chocolate—tampoco menciona que han quedado con él mañana. Emma se lo agradece un poco, básicamente porque no sabe que es Jones y no quiere ver preocupada a Mary Margaret y a David—ni que se entere nadie—.
También influye que no quiere hacerse daño a sí misma.
Emma no suele dejarse llevar por sus sentimientos pero hay algo en Jones—en su forma de mirarla, en su sonrisa, en su voz…—que despierta una parte de su cerebro que creía olvidada: la confianza, la confianza ante alguien desconocido. Y es algo que le pone los pelos de punta.
¿Qué está pasando con ella?
Regina habla de comics con Henry y Emma sonríe al saber que los conoce todos y cada uno de ellos. Sabe de los X-men, de los Vengadores, de los Cuatro Fantásticos… se los sabe realmente bien y apenas vacila en la conversación que mantiene vívidamente con Henry sobre héroes y villanos.
Es una buena madre, se dice, y espera que su relación con Robin vaya realmente bien.
Llegan al embarcadero con cinco minutos de antelación—porque Emma quiere medir un poco el interés y las palabras de cuero y mar— y Jones ya está allí, esperando, con su chaqueta de cuero y su pose desenfada que Emma está empezando a reconocer. Habla con el hombre del gorro rojo con el que ya le vio hablar—el día del chocolate—pero en cuanto les ve sonríe y se acerca hasta ellos con entusiasmo.
—¡Por aquí Eala!
Emma le sigue con Henry brincando junto a su costado izquierdo e intercambian saludos cortos, concisos—porque Emma no quiere fiarse aún—. Jones les guía por los barcos acompañado por el hombre del gorro rojo, haciendo un par de comentarios ante los apuntes que Henry tomó el día anterior y respondiendo a las preguntas interminables del pequeño.
—Es el Sr. Smee —explica con un ademán de la mano cuando le pregunta por el hombre que va con ellos.
Henry alza una ceja, incapaz de creer lo que oye.
—¿Cómo en Peter Pan?
Jones asiente con una sonrisa divertida mientras el Sr. Smee se sonroja ante la sola mención del cuento.
—Igual. Exactamente igual.
Henry ríe y Emma observa la sonrisa descarada de Jones con cierto cariño.
—Entonces ¿eres el Capitán Garfio? —pregunta Emma, viendo como Jones frunce el ceño con cara de desagrado.
Casi como si le doliera, casi como si fuera algo que le han dicho muchas veces para herirle.
—Amor creo que es mejor que me llames Killian. Killian Jones— dice con una leve inclinación de cabeza a modo de reverencia.
Y aunque debería a Emma no le resulta ridícula la reverencia. En él—en Killian—resulta adecuada de cierta forma.
—Emma Swan— responde al instante y el rostro de Killian se ilumina.
—No me lo puedo creer— murmura sin dejar de sonreír—. La vida es decididamente curiosa ¿no crees?
Emma arruga la nariz con escepticismo.
—¿A qué te refieres?
Killian sonríe y Emma no cree poder recordar una sonrisa tan encantadora como esa. Está llena de sentimientos y sinceridad solo para ella, como si fuera la única persona a la que Killian quisiera abrir su corazón.
Resulta alarmante pero una parte de su cerebro siente que no es algo tan malo. Todo el mundo necesita alguien en quien confiar y Killian no parecía tan diferente a ella, de hecho Emma estaba segura de poder encontrar más de tres similitudes entre ellos y no sabía si espantarse ante esa idea o permanecer en el sitio justo donde estaba.
Hay decisiones realmente difíciles.
—Eala— explica finalmente— significa cisne.
Emma no puede evitar dejar escapar una risa suave y una sonrisa.
—¿En qué idioma? ¿En klingot?
Killian hace un gesto casual con la mano, como si estuviera explicando la cosa más obvia del mundo y no se ofende ni por un segundo ante las preguntas—el tono más bien—de Emma.
—Del irlandés, por supuesto.
Emma sacude la cabeza sin dejar de sonreír y Killian la observa con piropos mudos en cada pigmento de color que forman sus iris.
Se paran ante un barco precioso, un velero de proporciones considerables tan cariñosamente cuidado que parece nuevo. La madera brilla y las velas son tan blancas como las nubes del cielo y Emma puede oler el amor, ver el amor y tocar el amor dedicado al barco con tanta claridad cómo puede hacerlo con el amor de David y Mary Margaret.
—Bienvenidos al Jolly Roger— anuncia Killian orgulloso mientras sube al barco por la pasarela extendida.
—¡Es un barco pirata! —exclama Henry lleno de emoción y sube corriendo la barandilla para saltar a cubierta.
Emma sube poco después, admirando el barco con cuidado, observando los años en la madera.
—¿De verdad se llama así? —pregunta tras unos minutos.
Killian sonríe.
—De tanto bromear al final se ha quedado con ese nombre. Pero es una gran chica y no se queja— explica mientras acaricia un pasamano distraídamente.
Emma está a punto de preguntar pero se da cuenta de que no es algo que se cuente fácilmente. Es algo complicado como su colgante y su escarabajo amarillo. Y Killian quiere a ese barco tanto que Emma teme por un momento referirse al barco como un mero objeto.
Porque hay cosas que no son meros objetos y ella lo sabe, lo entiende, pero no esperaba que nadie más pudiera comprenderlo.
No esperaba un Killian Jones en su vida.
Pasan el resto de la tarde en cubierta, sentados en unas sillas y mesas plegables que el Sr. Smee ha colocado para todos. Comen un poco y ayudan a Henry con su tarea hasta que esta está casi totalmente formada, hablan sobre muchas cosas y cuentan historias sobre estrellas. Henry se entusiasma, Emma se deja y Killian le sonríe como un personaje de cuento.
Es algo a lo que se podría acostumbrar.
Al final de la velada—que ha durado más de lo esperado—Killian, tan descarado como el mar, invita a Emma a pasarse por el barco otra vez. A pasarse por el barco todas las veces que quiera.
Emma le sonríe tentativamente, deja escapar una respuesta ambigua y se marcha con Henry con paso firmes con la voz de Killian diciendo: "a tus ordenes mi lady".
Y aunque una voz en su cabeza le dice que se aleje algo dentro de su corazón no quiere alejarse. Porque Killian se parece un poco a ella, se dice, porque les ha enseñado el barco pero no les ha dejado pasar, nos les ha enseñado su construcción interna. Exactamente como ella hace con las personas nuevas que llegan a su vida—como hace con casi todas las personas—.
Solo la fachada, nunca el interior, y siente que Killian podría entender hasta el más mínimo gesto de su rostro.
Continuará
