La Sal de la Vida
Quizás de todas las vidas que había vivido Joanna, esta era la mas triste. Freya se había ido con su nuevo novio ha vivir su vida, era el viajero, debía conocer mundo e informase de lo que había mas allá de East End, su pequeña siempre fue una aventurera y necesitaba encontrar su alma gemela, pero cada vez que estaba mas cerca de dar con ella algo pasaba, ya fuese la mayoría de edad con la que debían morir o que moría antes, algo la llevaba a ese infernal final. Después estaba su pequeña Ingrid, siempre sería su pequeña, aunque a veces se pareciera tanto a ella que le diera miedo, y otras veces le recordaba tanto a Víctor que le daba aun mas miedo. Ingrid había decidido independizarse, estudiar bellas artes en la universidad de Nueva York. Le preocupaba que se fuera, Ingrid siempre solía permanecer junto a ella, pero cada vida era diferente. Y ahí estaba un día mas lamentando su vida sin sus pequeñas, la que necesitaban vivir su vida lejos de su madre..Extrañaba los dramas y locuras de Wendy, la echaba de menos, y aunque cuidará de ella desde lejos su relación había sufrido una caída desde el tema de Archibald, pero no quería recordar aquello, echaba tantísimo de menos a su hermana, se necesitaron desde pequeñas, protegiéndose la una a la otra y ahora ya no había nada, ella la había echado y Wendy se había ido sin ni siquiera pensarlo, aunque ella tampoco le dio opción a hablar. Suspiro. Y luego estaba el tema Víctor, el gran amor de su vida, el padre de sus tres hijos, su alma gemela al cual alejo por un error, que el cometió, siempre alejaba a la gente, muchas veces pensaba que su padre y ella tenían mas en común que lo que realidad le gustaba pensar, cuando esos pensamientos cruzaban su mente, los desechaba al instante, ella nunca sería un monstruo, el lo era.
Allí estaba ella perdida en sus pensamientos, mientras disfrutaba de un café solo con un terrón de azúcar, cualquiera diría que le ardían pero en realidad no, tenía una temperatura buena, el reloj marco las 17:30 lo que hizo que la sacará de su ensoñación, parpadeo un par de veces mirando el reloj. Había quedado con Ingrid a las 18:00 antes de que ella entrara en el turno del museo y ella volviese a casa. Se termino el café de un trago, ahora si quemándose la garganta, tosió un poco y se levanto preparando un par de papeles que termino metiendo el un maletín. Se acerco al espejo y se cepillo su pelo liso, paso la mano por un mechón y sonrío, le gustaba su pelo así, Frey la había convencido y había decidido dejárselo así un tiempo. Se pinto los labios de un color no muy estridente y salio con el maletín, le encantaba su trabajo, los museos la tranquilizaban, pero con los años se había dado cuenta de que todo lo sola que había querido estar, ahora era demasiado, ahora necesitaba alguien con quien compartir su vida, alguien que viviera con ella. Suspiro. ¿Quien iba a aguantar ni siquiera sus hijas, su marido o su familia lo harían eternamente?
Intento borrar ese pensamiento de nuevo de su cabeza, si Wen estuviese allí diría que era idiota por pensar así, en parte lo era, pero los echaba de menos y en el fondo se culpaba de haberlo echado de su vida. Se montó en el coche y dejando el maletín en el sillón del copiloto, y condujo hacía la cafetería que había quedado con Ingrid, antes de volver cada una a su vida.
Aparcar a un par de kilómetros de la cafetería del campus, si se paraba ha estudiar bien aquella universidad podía comprobar que había pasado mucho, demasiadas historias sobre ocultismo, brujería y el mismísimo demonio. Para gente normal, un locura, una fantasía. Para una bruja como ella, era algo real, una vivencia mas. Al salir del coche con el maletín vio a su hija saludando hacía ella, en esta vida, desde su punto de vista, Ingrid era mas rebelde, tenía mas secretos y mas armas con las que jugar con los hombres. Aunque no había perdido una pizca de su inteligencia e ingenio. Salió del coche con una sonrisa y abrazo fuerte a su hija, sin soltarla de la mano, fueron a la cafetería del campus, Ingrid pidió un té de frutos rojos y Joanna un té negro bastante fuerte. Joanna acaricio la mano de su hija mientras esta pedía dos porciones de tarta de tres chocolates.
-¿Cómo va todo por la universidad?¿Algún problema?¿Algún chico?- Sabía las respuestas a esas preguntas, pero aunque Ingrid no estuviese convencida de que ella y Freya era mas parecidas de lo que ambas admitían. Ingrid había tenido el mismo números de novios que Freya, solo que los suyos eran mas privados, Freya iba a por las grandes élites del siglo, por así decirlo, e Ingrid iba a por chicos en altos cargos pero que la magia no fuera un tema del que hablar entre ellos, menos peligro, pero al fin y al cabo peligroso-
-Ingrid rodó los ojos hacía su madre- Mamá, parece que no me conoces, siempre he sido buena en los estudios, y soy una gran experta en bellas artes gracias a ti-Tomo un sorbo enfriando un poco el té con sus manos al pasarlas por el vaso- No hay problemas, todo tranquilo, nadie sospecha que soy lo que soy-Alzo una ceja por la última pregunta- ¿Esa pregunta no debes hacerla a Freya? -Vio como la miraba su madre y alzo sus manos- Bien, mamá no hay nada, solo tengo un pequeño piso cerca de aquí, donde cuando no estoy estudiando y preparando cosas y me enfrasco en mi lectura, creo que lo que siempre he hecho. No hay nadie que me interese. Ni a nadie que le interese yo-
-Joanna suspiró- Ingrid, solo me preocupo, siempre has estado conmigo, me da miedo perderte, no podría sobrellevarlo-Se termino el té de varios sorbos, sin importar si quemaba o no. Y agarro sus manos fuertes tras soltar su taza- Nos se que haría sin Freya y sin ti, mi vida no sería vida-
-Ingrid agarro las manos con la misma fuerza-Mamá siempre me parece que tenemos esta conversación a cierta edad, pero es como un sueño, solo se que tu estas preocupada y siempre termino olvidando que pasa. Pero puedo prometerte que a Freya y a mi no nos pasará nada, siempre estaremos contigo, jamas estarás sola -Acaricia su mano lentamente y tomo un poco de pastel- Ahora come o llegarás tarde mamá-
-Joanna suspiró, les dejaba los recuerdos de que eran brujas, manipulaba a East End desde hacía siglo para así no recordarán las muerte de sus hija, ni en sufrimiento, lo había hecho con sus propias hijas, pero en mas de una ocasión se había planteado que Freya e Ingrid llevarán una vida normal, sin saber nada de brujería y de su pasado en Asgard, sonrío levemente y soltando sus manos lentamente,probo la tarta, la saboreo y luego miro hacía su muñeca, era las 17:50, le quedaban diez minutos para estar a ambas juntas.
-Mamá debo volver, debo estudiar un par de horas y después al grupo de lectura, hemos empezado un nuevo libro y tenemos que terminarlo para el próximo fin de semana, y aun no lo he empezado-Pidió que el camarero le pusiera su porción de tarta para llevar y dejo un beso en la mejilla de su madre- Ten cuidado, no trabajes mucho y llámame cuando llegues a casa- Joanna sonrío y le devolvió el beso, la vio salir tan natural yendo con el pequeño paquete de tarta en su mano y por una vez mas volvió a sentirse como cuando era solo era una niña pequeña y la veía salir con el almuerzo para el colegio. Suspiro y negó tomando otro bocado de tarta y saboréandola, sin darse cuenta de que ya era su hora de trabajar, cuando volvió ha mirar el reloj se dio cuenta de que eran las 18:20, murmuro un mierda levantándose de la mesa dejando un plato vacío, se dirigió al mostrador y pago la tarta, mientras esperaba la vuelta, con tan buena suerte de su parte, dejo su maletín al lado de otro idéntico. El camarero le devolvió la vuelta y ella salió de allí cogiendo el primer maletín que alcanzo que obviamente no era el suyo. Se montón en el coche y se dirigió al museo de arte de Nueva York. Al llegar a su oficina lo entendió, se había equivocado y por lo tantos sus informes, el día mejoraba por momentos, suspiro y durante el día se dedico ha hacer inventario de cuadro recién llegados y intentado esquivar a su jefe, para que no le pidiera los informes. Suspiro, ella no cometía errores de ese tipo, no confundía las cosas con las de otras personas. Un día raro, pensó que cuando acabará su horario laboral volvería a la cafetería y vería si esa persona había dejado alguna dirección a donde podía mandarle ese maletín, se dedicaba a la finanzas y había visto símbolos celtas y nórdicos en el forro interior del maletín, aunque podía ser una persona que se interesase por otras culturas y no tener nada que ver con la brujería. Cuando el reloj marco las 22:00 de la noche salió de allí, hoy era de esos días en los que trabajaba menos, paso las manos por el material del maletín, se sentía bien al tacto, duro pero suave y el olor, ni muy dulce, se puede decir mucho de una persona por un objeto suyo. Le intrigaba esta persona, ya fuera hombre o mujer, le intrigaba mucho.
Volvió a su coche y antes de volver a East End, se volvió a dirigir a la pequeña cafetería, la cual estaba apunto de cerrar, entro de una carrera y le explico al camarero lo ocurrido ella, el camarero un hombre mayor y bastante cordial, le regalo una sonrisa y le dio una carta y una paquete de tarta de chocolate que había tomado esa misma mañana.
-Yo no he pedido nada -Dijo la morena, antes de que pudiese seguir hablando, el camarero negó y solo y habló- Una invitación, la otra chica dijo que vendrías a preguntar por el maletín. Ella asintió y dio las gracias, salió de allí con el pedazo de tarta, un maletín que no era suyo pero le intrigaba y una carta, la cual estaba deseando poder llegar a casa para disfrutar de ella. Se sentía emocionada y tonta a la vez, quizás fuera una tontería, negó y volvió ha borrar ese pensamiento.
Llego a la media hora o así a su casa, en el centro de East End, aquel sitio protegido por ella para que ningún enemigo pudiese encontrar a las Beauchamp, salió del coche cogiendo el maletín, la tarta y la carta, lo cerro. Entro, dejando la porción de tarta en el frigorífico, se dirigió hacía su cuarto con el maletín y la carta, quería tenerlo cerca y no sabía porque. Lo dejo sobre el armario y la carta sobre la cama, se dirigió hacía el aseo y se puso un camisón blanco por encima de la rodilla y escote en pico. Volvió a la cama y se tiró sobre ella, cogiendo la carta y poniéndola a contra luz, por fuera solo había una "A" en cursiva, se mordió el labio y la abrió lentamente sin saber que esperar. Empezó a leer.
"Hola chica de la tarta de tres chocolates, creo que por error te has llevado todos mis informes de finanzas y me he librado por poco de un lio, aunque supongo que que tu habrás estado igual que yo, no he tenido tiempo de acercarme al museo donde trabajas, aunque eso hubiese sido raro, ¿no?Si te apetece, mañana podemos quedar a la misma hora y en el mismo lugar. Creo que me reconocerás por tu maletín. Disfruta de la porción de tarta de tres chocolates de mi parte. Me debes una. Un beso Alex"
Dejó caer la carta sobre su cara y sonrío como una colegiala. Se puso de lado y acaricio la carta. Ahora le apetecía comerse un poco de esa tarta. Bajo de un salto de la cama y fue al frigorífico y llevo la porción al cuarto, se sentó en encima de la cama y se la comió mientras miraba el maletín. Y mientras comía no hacía que pensar, ¿Por qué se sentía ilusionada por algo así? ¿Pero y si fuese el destino? El destino no existía, siempre se torcía. Se terminó la tarta mordiéndose el labio y se volvió ha recostar en la cama haciendo aparecer el plato en la cocina, dejo la carta a su lado y cerro los ojos con una sonrisa, una especial. Aquella noche soñó con miles de cosas y necesitando que llegará mañana.
-CONTINUÁRA-
